Sol Pedré, la gerenta del proyecto CAREM habla sobre el estado de los avances en la construcción de este reactor modular, que podría comenzar a funcionar en el año 2027. Cómo trabajan en el desarrollo de proveedores, los esfuerzos por lograr la mayor cantidad de componentes nacionales y los desafíos de poner en marcha el primer reactor de potencia de diseño argentino.
El área nuclear es una rara excepción en el desarrollo de tecnología en la Argentina. El 31 de mayo, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) cumplió 72 años desde su creación por un decreto del presidente Perón. En todos esos años, este sector fue atravesado por políticas que lo favorecieron y otras que lo desfinanciaron, pero la institución logró sostener proyectos de largo plazo y ha sido el germen del desarrollo tecnología para centrales nucleares y también de empresas como INVAP, que se ha expandido a las áreas de desarrollo de satélites y radares, entre otras.
A mediados de la década de los 80, investigadores de la CNEA presentaron una idea por entonces novedosa: en lugar de hacer reactores cada vez más grandes y potentes, ¿por qué no hacer reactores pequeños, que puedan ser instalados en zonas remotas y construidos de manera modular? Esa idea prendió en el mundo y, con el resurgimiento de la necesidad de contar con energía nuclear en muchos países, debido a que no emite gases de efecto invernadero y permiten un abastecimiento constante de energía, varios países se lanzaron a diseñar sus propios reactores pequeños y modulares.
El CAREM (por Central Argentina de Elementos Modulares) hizo punta en iniciar su construcción, en el año 2014, pero los retrasos en la obra –en parte por demoras propias del desarrollo de un prototipo pero también por el desfinanciamiento que sufrió durante el gobierno de Macri– le han hecho perder terreno frente a sus pares de otros países. Aún así, todavía tiene un gran potencial para ser utilizado y también exportado.
La gerenta del proyecto CAREM, la doctora en Ciencias de la Computación Sol Pedre, habla sobre el estado de los avances en la construcción de este reactor modular.
¿Cómo está hoy la construcción del CAREM?
Estamos avanzando bien con el hormigonado pero todavía no lo terminamos. La obra civil está en un 72%. En enero de este año volvimos al hormigonado que se había paralizado durante la cuarentena y el gobierno anterior. En junio del año pasado hicimos un contrato para que una empresa recupere la obra que había dejado Techint y todos los meses estamos mejorando la cantidad de hormigón, se está avanzando muy bien. Eso en cuanto a la obra civil. En lo nuclear, estamos terminando la finalización de componentes. Hace varios años que estamos con el recipiente de presión y varios de los elementos internos. En CONUAR estamos terminando el generador de vapor, porque es bastante especial y necesitábamos saber si era fabricable. Estamos avanzando bastante con contratos para lanzar la fabricación de muchos de los componentes estáticos calificados con CONUAR y otras empresas a través de IMPSA. Y en los componentes no calificados también estamos trabajando mucho con ADIMRA. Este año probablemente saquemos las órdenes de compra del 50% de los equipos calificados y el 13 o 14% de los no calificados.
Dra. Sol Pedre
Comentario y propuesta de AgendAR:
Le damos la razón a la Dra. Sol Pedré, pero con reservas. La presidencia de Mauricio Macri, en parte por pro-petrolera, en parte por pro-estadounidense, fue efectivamente MUY antinuclear y logro parar el proyecto CAREM. Era imposible que la construcción del prototipo avanzara normalmente cuando, para empezar su mandato presidencial Macri a la CNEA le recortó el 53% de su presupuesto en pesos. Y ahí abajo quedó clavado -siempre en pesos- hasta muy pasada la asunción de Alberto Fernández.
Obvio, en 2018, tras varias detenciones, la obra ya no avanzó más. Sólo empezó a reanimarse cuando el presidente Fernández se acordó de nombrar nuevas autoridades nucleares en la CNEA y en NA-SA, con un plan de salvataje. Se acordó tarde, como a mediados de 2021.
Tres años rifados, pero no sólo por Macri. Tres años en los cuales una muy inteligente copia del CAREM, el NuScale de Fluor Corporation, EEUU, apalancado por el Department of Energy, el Idaho National Laboratory, varias universidades, varios estados y decenas de empresas avanzó a saltos en lo regulatorio y en lo comercial, y se firmaron MOUs (Memorandums of Understanding) con cantidad de compradores potenciales en todo el mundo. Que creen firmemente que, aunque no hay una obra, el NuScale se va a construir y terminar.
