El Ministerio de Salud adelantó datos sobre la mortalidad en la Argentina durante el primer año de pandemia, que creció un 10% en comparación con los datos registrados en 2019. La tasa de mortalidad fue superior entre los varones y el rango etario que mayor variabilidad demostró fue el de 50 a 54 años.
Durante el año 2020, en la Argentina, la enfermedad por COVID-19 fue la segunda causa de muerte en personas de 18 a 59 años (la principal fue por tumores malignos) y la tercera en mayores de 60 años, por debajo de enfermedades del corazón y tumores malignos. Ese primer año de pandemia se registraron 376.279 defunciones en la Argentina, con una tasa de mortalidad de 8,3 por mil habitantes, un 10% superior con relación a la registrada en 2019.
“Todo lo que está por encima de lo esperado es exceso de mortalidad, que podría ser adjudicable a la pandemia, y en 2020 fue de 8,9%, en relación a los cinco años anteriores”, afirmó Analia Rearte, directora Nacional de Epidemiología e Información Estratégica del Ministerio de Salud de la Nación, en una presentación realizada por las autoridades sanitarias en un encuentro virtual con integrantes de la Red Argentina de Periodismo Científico (RAdPC), del que también participó la ministra Carla Vizzotti.
Rearte advirtió que el exceso de mortalidad era esperable y que fue “bastante menor” al de otros países, debido en gran parte a las medidas sanitarias que se tomaron cuando todavía no había vacunas contra el SARS-Cov-2, así como al “tiempo ganado” en los primeros meses de la pandemia, que permitieron ampliar el sistema de salud para poder responder a la urgencia sanitaria de entonces.
La tasa de mortalidad de los varones fue superior a la de las mujeres, de 11,2% frente a un 5,5%, respectivamente. En cuanto a las edades, el rango etario que mostró más variación fue el de los 50 a 54 años. “Si bien más del 83% de fallecidos por COVID fueron las personas mayores de 60, sabemos que este es un grupo poblacional que siempre se muere más por otras condiciones. Por eso, si bien fue el grupo más afectado en la pandemia comparado con el año 2019, el exceso de mortalidad no fue tanto como en el grupo de 50 años”, puntualizó Rearte y detalló que los menores de 40 años tuvieron menor mortalidad en 2020 que en 2019 y los mayores de 40, más.
En cuanto a las causas de fallecimiento (sin considerar a la COVID-19), excepto las enfermedades del corazón y la diabetes mellitus, todas fueron menores a las de años anteriores. Las muertes por lesiones o envenenamientos ocasionados por causas externas registraron un descenso cercano al 15%, mientras que las defunciones debidas a accidentes fueron las que mayor disminución tuvieron, seguidas de las provocadas por lesiones autoinfligidas.
Asimismo, disminuyeron las tasas de mortalidad para la enfermedad por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), tuberculosis, Chagas, enfermedades infecciosas intestinales y enfermedades parasitarias.
En situaciones normales, el registro de defunciones se realiza a través del monitoreo de estadísticas vitales, pero eso cambió con el advenimiento de la pandemia. No solo en la Argentina, sino en todos los países del mundo, la mortalidad pasó a reportarse también a través del denominado Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud (SNVS).
En paralelo, también comenzaron a hacerse estudios de exceso de mortalidad, que incluyen aquellas producidas por la COVID-19 en sí misma, pero también por otras causas vinculadas, como podría ser el desborde del sistema sanitario. Para ello, la información se fue recolectando a través de datos preliminares aportados por los registros civiles y oficinas de estadísticas de las 24 provincias del país.
“Uno de los principales problemas de la pandemia fue el registro de mortalidad, que se hizo a través de sistemas de vigilancia epidemiológica que no son registros de defunción, lo que llevó a un subregistro”, advirtió Rearte, pero destacó la robustez de los datos y la calidad del trabajo realizado, que sirvió también para medir la efectividad de políticas públicas.
Si se comparan las muertes por COVID-19 que surgen de las estadísticas vitales, con las notificadas en el SNVS, en la Argentina se detectaron 1,14 veces más muertes con el primer registro que las notificadas por el SNVS, lo que indica una diferencia mínima en comparación con otros países.
Una revisión sistemática publicada en la revista académica The Lancet da cuenta de esta situación: reportó que la razón entre lo registrado y lo estimado por exceso de mortalidad fue de 3,07 a nivel global, de 1,2 en Argentina, 1,82 en Alemania, 5,03 en Finlandia, 3,18 en Dinamarca, 1,44 en Canadá y 6,02 en Japón.
“Uno de los principales problemas de la pandemia fue el registro de mortalidad, que se hizo a través de sistemas de vigilancia epidemiológica que no son registros de defunción, lo que llevó a un subregistro”.
“Los sistemas de vigilancia de mortalidad no estaban diseñados en ningún país del mundo para lo que significó la pandemia. Sin embargo, nuestro país tuvo una sensibilidad y confiabilidad muy alta en relación a las muertes por COVID-19”, coincidió la ministra de Salud Carla Vizzotti y destacó el “esfuerzo enorme” de la provincia de Buenos Aires para aportar información, no solo al SNVS, sino también para la actualización de mortalidad de diferentes fuentes.
Además, la ministra adelantó que ahora ya están trabajando en el análisis del exceso de mortalidad durante 2021, que se espera que sea superior por la segunda ola de Covid, que fue “mucho más importante y más prolongada que la primera”, y en una comisión de análisis para desagregar la información por tipo de fallecimiento.
Vizzotti también recordó que, desde inicios de agosto, el indicador para definir las medidas que se toman para minimizar el impacto de la pandemia ya no está centrado en el número de casos sino en las internaciones en terapia intensiva provocadas por el SARS-Cov-2. “Sabíamos que con las vacunas no íbamos a dejar de tener casos, sino que buscábamos que no hubiera internaciones y muertes, por eso se cambió el parámetro”, afirmó la funcionaria y advirtió que, en esa evolución, se coincidió a nivel local y regional en la importancia de empezar a notificar semanalmente y de hacer una transición hacia una vigilancia integrada de las enfermedades respiratorias.