Dos investigadores argentinos trabajan con la ESA en una misión a las lunas de Júpiter

“De chicos rompíamos los juguetes para conocer cómo funcionaban. También muchos dispositivos electrónicos, que nunca se pudieron reparar, y una vez incluso prendimos fuego a una frazada en casa de nuestros padres. Las cuestiones técnicas siempre nos atrajeron”.

Fernando y Andrés Lasagni tenían nueve años cuando su padre los llevó, sin previo aviso, a un instituto de computación. “Ahí empezó todo. Solo nos dijo ‘vengan’. No llevábamos ni una hoja de papel para anotar. Pero nos fortaleció mucho el pensamiento lógico, porque cuando aprendimos a programar y el lenguaje de la computación, y nos favoreció para pensar en estructuras. En el pensamiento científico es muy importante saber desarrollar una idea”, relató Andrés.

Estos gemelos idénticos nacieron en Cinco Saltos, provincia de Río Negro, el 27 de agosto de 1977. Los dibujos de naves espaciales, aviones y cualquier vehículo de transporte inundaron su infancia y cuando terminaron el secundario en un colegio industrial de orientación técnica, no dudaron en iniciar la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Comahue, Neuquén. “Nos interesaba mucho la química y tuvimos que hacer un estudio de mercado, dejando de lado por ejemplo la música, que nos atraía, pero iba a ser difícil vivir de ella. A mí también me encantaba jugar al voley, pero me hice una autoevaluación y asumí que nunca iba a ser profesional”, contó Fernando.

Sus caminos se separaron por primera vez en 2002. Andrés viajó para hacer su tesis de grado a Alemania y el destino de Fernando fue Austria; donde se doctoraron con mérito en 2006 en Ciencias de Materiales.

“Irte del país y dejar a todos tus afectos no es algo sencillo, pero teníamos ganas de demostrar que podíamos. Además, teníamos muchas cosas de las que preocuparnos: no hablábamos alemán, era una nueva ciudad y un nuevo equipo de trabajo”, dijo Fernando. “Y mucho miedo, que nos generó la necesidad de sobrevivir y encarar la situación con otra valentía”, apuntó Andrés.

Fernando Lasagni emigró a Austria y España, mientras que el destino de Andrés fue Alemania

 

Su trayectoria fue amplia y diversa. Andrés fue investigador en el Georgia Institute of Technology en Atlanta, Estados Unidos; y ahora vive en Dresden, Alemania, donde es profesor en la Universidad Tecnológica y director del Center for Advanced Micro-Photonics en el Instituto Fraunhofer IWS. Se convirtió en un referente mundial en tecnologías láser para el tratamiento de superficies.

“Se trata de darle a la superficie nuevas propiedades y funciones para elevar su valor agregado y generar características únicas. Esto lo hacemos a través de tecnología láser y lo llevamos a sistemas competitivos para la producción. También de desarrollar una tecnología, para generar este tipo de funciones, para abaratar los costos de producción; lo cual significa incrementar la velocidad de fabricación de las estructuras, que son muy específicas y pequeñas. Lograr una alta resolución y definición a esas velocidades, hacer las dos cosas en simultáneo, en general es complicado”, explicó.

Y añadió el ejemplo: “Hay un insecto en el desierto que por la noche, cuando bajan las temperaturas, condensa el agua sobre su caparazón para poder beber durante el día. Con tecnología láser a alta velocidad, podemos conseguir que el agua no se adhiera en la superficie de las alas de un avión; disminuyendo muchos problemas y posibilidades de accidente, pero además consiguiendo que el avión se desplace a mayor velocidad gastando la misma cantidad de combustible. Podemos imitar las superficies que ofrece la naturaleza fabricando estructuras muy pequeñas, del orden de los nanómetros, muy precisas y específicas, con geometrías muy bien definidas”.
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Fernando, por su parte, emigró de Austria a España, donde trabajó en la empresa IberEspacio, y después se mudó a Sevilla, donde ocupa la Dirección Técnica del Centro Avanzado de Tecnologías Aeroespaciales (Catec). Allí se especializa en los procesos de fabricación avanzada e inspección, automatización de procesos aeronaúticos, desarrollo de materiales por impresión 3D y ensayos para la industria aeroespacial.
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“Ayudamos a las empresas del sector a mejorar sus procesos de fabricación e inspección para que sean más competitivos y para que no dejen de ser punteros tecnológicos en lo que hacen. Así, desarrollamos nuevas tecnologías de fabricación, como lo es la impresión 3D, para fabricar estructuras aeronáuticas, en satélites, y atomizar procesos y bajar los costos. De esta manera, mejoramos la competitividad de las empresas y eso se consigue con investigación”, detalló.

Trabaja con más de 300 empresas del sector y su equipo desarrolló aplicaciones para plataformas aeroespaciales utilizando esta tecnología de fabricación adivita, como los cohetes lanzadores Ariane 5 y VEGA, o aviones de transporte como el Airbus A400M.

