El Gobierno argentino formalizó ayer lunes 11 de marzo su adhesión a la iniciativa financiera y comercial de la República Popular China conocida como Ruta de la Seda, a través de la publicación en el Boletín Oficial del Memorándum de Entendimiento suscripto el 4 de febrero por el canciller Santiago Cafiero y el presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, He Lifeng, en el marco de la visita de Alberto Fernández a Beijing.
La expectativa de nuestro gobierno es que así se amplían las posibilidades de financiamiento de una serie de proyectos de infraestructura y tecnología, estimados por el Ministerio de Relaciones Exteriores en alrededor de US$ 23.700 millones.
El Memorándum, a cuyo texto completo se acceder cliqueando aquí, entre sus principales objetivos fomenta el uso de las «monedas nacionales» en las inversiones y el comercio bilateral, así como «posibles transferencias de derechos especiales de giro (DEG) en la plataforma del Fondo Monetario Internacional».
En el Memorándum, ambos países aspiran a «promover intercambios de bienes, tecnología, capital y personal mediante la conectividad mutua y el aprendizaje mutuo».
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El economista y magister en Relaciones Internacionales Gustavo Girado, director de Posgrado sobre China Contemporánea en la Universidad de Lanús, destaca la importancia del acuerdo: «formalmente, se abre la posibilidad de financiamiento a una serie de proyectos que la Argentina tiene en carpeta» y que estaban «parados».
Asimismo, evaluó como «razonable para las dos economías» la utilización de monedas locales en el intercambio comercial, en función de que «desde hace varios años que el yuan renmimbi le disputa la hegemonía al dólar «, en especial desde que en 2017 pasó a incorporarse como quinta moneda en la composición de la canasta de DEG del FMI, junto al mismo dólar, el euro, el yen y la libra esterlina.
En cuanto al interés argentino, «el país tiene necesidad de divisas y existe un convenio con China que le permite realizar intercambio comercial con el gigante asiático sin demandar dólares».
Al referirse a las características de los proyectos a financiar, Girado advirtió que «la propuesta que plantea el gobierno de Xi Jinping es bastante flexible», y señaló que «la oferta está básicamente constituida por lo que a China le sobra, que es financiamiento, tecnología e infraestructura».
Para Girado, el acuerdo «no afecta sustantivamente la relación con Estados Unidos«, que viene planteando reparos a la incidencia de China en las economías latinoamericanas. Girado señala que para la Casa Blanca «esto no puede representar una sorpresa porque es un proyecto de larga data. En todo caso, el Memorándum es la cereza del postre».
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Reflexión de AgendAR:
En un texto escrito en julio de 2014, en ocasión de la visita a la Argentina del presidente Xi, y luego revisado muchas veces, decíamos:
«… Las relaciones comerciales con la República Popular China han sido muy convenientes para nuestro país – también para China, naturalmente; su profundización, que está en marcha, es probable que nos beneficie aún más: un mercado gigantesco, en crecimiento previsible, para nuestras exportaciones agropecuarias y mineras –que son las que nos dan recursos para políticas sociales y educativas-, una fuente alternativa de financiación, y de inversiones.
En especial en transportes, una infraestructura vital para un país moderno, que Argentina necesita mejorar. Por supuesto, el futuro siempre es incierto, pero no existe fuera del continente suramericano otro vínculo estratégico que reúna ventajas actuales y potenciales como éste. Nuestro gobierno, y los empresarios –que hoy están de acuerdo en pocas otras cosas– coinciden en verlo así.
Para la otra parte, China, también hay una conveniencia estratégica: podemos ser – ya somos – un proveedor confiable, sólo comparable a Brasil. Los países africanos son inestables, sus técnicas agrarias y extractivas todavía son rudimentarias, y sujetas a turbulencias políticas; y el otro gran productor de alimentos, EE.UU., … bueno, es concebible que en un futuro se presenten dificultades diplomáticas que pongan en riesgo el abastecimiento.
El punto es que algo parecido podría haberse dicho, sin variar una coma en relación a nosotros, sobre nuestras relaciones comerciales con Inglaterra hace 150 años. Y las halagüeñas promesas que se hicieron los gobernantes en ese tiempo resultaron ciertas. Los ingresos del comercio con el Reino Unido, además de beneficiar a los propietarios de grandes extensiones rurales, permitieron crear un Estado moderno, un ejército profesional, una escolarización primaria (la ley 1420) y una salud pública del Primer Mundo… de esa época.
Al mismo tiempo, el consenso de muchos pensadores argentinos es que se distorsionó el desarrollo nacional, y se creó una red de intereses y una dependencia cultural en la mayor parte de nuestras clases dirigentes. Cuando el mundo cambió –y siempre cambia– Argentina encontró muy difícil elaborar un nuevo camino de desarrollo y, sobre todo, la cohesión nacional para emprenderlo con éxito. Si todavía hoy, la nostalgia de esa «Arabia Saudita de las vacas y el trigo» que fue la Argentina de 1910 –que nadie vivo hoy conoció– perdura en la imaginación de muchos argentinos y les impide apreciar con realismo las probabilidades y los riesgos del presente.»
Debemos tener la visión estratégica y la prudencia para evitar que nos pase lo mismo.
A. B. F.