Después de 3 años de silencio forzado, en este diciembre (19 a 22/12) se volverá a realizar el evento más importante de la agenda anual de la comunidad nuclear de nuestro país, la Reunión Anual de la Asociación Argentina de Tecnología Nuclear (AATN). En ella se discutirán todos los aspectos científicos, tecnológicos, políticos y económicos del sector a través de conferencias, presentaciones y mesas redondas.
Esta iniciativa, impulsada por su presidente, el Dr. Jaime Pahissa Campá y varios otros referentes, y apoyada por todo el espectro de instituciones y empresas del sector: CNEA, NA-SA, ARN, CONUAR, INVAP, APCNEAN, etc., intenta reiniciar un ciclo virtuoso después de años muy difíciles. Años, del 2016 al 2019, en los cuales se ralentizó y finalmente se paralizó la actividad e inclusive se desmantelaron partes esenciales de la actividad nuclear como la dotación de personal altamente especializado de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) y sectores completos de NA-SA que habían participado de la terminación de Atucha II y de la Extensión de Vida de Embalse. Y tiempos, del 2020 a mediados de 2021, en los cuales la pandemia, indecisiones e idas y vueltas del “nuevo” gobierno demoraron el esperado arranque del sector.
La Argentina, como el mundo, necesitan de la actividad nuclear para contribuir a satisfacer su demanda de energía de base, libre de gases de efecto invernadero, y sus muchas otras necesidades sociales como la medicina nuclear con sus poderosas técnicas de radiodiagnóstico y modernas metodologías de radioterapia, y sus aportes en tantas otras áreas.
La participación de la energía nuclear en nuestra matriz energética debe ampliarse y Argentina debe retomar con toda pujanza el camino de la autosuficiencia energética y tecnológica. Además de los proyectos que se han puesto en marcha como el CAREM y el RA-10 tenemos que revertir el abandono de nuestra exitosa línea tecnológica de agua pesada y uranio natural poniendo rápidamente en marcha la PIAP e impulsando vigorosamente al Proyecto Nacional, esto es, la construcción de una central de potencia CANDU (y luego varias más) para lo cual tenemos todo el conocimiento necesario.
Esta “resucitación” desde lo legal y administrativo, necesaria por la cancelación formal de nuestra línea tecnológica ocurrida en 2018, ya ocurrió en 2021 en NA-SA con la nueva conducción. Pero hacen falta fondos, mayoritariamente en pesos, para avanzar concretamente. Este será unos de los Leitmotiv de la Reunión de la AATN.
Tenemos que volver al 2014/2015 impulsando la construcción de dos centrales nucleares, la 4ta y la 5ta, una CANDU y una central de Uranio enriquecido, con transferencia de tecnología y producción propia de los elementos combustibles.
También tenemos que retomar la explotación del uranio para satisfacer nuestras necesidades, dando todas las garantías de cuidado del ambiente.
La actividad nuclear es una fuente por excelencia de generación de empleo de calidad, de impulso a la pequeña y mediana empresa altamente desarrollada, de ahorro de divisas por sustitución de importaciones y de exportación de productos de alto valor agregado.
Este es el único camino que tenemos para lograr el tan anhelado desarrollo con inclusión.
Andrés Kreiner, Secretario General de APCNEAN (Asociación de Personal de la Comisión Nacional de Energía Atómica)
Comentario de AgendAR:
El mundo CANDÚ: 49 centrales en 7 países, incluida la Argentina, y 3 en construcción y 10 más autorizadas en la India.
Entre pandemias y pandemonios, pasó mucho tiempo sin que se juntara la entidad más estratégica de la comunidad nuclear argentina: la Asociación Argentina de Tecnología Nuclear (AATN).
Déjenme aclarar lo de “la más estratégica”, lectores: en la AATN se discuten los asuntos que deciden el futuro del sector, pero también del país. Habrá debate duro entre quienes quieren cosas muy distintas en materia de tecnología, pero porque detrás hay proyectos igualmente distintos de país.
Anticipamos más patadas que en el match de Holanda contra Argentina entre quienes abogarán por todo o parte de lo siguiente:
Unos querrán que se empiece a construir de una buena vez la central nuclear china Hualong-1. Es lo que se pactó en 2014 con ese país y desde 2018, cuando debería haber empezado la obra, estamos en desobediencia de un acuerdo binacional con China refrendado por nuestro parlamento.
En lo que respecta a esto, los chinos están furiosos y los EEUU, contentísimos. Antes se bancarían la cara de Xi-Jinping tallada entre las de Washington y Lincoln en el Monte Rushmore, South Dakota, que una central nuclear china en Sudamérica. Y menos que menos en este país, el único exportador de tecnología nuclear de la región (y del Hemisferio Sur).