«Hay un déficit de ingenieros y tecnólogos en el mundo. Los países mejoran su calidad de vida cuando son capaces de desarrollar tecnologías por sí mismos, como Irlanda o Corea del Sur. Pero se necesita, además de inversión, personas que se decidan por el mundo de la ingeniería y las ciencias duras»

Andrés Lasagni:

“En Sevilla hay uno de los tres polos aeronáuticos de Europa, donde se ensambla un avión completo, junto a Toulouse (Francia) Hamburgo (Alemania). Cuando llegué, hice inversiones de en torno a ocho millones de euros solo para empezar a trabajar, y de ahí luego pueden salir esas cosas punteras a nivel mundial que hacemos hoy en día”, añadió.

Y apuntó: “Poner un kilo en el espacio cuesta entre 20.000 y 30.000 euros. Si buscamos una tecnología de fabricación que nos permita hacerlo más ligero, podemos ahorrar mucho dinero”.

“Hicimos dos vidas distintas, pero seguimos siendo muy unidos. Cuando uno está bajo de energía, el otro tira del carro”, dijo Fernando. “Aunque estemos lejos, siempre nos apoyamos”, apuntó Andrés. Hacía tres años que no visitaban la Argentina, desde 2019, pero se vieron por última vez la pasada Navidad en Dresden, y la semana pasada se reencontraron en Buenos Aires por unos días.

Por un lado, desarrollaron un proyecto conjunto: fabricar piezas de impresión 3D metálicas para aviones y modificar su superficie, cambiando los materiales por otros más ligeros. “Hay piezas que se fabrican en el sector en titanio, porque son muy resistentes a la corrosión y no se oxidan; pero con los tratamientos que hace Andrés se pueden fabricar en aluminio, que pesa prácticamente la mitad, y que no estén en contacto con entornos húmedos. Las podemos reemplazar”, destacó Fernando.

«Poner un kilo en el espacio cuesta entre 20.000 y 30.000 euros. Si buscamos una tecnología de fabricación que nos permita hacerlo más ligero, podemos ahorrar mucho dinero»

Fernando Lasagni:

Además, el equipo de Fernando en el Catec fabricó los componentes de impresión 3D en aluminio pertenecientes a la estructura de la sonda espacial Juice, que volarán el próximo agosto en una misión histórica de la Agencia Espacial Europea (ESA) a las lunas de Júpiter, en busca de vida extraterrestre.

“Conseguimos aligerar la sonda en 15 kilogramos, que es muchísimo cuando hablamos de sistemas para el espacio. Son 11 componentes con distintas funciones: los soportes de los sensores de misión para los trabajos de investigación en la luna, los soportes de los star trackers que ayudan a establecer la posición de la sonda en el espacio, y los soportes de las ruedas de inercia”.

La nave será impulsada por un cohete Ariane 5 desde la Guayana Francesa y se calcula su llegada al sistema joviano en 2030, ya que el viaje a Júpiter dura casi ocho años; y operará en el planeta y sus lunas alrededor de tres años y medio. “En 2033 la nave espacial debería entrar en órbita alrededor de Ganímedes, después de completar varias órbitas y maniobras sobre Júpiter y las lunas Europa y Calisto.

Durante el recorrido, la gravedad de las lunas Calisto y Ganímedes ayudarán a dar forma a la trayectoria de la sonda espacial, y se realizarán dos sobrevuelos en la luna Europa para estudiar la composición del material de la luna y el primer sondeo del subsuelo”.

Y agregó: “También se realizarán observaciones de los polos de Júpiter. Los frecuentes sobrevuelos de Calisto permitirán observaciones remotas únicas de la luna y mediciones in situ en sus proximidades. La misión culminará con un recorrido orbital dedicado de 8 meses alrededor de Ganímedes”.

Los instrumentos que la sonda llevará a bordo, explicó el experto, incluyen cámaras, espectrómetros, magnetómetros y un radar de penetración en el hielo. “Es una misión muy compleja porque hay una ventana única para el lanzamiento. Los planetas están alineados en un espacio temporal muy pequeño y, si nos pasábamos de agosto, teníamos que esperar muchos años más para volver a tener una oportunidad. Es muy desafiante y la tecnología es única”, dijo, y aseguró que comenzaron la fabricación de las piezas 3D en 2018 y las entregaron a principios de 2021.

Ambos fueron galardonados con la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento del Senado de la Nación Argentina en 2019. Aseguran que su éxito exige no más sacrificio que cualquier trabajador. “Es mucho, pero no más que cualquier ciudadano que se levanta a las 5 de la mañana para abrir su negocio y mantenerse. Aprendimos a ser eficientes con el tiempo, a ser multitarea, día a día y durante muchos años”, señaló Fernando.

“Mi consejo a todos mis estudiantes doctorados es que sepan escribir bien. Una de las herramientas más importantes para tener éxito en el ámbito científico es que sean buenos escritores: ser breve y conciso desarrollando una idea y poder explicarla al resto es fundamental”, apuntó Andrés.

Y añadió: “Hay un déficit de ingenieros y tecnólogos en el mundo. Los países mejoran su calidad de vida cuando son capaces de desarrollar tecnologías por sí mismos, como Irlanda o Corea del Sur. Pero se necesita, además de inversión, personas que se decidan por el mundo de la ingeniería y las ciencias duras”.

VIALa Nación - Sandra Rodríguez Ramos