INVAP: ojos para vigilar la pesca ilegal

INVAP está diseñando un sistema para fiscalización de buques pesqueros mediante el uso de cámaras de video y reconocimiento automático de imágenes. La iniciativa ya se está instalando en un barco marplatense y luego se probaría en el buque de investigación Holmberg.

La tarea de fiscalización en los buques pesqueros suele ser muy difícil de realizar ya que las actividades siempre se realizan a mucha distancia de la costa y por períodos largos de tiempo.

Las inspecciones revisan los buques en los muelle y en ciertos casos se pueden abordar buques en altamar, pero es una tarea que demanda mucho tiempo y tiene un costo alto, por lo que son pocos los buques que pueden ser revisados.

Desde la Dirección Nacional de Control y Fiscalización Pesquera se acudió a la empresa estatal rionegrina INVAP para que desarrollara un sistema que pudiese mejorar la fiscalización, ya que si sólo se instalaban cámaras en los buques generaría tanto material que sería imposible de revisar.

En INVAP se está desarrollando un sistema que será capaz de reconocer patrones en lo que están captando las cámaras para así solo grabar material en ciertos momentos y además poder enviar alertas en tiempo real al organismo de fiscalización.

Esto permitiría también registrar eventos clave como el momento y lugar de despliegue de las redes y si se están usando aquellas con un tamaño de malla aprobado.

Este mes se instalaron las primeras cuatro cámaras en el buque pesquero de merluza y langostino “Mellino VI” de Mar del Plata para  hacer las primeras pruebas que determinarán la ubicación óptima de las cámaras y qué eventos puedan reconocerse.

Trabajadores descargan pescado de un barco en Puerto Stanley, en las islas Malvinas

El proyecto está siendo ejecutado por Gustavo Cabrera, asesor de la Gerencia General de INVAP, quien afirma: “La información que se transmite al lugar de análisis tiene que ser mínima, entonces hay que dotar al sistema de una inteligencia para que haga cosas por sí solo”.

Hoy el proyecto está en al etapa de conocimiento del área, por lo que se han llevado a cabo más de 20 reuniones con armadores, capitanes, inspectores, científicos y todos los involucrados en la actividad pesquera para detectar cuáles son los hitos que se deberían poder controlar con este sistema.

“Lo que empezamos a delinear después de todas esas entrevistas es ver cuáles son las actividades clave que hay que detectar. Hay que ver en qué momento inicia un lance de pesca y cuándo empieza la pesca propiamente dicha. También hay que ver en qué momento se empieza a sacar del agua la red. Todos esos momentos que se van detectando se puede sensar de distintas maneras. Una de las formas es procesando la información de las cámaras en forma automática, con inteligencia artificial. Si uno va grabando la información de las cámaras en una memoria temporal puede poner como variable que cuando se hunden los planchones de madera o metal, los portones que están agarrados al fondo de la red, puede saber que la red se hundió del todo.

A partir de ese instante se podrían grabar tres minutos antes y siete después, y guardarlo. Además también podría emitir un alerta que diga ‘se hundieron los portones’ con latitud, longitud y hora, y se enviaría por mensaje a la dirección de pesca. El resto de la grabación de la cámara no interesa así que se borra”, explicó Cabrera.

En el mundo todavía no existe un estándar para generar este tipo de fiscalización y depende mucho de la regulación y las costumbres de pesca de cada país. “Es lógico que esto lo desarrolle una empresa de tecnología como INVAP. Nosotros no vamos a fabricar cámaras, sino que se van a usar cámaras apropiadas para el uso marino. Pero sí (diseñamos y fabricamos) el sistema que usa equipamiento comercial. Lo más importante es desarrollar los algoritmos de reconocimiento de imágenes para que reconozcan las acciones y después viene la programación de gestión de las imágenes, los mensajes, la información, los datos de GPS, la integración y gestión de todo el proceso”, dijo Cabrera.

La tarea de fiscalización en los buques pesqueros suele ser muy difícil de realizar ya que las actividades siempre se realizan a mucha distancia de la costa y por períodos largos de tiempo.

Desde la dirección de pesca ofrecieron hacer pruebas en el buque de investigación pesquera y oceanográfica Holmberg, lo cual significará un importante avance en el desarrollo del sistema ya que se podrán pedir acciones como el lanzado y recogido de redes a pedido, hacerlo en diferentes horarios del día y probar las posibles trampas que se podrían hacer para evitar la fiscalización de las cámaras, algo que no se le puede pedir a un buque comercial durante su faena.

