“Cousteau se equivocó al hablar de un mundo silencioso”, dice el investigador uruguayo Javier Sánchez Tellechea, quien junto a colegas acaba de publicar un trabajo en el que estudia el músculo que les permite a nuestras corvinas negras emitir un canto único durante la época de desove.
La corvina negra es una captura deportiva bastante popular en las costas bonaerenses. Abunda en grandes cardúmenes, y los adultos alcanzan tamaños interesantes, de 4 hasta algunos monstruitos de 20 kg. La especie abunda desde habitualmente marrón Bahía de Samborombón, zona de transición de salinidad y turbidez del agua entre el Plata y el Atlántico, atraviesa Punta Rasa (el límite teórico del río, donde el agua se va azulando y salando) y llega tan al sur como Necochea, lugar decididamente marino. Se apega a las costas playeras o barrosas, y no anda mar adentro.
Resistente a ambientes tan distintos, la corvina negra últimamente se cuela aguas arriba por ríos tan turbios como el Salado, donde contribuye a la alegría de quienes iban más bien por flacos pejerreyes de 2 kg., con toda la furia. La sorpresa para los lectores que no pescan es que la corvina negra canta, y la sorpresa de la sorpresa, cómo, y por qué, y con qué brutal emisión de sonido.
Ahora que los programas de televisión de concursos en los que la gente canta están de moda, les propongo la siguiente escena. Un grupo de cantantes se acercan a la costa y comienza a producir sonidos fuertes y tonales con insistencia. Ponen gran esfuerzo y energía en su canción. Tanto que, como una persona que quiere cortar camino en el gimnasio, estuvieron meses llenando sus músculos con esteroides para llegar a este momento de la mejor forma. Cantan con todo lo que tienen, alcanzando notas graves con un volumen importante gracias a sus músculos hipertrofiados para tal desafío. Todo para seducir al exigente jurado.
Las integrantes del jurado escuchan con rigurosa atención. Aquel tiene una voz potente, pero no mantiene la nota por mucho tiempo; ese otro llega a notas más bajas; aquellos dos parecen estar más pendientes de superarse entre sí que en deleitar al jurado. Listo, está claro quiénes son los ganadores. ¿El premio? Burlar la muerte permitiendo que su información genética permanezca mucho más tiempo del que vivirán cantantes y jurados, que en este caso no sos personas comunes buscando cinco minutos de fama ni famosos y famosas exprimiendo los suyos.
Los cantantes y las jurados de esta escena son corvinas negras (Pogonias courbina), cuyos machos, junto a los de las corvinas negras del norte (Pogonias cromis), son los únicos peces de la familia de los sciénidos que emiten este canto durante la época reproductiva. Mientras las otras especies emiten ráfagas breves de pulsos no modulados ‒algo así como prrr, prrr‒, este canto sexual de las corvinas negras ‒algo así como ouuum, ouuum‒ no se conocía hasta que investigadores de Uruguay se propusieron colocar micrófonos submarinos ‒llamados hidrófonos‒ para abrir nuestros oídos a un mundo del que poco conocemos.
Javier Sánchez Tellechea y Walter Norbis, del Laboratorio de Fisiología de la Reproducción y Ecología de Peces de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, quienes con otros colegas publicaron en 2010 el primer trabajo sobre los sonidos de las corvinas negras del sur, volvieron ahora a la carga buscando entender más sobre este canto único.
En el artículo “Variación del sonido por hipertrofia y atrofia del músculo sónico en machos de corvina negra austral (Pogonias courbina)”, Sánchez y Norbis comparten autoría con Sebastián Izquierdo, del mismo laboratorio de Facultad de Ciencias que ellos, y con William Pérez, de la Unidad de Anatomía de la Facultad de Veterinaria. ¿Por qué estudiar este músculo? Porque un canto único, cual canto de una sirena, es un llamador poderoso e irresistible para la curiosidad científica. Así que vayamos a conversar con Sánchez y Norbis sobre cantos submarinos, sexo y corvinas.
