Guerra Fría II en la Argentina: EE.UU. presiona contra la central nuclear financiada por China

Complejo Atuchas

Una misión reservada (a voces) del Departamento de Estado se enfocó en frenar el contrato con China que pondrá en obra Atucha III, proyecto del Programa Nuclear Argentino desde 2014. Se ha vuelto un tema más estratégico que técnico, y sus 8 años de demora ya preocupan.

(Sobre esto habíamos informado en AgendAR, y tomado posición, el 29 de abril, aquí. Pero esta nota es muy importante, y no porque es el primer artículo pro nuclear que publica Página 12 en toda su historia.

Aquí el presidente de NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina), José Luis Antúnez, hombre legendario en la comunidad nuclear y habitualmente muy parco, cuenta con franqueza ante la periodista Alejandra Dandan qué se dijo en la reunión con la gente de Washington, y sobre la necesidad de que el gobierno tome decisiones.

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“Una vez sentados, fueron directo al grano, típico de una reunión con estadounidenses”, dice José Luis Antúnez, Presidente de NA-SA, Nucleoeléctrica Argentina S.A. “Entre cortesías y exquisita diplomacia, Ann Ganzer dijo que era un visita reservada, como nación amiga y que lo hacía preocupada por la posibilidad de que el país compre un reactor chino para su próxima central nuclear de gran potencia”.

La jefa de la misión diplomática del Departamento de Estado estuvo el 6 de abril en el edificio de Villa Martelli, que aloja a la empresa operadora de las centrales de energía nuclear más grandes de la Argentina. La gira, extendida entre el 4 y el 8, incluyó reuniones en Casa Rosada con Juan Manzur, Jorge Taiana y Daniel Filmus. También con el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz. Además de una reunión, junto al embajador Stanley, con la videpresidenta Cristina Kirchner.

Hubo otras reuniones más en Cancillería y recorridas al predio bonaerense de Atucha y al de la empresa IMPSA, en Mendoza, para observar el desarrollo del CAREM, un prototipo de reactor modular, que desarrolla la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Ante cada anfitrión, la Subsecretaria Adjunta de Política de No Proliferación repitió lo mismo, en compañía de un experto en inteligencia del Departamento de Estado, Dominic Casino, de quien (Ganzer) dijo: “Se lo robé al FBI”.

El paso de la misión dejó una tormenta en el Gobierno. El bloque del Frente de Todos del Congreso citó a Gustavo Beliz porque hace más de cien días tiene demorado un trámite para activar la última etapa del acuerdo con China destinado a activar Atucha III. Diputados y senadores están también en alerta por el CAREM. El país construye el prototipo desde 2014. Paralizado en el macrismo, la obra tiene final previsto en 2026 y compite con un desarrollo similar de Estados Unidos.

Argentina es uno de los únicos tres países del mundo con el modelo en etapa de obra, con Corea y China. Totalmente hecho en el país, el diseño está pensado para abastecimiento interno pero también para exportación, un factor estratégico capaz de producir mil millones de dólares en cada partida y que sienta al país en la mesa de los dueños del mundo. “Si los chinos entran en Atucha, nosotros queremos entrar en el Carem”, transmitió la embajada norteamericana a Cancillería en un mensaje que llegó a oídos de las autoridades científicas argentinas.

Té para tres

Ganzer subió los seis pisos del edificio de Villa Martelli hasta la sala de directorio. Observó el horizonte del río a través de los ventanales. Sirvieron café y galletitas mientras el Directorio de NA-SA en pleno se acomodaba para escucharla. Prescindieron de traductora para manejarse directo en inglés. Ganzer tomó la palabra, que luego compartió con el ex FBI, el único interlocutor alternativo de la comitiva.

“Nos dijo que lo que iban a decir no implicaba una indebida intromisión en asuntos internos de la Argentina –sigue Antúnez–, pero quería que supiéramos bien qué es lo que iba a ocurrirle al país si contrataba el reactor chino. Dijeron que esa tecnología estaba todavía inmadura. Que recién estaría madura cerca de 2030 y que los reactores han adolecido de muchas fallas: fallas de combustible, fallas de máquinas, fallas de diseño”.