Se espera que el sistema sea lo más independiente posible de los sistemas del barco para evitar toda la posible complicación informática y el ingreso de ruidos electrónicos. Cabrera explicó “Estamos viendo si solo usamos cámaras o algún otro sensor que indique si está empezando a funcionar cada aparato y dispare alguno de los eventos. Tenemos que tener en cuenta que el sistema tiene que tener la mínima interacción con equipos propios del barco, lo único que queremos tomar del barco es energía eléctrica. Hay muchos equipos con distintas funcionalidades, pero si querés poner un cable para medir cosas puede haber interferencias y aparecen errores. Este tiene que ser un equipo de vigilancia que está afuera, que no comparte cableado ni nada con el resto del buque”.

Nota de AgendAR:

INVAP no es nueva en esto del control pesquero. La empresa pertenece a la provincia de Río Negro, que ya en 2004 decidió cortarse sola, hasta donde le fue posible, del descontrol pesquero legal e ilegal reinante en la Zona Económica Exclusiva del Mar Argentino. Y por eso desarrolló el SIMPO: Sistema Integral de Monitoreo Pesquero y Oceanográfico.

Como el Golfo de San Matías le da a la provincia una considerable extensión de aguas jurisdiccionalmente provinciales (las 12 millas desde la costa), la flota pesquera privada costera (la de casco amarillo) allí es más frecuente que la alturera (o roja), predominante en todo el resto de la costa argentina. Culpa de la geografía, que nos dio un litoral oceánico demasiado abierto y con pocas indentaciones, bahías protegidas o caletas, y así desde las costas bonaerenses hasta las fueguinas.

Lo cierto es que Río Negro no puede decirle a la flota alturera (hoy dominada por España y China) que está obligada llevar a bordo un pendorcho que literalmente vuelve al barco un «reality show», como el SIMPO. Y eso porque sobre la ZEE nacional, entre las 12 y las 200 millas, decide el estado federal y no las provincias. Y desde la derrota de Malvinas el estado federal, en materia pesquera, está ausente y/o teledirigido.

El SIMPO hacía transparentes los barcos amarillos: monitoreaba desde el peso de la red, cuando era izada a bordo, tomaba fotografías del tipo de especies que levantaba la red (para evitar las frecuentes declaraciones juradas que aseguran que se pescó gato cuando en realidad fue liebre). Cruzaba estos datos con la velocidad del barco (durante un lance pesquero, baja su velocidad hasta poco más de 3 nudos), e incluso controlaba la temperatura de bodega, para dejar constancia informática de las aperturas y cierres de puerta.

El SIMPO no era puro control fiscal, sino que tenía su lado de investigación: monitoreaba también otras variables oceanográficas: salinidad y temperatura del agua, muy determinantes de la abundancia o falta de tales o cuales especies. Luego usaba el ancho de banda más bien miserable de principios de este siglo, para intentar conectarse con la red satelital geoestacionaria estadounidense INMARSAT, y transmitir así su información al Instituto Oceanográfico Alte. Storni y a la Prectura Naval Argentina.

Lo que se lograba era un control a dos bandas de qué, cuánto y cómo se pescaba, algo absolutamente insólito. En el resto de las provincias atlánticas argentinas, reinaba el mismo alegre Far West de hoy, fogoneado entonces por los pactos pesqueros con la Unión Europea (versión sintetizada: España sobrepesca, Europa del Norte se saca de encima a España, la Argentina finge vigilar y se jode). En 1998 el Mar Argentino hizo «crack»: empezó a desaparecer la merluza hubbsi, e incluso el calamar Illex argentinus. Luego el langostino. Luego todo lo demás.

El estado federal recordó que existía y empezó a ponerle candado al mar, pero tarde: empezaron a quebrar las pesqueras. No las españolas, eh. Ésas están muy subsidiadas por la UE: les regalan los barcos y el combustible a las devastadoras empresas con sede en Galicia, con tal de que no pinten por Europa. Luego España exporta pescado bueno y barato al resto de Europa. ¿Adivine de qué origen? Se lo van a decir el día del arquero.

Para 2001 habían desaparecido 30.000 puestos de trabajo costero en Argentina, tanto a bordo de la flota roja alturera como en las fileteadoras terrestres ubicadas desde Madryn para abajo, especialmente en Puerto Deseado. El resto del país no se dio por enterado siquiera, porque el trabajo industrial había desaparecido en general, y el estado federal estaba tratando de no colapsar por la furia social desatada debido a los éxitos económicos sucesivos de los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa.

De modo que el uso del SIMPO fue no sólo el privilegio de una provincia que tiene la costa adecuada y la empresa tecnológica adecuada para cortarse sola, sino una reacción de crisis.

