Ha comenzado en Sharm El-Sheikh, Egipto la COP 27, la cumbre convocada por las Naciones Unidas en la que se reúnen jefes de Estado y ministros, funcionarios internacionales, y, en general, quienes tienen o asumen responsabilidades en el tema del cambio climático, para llevar a cabo negociaciones destinadas a frenar el calentamiento global.
De algún modo la coreografía es previsible, como ya informamos aquí. Pero Somini Sengupta, corresponsal del suplemento de Ciencia del New York Times, ha publicado una nota que, además de amplia información, cuadros dramáticos y casos individuales, da una noticia que anticipa un cambio diplomático fundamental.
China respaldará la posición de los países más vulnerables a favor de crear un fondo de reparaciones por pérdidas y daños. Esto es una novedad. Hasta ahora, la potencia asiática, primer emisor de carbono fósil del mundo, había mantenido una actitud distante ante el problema.
Este aparente cambio de paradigma ¿será una consecuencia de que un tercio de la superficie de su mayor aliado continental, Pakistán, esté inundado? ¿O es una postura diplomática para obligar a los EE.UU. y a la Unión Europea a poner su dinero donde están sus afirmaciones públicas? ¿O ambas cosas?
China está en una situación compleja, de ambos lados del mostrador: por un lado, sigue incrementando su uso de carbón, pero el mismo tiempo tiene más megalópolis costeras vulnerables a inundaciones que casi ninguna otra nación. El hecho es que en el reciente Congreso ante el cual renovó su mandato, el presidente Xi expresó la decisión del gobierno chino de enfrentar decididamente la crisis ambiental.
Veremos.
Traducimos y acercamos el artículo de Sengupta:
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¿Cuál es la deuda de los grandes contaminadores?
La lección más importante que aprendí como corresponsal climático global es esta: los impactos más agudos del cambio climático a menudo los sienten quienes son menos responsables del problema.
He conocido familias en Kenia que perdieron todo su ganado en sucesivas sequías y que corren el riesgo de perder su forma de vida. He conocido a trabajadores de la construcción en la India que se enferman con el calor extremo y corren el riesgo de caer más en la pobreza. Escuché de líderes de países cuyas economías fueron devastadas por una terrible tormenta.
¿Quién les debe qué?
Esta pregunta estará en el centro de un enfrentamiento en la COP27, la conferencia climática dirigida por las Naciones Unidas que se hará en Sharm el Sheikh, Egipto.
Los países más vulnerables del mundo, respaldados por China, uno de los más poderosos, dicen que ya están lidiando con pérdidas irreversibles porque los países ricos e industrializados han calentado la atmósfera de la Tierra y han desencadenado amenazas climáticas que destruyen sus hogares, sus economías y su patrimonio. Quieren dinero para ser compensados.
Los países industrializados, encabezados por Estados Unidos y la Unión Europea, dicen que quieren ayudar. Pero desconfían de establecer algo que podría potencialmente hacerlos responsables. No es políticamente realista en sus países, dicen.
“Las sensibilidades políticas son tan altas que no quieren escuchar qué cosa está sucediendo realmente”, dijo Adelle Thomas, científica climática de las Bahamas, refiriéndose a la destrucción que afecta a millones de personas en todo el mundo. “Pero es una realidad vivida por tantas personas vulnerables y solo va a aumentar”.
En diploparla, este debate se llama pérdida y daño. Podrías pensar en ello como reparaciones climáticas.
Durante un cuarto de siglo, las pérdidas y los daños se han cocido a fuego lento en el trasfondo de las negociaciones climáticas globales. La frustración se ha acumulado, alcanzando un punto de ebullición el año pasado en (la COP 26 de) Glasgow.
Este año, es la pelea principal. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lo llama la “prueba de fuego número uno” de las negociaciones.
“Las pérdidas y los daños han sido el tema siempre pospuesto”, dijo Guterres el jueves. “No hay más tiempo para posponerlo. Debemos reconocer las pérdidas y los daños y debemos crear un marco institucional para enfrentarlos”.