A continuación tomó la palabra Casino, quien repartió documentos reservados que luego retiró, como en cada reunión que mantuvieron. Eran fotos satelitales de un supuesto derrame en una central nuclear china, una alerta por posible robo de información de la Argentina, papers y artículos periodísticos sobre faltas de seguridad del gigante asiático.

“El diálogo era cordial aún tratándose de temas muy filosos, especialmente en esa afirmación y nuestra respuesta”, sigue Antúnez. “Sostuvieron que el reactor Hualong chino, que está por comprar Argentina, no tiene casi experiencia de uso y tiene un diseño que no pasaría la aprobación de un regulador occidental. Como país amigo, sugirieron no comprarlo y reemplazarlo por tecnología occidental. Este señor siguió mostrando recortes periodísticos, cosas técnicas y así finalizó la parte de ellos”.

Antúnez agradeció, dijo que tomaba nota y que acababa de escuchar la exposición sobre la mala calidad del producto que estaba por adquirir el país y la no tolerabilidad occidental, pero siguió: “Esta selección del producto chino fue hecha por nosotros en el año 2014, hace ocho años que lo hicimos para incorporarlo a la flota de reactores, lo estudiamos muy cuidadosamente, estudiamos sus antecesores, el programa, y para nosotros era la máquina indicada cuando la elegimos y sigue siéndolo hoy”.

Enumeró el desarrollo chino: 4 máquinas en funcionamiento, 6 en construcción y 19 en planeamiento. “Mal puede ser una tecnología inmadura”.

¿Cómo puede ser posible que las centrales chinas no resistan el análisis de un regulador occidental -preguntó Antúnez- cuando pocos días atrás los británicos aceptaron el reactor Hualong, el mismo seleccionado por Argentina?

Dicen que Ganzer quedó descolocada con la respuesta, y buscó salir del paso. «Eso fue porque el regulador inglés no ha querido escucharnos» dijo.

– ¿O no será porque es un regulador independiente? –replicó el Presidente de NA-SA.

Argentina tiene experiencia con proveedores occidentales. Atucha I, Atucha II y Embalse, sus tres reactores nucleares de producción de electricidad se hicieron con tecnología alemana y canadiense. “Proveedores irreprochables –agregó el anfitrión–, a pesar de eso, las tres máquinas tuvieron problemas, y serios”.

Antúnez

El diablo sabe por viejo

El paso de la diplomática norteamericana fue comentado en todos lados. Muchos de sus dichos sonaron racistas y bananeros. “Patio trasero”, creyó entender uno de sus interlocutores en la Rosada. No era la palabra exacta, pero eso entendió. “No queremos que China se meta en nuestro patrio trasero”, le oyó a Ganzer. La funcionaria llegó a decir en la mesa que de continuar con la compra china, el predio de Zárate podría tener una explosión.

El viernes 13 de mayo, un grupo de senadores encabezados por Oscar Parrilli recorrió Atucha con el directorio de NA-SA y de CNEA. Salieron alarmados. Conocieron los detalles de la gira, los diálogos y pedidos y el retraso que tienen los proyectos por papeles demorados en el Gobierno.

La misión norteamericana llegó en el contexto de una mesa de trabajo permanente entre Estados Unidos y Argentina, llamada Comité Conjunto sobre Cooperación en Energía Nuclear, JSCNEC por sus siglas en inglés. Con reuniones anuales entre agosto y octubre, en uno u otro país, y encuentros suspendidos en pandemia, la mesa trabaja con la agenda orientada al terrorismo nuclear buscada por Estados Unidos, pero ajena a la Argentina.

Los científicos locales aceptan las reglas de juego aunque discuten que se torne en un ítem de política nuclear central para el país. Por eso criticaron el apuro local: el encuentro se hizo “de forma anticipada e intempestiva”, sostuvo un documento interno a pesar de que la CNEA había pedido postergarlo.

