La extensión de vida útil de la central nuclear Atucha I, que demandará una inversión de US$ 450 millones, se financiará a través del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES. Su repago se realizará con un fideicomiso respaldado por los contratos por venta de energía con Cammesa.
Las tareas se iniciarán a fines de 2024 y se prolongarán por dos años hasta 2026. Implican la creación de 2.000 puestos de trabajo directos e indirectos y la generación de oportunidades para proveedores nacionales calificados en construcción y fabricación de componentes.
CÓMO ES ATUCHA I
Atucha I se empezó a construir en 1968 y entró en operación comercial en 1974, hace ya 48 años. Hoy tiene una potencia instalada de 362 megavatios eléctricos (MWe), aunque inició operaciones con 42 MWe menos.
Al igual que su «melliza» Atucha II (terminada en 2014 con 745 MWe), este reactor de tecnología alemana usa agua pesada (óxido de deuterio, D2O) como moderador y como refrigerante. El moderador en realidad posibilita la reacción nuclear, porque aumenta la cantidad de neutrones «moderados» o «termalizados» disponibles para la fisión.
A diferencia de Atucha II, que usa uranio natural como combustible, Atucha I empezó hace décadas el experimento exitoso de usar un enriquecimiento muy leve, que aumenta la cantidad de U235 del 0,71% típico del uranio natural al 0,9%, y ese pequeño cambio bastó para que el rendimiento del combustible aumentara un 40%. Si la Argentina volviera a vivir de su propio uranio, este recurso prolongaría en forma proporcional la vida útil de sus reservas mineras, que no son demasiado generosas.
Este cambio de combustible no ha hecho de Atucha I una central a uranio enriquecido. En éstas, llamadas PWR «Pressured Water Reactor», el combustible tiene una ley de enriquecimiento de entre el 3 y 5%, según las distintos diseños, marcas y modelos, y el moderador y refrigerante es agua común, obviamente purificada y desmineralizada.
Atucha II todavía está lejos de encarar un cambio similar: NA-SA por ahora está tratando de mejorar la disponibilidad de una máquina que, pese a los 28 años de retraso que se permitió la Argentina en inaugurarla, sigue siendo nueva. La central atraviesa un mantenimiento programado por 4 meses y medio desde el pasado 9 de marzo, por una falla en el diseño de los tubos guía Siemens, que no implicó riesgos a la seguridad. Son los costos de haber comprado un prototipo, pero -como en el caso de Atucha I- afectan la disponibilidad, no la seguridad. Ambas centrales se compraron en su momento bajo bajo la supervisión regulatoria de la Gerencia de Radioprotección y del Comité de Licenciamiento, los 2 organismos de supervisión de seguridad nuclear de la CNEA.
Pese a estar integrados al organigrama de la CNEA, estas dos oficinas en la práctica demostraron una eficacia y una severidad que no tuvieron -por dar un único ejemplo- los organismos equivalentes de EEUU, Japón o España cuando aceptaron como bueno el diseño GE-Mk1. Es el tipo de ingeniería con baja inversión en sistemas de seguridad que fracasó tan claramente en el accidente de Fukushima, en 2011. Aquí en 1965 el GE-Mk1 trató de participar en la licitación por Atucha I. La CNEA lo rechazó a carpeta cerrada.
Hoy ese papel de rechazar o aceptar lo cumple la ARN (Agencia Reguladora Nuclear), que además es organizativa y económicamente independiente de la CNEA y de NA-SA.
Ambas centrales, Atucha I y II, y la que está en Córdoba, Embalse, son operadas por Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA).
El Plan Estratégico 2021-2030 aprobado por el directorio de NA-SA establece inversiones por $ 2.400 millones para la pileta de almacenamiento en seco de elementos combustibles quemados en Atucha I, una tarea que ya está completada en un 96%; más nuevos desembolsos por u$s 180 millones para el almacenamiento en seco de los combustibles gastados por Atucha II, que todavía son muy pocos y tienen por delante varios años de enfriamiento preliminar, en pileta.
LAS CENTRALES QUE VIENEN
El gran proyecto de Nucleoeléctrica es la construcción de una cuarta central nuclear financiada por China, la Hualong-1, con tecnología y construcción de la China Nuclear National Corporation (CNNC). La Hualong-1 es una derivación china de tercera generación de la ingeniería de las centrales francesas de EDF de 2da generación, mayormente de los años ’80. Las EDF a su vez son una adaptación mejorada del diseño PWR de la estadounidense Westinghouse de los ’60, la central de 1ra generación.
Damos estos detalles genealógicos para subrayar que la Hualong-1 no salió de un repollo, sino que es un producto cuya ingeniería básica lleva ya 70 años de mejoras parciales. Pertenece a una línea de tecnología, la PWR o «Pressured Water Reactor», la central típica de uranio enriquecido a entre el 3 y el 5%. Con imitaciones bajo licencia, o imitaciones sin ella, este tipo de ingeniería generó más de 400 unidades en el planeta. Han tenido un buen historial de seguridad.