Y aquí, nosotros con la obra parada y vacía, y los reactoristas nucleares más fogueados (es decir los más antiguos) yéndose del CAREM y de la CNEA como quien se aleja a brazadas del Titanic. Y no sólo por los sueldos miserables, sino también por frustración profesional. Porque no están nada seguros de que el CAREM se vaya a construir y terminar. ¿Y quién los puede culpar?
Los SMR (Small Modular Reactors) como el CAREM son la nueva frontera de la energía nuclear, y una muy competitiva. En los ’80 el CAREM fue el precursor absoluto… pero teórico. Hora de dejar de serlo, de una buena vez. Hay más de 50 SMRs distintos propuestos por un puñado de países y de empresas, a muchos de los cuales les sobran ideas y plata, y casi todos entienden que no tienen tiempo qué perder. Cocodrilo que se duerme, es cartera.
Si, Macri atrasó decisivamente la construcción del prototipo. Está en su naturaleza política. Está en la de su partido. Pero el CAREM se presentó públicamente en 1984, hace 38 años, cuando su ingeniería era simplemente revolucionaria porque era revolucionariamente simple. Enamoraba a sola vista de planos a cualquiera que entendiera siquiera un poco de máquinas térmicas, de seguridad nuclear y de energía. Qué síntesis, qué belleza.
En 1987, viendo que la CNEA, con su presupuesto bajado a la mitad y congelado por el gobierno de Raúl Alfonsín no podía gestionar demasiadas obras incompletas a la vez (Atucha II, la Planta Industrial de Agua Pesada, y la lista sigue), la presidenta de la casa, Dra. Emma Pérez Ferreyra, acordó traspasar el proyecto a la firma nuclear rionegrina INVAP, copropiedad de la CNEA con el gobierno rionegrino. INVAP, agradecida: desde 1983 no tenía contratos de la CNEA y estaba a punto de hundirse. Pero a los barilochenses vos les tirás un ancla y te la vuelven un salvavidas. O más que eso.
En 1988, apalancados por la decisiva gestión del embajador Adolfo Saracho en Turquía, los de INVAP ya estaban asociándose con la TAEK (el equivalente turco de la CNEA) para construir dos prototipos, uno en territorio turco, otro en la Argentina, testearlos y salir a vender por el mundo. Antes, había que negociar los términos de asociación y la transferencia de tecnología.
El parlamento turco había alocado una partida presupuestaria inicial, el equivalente aproximado de U$ 400 millones. El gobierno argentino no parecía enterado, el parlamento tampoco, los medios ni hablar. Clarín (que en este siglo devendría en el diario más antinuclear de todos), sacó un editorial: «Turcos fuera de la neblina».
Sólo que en 1989 la presidencia de la Nación cayó en manos de Carlos Menem, quien volvió a poner la CNEA al frente, cosa que desconcertó totalmente a la TAEK. Y la CNEA, siguiendo estrictamente órdenes presidenciales, tras bardear tres años a los turcos con demoras insólitas, logró el fracaso de la sociedad. Parte de la lista de sacrificios necesarios para mantener buenas relaciones carnales con EEUU, según el Kama Sutra diplomático del canciller Guido Di Tella.
Este tipo de historias (y las hay peores) se ha repetido a lo largo de 38 años. Lo cual explica (al menos, en parte) por qué tenemos un prototipo con un avance de obra tan lento que Pedré cree que recién en 2027 estaremos haciendo las pruebas de estanqueidad y seguridad del prototipo, sin todavía cargar el combustible y dejarlo entrar en reacción.
Eso, en una obra que pudo iniciarse en 2006 o 2007. Pero que realmente empezó en 2011, con la excavación de cimientos. Fue tapa de La Nación, otro diario que sigue de lo más antinuclear. Razonablemente, la obra tenía que haberse terminado en 6 años. ¿O un par más de años, tal vez, dado que un prototipo esconde incógnitas que sólo aparecen en obra y se resuelven en obra?
«Pa’ conocer a un cojo/lo mejor es verlo andar», se razona en los versos del Martín Fierro. Este cojo que es el CAREM no parece muy de terminarse en ninguna fecha precisa, según camina: desde hace demasiado, las fechas se patean pa’lante, y a otra cosa. Que esto lo hagan partidos con proyectos de país sin industria, es lo lógico. ¿Pero y los industrialistas?