¿Por qué el apuro? Era el primer encuentro posmacrismo y con la administración de Biden, justo cuando el país se aprestaba a cerrar el contrato con China y mientras se relanzan las obras del CAREM, dirigido por Adriana Serquis.

El contrato con China de 2014, de país a país, está encuadrado en una ley. El macrismo no la anuló aunque tampoco avanzó y Alberto Fernández ordenó el año pasado acelerarlo. En diciembre, NA-SA terminó el proyecto técnico – comercial. Y el 1° de febrero entregó los papeles al Gobierno y desde entonces sólo falta el último paso: cerrar la letra fina del financiamiento y ejecutar la obra. “Ahí surgió nuestra preocupación por el atraso”, dice Antúnez, lo mismo que dijo a los senadores.

“Han transcurrido más de 100 días del plazo de 170 que nos establecimos a la firma del contrato, y todavía no sabemos nada. Priorizar el proyecto depende de la Secretaría de Asuntos Estratégicos; proponerle a los chinos condiciones financieras corresponde a Economía en un momento en el que se necesitará más financiamiento que en 2014 cuando Argentina estaba desendeudada. De Cancillería depende iniciar el planteo en el seno del tratado”.

Sobre el Carem y el interés norteamericano existen indicios desde marzo cuando el tema apareció en las primeras líneas del temario. “Lo que vemos acá, es que está el proyecto CAREM en el centro de interés de la delegación estadounidense”, señaló Diego Hurtado, vicepresidente de la CNEA.

“Quieren ir a ver el recipiente de presión a Mendoza, quieren visitar Atucha, y la verdad es que CAREM está tomando impulso, la CNEA logró encaminarlo después de la parálisis del macrismo y ahora existe una política de mucho esfuerzo para moverlo”.

Estados Unidos también desarrolla ese modelo pero no es el único interés: Ganzer dijo a la prensa que querrían asociarse con la Argentina para hacerlo.

¿De qué se trata eso? “Un antecedente para pensarlo es lo pasó con el Arsat III durante el gobierno de Macri”, dice Diego Hurtado. “Argentina puso en órbita el Arsat I y II en 2014 y 2015, una meta concebida en 2006. Satélites. Un éxito deslumbrante. El Congreso aprobó una Ley en 2015.

«En 2018 -prosigue Hurtado- el gobierno de Macri abandonó la Ley de Promoción de la Industria Satelital e intentó crear una empresa con el 51 por ciento de la empresa norteamericana Hughes y 49 por ciento de la empresa argentina para el desarrollo de Arsat III. ¿Se busca algo parecido ahora? ¿Eso es colaboración entre los estados? ¿Por qué Argentina debería compartir una tecnología desarrollada 100% por su sector nuclear? ¿Por qué deberíamos aceptarlo si podemos competir en el segmento del mercado internacional de alta tecnología? Un reactor de potencia, para producir electricidad, 100% nacional es la meta que necesitamos alcanzar. Y no estamos hablando de soja”.

El mundo sacudido por el abastecimiento energético juega al recambio tecnológico para 2050, cuando deban reemplazarse carbón y gas por mecanismos limpios para la genervación de energía. El 2050 está a sólo 28 años, dice Antúnez. Y la nuclear es una fuente de energía de recambio, justo cuando Estados Unidos busca desconectar China de América Latina.

¿Fue una sorpresa todo esto? “Los más veteranos sabemos que Estados Unidos no simpatiza con el programa nuclear argentino desde los años ’50, no desde ayer”, dice Antúnez. “Y en general todas las visitas oficiales están encaminadas a que nosotros no sigamos adelante con el programa nuclear. Así que para mí, ninguna sorpresa. No sabíamos el tema de la reunión, pero sospechábamos que venía algo porque se ha publicado muchísimo en el sentido de que la Argentina no debería comprar el reactor chino”.

Parte de los documentos repartidos por la Misión entre funcionarios argentinos.

