La tasa de natalidad en Argentina disminuye. Ya está por debajo de la «tasa de reemplazo»

Inmigrantes europeos llegando a Argentina en el siglo pasado

El domingo pasado un diputado nacional José Luis Espert -del nuevo partido Avanza Libertad- afirmó en un reportaje “Si no se pone un límite a la natalidad en los hogares pobres, Argentina va a ser una gigantesca villa miseria”.

Esta afirmación es falsa. La tasa de natalidad en Argentina, todavía superior a la media de los países europeos, y a la de Uruguay, es baja. Y a partir de los últimos 6 años, está por debajo de la llamada «tasa de reemplazo»: el número promedio de hijos por familia que serían necesarios para mantener la población estable.

(Equivale, aproximadamente, a un promedio de un poco más de 2 hijos por familia, para compensar los que fallecen antes de tener descendencia)

La población de nuestro país no disminuye -en realidad, aumenta- gracias a la inmigración, en particular de los países limítrofes.

Desde un enfoque se define apartidario, Gala Díaz Langou, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), responde en un reportaje en La NaciónNo hay ninguna evidencia que indique un impacto de la AUH sobre la natalidad”.

“Hoy, en todos los estratos del país se está decidiendo tener menos hijos e hijas por las condiciones que damos para que eso suceda. En la Argentina, tener un hijo o una hija implica tener mayor probabilidad de encontrarse en una situación de pobreza”, sostiene Díaz Langou, quien analizó el impacto real de esta asignación en el nivel de pobreza de los niños y niñas de nuestro país.

«Sólo el 2% de los titulares de la AUH tiene 5 hijos o más».

–¿Qué es la AUH?

–La Asignación Universal por Hijo es uno de los tres pilares del sistema de transferencias a las familias con niños que tiene el Estado nacional. Este sistema tiene tres grandes pilares, dependiendo de la categoría ocupacional de las personas adultas de cada hogar.

–¿Cuáles serían esos pilares?

–Por un lado, las personas que están en relación de dependencia reciben asignaciones familiares contributivas si tienen ingresos bajos. Si tienen ingresos altos, hacen una deducción al impuesto a las ganancias. Y hay un tercer pilar no contributivo que fue creado en 2009 que es la AUH, que buscó inicialmente equiparar los derechos de los niños que son hijos o hijas de trabajadores que están en la informalidad o que están desocupados. Esta política entiende que no es una responsabilidad de los niños o niñas haber nacido en un hogar en donde los padres tengan esa inserción en el mercado de trabajo y que eso tendía a reproducir la transmisión de la pobreza entre generaciones.

–¿Qué diferencias hay entre ellos?

–Hay inequidades. La AUH es la única transferencia en la que se les pide algo a cambio a los titulares de esta transferencia, como la certificación de la asistencia a la escuela y los controles de salud y de vacunación. Estos requisitos no se les exigen a quienes reciben asignaciones familiares contributivas o a quienes les baja el monto a pagar en el Impuesto a las Ganancias por cada hijo que tienen.

–¿Cómo ha sido la evolución de beneficiarios desde que se implementó?

–En el cuarto trimestre de 2009 (año de la implementación) había 3.360.000 niños y niñas beneficiarios y 1.770.000 titulares. Y según el último dato en el Boletín de AUH de Anses de abril de 2022, actualmente son 4.369.206 niños y niñas beneficiarios y 2.475.188 titulares.

–¿Cuál es la situación socioeconómica de estos beneficiarios? Es decir, ¿a qué tipo de población se asiste con esta asignación?

–Esta transferencia está dirigida a familias con niños y niñas que estén insertas laboralmente en la informalidad o que estén desocupadas. Entonces son familias, por lo general, de los estratos más bajos en términos de la distribución por ingreso.

–¿Qué impacto concreto tiene en la situación alimentaria de los niños, niñas y adolescentes beneficiarios?

–El impacto que tiene la AUH en la situación alimentaria de niños, niñas y adolescentes es central. Hoy está comprobado que hay un impacto directo en la salida de la indigencia. Esto es garantizar que en ese hogar no haya episodios de hambre. No se garantiza, pero sí contribuye a que haya una salida de la pobreza. Pero esto no implica una salida de la pobreza más sostenida, que podría venir de la mano de una inserción en el mercado de trabajo, en donde hay dificultades estructurales para la generación de empleo, sobre todo para la generación de empleo de menor calificación.

–Es frecuente que se coloque a la AUH dentro del paraguas de los planes sociales. ¿Qué diferencias tiene con el resto de subsidios que paga el Estado?

–En la Argentina tendemos a denominar como planes sociales a transferencias que se dan a cambio de una contraprestación laboral. La AUH no entraría dentro de ese paraguas porque es una transferencia que se da con una coresponsabilidad, que no es una contraprestación laboral. Hay una coresponsabilidad entre las personas que tienen que hacer que los chicos asistan a la escuela y concurrir a los centros de salud para hacer los chequeos y la vacunación, y el Estado que tiene que garantizar la disponibilidad de esos servicios.

–¿Qué impacto viene teniendo en esos aspectos?

