«La industria naval argentina demuestra que puede renovar la flota pesquera»

Con la botadura del buque «Carlos Luis», el astillero Contessi entregó su sexta embarcación en poco más de un año. En el acto se pidió continuidad de políticas para incentivar la producción naval nacional, triplemente necesaria no sólo para generar trabajo y ejercer soberanía, sino por el estado de decrepitud de la flota pesquera argentina, y el peligro que eso supone para las tripulaciones.

Y desde AgendAR pedimos al Congreso que dé las herramientas para que la Armada y la Prefectura ayuden a recuperar la industria pesquera y nuestro control sobre la Zona Económica Exclusiva (ZEE) del Mar Argentino. Nuestras observaciones al final.

El buque “Carlos Luis” se convirtió este sábado 14 de mayo en la 141° botadura del astillero Federico Contessi. El pesquero operará desde el puerto de Rawson (Chubut) y pertenece a la familia González, cuyo padre (Carlos Luis) le dio el nombre a la embarcación.

Con el sol otoñal como telón de fondo, la ceremonia de bautismo y bendición de la nave estuvo a cargo del obispo diocesano y se realizó ante la presencia de funcionarios nacionales, provinciales y municipales, además de muchos de los involucrados en la construcción del barco de más de 20 metros de eslora (largo). También se realizó la transmisión por streaming.

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El presidente del astillero, Domingo Contessi, celebró la entrega de la sexta embarcación pesquera en los últimos 13 meses y destacó las recientes botaduras de astilleros nacionales.

Sin embargo, como titular de la Federación de la Industria Naval Argentina advirtió que “solamente dos astilleros, entre los más de 15 que hay en el país, tienen hoy órdenes de construcción de barcos pesqueros confirmadas por los próximos años. Existe aún una enorme capacidad ociosa”.

Asimismo destacó que “la industria naval argentina está demostrando que puede hacer realidad la tan ansiada renovación de la flota pesquera” y recordó que “no hay que bajar la guardia y continuar con las políticas que se están aplicando hasta que toda la industria naval argentina pueda decir que está plenamente reactivada”.

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Equipos

Después de agradecer al “gran equipo de trabajo” aseguró que “hoy más que nunca debemos cuidar cada dólar y cada puesto de trabajo argentino”. Reconoció que “no será una tarea sencilla porque el proceso inflacionario y el atraso cambiario han encarecido todos los productos de fabricación nacional”.

“Esta es una situación que nos preocupa y nos desvela -añadió- porque nos hace perder competitividad y jaquea justamente a los que hemos asumido compromisos de largo plazo, nos obliga a renegociar contratos y nos impide premiar de una mejor forma a quienes más lo merecen en estos difíciles momentos: nuestros trabajadores”.

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En el palco escuchaban el jefe de gabinete de asesores del ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, Alejandro Sethman; el director nacional de Coordinación y Fiscalización Pesquera, Julián Suarez; el secretario de Pesca de Chubut, Gabriel Aguilar; el presidente del Consorcio Regional Portuario de Mar del Plata, Gabriel Felizia, y el delegado municipal del Puerto, Patricio Ciminelli, en representación del intendente municipal.

Contessi calificó al actual panorama como “muy complejo” aseguró que “no vamos a bajar los brazos. «Somos ambiciosos en la mejor acepción de la palabra- dijo el industrial-, nos motiva mucho más el progreso conjunto, poder dar oportunidades a los jóvenes, poder contagiar la vocación y la mística que nos transmitió don Federico Contessi”.

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Finalmente, agradeció a los propietarios “Gustavo y Guillermo por la confianza”, ya que es la segunda embarcación que retiran del astillero, y consideró “un honor que esté compartiendo esta ceremonia el homenajeado con el nombre del barco don Carlos Luis González, el padre de Gustavo”.

Acto seguido, el ingeniero Federico Goñi entregó la certificación al capitán del “Carlos Luis”, Hernán García, y minutos después que la madrina estrelló la botella de champagne, el buque tocó el agua.

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Observaciones de AgendAR:

Hay mucho trabajo regulatorio y legal por hacer.

Rl tamaño de este barco, el Carlos Luis, debería ser más o menos el tamaño máximo del pesquero alturero (casco rojo) autorizado para operar en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) del Mar Argentino. Eso, si se quiere habilitar a muchas pesqueras nacionales, pero al mismo tiempo no agotar el recurso.

Eso del tamaño màximo ya pondría a los pesqueros piratas en doble ilegalidad: falta de licencia y eslora o manga excesivos, y permitiría decomisarlos simplemente por avistaje, sin tener que revisar papeles o carga.