Otros querrán que se rompan los acuerdos por la Hualong-1. Se compra únicamente por la financiación, es sumamente cara y su combustible (uranio enriquecido en lugar de natural) nos aparta del programa nucleoeléctrico histórico fijado en 1967. En él ya llevamos invertidos muchos miles de millones de dólares públicos y privados en equipamiento y capacitación.
Dos ejemplos de enormes costos hundidos en ello: la Planta Industrial de Agua Pesada en Neuquén, la mayor del mundo en su tipo, y la fábrica CONUAR en Ezeiza, que trabaja a un tercio de su capacidad instalada real, porque en los ’70 se pensó para un programa de centrales mucho mayor que el actual. A la autonomía en combustibles, que importa más que la autonomía en centrales, se dedicaron los estudios y carreras de vida de centenares de expertos argentinos, muchos ya jubilados, algunos ya muertos, a lo largo de 55 años.
Algunos plantearán que se vuelva «sensu stricto» a lo que se firmó con China en 2014. El acuerdo empezaba por una CANDÚ criolla llamada Proyecto Nacional a construirse en 2016, 2 años antes que la Hualong-1, pero todo ello dentro del mismo paquete de financiación, como se indicaba en el documento.
Pero luego el mejor ministro de Energía de la Shell dio de baja la Proyecto Nacional en 2018, después de 2 años de buscarle el pelo al huevo con los contratos mientras pisaba la pelota con el arranque de obra. Después de lo cual, aquel prohombre renunció. Sus dos sucesores en la Secretaría de Energía se encargaron de que la parte remanente del acuerdo con China (la Hualong-1) no avanzara ni un tranco.
La Proyecto Nacional (propongo “ProNac”, los nombres deben ser cortos) sí responde a la línea histórica de la CNEA y se puede hacer prácticamente sin componentes importados. Incluso una única máquina de este tipo generaría miles de puestos de trabajo en el rubro metalúrgico, metalmecánico, electrónico, informático y de montajes en más de 140 empresas argentinas durante la construcción. Cuantimás, tenemos el derecho legal -comprado a la AECL en los ’70- de clonar versiones mejoradas de Embalse cuantas veces querramos, y los combustibles los construimos aquí desde 1986.
De ahí lo que proponen algunos. Encarar a la plana de la China National Nuclear Corporation y decirles: «Volvamos a lo firmado, muchachos. Primero la ProNac, que es la que nos interesa a nosotros, y luego su Hualong-1, que es la que les interesa mostrar a Uds. en esta pequeña vidriera nuclear sudaca, (y también la única)».
Pero otros impugnarán la Hualong-1 por una plétora de motivos: ante todo, dirán que los chinos se niegan a entregar la tecnología de construcción de los manojos metálicos combustibles y la de la fabricación de las pastillas de cerámica de uranio como ítems incluidos en el precio de la máquina, que es altísimo. Es lo que en su tiempo hicieron la Siemens y AECL, proveedores en los ’70 de las Atuchas I y II y de Embalse. La CNEA, donde la impronta del combustiblero Jorge Sábato sigue viva, no ha pagado jamás por una transferencia tecnológica de combustibles.
Por el contrario, los chinos nos imponen U$ 200 millones por una transferencia comercial típica, llena de cláusulas restrictivas, a saber: los manojos de tubos de circaloy y las pastillas de cerámica de uranio enriquecido para Hualong-1 hechas en CONUAR no salen de la Argentina. En esto hay bastante ceguera de la CNNC por simple angurria: la dirigen burócratas. Están hartos de nosotros por buenos motivos, pero no entienden que un proveedor B de combustibles en el mercado mundial tranquilizaría a cualquier presunto comprador de la Hualong-1. En cortito: un proveedor B con calidad certificada y sin líos globales como la Argentina pone al comprador de una Hualong-1 a salvo de apagones, si en un futuro ese comprador llegara a tener un conflicto diplomático severto con China.
En realidad, a los chinos que nosotros hayamos inaugurado nuestra primera central 17 años antes que ellos les importa un comino. Nos tratan como a clientes de morondanga y mientras intenten salirse con la suya, querrán que importemos combustibles “sine die” mientras dure la central (60 años). Hechas las cuentas, es como pagarla tres veces a precio completo. Ante este destrato –y eso lo dicen muchos- es hora de patear el tablero y llamar a licitación, aprovechando que el mercado mundial de centrales nucleares está resucitando.
Pero por mucho que ese Lázaro se levante y ande, podemos suponer que nadie se inmolará por venderle centrales a la Argentina: con su clase política actual, nunca sabe si se van a terminar de construir, y por ende, de pagar. Si en 2014 se tuvo que ir a compra directa con la CNNC sin licitación fue por ello.
Construcción del prototipo de 32 MWe del CAREM en septiembre de 2022. Se ve el Paraná de las Palmas, al fondo.