También aclaramos que desde 2020 hay otras Hualong-1 en funcionamiento en el resto del mundo: 2 en China y una en Pakistán, y 5 más en construcción en ambos países, o con el proceso de licenciamiento de diseño ya aprobado por la ONR, la autoridad regulatoria nuclear del Reino Unido. Añadimos esto por el puro cansancio de leer que la Argentina está haciendo de ratón de laboratorio de una tecnología no testeada, o que estamos comprando un prototipo.
Porque ambas Atuchas, la 1 y la 2, fueron prototipos, adaptaciones a uranio natural de las PWR alemanas de KWU-Siemens a uranio enriquecido. Estas máquinas tenían una trayectoria de seguridad y disponibilidad excelente. Para poder concursar en Argentina, KWU-Siemens hizo con la CNEA las adaptaciones de ingeniería para funcionar con un combustible menos potente, con un módulo de potencia inferior y con un moderador y refrigerante mucho más caro que el agua natural.
¿Como prototipos, nos dieron sorpresas las Atuchas? Sí, la primera tuvo una rotura de internos del reactor a los 21 años de inaugurada que la hizo ir perdiendo potencia hasta apagarse sola. Está diseñada para apagarse sola, sin que deban intervenir personas o computadoras, cuando se alteran los parámetros óptimos de temperatura del moderador. Volver a poder ponerla crítica insumió 2 años de reparaciones. El problema de 1988 no fue de seguridad, sino de disponibilidad.
Desde entonces la central tuvo rediseños y mejoras fruto del ingenio local de la CNEA y de NA-SA que elevaron su potencia eléctrica de 320 a 362 megavatios, y que casi duplicó su «quemado»: la que entregó el fabricante alemán dada 6,5MWe/día/tonelada de combustible. La Atucha I actual da 11MWe/día/tonelada.
Desde que volvió a servicio, en 2000, esta máquina ha sido tan confiable y es tan extraordinariamente robusta que es probable que tenga sucesivas mejoras en sus varias futuras extensiones de vida útil: quienes la vimos entrar en línea en 1974 no la veremos ser decomisionada. Puede tranquilamente esperar la misma vida útil que una central hidroeléctrica. Sólo que no hay que esperar que su combustible caiga del cielo, como las lluvias que desaparecieron dos años seguidos y dejaron en situación crítica todas las grandes centrales hidroeléctricas del país.
La inversión en la Hualong-1 será de u$s 8.300 millones sin los recargos financieros, y se espera tenerla lista para inicios de 2031.
RESTAURACIÓN NUCLEAR
Los directivos del sector nuclear remarcan a cada paso la decisión del Poder Ejecutivo de poner en marcha una «restauración» del sector, después de años de lo que entienden que fue un «desmantelamiento programado» de la industria nuclear argentina.
Un ejemplo que remarcan es el vaciamiento de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito, Neuquén. Ahora el refrigerante y moderador de los reactores se tiene que importar de Rumania a razón de 24 toneladas por año, con un costo de u$s 5 millones y sin generación de trabajo en el país.
LAS CENTRALES NUCLEARES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
La energía nuclear no libera dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera y es una fuente de energía segura y eficiente, remarcan los técnicos que lideran las visitas a la planta. «Antes nos echaban de las COP -Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático-; ahora nos llaman», grafican.
LO QUE CUESTAN, LO QUE FACTURAN, Y LO QUE VALEN
Nucleoeléctrica entrega la energía eléctrica a la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) por un contrato de abastecimiento que le remunera 46 dólares por megavatio-hora (MWh). Esto da una facturación de u$s 550 millones al año, balancea las cuentas y da cero déficit operativo, pero no paga la expansión de capacidades de NA-SA. El dinero que gira el Tesoro a NA-SA es exclusivamente para inversiones y nueva construcción.
Entonces, que sea el ANSES quien financie la extensión de vida de Atucha 1, a mí como jubilado me da la seguridad de que mi jubilación (insuficiente, como la de casi todos mis compatriotas) al menos se va a invertir en infraestructura durable (mucho más que yo, sin duda). Y me alegra aún más saber que no se va a disipar en «productos» del mercado financiero, bonos que hoy cotizan alto porque le conviene inflarlos a algún calificador de riesgo en Nueva York, pero mañana se desvanecen en el aire cuando afuera les bajan el pulgar.
Este tipo de autofinanciación para infraestructura a través de los fondos de pensiones no es una idea original, por cierto. Se aplica en muchos países. En Santiago de Chile, en la FIDAE (Feria Internacional de Aeronáutica y Espacio), en este momento está en demostración el monomotor pistonero de entrenamiento primario IA-100 Malvina, un aparato de uso dual (civil y militar).
Es el primer avión diseñado y fabricado íntegramente en Argentina desde 1978, salvo por el motor (un Lycoming estadounidense) y la aviónica (por ahora, israelí). El Malvina está pensado no sólo para la demanda interna, sino básicamente para exportación. Y su desarrollo lo financiaron los jubilados de la Fuerza Aérea con una caja compensadora propia. Los pilotos aprenden volando, más que en aulas, y el Malvina garantiza la práctica inicial de los cadetes en las primeras 40 a 100 horas de vuelo. Esa plata y ese avión apuntalan la construcción permanente de todos los recursos humanos de la aeronáutica nacional, y no sólo los militares.
Atucha I y el Malvina son un modelo de construcción de país.
Daniel E. Arias