Los capitanes de la flota amarilla rionegrina, basada fundamentalmente en San Antonio Este, recibieron el SIMPO a bordo de sus naves con la misma alegría que el pato la munición. Pero durante unos años empezaron a ganar más plata, porque este monitor chiquito y a prueba de sabotaje hizo que la recuperación biológica del Golfo de San Matias fuera rapidísima, a diferencia de la persistente escasez de pesca en el resto de la ZEE argentina. Pero además le permitió a la provincia empezar a cobrar en serio sus regalías, porque subdeclarar pesca, sea en cantidad, especie o valor de mercado, se volvió difícil.

Sin embargo, los sabotajes contra el sistema no eran frecuentes. Es que gracias al SIMPO las empresas de la flota local, casi todas artesanales y familiares, pudieron empezar a exportar con el marbete del Marine Stewardship Council o MSC, una rara organización internacional de estados y empresas de commodities que certifica que tal o cual artículo pesquero es el fruto de una actividad sustentable y controlada. Eso equivale a una diferencia de precio del 30% a favor de los productos con marbete del MSC. La vieja Europa nos rapiña, pero paga extra si no nos dejamos rapiñar. ¿Quién los entiende?

Pero así como la cola no mueve al perro, una provincia no decide la conducta (o inconducta) pesquera de todo un país, y los buenos ejemplos suelen eliminarse, cosa de que no desaten imitación. Fin del SIMPO: era demasiado bueno para durar, pero imponérselo a la flota roja era políticamente el equivalente de atarle un babero a un tigre. Good luck with that!, como dicen en Puerto Deseado, Santa Cruz. Pero ahora lo dicen en chino.

Porque las condiciones han cambiado. Casi todas las aterradoras pesqueras españolas instaladas legalmente y protegidas bajo gruesas corazas de vista gorda, como la mítica ARBUMASA, han sido compradas por China a través de empresas estatales. Alegría, compatriotas, hemos pasado de la sartén al fuego, como quién dice. Pero además, en cada temporada de pesca, como un derrame de óxido que fluye desde el Pacífico y entra al Atlántico por el Estrecho de Drake, nos visitan entre 400 y 600 barcos asiáticos ilegales, técnicamente en estado de «¿me hundo o no me hundo?».

La precariedad y la ilegalidad son las bases económicas del sistema en la pesca a distancia. Algunos de esos barcos tienen permiso de pesca expedido por Port Stanley, brevemente Puerto Argentino, la capital de las islas demasiado famosas. Ese permiso aquí es ilegal. La mitad de los visitantes al menos es china. Del origen que sean (hay barcos coreanos, españoles, taiwaneses, incluso españoles, y hasta algún polaco exótico) casi todos tienen tripulación filipina o malasia en condiciones de semiesclavitud. A bordo la vida es brutal y a veces, breve. Y no se vaya a creer que a estos bravos capitanes la milla 200 de la ZEE argentina los ataja. Si Ud. píensa que en los ’90 hubo sobrepesca, tendría que ver lo que está pasando hoy. Lo dicen hasta los yanquis, ofreciéndose como guardacostas de ocasión. Siempre se puede estar peor.

De modo que la Argentina, y ya no sólo Río Negro, está viendo si hay algún modo de control electrónico a distancia. Tecnológicamente, las condiciones son más favorables. ARSAT puso ancho de banda a lo grande en toda la costa del país, y aseguró comunicaciones satelitales baratas y exclusivas gracias a sus satélites geoestacionarios ARSAT 1 y 2. De modo que hoy no es imposible hacer de un pesquero un «reality show» en tiempo real.

Como advierte el Ing. Cabrera, de INVAP, las cosas que se buscan controlar a distancia son menos en cantidad y más específicas. Esta vez no se pretende hacer de la flota roja legal una gran fuente de información oceanográfica: simplemente controlar que no meta tanto el perro con su negocio. De todos modos, esta movida es cautelosísima y no está condenada al éxito: los intereses a favor del descontrol actual involucran a demasiadas cancillerías demasiado poderosas.

Ahora ya no es un tigre, hay que ponerle un babero también al dragón.

Pero la Argentina sí está condenada a tratar de recuperar cierto control sobre su propio mar, que después de los Acuerdos de Madrid y otras sevicias británicas y genuflexiones de nuestra cancillería ya no le queda tanto. Porque las consecuencias de una debilidad tan persistente y tenaz empiezan con la pérdida de aguas territoriales, y luego sigue con la de territorios continentales.

La historia no tiene mucha piedad con los países vocacionalmente débiles.

Daniel E. Arias 

VIATSS - UNSAM - Matías Alonso