«La RPC robó un secreto nuclear canadiense para construir una copia pirateada de un reactor de investigación canadiense, dicen fuentes del gobierno canadiense», señala el item del año 2000. RPC es República Popular China. Robó y pirateada, el tono de las críticas repetidas en cada encuentro.»

Comentario de AgendAR:

Estimado Mr. Anthony Blinken, Secretario de Estado de los EEUU. Perdón por nuestra tosca prosa periodistíca, AgendAR no es una cancillería. Todavía nos cuesta el estilo relamido.

Pero quisiéramos pedirle que en la próxima misión para frenar Atucha III incluya al menos a alguien que entienda, no de la historia nuclear argentina: son 72 años largos y complejos. A veces nosotros mismos no los entendemos. Pero pedimos, por favor, alguien que sepa del negocio nuclear en general. Eso Uds. tienen de sobra.

Subrayamos: negocio. Y no nos referimos tanto a fabricar y vender electricidad, como al negocio de vender tecnología para hacer eso mismo. O de vender -como nosotros- reactores para fabricar radioisótopos, o investigar en materiales, o formar físicos, ingenieros, químicos y otros expertos. Esas cosas son el verdadero negocio nuclear. Y nos va bien. Exportamos.

Ud. en cambio nos mandó una experta en proliferación armamentista. No entendemos para qué. Allá por 1965 la CNEA decidió no hacer la bomba, y le explicó su decisión al gobierno (estaba el Dr. Arturo Illia), quien obviamente estuvo de acuerdo. Don Arturo era un crack.

Desde entonces, la Argentina se atiene a ese principio: «No bombs». Entonces creíamos (seguimos creyendo) que lo más efectivo y menos costoso en términos estratégicos es NO desarrollar armas atómicas, siempre que se entienda urbi et orbi que es fruto de una decisión propia, no de una incapacidad tecnológica o industrial, y mucho menos de una obligación impuesta por otros. No la hacemos porque no queremos, no porque no podamos. No decimos esto para incordiar. Pero es cierto. Increíblemente, sigue siendo cierto.

Sin duda Mrs. Ann Ganzer es una funcionaria muy correcta e incluso encantadora, pero de centrales nucleoeléctricas no entiende ni mu. Se la ha pasado avisándonos que China «is always cutting corners» (cortando a través de las ochavas, haciendo berretadas técnicas) para bajar los precios de su tecnología. Mire, don Anthony, mucho no los han bajado: la Hualong-1 no es barata. ¿Es segura? Creemos que sí, ya tienen algunos años/reactor de experiencia acumulada con ese fierro.

Mrs. Ganzer probablemente no sabe que la NRC (Nuclear Regulatory Comission), la agencia federal de licenciamiento nuclear de los EEUU, licenció al menos 2 centrales deficientes. Ud. podrá informarle, como para evitarle papelones.

La menos deficiente de ellas es una PWR que en 1979 se accidentó en Three Mile Island, Pennsylvania, porque Babcok & Wilcox le había puesto poca instrumentación y los operadores -aunque bastante expertos- creyeron que estaban ingresando agua para refrigerar el núcleo de la máquina cuando en realidad lo estaba vaciando. Sí, fue el primer «meltdown» de la industria, derretimiento de núcleo. El peor accidente posible, pero en versión benigna.

No murió nadie porque el edificio de contención era robustísimo, y porque el presidente (Jimmy Carter) había sido operador de reactores PWR en la US Navy. De modo que cuando le dijeron que se había formado una burbuja de hidrógeno potencialmente explosiva en los internos del reactor, se puso discretamente al frente y ordenó a la «utility» con firmeza presidencial ventearla muy despacito a la atmósfera. Donde su contenido de tritio se diluyó rápidamente. Otro crack, el Jimmy.

Los presidentes anteriores o posteriores no habrían sabido qué hacer, y en manos de la «utility», que operaba la central pero no la había construido o diseñado, la cosa acaso podría haber terminado peor. Fue un accidente con suerte. Llegó al grado 5 de la escala INES del Organismo Internacional de Energía Atómica, pero también selló la muerte del desarrollo nucleoeléctrico estadounidense, que ya venía flaqueando por los altos costos de construcción.