El sonido importa
“Los peces producen sonido, son parte del ambiente sonoro del medio acuático”, lanza Sánchez ni bien comienza la grabación, repitiendo un mantra tan obvio como necesario. Es que por extraño que parezca, aún en el siglo XXI, si bien hemos dado pasos gigantes, nos cuesta entender cómo sienten y se comunican en el mundo animales distintos a nosotros.
“Siempre se pensó que los peces no eran organismos muy inteligentes, que básicamente se juntan para reproducirse o desarrollar otros comportamientos por señales químicas o por la luz. Pero la cosa es mucho más compleja que eso”, sigue Sánchez. “Desde que arrancamos con esto, hace casi 15 años ya, venimos viendo que el sonido es un componente muy importante en la reproducción, que es una de las cosas más importantes que tienen los organismos”, amplía. Y tras todo este tiempo, el sonido adquiere cada vez más peso: “Creemos que el sonido puede ser el desencadenante del desove y de la puesta a punto del macho y la hembra”.
Y aquí hay una cuestión importante. Si un conjunto de organismos deciden que llegó el momento de reproducirse debido a factores como la luz o la temperatura, es muy distinto a que si emiten sonidos y establecen una comunicación entre ellos para desovar y mezclar su material genético. En el segundo escenario, el pez es un agente, un protagonista de su sexualidad, y no apenas un esclavo de pautas físico-químicas. Las corvinas se empoderan.
Si bien las gónadas de machos y hembras comienzan a desarrollarse impulsadas por claves ambientales ‒las hembras invierten recursos en aumentar el tamaño de sus gónadas para producir las huevas y los machos hacen otro tanto para estar a la orden y rociarlas con su esperma durante el desove‒ las corvinas tendrán sus razones para darle un papel al sonido en todo esto. Entre otras cosas, porque para ellas el sonido es relevante.
“Los sciénidos son una familia de peces que en su gran mayoría producen sonido y que tienen un músculo especializado para ello, que justamente se llama músculo sónico”, explica Sánchez. Tan es así que en inglés se las denomina “croackers” o “drums”, algo así como “croadoras” o “tambores”. “La familia incluye a las corvinas blancas, pescadillas, burriquetas, pargos y córvalos”, dice Norbis.
“Cuando empezamos a estudiar esto, comenzamos a ver que en cada especie de la familia pasan cosas diferentes. Por ejemplo, en la corvina blanca (Micropogonias furnieri), que fue la primera que estudiamos, macho y hembra tienen músculo sónico, ambos emiten sonidos de disturbio, pero sólo el macho, en la época reproductiva, emite un sonido que nosotros registramos cuando estaban desovando, y que en la literatura se conoce como advertisement calls”, comenta Sánchez.
Al leer el trabajo que acaban de publicar, queda claro que las corvinas negras también tienen estos dos tipos de sonido producidos por el músculo sónico que llevan adosado a sus vejigas natatorias. Hembras y machos emiten lo que en el artículo se denomina “llamadas de disturbio” (en inglés, disturbance calls) y, además, durante la época reproductiva, los machos emiten “llamadas de anuncio” (advertisement calls). Pero si, como dijo Sánchez, el sonido es algo más importante en el mundo de los peces, “disturbio” y “anuncio” parecen palabras demasiado toscas para hablar de una comunicación a la que recién nos estamos empezando a asomar.
“Esa es una nomenclatura internacional”, comenta Norbis. “Nosotros los llamamos de otra manera”, dice Sánchez. Es una nomenclatura antigua que no reconoce el mundo sonoro de los peces, objeto, no ante ellos, que están convencidos de la importancia de la comunicación sonora de estos peces, sino ante el corsé del lenguaje presente aún en la literatura científica.
Ictiólogos y pescadores que quieran profundizar en el tema, pueden leer la continuación de esta extensa nota aquí.