Pedré tiene razón cuando describe a la gerencia CAREM así: «De 45 años de edad para arriba hay pocos en la CNEA. Yo tengo 41 y la mayoría de quienes están liderando el proyecto tienen entre 35 y 40 años». Lo que en una empresa de publicidad podría parecer un mérito, la falta de canosos/as, en este caso describe el éxodo de los veteranos de la terminación de Atucha II y del retubamiento de Embalse, gente con experiencia real en obras nucleares reales, que se fue. Y se sigue yendo. Por pura frustración. Salarial, ante todo. Pero el empantanamiento de la obra es lo decisivo.
Es inútil acusar de daños a gobiernos cuyo objetivo es dañar. Por distintos motivos pero parecidos efectos, fueron bastante o muy antinucleares las administraciones de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde. No sólo para el CAREM, no sólo para toda el área nuclear, sino para la educativa, científica, tecnológica e industrial, esta gente es una pesadilla recurrente, y se saben que SIEMPRE vuelven y no negocian: destruyen frenando.
Y lo fácil que es. No les hace maldita la falta el cancelar oficialmente un proyecto tecnológico: lo dejan sin plata una y otra vez, y coimean a los medios para silenciar el asunto, y esos recursos humanos increíbles que al país le costó veinte o treinta años formar se van con un portazo y sin regreso. No hay costos políticos a pagar. Lo que muestra que hay que ser muy mamerto para demorarse con obras nucleares estratégicas en esos años en que esta gente está oficialmente fuera del poder. Justamente porque no son muchos.
En tiempos muy benignos para el Programa Nuclear Argentino, es decir entre 2006 y 2015, el kirchnerismo re-descubrió el átomo. En 2006 la presidencia nacional se dio el lujo de inaugurar el reactor OPAL de INVAP en Sydney, Australia. Eso ayudó: ¿a quién no le gusta semejante baño de prestigio, y de yapa, gratis? Pero lo que más nuclearizó a los gobiernos kirchneristas fueron los miles de millones de dólares patinados en importar gas, y cómo se comían el balance de pagos del país, y la fiesta que ya en 2006 se hacía la oposición con ello. Esas dos cosas a los Kirchner les cambiaron la perspectiva en materia de energía.
Haber sido 15 años gobernadores de una provincia petrogasífera en tiempos en que la energía nuclear estaba desprestigiada Occidente le alteran la percepción a cualquiera. Lo hacen olvidar a cualquier «viejo joven peronista» que la CNEA la inventó Juan D. Perón en 1952, y que Atucha I la inauguró el mismo presidente en 1974, porque aquel tiro le había salido bien. El Viejo veía largo.
Néstor Kirchner tomó al vuelo como estandarte propio aquellos memes de la oposición que lo mostraban como un pingüino, por narigón y por austral. Lo que demostró NK a partir de 2006 lo sabe cualquier voluntario de los que participaron en el salvataje de la pingüinera de Punta Tombo en 1987, luego de que un barco que alijó sentinas ilegalmente bautizó el sitio, que entonces tenía alrededor de un millón de nidos, con crudo: cuando desempetrolás un pingüino, éste recupera la vista.
Entre 2006 y 2015 se apostó a «lo imposible», según la oposición: terminar Atucha II, que traía 27 años de atraso, se completó en 2014 y hoy funciona bastante bien, gracias por preguntar. También se apuntó a lo necesario: reabrir, reparar y poner en funcionamiento la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), para no tener que importarla. Es cara, la PIAP es la mayor unidad de su tipo en el mundo, capaz de producir 180 toneladas/año, y TODAS nuestras centrales nucleares en funcionamiento (las Atuchas I y II, y Embalse) consumen unas 30 toneladas/año.
Todo esto en 2006, con el redescubrimiento del átomo, se encaró. Quedaba pendiente el CAREM, que pese a ser desconocido para casi todo argentino de a pie, ya se había vuelto una pequeña vedette en el mundillo atómico internacional, a fuerza de buen diseño, un punto justo de cruce entre innovación y sensatez. Si en 1988 lo querían los turcos, entre 1998 y 2002 lo ambicionaron los japoneses, y luego también los coreanos.
Faltaba que lo quisieran un poco en su patria de origen, nomás. Había una ley aprobada por ambas cámaras, la 25.160, promulgada el 27 de Septiembre de 1999, que dotaba a la CNEA de fondos especiales para construir el prototipo. Sin embargo, el presidente nombrado por De la Rúa para presidir la casa a partir de 2000 y hasta su renuncia, el Dr. Jorge Lapeña, en lugar de cumplir una ley nacional hizo auditar 3 veces seguidas el proyecto por 3 sucesivas consultoras. Tenía dudas.