Nos parece mucho más preocupante el caso de las centrales General Electric MK-1. No son PWR sino BWRs, centrales menos presurizadas y de agua hirviendo. Aquí no se licencian ni a palos, ni en los ’60 ni hoy. No nos gustan en general.

Pero el problema de la MK-1 en particular le es inherente y nada remediable: para hacer economías, el diseñador le hizo un edificio de contención abotellado, en lugar de cilíndrico o esférico, y de un volumen ridículamente bajo en relación a la potencia del núcleo. «Just for the sake of cutting corners», como dicen en Pennsylvania.

La NRC no tuvo problemas en licenciar el diseño. Bueno, sí los tuvo: hubo al menos tres expertos de la NRC que actuaron de «whistleblowers» y aconsejaron no autorizar la construcción de las 18 máquinas de este tipo que la quitan el sueño a más de uno. Pero no les dieron bola.

Por las dudas, le contamos la historia aquí, para que Ud. sepa que estamos realmente preocupados. Hay un problema en la cultura de esta institución, la NRC, esos muchachos son demasiado «pro-business», licencian cualquier verdura. Y eso es lo peor que hay para el business.

Los resultados fueron los 3 núcleos que se derritieron en el accidente de Fukushima, en Japón, en 2011, seguidas de explosiones de gas hidrógeno que rompieron los edificios y dispersaron nubes llenas de productos de fisión. Cayeron mayormente sobre el Mar de Japón porque el viento en esos días tuvo la gentileza de soplar hacia mar adentro.

En Fukushima hubo otro «first timer»: el primer incendio de una pileta de enfriamiento de combustibles gastados. ¿A quién se le ocurre ponerla en una azotea, en un país tan sísmico? Se rajó, los combustibles quedaron en seco, se recalentaron y se incendiaron.

En cuanto a las otras tres centrales GE-MK1 de Fukushima, las que hicieron derretimiento de sus núcleos, no tenían suficiente back-up eléctrico como para garantizar la refrigeración de los mismos en caso de apagón. Nos explicamos: había un único motor diesel en cada central, y en planta baja. Y estaba respaldado por un banco de baterías, también en planta baja. En el país donde se inventó la palabra «tsunami», ¿cuál es el lugar más inundable? Acertó, la planta baja. ¿Y qué pasa con los motores diésel tapado por agua de mar? Se apagan. ¿Y con las baterías? Entran en corto y se incendian.

Con esto cumplo en ponerlo en autos que dos diseños aprobados por la NRC, desde 1979 a 2011 ya causaron cuatro derretimientos de núcleo y un originalísimo incendio de piletas, accidentes de grado 5 y grados 7 (el máximo) en la escala INES. La mismísima URSS, que tenía en su haber -siempre por amarrocar el kopek- algunos diseños miserables, como el RBMK 1000 de la unidad 4 de Chernobyl, jamás logró tanto.

Cumplimos en decirle que todos los funcionarios de NA-SA que atendieron a la gentil Mrs. Anna Ganzer y al señor Dominic Casino, que ella robó al FBI (¿no habrá sido la CIA?) saben perfectamente todo esto. Pero son caballeros educadísimos. Entendemos que cuando Mrs. Ganzer dijo que la Hualong-1 jamás habría pasado un proceso de licenciamiento en Occidente ignoraba que el ONR británico lo había hecho, tras casi 6 años de estudio.

No vamos a exagerar en este humilde portal la seriedad del ONR: las centrales británicas refrigeradas a gas de las islas británicas no tienen edificio de contención, y sin embargo funcionaron décadas y no han sido clausuradas jamás por ello. Not cricket!

Por eso, aquí le creemos únicamente a nuestros propios reguladores: antes eran el CALIN (Comité de Licenciamiento) y la Gerencia de Radioprotección de la CNEA, y hoy es la ANR, que es una sola repartición, en lugar de dos vigilándose mutuamente, pero para poder tomar decisiones antipáticas, si la seguridad así lo exige, depende directamente del Poder Ejecutivo y tiene fondos propios.

