En AgendAR de vez en cuando reproducimos diferentes enfoques de nuestra realildad económica. Porque entendemos que en todas las sociedades modernas hay no sólo distintos intereses sino también miradas opuestas sobre la misma realidad. Podemos considerar equivocadas a algunas, o insensibles. Lo que no podemos hacer es ignorarlas, porque todas ellas terminan formando parte de esa realidad.
Aquí traemos el texto de una newsletter de Hernán de Goñi, Director periodístico de El Cronista.
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«La Argentina inició esta semana un nuevo experimento institucional. Sergio Massa no va a ser un ministro de Economía parecido a ninguno de sus antecesores. Hay que remontarse a Domingo Cavallo para encontrar una figura que concentre la toma de decisiones en tantas áreas sensibles, aun siendo menos de las que aspiraba Massa.
Sin embargo, hay un factor que marca una notable diferencia con el hombre que creó el molde del superministro: no tiene por encima a un jefe de Gabinete como lo fueron Eduardo Bauzá o Christian Colombo, dos funcionarios que, en sus respectivas gestiones, manejaron casi todos los resortes de la política y la economía.
Massa no es jefe de abinete, pero conquistó buena parte de su botonera. Juan Manzur sigue en su puesto a pedido de los gobernadores, que prefirieron sostener a un par (no hay que olvidar que el tucumano es un mandatario en uso de licencia) para que pueda bloquear cualquier decisión no consensuada que afecte a los recursos provinciales. Su permanencia bloqueó también el deseo de Cristina Kirchner de entronizar a Jorge Capitanich, un nombre que no convencía ni a Massa ni al resto de la liga de gobernadores, pese a que ocupó el cargo dos veces, con Eduardo Duhalde y con Cristina. Los recuerdos de esas épocas al parecer no resultan un buen antecedente.
Massa tampoco es un jefe de gobierno a la europea, que le rinde cuentas a un presidente que no gestiona. Pero queda claro que Alberto Fernández le cedió el centro de la escena. El titular de Economía será ahora quien ponga la cara, para bien o para mal, ante cada indicador. Massa es un accionista que se convierte en CEO, que hará sus propias negociaciones políticas y sectoriales, cuyo respaldo interno dentro del Frente de Todos buscará como un elemento prioritario pero no excluyente. Por ahora tiene luz verde para poner en marcha su estrategia. Inversores y empresarios se preguntan quién, cuándo y de qué manera, empezará a poner límites.
Luz verde
El nuevo titular del Palacio de Hacienda dio una demostración clásica de cómo debe ponerse en marcha una gestión. Primero se hizo desear, y cuando lo confirmaron, pidió tiempo y se lo dieron. Eso le dio margen para armar un equipo y algunas medidas y compromisos básicos para poner primera y arrancar.
Massa siempre tuvo claro que la inestabilidad financiera que lo precedió fue producto de la incapacidad del Gobierno de generar expectativas positivas con la nominación de Silvina Batakis. Era imposible que una ministra convocada para salir del brete que dejó la renuncia de Guzmán pudiera tener otro margen de maniobra en la emergencia.
Por esa razón, Massa apeló a la formación de expectativas como primer paso clave. Bastaron algunos nombres e ideas para que se desinflaran los dólares financieros y repuntaran los bonos. Pero sabe que con eso no alcanza. No tendrá un programa nuevo, pero mantendrá los objetivos preexistentes, y pivoteará sobre los resultados que vaya alcanzando para ver en dónde acelerar o en dónde reforzar.
La política económica tendrá menos academia y más psicología criolla. Massa decidió jugar un póker abierto en varias mesas y de forma simultánea. Para eso puso una línea de secretarios a los que le dio la tarea de encaminar los diálogos sectoriales y las negociaciones. El ministro es el encargado de definir si suben la apuesta, la empatan o dejan pasar la mano.
Un dato adicional: varios de los negociadores ahora tienen un doble comando, ya que administran el palo y también la zanahoria. Guillermo Michel, el titular de la Aduana, negocia dólares con los exportadores con una mano y con la otra abre sumarios por subfacturación y pagos triangulados. Matías Tombolini, nuevo secretario de Comercio, concentra las discusiones de precios con las empresas, y en paralelo tiene la llave para conceder las SIMI, los codiciados permisos de importación.