Las 3 sucesivas auditorías, que una tras otra insumieron dos años (y un fangote), coincidieron en que era un buen proyecto y podía exportarse en cantidades. Pero con la caída del «Un peso es igual a un dólar», el fondo especial para construir el CAREM en 2002 ya no valía nada. Un modo caro de sacarse las dudas, el de Lapeña. No parece haberle servido: sigue muy antinuclear.
El CAREM en 2006 venía siendo una frustración repetida y con 22 años de añejamiento. La nueva presidenta de la CNEA, la Dra. Norma Boero, «combustiblera» por formación y persona de enorme integridad, había logrado rechazar, y muy a su riesgo, ofertas extraordinariamente malas de empresas japonesas y coreanas. En 2006 Boero se arremangó, decidió sacarle el CAREM a INVAP (adonde había regresado) y «lo trajo de nuevo a casa». Sabía que tendría un presupuesto especial para este reactor.
Las razones de Boero siguen siendo atendibles incluso hoy: sin un proyecto «de bandera», la CNEA sencillamente habría implotado. Venía penando en obras y perdiendo expertos desde fines de 1982, 18 años sin parar. Una central propia, pensó Boero, permitiría agrupar tras un fin común una cantidad de organismos internos de la CNEA en plena evaporación: la Gerencia de Combustibles, la de Reactores, los físicos y químicos nucleares, los elencos de expertos en termohidráulica, en neutrónica, en ciencia de materiales, en electrónica e informática, en sistemas control, en licenciamiento, etc. La creación de la Gerencia CAREM, que llegó a reunir a 400 expertos, fue un intento de autorresucitación cardiopulmonar de la CNEA.
Pero no anduvo. La CNEA, formidable en crear tecnología nueva y transferirla a la industria, tiene una lentitud innata para la gestión de proyectos comerciales. Ante todo, está regida por la legislación de compras del estado: no se puede adquirir un lápiz sin una licitación. Pero desde 1982 en adelante, cuando empezó a faltar la plata en medio de un enorme plan de obras, se fue extendiendo una tolerancia resignada a que las cosas se atrasen. Y se atrasen. Y se atrasen.
Esto viene de viejo. La creación del Laboratorio de Física Aplicada dirigido por el Dr. Franco Varotto que entre 1974 y 1976 formó INVAP, permitió que la CNEA fuera propietaria de una Sociedad del Estado. Ésta tiene la cintura de una empresa privada de ingeniería, y la misma disciplina de cronogramas de proyectos y obras, porque vive del mercado. Las obras se terminan en tiempo y forma: si INVAP no vende sus productos, no cobra y termina cerrando.
La firma no ha tenido una vida fácil: estuvo a punto de desaparecer varias veces, la última en 2018. Pero con obras totalmente propias en Argentina, Argelia, Egipto, Australia, Holanda y Arabia Saudita, desde 2000 es la empresa con más éxito en el mundo en materia de pequeños reactores nucleares, y desde 1996, diseña y construye satélites, y desde 2004, radares. Cuando algún rábula de vaya a saber qué embajadas la está logrando borrar del mapa, la salva a último momento el estado. El estado argelino, el egipcio, el australiano, el holandés y el saudí, mayormente y en ese orden.
Aquí, una aclaración: sin el respaldo científico y tecnológico de los laboratorios de la CNEA en Ezeiza, Constituyentes y Bariloche, INVAP no tendría nada para vender. Es más, no tendría siquiera recursos humanos, porque el núcleo de su dirigencia actual salió mayormente de la CNEA y en particular de su universidad propia, el Instituto Balseiro. Dicho esto, concuerdo plenamente con algo que desde 2006 en adelante me repitió más de una vez el Dr. Héctor «Cacho» Otheguy, gerente de INVAP entre 1991 y 2015: «Si nos dejaban el CAREM en 2006, lo sacábamos andando en 2014». Cacho se murió en 2020, a los 73 y sin ilusiones de verlo en línea.
Las tragedias perfectas son las griegas, en las que todos tienen razón. El problema hoy no es quién tiene razón sino quién tiene la pelota.