Habida cuenta de que nuestras centrales, de 1974 hasta la fecha han tenido problemas de disponibilidad (notoriamente, Atucha I), pero jamás de seguridad, creemos que estos organismos hicieron y hacen bien su trabajo. En el caso de la ARN, se tomaron su tiempo para licenciar la Hualong-1. Pedimos que nos excuse, pero cuando dan el «sí» no hablan por boca de Ganzer. Sorry, don Tony, la tentación fue irremediable. Just a pun!

Entendemos que Ud. tiene algunos argentinos en posición de impedir que se firmen los contratos y se empiece la obra. Son operadores de pasillo y sobreviven bien en cualquier gobierno, pero ésta es la primera ocasión en que quedan muy totalmente bajo los reflectores. Veremos qué pasa.

Si Ud. nos pregunta a nosotros, AgendAR, si nos morimos de amor por la Hualong-1, le diríamos que habríamos preferido que Atucha III fuera una CANDÚ como Embalse, en Córdoba. Es un diseño que conocemos bien, podemos clonar a ojos cerrados y prácticamente no necesita de componentes o asesoramiento externos para diseño, montaje o construcción. Mejor aún, funciona con uranio natural, algo que solíamos producir y espero volvamos a producir. Nos pone a resguardo del tradicional «firmá esto o compranos esto otro, o te dejamos sin uranio enriquecido y se te apaga la luz».

No creemos que una central daba producir únicamente electricidad sino trabajo experto y bien pago en la cadena de valor de las empresas proveedoras, y aquí tenemos unas 140 calificadas para ello, entre metalúrgicas, metalmecánicas, electrónicas, informáticas, de montaje, y otras yerbas. Sacaron su chapa de «nucleares» en la terminación de Atucha II y el retubamiento de Embalse.

Como leemos los diarios (it’s what we do, Mr. Tony!) sabemos que el programa de construcción de centrales de 2014 acordado con la CNNC empezaba por una CANDU 70% argentina por componentes, totalmente a cargo de la Argentina, salvo por la financiación, que ponía la CNNC. Esa debía empezar su construcción en 2016, y en 2018 arrancaría la obra de la Hualong-1, muy llave en mano para nuestro gusto, con el mismo paquete financiero.

La cuestión es que los chinos saben que somos LA vidriera nuclear de América Latina, y con tal de mostrar una Hualong-1 aquí nos financiaban la que más queríamos nosotros, la CANDÚ, que aquí NA-SA llama «Proyecto Nacional». Pero con 3 años seguidos de sequía en ríos gigantes como el Paraná y el Uruguay, donde están Yacyretá y Salto Grande, y poca agua también en las hidroeléctricas de nuestro otro gran río represado, el Limay, nunca está de mas tener muchos megavatios nucleares: están siempre disponibles, llueva, truene o brille el sol. Y el precio del megavatio/hora nuclear se desacopla fácilmente de la locura bipolar del costo del gas y el petróleo. Y de yapa, las centrales nucleares no emiten carbono. Por eso hoy deberíamos tener ambas máquinas en obra, la Proyecto Nacional y la Hualong-1. Pero en 2016, como dijo algún ex presidente, «pasaron cosas».

El plan de construir sólo la Hualong-1 es un relicto. Es lo que dejó en pie el Ing. Mauricio Macri de ese plan de 2014, pero además lo incumplió rigurosamente. Uno de sus secretarios de Energía, el contador y empresario Gustavo Lopetegui, dueño de una considerable cadena farmacéutica y hombre a quien le tocó protagonizar el primer apagón general del Hemisferio Sur (otro «first timer» histórico), antes de dejar su cargo se jactó ante el periodista Fernando Krakowiak, de haber logrado que la presidencia Macri se terminara con el freno bien pisado sobre todo avance contractual de la Hualong-1. Y de obra, ni hablar.