Los resultados dependerán de la capacidad de Massa de mostrar que tiene control sobre algunas variables clave. No tiene que exhibir todos los billetes, pero si debe persuadir a los inversores de que los puede conseguir. Su ventaja es que maneja una caja de herramientas más variada que la que podía usar Batakis e incluso el mismo Guzmán. Negociar con el campo, mineros o pesqueros una ampliación del adelanto de exportaciones o tomar deuda en el exterior (aportadas por bancos internacionales) eran herejías hasta no hace mucho tiempo. Hoy forman parte de la mesa de anuncios, y cualquiera de ellos puede traer algo de calma al convulsionado mercado cambiario. Sumar a Daniel Marx es aportar un expertise en la gestión de la deuda que tranquiliza tanto o más que una suba de tasas de las Leliq.
La oferta a los bancos e inversores institucionales de un bono dual (paga intereses ajustados por inflación o tipo de cambio, lo que resulte más conveniente) es una fórmula que no es novedosa pero Guzmán no la había valorado y hoy puede ayudar a descomprimir un mercado al que le conviene sacar incertidumbres de su cartera de deuda en pesos tanto como al Gobierno.
Luz amarilla
La pregunta que subsistirá durante las primeras dos semanas es en qué momento empezarán a aparecer los límites para los planes de Massa.
El recambio de autoridades en la Secretaría de Energía fue una primera prueba, en donde las aspiraciones del ministro no eran tan ambiciosas como las que tenía Guzmán. El tigrense sabe que debe mostrar renovación, pero desde el primer momento tenía claro que su interlocutor debía ser un hombre alineado con el kirchnerismo. Por eso su candidato fue Federico Bernal, titular del Enargas, un técnico con un perfil menos político que Federico Basualdo, el preferido de Cristina Kirchner.
La tercera vía en el póker del gabinete, puede ser un empate.
Ahí aparece el nombre de Rosana Bertone, ex gobernadora de Tierra del Fuego y actual diputada del Frente de Todos, que había sido postulada para suceder a Massa al frente de la Cámara baja. También resultará una prueba similar la designación de Gabriel Rubinstein en la Secretaría de Política Económica, que fue dada como un hecho pero se enfrió cuando resurgieron viejos tuits con opiniones muy duras hacia el kirchnerismo.
Luz roja
La promesa de no volver a recurrir hasta fin de año a los adelantos del Tesoro que realiza el Banco Central fue la mejor que aportó Massa el día de sus primeros anuncios. Es lo que esperan los inversores como paso ineludible para desactivar el bombeo de pesos que empuja la brecha cambiaria y la inflación.
Pero precisamente por comprender lo que implica, es la medida que provoca más desconfianza. Porque significa que si no logran incrementar el financiamiento en el mercado local de capitales, las opciones que quedan son aumentar los ingresos o bajar el gasto, opción que siempre fue resistida dentro del oficialismo.
Lo que se abre aquí es la combinación del problema más serio que enfrenta la macroeconomía con la incertidumbre sobre la capacidad real de respuesta que tendrá el Gobierno. Massa avisó que cumplirán con la meta fiscal acordada con el FMI, por lo cual según las proyecciones de los consultores privados, debería ajustar cerca de 1 punto del PBI en un semestre.
¿Podrá? Entre sus primeros anuncios Massa incluyó un tope a los subsidios energéticos (algo de sentido común que no estaba contemplado en el esquema original de la segmentación, fijando una línea de consumo que en caso de ser superada limitará el beneficio) y avisó que se aplicará una política similar a la tarifa del agua, una decisión que involucrará a su esposa, Malena Galmarini, la titular de AySA.
También trascendió que planifica cobrar un anticipo mayor de Ganancias a las empresas que hayan tenido utilidades extraordinarias (una reversión del gravamen que inventó Guzmán pero que se puede aplicar con una simple resolución de la AFIP).
Massa necesitará apelar a todo el manual para cumplir sus objetivos. No puso su plan a la vista porque es un convencido de que las expectativas se construyen paso a paso. Pero para que esa estrategia funcione tiene que mostrar en paralelo algunos resultados. Las proyecciones de inflación para el año ya rondan 90%. El déficit es la locomotora de ese tren y hay que aplicar el freno cuanto antes si se quiere evitar el riesgo de descarrilamiento.»