¿Qué es? ¿Y qué no es?
“Daño” se refiere a la destrucción de cosas físicas como caminos, casas y puentes. Es relativamente fácil de cuantificar.
“Pérdida” se refiere a los impactos económicos: pérdida de horas de trabajo debido al calor extremo, por ejemplo, o pérdida de ingresos agrícolas debido a que el aumento del nivel del mar inunda los arrozales con agua salada, o pérdida de ingresos por turismo debido a un huracán. Eso es más difícil de cuantificar.
Están surgiendo algunas señales preocupantes. Leonie Wenz, del Instituto de Investigación Climática de Potsdam, descubrió que, en promedio en todo el mundo, 1 grado Celsius de calentamiento reduce la producción económica entre un 2 y un 3 por ciento, con pérdidas mucho mayores en los países cálidos.
La investigación encargada por un grupo de países vulnerables descubrió que los peligros climáticos ya habían reducido una quinta parte de la riqueza de sus naciones.
Los defensores de las pérdidas y los daños insisten en que lo que quieren no es caridad.
La ciencia y el clima están haciendo que las pérdidas y los daños sean más difíciles de ignorar.
En Pakistán, las lluvias incesantes inundaron un tercio del país en agosto y causaron pérdidas económicas estimadas en u$s 30 mil millones. Madagascar y Mozambique fueron golpeados por una serie de tormentas excepcionalmente fuertes. La ola de calor de India destruyó cultivos en la canasta de pan del país.
Además, la ciencia se ha vuelto más rápida y precisa para mostrar el alcance del cambio climático provocado por el hombre. Los estudios mostraron que cada uno de estos eventos era mucho más probable debido al calor adicional en la atmósfera.
También hay un juego político. Pakistán es el presidente rotatorio de un bloque de países en desarrollo, respaldado por China. Y este es un garrote con el que golpear a su principal rival, Estados Unidos.
Los riesgos de que no haya avances son altos.
La pelea es sobre si establecer un “mecanismo” separado (traducción: otra olla de dinero) dedicado a pérdidas y daños.
No ayuda que las promesas de dinero del pasado no se hayan cumplido. Los países ricos aún no han entregado los u$s 100 mil millones al año que habían prometido para 2020.
Hay un montón de preguntas.
¿Es un fondo separado la mejor manera de abordar pérdidas y daños irreparables? ¿Como se verá esto? ¿Cuánto tiempo llevará desembolsar el dinero?
Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas, propuso que las ganancias inesperadas de las petroleras se gravaran y se destinaran a un fondo de pérdidas y daños. Eso no ha tenido interesados.
La pérdida es difícil de medir
Esta es la parte más difícil de la pérdida y el daño. ¿Cómo le das un valor a algo especial? ¿Una baya silvestre que ya no crece en el bosque? ¿Un glaciar que ha desaparecido? ¿La playa que se aleja frente a la antigua casa de tus abuelos?
El Dr. Thomas, el científico, estudió el tema de la pérdida y el daño durante muchos años como académico. Luego, se volvió personal.
El huracán Dorian, en 2019, arrasó casas, carreteras, un aeropuerto, incluso los manglares y los arrecifes de coral que durante muchos años habían calmado el oleaje del mar. La tormenta acabó con una cuarta parte de la economía de las Bahamas, según el Banco Interamericano de Desarrollo.
Entre esos daños: la casa que sus difuntos abuelos habían construido cuando se jubilaron antes fue destruida por completo. Todo lo que quedó fueron los cimientos y un retrete persistente.
Afortunadamente, nadie había estado viviendo allí. Y nadie en su familia lo hará jamás. No reconstruirán.
“Si hay un experto en clima en la familia que sabe que en los próximos 30 años ese lugar estará completamente bajo el agua”, dijo el Dr. Thomas, “construir allí no tiene sentido”.