Creemos que meterle el dedo en el ojo de semejante modo a nuestro principal cliente histórico de comercio exterior y financista de obra pública es muy estúpido. Pero Mr. Blinken, mientras la Argentina siga siendo una democracia nunca estará asegurado que haya siempre un Macri o equivalente en la Casa Rosada. O en su defecto, gobiernos de otro cuño pero con algunos pequeños Macris dotados de enormes lapiceras, y dispuestos a vender cara la firma. O la no-firma.

Por lo demás, necesitamos energía nuclear, porque es de base, y podemos fabricarla ahorrando importaciones carísimas de gas, y con medios propios. La idea de la actual conducción de NA-SA no es seguir comprando más máquinas chinas, ni de uranio enriquecido, y menos que menos llave en mano. Tras 72 años de historia nuclear, y como probablemente el de más éxito mundial en reactores que no son de potencia (Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita, Holanda) tenemos que hacer nuestras centrales de potencia.

La que sabemos hacer (a ojos cerrados) es el CANDÚ, y nos gustaría tener 4 o 5 de estos, en buena parte para lograr economía de escala en la fabricación de los componentes, combustibles y formación de operadores. No tenemos licencia canadiense para exportar un CANDÚ, ¿pero componentes, combustibles y asesoramiento? ¡Que nos atajen! Está lleno el mundo de este tipo de aparatos, y necesitan mantenimiento o extensión de vida. De hecho, son la base del 11% de la electricidad nuclear de este planeta. Es todo un mercado.

Y la central que no sabemos hacer (todavía) es el CAREM. Nos sentimos muy elogiados cuando Mrs. Ganzer nos dijo que querrían asociarse al proyecto. Nos sentimos aún mucho más elogiados (hará unos 10 años) cuando vimos por primera vez los planos del Nu-Scale, y comprobamos que es una copia excelente y sumamente imaginativa del CAREM prototipo. Y como dicen Uds., no hay mejor elogio que la imitación. Jamás lo tomaríamos por un robo.

Y el CAREM sí que es exportable. Si lo construimos de una vez.

Sin embargo, tenemos 38 años remando en dulce de leche para hacer ese prototipo, y no tanto porque la «mishiadura» nos impide atrevernos a cosas grandes, como decía nuestro prócer nuclear, Jorge Sabato, sino por un combo de interferencias externas (rings a bell?) y de nuestras propias inepcias políticas. De las segundas, esperamos curarnos alguna vez.

Dicho esto, 38 años de investigación y desarrollo son muy caros, incluso para un país tan rico como EEUU. De modo que escucharemos ofertas.

Pero no le juramos que vayamos a agarrar viaje. El Nu-Scale es hermoso, tiene clientes garantizados por medio planeta, pero algo lo ataja porque todavía no está siquiera en obra. El CAREM sí está en obra. Interminable, eso sí. Desde 2011, le juro. Sí, no tenemos perdón. Un aparato que debería estar funcionando desde 2018. ¿No es increíble para un proyecto tan estratégico, capaz de exportarse de a decenas? Bueno, somos así.

Si no vuelven a «pasar cosas», tal vez empecemos a poner crítico el CAREM en 2027, y en línea no mucho después. Entonces estará más claro si sirve o si no sirve, e incluso Ud. o su sucesor todavía quieren ser «partners» sabrán mejor qué número escribir en la chequera.

Y un poco por hacernos los estrechos, añadimos que no nos gustaría un socio que, por ejemplo, lo compre para archivarlo y abrirle paso a su propia central. Es un mundo despiadado, éste, ya sabe. Dog eats dog, y todo eso, como dicen sus paisanos. Por eso, por ahora seguiremos siendo competidores. Si el CAREM sale bueno, ya le elegiremos marido. O esposa. We are not sexists!

Y por favor, don Tony, mande gente que entienda del negocio. «Nothing personal, just business», como dicen sus paisanos en no recuerdo qué película.

Pero era buenísima.

Daniel E. Arias

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