El paso siguiente sería imponer el «Compre Nacional Pesquero»: los barcos y sus tripulaciones deben ser argentinos, aunque se mantengan las concesiones pesqueras a las empresas extranjeras «que supimos conseguir». Esto barrería de la ZEE la mayor parte de la chatarra -a duras penas flotante- que mandan aquí las pesqueras españolas y asiáticas legales, y terminaría con el problema de las tripulaciones filipinas e indonesias esclavas en la flota ilegal.

La esclavitud es el garante final -e inhumano- de la rentabilidad del negocio de la pesca a distancia por parte de Europa y Asia, pero además al país le genera desocupación doble: primero, por robo de materia prima, y segundo, por desocupación de argentinos en el sector laboral embarcado y en las plantas de fileteo en tierra.

El tercer y último clavo en el ataúd de la sobrepesca sería considerar contrabando toda exportación de productos pesqueros sin valor agregado, y empezar así la persecución sistemática de la flota congeladora extranjera en la milla 201. No hace falta imitar a Canadá, cuando salió en 1995 a capturar pesqueros españoles que venían arrasando con el fletán de Terranova más allá de la milla 200.

Para llegar a tanto, hay que tener los guardacostas, la marina, la aviación y la decisión política que tuvo Canadá cuando llegó a 40.000 desocupados en la costa atlántica por años de sobrepesca. Durante varios días, hasta que los españoles recularon en chancletas, hubo peligro de enfrentamiento militar entre las marinas de ambos países.

Aquí alcanzaría atajar a los poteros, arrastreros y tangoneros que hacen de proveedores de los barcos congeladores. Con lanchas rápidas y helidrones, se los puede parar antes de que crucen la milla 200 desde la costa, y luego obligarlos a recalar en el puerto argentino más cercano sin siquiera abordarlos.

Para evitar la protección que suelen tener las pesqueras extranjeras en nuestra justicia federal costera, habría que subrayar en la nueva legislación marítima argentina la decomisión automática de las artes de pesca. Son caras «per se», pero por el estado de ruina de los barcos ilegales, suelen valer más que las naves, que son chatarra a duras penas flotante.

Serían tres pasos sucesivos para ir recuperando soberanía y reconstruir dos industrias: la naval y la pesquera. ¿Cómo podrían salir estas leyes y normativas? Quizás en circunstancias excepcionales de concentración de poder, como las tuvieron a inicios de sus gobiernos Carlos Menem y Néstor Kirchner. Cito a dos gobiernos taxativamente distintos en su visión de la economía, la sociedad y el derecho, y sin embargo su política pesquera consistió en «pasen y sírvanse».

Política que en realidad fue -con un agravamiento notorio y progresivo- la de todos los gobiernos posteriores a nuestra derrota militar en Malvinas, consecuencia de la misma, y que se mantiene hoy. Legislar como sugerimos sería ir a contramano de todo lo que sucedió en nuestro mar y con nuestro mar desde la derrota de Malvinas en más.

Sin embargo no hay que ser muy historiador para notar que en nuestra historia el poder excepcional suele ser costumbre cíclica y repetida. No es imposible que la tarea recaiga en varios gobiernos, pero habría que convencer antes a todo el arco político. Según nuestros usos y costumbres, es más probable que lo termine haciendo uno solo y después de una crisis histórica, pero deberá tener el Congreso a favor y estar muy convencido, o al menos muy obligado, a cambiar un abandono del mar y de lo naval que ya cumple medio siglo.

Y ese medio siglo de abandono le está costando a nuestra economía entre U$ 3000 millones/año, o U$ 14.000 millones/año, según quién haga las cuentas, y según si en los números figura sólo el robo de materia prima, o figura el combo total de valor agregado perdido en el camino que va de la red al anaquel de supermercado o al restaurante, amén de los impuestos no pagados.

En el crack biológico del Mar Argentino subsecuente a los acuerdos pesqueros con la UE se perdieron 30.000 puestos de trabajo en los barcos y las plantas fileteadoras. No se notó porque en 2001 quedaron diluídas en el crack de toda nuestra economía.

No creo que este plan entusiasme a la Unión Europea, particularmente a España, que es la pescadería de toda Europa gracias a nuestro mar, o a Gran Bretaña, que nos vería salir con no poca alarma del postrauma malvinero, o a China, cuyo mar territorial se ha expandido misteriosamente hasta el nuestro, e incluso a Uruguay, que cobra unos U$ 150 millones/año por dar soporte logístico a la flota pesquera ilegal china. Pero este tipo de legislación y de política podría suscitar interés o imitación en Brasil, donde el Proyecto Amazul, de control de aguas territoriales, sigue en pie pese a Bolsonaro. Podría interesar incluso a Chile, y también a Perú y Ecuador, terriblemente expuestos a la pesca pirata asiática.

Por lo pronto, a AgendAr le alcanzaría con que este plan entusiasme a los argentinos. Para eso lo publicamos y sometemos a debate. Por algo se empieza.

VIALa Capital