Hoy la tiene la CNEA y no parece obsesionada por meterla en el arco. Con una gerencia inicialmente muy rumbosa para CONSTRUIR el CAREM, lo que hizo la CNEA desde 2006 fue empezar a rediseñarlo. Y a re-rediseñarlo. Y a re-re.
Como observa la Dra. Pedré, los generadores de vapor son algo conceptualmente nuevo: «No estaba tan claro si eran construibles porque son muy particulares. Es complicado porque son 52 tubitos de un centímetro de diámetro y 30 metros de largo que hay que enhebrar en seis camisas».
INVAP había diseñado generadores de vapor con tubos totalmente convencionales, en forma de «U», no de larguísimo rulo. Nada particulares. Pendorchos similares están desde hace 70 años en centenares de centrales activas en todo el mundo. Sin duda el rediseño por parte de CNEA mejora mucho la termohidráulica, es decir el pasaje de calor del agua del circuito primario (que refrigera el núcleo), al secundario, (que alimenta de vapor la turbina). Esa mejora explica por qué la potencia eléctrica esperable de este prototipo ya no es de 25 MW sino de 32 MW.
Pero esos 7 MW por ahora tan virtuales, ¿cuánto atrasaron el proyecto? ¿Cuánto encarecerán la fabricación masiva de los generadores de vapor cuando se trate de trasladar la idea a un CAREM comercial? ¿Y a quién le importan 7 MW más en un prototipo? Máxime un prototipo empezado en 2011, no en 2016, y cuya función principal era mostrarle a la Argentina y al mundo que nuestro pais pudo, contra sus propios y múltiples demonios (y de yapa, los ajenos), terminar un proyecto que ya cumple 38 años.
Otra mejora notable que la CNEA le impuso al CAREM fueron los robots de recambio de combustibles gastados. Logran automatizar una operación compleja en un ambiente radiológico en el que, si se usan máquinas de recambio más de operación manual, habría que tener mucho personal muy rotativo, para minimizar la dosis anual individual. Eso de la alta rotación es lo que se hace en cualquier central nuclear convencional.
El CAREM al que los turcos trataron de asociarse, y que los japoneses y coreanos trataron de comprar por chirolas no tenía estos refinamientos. Sin embargo, vinieron igual. Tampoco el que los estadounidenses copiaron con caradurismo y rebautizaron NuScale. Aquel CAREM era lindo por era sencillo, barato y muy seguro.
Se dirá que éste que se construye TAN lentamente es un prototipo cuya función es atraer visitantes, venderles la idea, conseguir socios y salir a conquistar mercados. Tiene que ser muy seductor.
Pero todo prototipo que logró salir a producción masiva lo hizo porque en la industria, desde la que fabrica juguetes a la que fabrica aviones y satélites, existe el concepto de «Good Enough», suficientemente bueno. Alguien toca el silbato y dice «basta de mejoras». Se termina la furia del rediseño. Porque nada seduce tan poco como la inexistencia.
Por ahora tenemos un reactor que en los papeles es mucho mejor que el de INVAP en 2006. Es un Citröen 2 CV tuneado, con ruedas patonas, escape libre, alerón, jaula antivuelco y butacas deportivas. Pero el Citröen que tan bien se vendió aquí en Argentina y en el mundo, el autito del papá de Mafalda, era sumamente despojado. Perfecto a su modo espartano, muy querido y popular porque costaba poco, y porque se bancaba los peores climas y caminos. Y no se rompía nunca.
Habrá seguramente muchos rediseños y mejoras obligados del CAREM cuando se tenga que pasar del prototipo al modelo comercial. La ingeniería de este segundo modelo hoy es a lo sumo tentativa, y materia de debates encendidos. Y seguirá tentativa y en debate hasta que el funcionamiento del prototipo indique qué está bien y qué necesita cambios, y cuáles son. Los prototipos sirven para eso. No sólo para traer clientes y/o socios, sino para desburrarse.
El CAREM ha sido el proyecto tecnológico que vertebró mi carrera de periodista científico desde 1985. Le jugué todo. Espero ver el prototipo terminado, con suerte. Del comercial, ya pierdo las esperanzas.
Creo que el CAREM tiene que ser un proyecto gerenciado por una UTE que reúna a la CNEA, INVAP, NA-SA y al menos dos de las grandes empresas nucleares privadas que Pedré señala: IMPSA y CONUAR.
Y esa firma tiene que dirigirse con un modelo de negocios, cronogramas estrictos, y la más férrea disciplina comercial.
Daniel E. Arias