Joan Cwaik, autor de El Dilema Humano y 7R, divulgador especialista en tecnologías emergentes y sociedad, ofrece aquí un enfoque que vale la pena tomar en cuenta:
«En los años 70 del siglo XX, la era del capitalismo industrial fue dando origen de este lado del Muro de Berlín al capitalismo financiero. El protagonismo se fue desplazando de las fábricas a los bancos (y a los fondos de inversión) progresivamente. ¿Estamos ante una nueva era del capitalismo? Dos hechos recientes pueden darnos una pista.
Sin duda uno de los eventos tecnológicos de las últimas semanas es la estrepitosa corrección del mercado cripto, casi –aunque no todavía– comparable con el invierno de 2018, cuando el valor de mercado de Bitcoin se derrumbó un 70% tras alcanzar un máximo histórico.
En las últimas semanas, las principales criptomonedas han sufrido caídas desde el 50 y el 80% en su valoración con respecto a sus máximos, y los coletazos se siguen viendo en el mercado. Pero quizás el caso más llamativo es el del ecosistema Terra y su prometedor token Luna, que pasó en pocas semanas de 120 dólares a cero luego de que UST perdiera paridad con el dólar.
Todo esto se produce en un contexto de incertidumbre energética, inflación a nivel global y caída de los principales índices financieros del mundo. Si algo hemos experimentado en el último siglo es que el ser humano tiene cada vez más capacidad de generar riqueza. Tal como lo plantea Johan Norberg en su libro “Grandes avances de la humanidad”, nunca la humanidad generó en la historia tanta riqueza, bienestar, igualdad y desarrollo humano como en los últimos doscientos años. Y las criptomonedas son también un reflejo de ello. Quizás el más reciente.
Progresivamente, esa capacidad de generar riqueza va mutando desde la fuerza física o los recursos materiales hacia elementos intangibles e intelectuales. La verdadera gran transformación de la realidad en el siglo XXI está en el cerebro humano, y eso nos empodera como nunca antes en la historia.
Sin embargo, y al mismo tiempo, las grandes transformaciones producen períodos de incertidumbre que son directamente proporcionales en cuanto a impacto y alcance. A cambios más profundos, más incertidumbre, y a más incertidumbre, mayor inestabilidad social, e incluso económica. Como estamos viendo en los últimos meses.
El segundo hecho tecnológico con gran relevancia de estas semanas es la novela generada alrededor de la supuesta compra de Twitter por parte de Elon Musk. Luego de que el viernes pasado el CEO de Tesla dijese que iba a poner en suspenso la compra de la red social por 44 mil millones de US$, las acciones de la compañía cayeron rápidamente. No es la primera vez de un tuit de Elon. De hecho, las propias acciones de Twitter habían subido casi 5% en un día cuando se anunció la compra. Pero si nos vamos un poco más atrás, en enero de este año, la compañía Signal Advance Inc. subió un 526% el valor de sus acciones en el mercado por dos palabras tuiteadas por Musk: “Use Signal”. Incluso cuando ni siquiera se refería a la compañía en cuestión, sino a un servicio de mensajería.
Estos hechos que incluso rozan lo cómico, nos permiten poner de manifiesto el creciente poder de los individuos –o de algunos individuos– por su influencia en el capitalismo del siglo XXI. Las redes sociales y la crisis de las instituciones intermedias –entre ellos, los medios de comunicación–, le asignan un gran poder a algo tan aparentemente efímero como el número de seguidores de alguien.
Si combinamos este aspecto (el poder de los individuos) con el anterior (un capitalismo basado en elementos intangibles), observaremos una de las grandes mutaciones del modelo económico de nuestra época. Donde un tuit lanzado desde determinado teléfono sin mucha premeditación puede hacer ganar (o perder) millones de dólares en el mercado.
Este mundo que habitamos presenta, siguiendo al ya citado Norberg, grandes ventajas y oportunidades, pero también riesgos y momentos de incertidumbre. Entender este nuevo ciclo será clave para poder tomar mejores decisiones.