–Las evaluaciones demuestran que estas transferencias son efectivas en reducir la pobreza en el corto plazo pero no en el largo plazo. Esto es, básicamente, porque ahí se partía de un diagnóstico de que estas personas no se insertaban en el mercado de trabajo por un déficit en su capital humano. Pero lo que se estaría verificando es que hay un problema estructural en el mercado de trabajo. Porque no hay generación de empleo y los pocos que se generan son de un nivel de calificación muy elevado y en sectores extremadamente dinámicos en los cuales es muy difícil que las personas de menores ingresos y menores calificaciones, puedan participar.

–Hace pocos días, el diputado y economista José Luis Espert dijo que “si a cada persona beneficiaria de planes se le subsidia cada hijo que tiene, la persona no va a tener ningún control sobre la natalidad”. A lo largo de estos más diez años de implementación, ¿hay elementos para sostener lo que dice Espert si miramos el promedio de hijos por beneficiario y su evolución en los últimos años?

–No hay ninguna evidencia que indique un impacto de la AUH sobre la natalidad. De hecho, el promedio de hijos que tienen las familias que reciben la AUH es de 1,8 niños y niñas por familia. El 51% de los hogares que reciben la AUH tiene una sola hija o un solo hijo mientras que solo el 2% tiene 5 hijos o más.

José Luis Espert durante la sesión especial de la Cámara de Diputados. En una reciente entrevista, el economista relacionó el nivel de fecundidad en los sectores pobres con el cobro de la AUH
José Luis Espert

–¿Cómo es ese promedio de hijos si lo contrastamos con otros sectores sociales, por ejemplo, los trabajadores asalariados de clase media?

–Hoy, los trabajadores y las trabajadoras que están en relación de dependencia tienen 1,6 hijos mientras que el total de la población registrada de la ANSES tiene 1,7 en promedio. Con lo cual hay una baja en la natalidad promedio en todos los sectores y no hay una divergencia mayor en términos socioeconómicos. Recordemos que el promedio de hijos e hijas de cada familia que recibe la AUH es de 1,8.

–Espert también sostuvo que “la tasa de crecimiento de la población en hogares marginales es entre 4 y 5 veces superior a la de la población de clase media y media alta” y que “esto significa que, si Argentina no pone un límite a la natalidad en los hogares pobres, Argentina va a ser una gigantesca villa miseria”. ¿La cifra que sustenta esta afirmación se condice con los datos que se manejan al respecto?

–Los hogares que reciben la AUH tienen un promedio de 1,8 hijos e hijas. En la Argentina está cayendo la natalidad y esto no es algo positivo. Si queremos tener un país más desarrollado, necesitamos más personas, no menos. El problema que tenemos hoy en la Argentina es la calidad de vida que tienen las familias con niños, niñas y adolescentes. Hoy en todos los estratos del país se está decidiendo tener menos hijos e hijas por las condiciones que damos para que eso suceda. En la Argentina, tener un hijo o una hija implica tener mayor probabilidad de encontrarse en una situación de pobreza. Y esto es malo para las personas, pero es peor para el país. Porque tenemos menos gente para trabajar, para construir un país.

–Probablemente, en más de un caso, la decisión de tener menos hijos tenga que ver con esta variable socioeconómica.

Hoy en la Argentina, las personas no pueden completar la trayectoria vital que quisieran porque no estamos garantizando las condiciones para que las familias puedan tener la cantidad de hijos que quieran por la situación económica, particularmente hostil que garantizamos para las familias con niños, niñas y adolescentes. Si queremos un país desarrollado, tenemos que garantizar las mejores condiciones posibles a las familias, no las peores.

Comentarios de AgendAR:

Hacemos una sola observación al sensato planteo que hace en el reportaje la directora del CIPPEC: al igual que algunos entusiastas politizados, sobreestima la posibilidad de «salir de la pobreza» que brindaría la AUH. Como señala la socióloga Sol Minoldo @SolMinoldo, el monto ($ 5.900 por mes y un extra anual), no alcanzaba, ni de lejos, para alimentar a un hijo.

En cuanto a las declaracicones de este diputado que dispararon el debate: es importante tener presente que Espert no está haciendo una propuesta política seria, ya sea «de ultraderecha» o «neoliberal»; el único país importante que ha llevado adelante una política de control de la natalidad, a través de un estricto disciplinamiento de la sociedad -y ahora la está abandonando- es China.

No creemos que Espert esté propugnando «un socialismo con características chinas». Lo que hace es repetir frases que le dan repercusión y -supone- votos, entre los sectores que en medio de una crisis económica, de valores, o de ambas cosas, temen u odian a un sujeto indefinido: «los pobres». El término técnico es aporofobia.

En Europa pasa por «xenofobia» -temor u odio al extranjero- porque quienes hacen los trabajos más humildes generalmente son morochos y hablan con otro acento. Pero el problema siempre es con los que están varios escalones más abajo en ingresos. Los turistas rara vez tienen problemas, sin importar su color de piel.

Lo que hoy es Argentina pasó de ser la comarca más pobre del Virreynato del Río de la Plata a la nación más próspera y moderna de la América del Sur -y aún hoy conserva índices muy favorables dentro de la región- entre otros factores, por su capacidad de recibir y asimilar la inmigración. No la perdamos.

A. B. F.