Vista esa situación, otros propondrán olvidarse de toda otra central nuclear que no sea la única 100% nuestra, el CAREM. De las propuestas en danza, es la única que sirve tanto para el mercado interno como para exportación por asuntos de propiedad intelectual. El CAREM, hoy por hoy un prototipo de 32 MWe con un avance de obra del 77%, es nuestra única apuesta al futuro mercado de los reactores modulares chicos (SMRs).
Para ser competitivos contra los muchos proyectos copiados de nuestro reactorcito en el pasaje del siglo XX al actual (particularmente el NuScale estadounidense), habrá que abaratar el CAREM comercial, de módulos de 100 a 125 MWe cada uno, a fuerza de escala. Imposible lograr eso sin producir sus componentes en masa, y así adquirir las capacidades de vender el CAREM aquí y en decenas de países.
Sin embargo, aunque nuestros imitadores de NuScale tienen 12 MOUs (memorandos de entendimiento firmados con otros tantos países), no hay nadie haciendo cola para asociarse a la Argentina porque nuestro país empezó a hablar del CAREM en 1984, y en 2022 todavía no se termina de construir el prototipo. Cuando el prototipo esté en línea, en 2026 o 2027, es más probable que empiece “a caer gente al baile”, aunque más no sea, «pa’ ver».
Ante la ProNac, propuesta de la actual dirección de NA-SA, habrá quienes digan que las centrales CANDÚ ya no los hacen ni sus inventores (los canadienses), y que un plan de máquinas de este tipo tiene tanto sentido como dotar a la Fuerza Aérea de biplanos de los tiempos del Barón Rojo.
Añadirán que las CANDÚ son tecnología vieja con “bajo quemado”, es decir más hambrientas que huérfanos: rinden sólo 7,500 MWe/día/tonelada de combustible. Peor aún, rematarán: son legalmente imposibles de exportar, ya que cada fierrito que las compone, y además el conjunto, tiene alguna patente canadiense de la AECL. Empresa que hoy podrá estar más muerta que los faraones, pero las patentes (¿alguien me explica?) siguen vivas.
Ante ello, muchos combustibleros de la CNEA contestarán: “viejos, los trapos” y mostrarán cómo la India (la próxima China, según las cifras), sigue construyendo imperturbable sus propios modelos de CANDÚ, las I-PHWR, de 700 MWe. El 5 de diciembre el gobierno de Narendra Modi avisó su autorización para 10 plantas más de este tipo, para sumar a otras 18 ya en línea del mismo modelo y 3 en construcción. El artículo de The Economic Times está disponible aquí.
Y respecto del asunto del quemado, los canduceros criollos harán la siguiente afirmación: con combustibles de tipo ANEEL, con una mezcla de Torio 232 y uranio tipo HALEU (enriquecido a menos del 20% en su isótopo 235), el quemado se va de 7000 MW/día/tonelada a 55.000. Ninguna central convencional de tipo PWR alcanza ese quemado ni remotamente. La Hualong-1, ciertamente, no.
Par de centrales I-PHWR de 700 MWe en Krakapar, India, una de las cuales acaba de entrar en línea. Con 3 en construcción, 10 más anunciadas formalmente el 5 de diciembre y 18 en operaciones, ¿está muerta la tecnología de uranio natural y agua pesada?
En la práctica, esto significa que el núcleo inicial de un CANDÚ, I-PHWR o ProNac empieza a recambiar elementos combustibles de a 1 por día y no de a 8 por día, y que el recambio no comienza a los 150 días de la puesta en marcha, sino recién a los 1400 días. El ahorro de combustible anda en el 80%.
Cuantimás, el torio es de 2 a 4 veces más abundante que el uranio en la corteza terrestre, y de yapa, mucho más resistente al recalentamiento. Por último, el combustible quemado es totalmente inútil para la fabricación de bombas nucleares de plutonio, por su exceso de isótopos con número atómico igual o mayor de 240. Con lo cual el torio es también resistente a proliferación.
Esto no lo digo yo, lo dijo en 2020 el opinólogo en energía de la revista de negocios Forbes, James Conca, en un artículo que puede verse aquí. Y va en a contrapelo de casi todo lo hecho y dicho por el gobierno y la industria nucleares de los EEUU desde los años ’50 hasta hoy. Es revisionismo tecnológico extremo ante un fracaso tecnológico también extremo, porque los EEUU desde los ’80 que no se venden una de sus centrales nucleares ni a sí mismos. Las hacen demasiado caras y complejas.
Revisionismo extremo, pero con padrinos poderosos, además de Forbes y de don Conca. El ANEEL es un desarrollo del US Department of Energy, el Idaho National Lab y el Nuclear Engineering and Science Center de la universidad A&M de Texas, y está patentado a nombre de la empresa Clean Core Thorium Energy (CCTE).
Aquí, muy impresionados con este giro de 180 grados de los EEUU, país que hizo lo imposible desde los años ’60 por fundir a AECL, la empresa estatal canadiense que inventó el reactor CANDÚ de uranio natural y agua pesada, hasta que en 2011 finalmente lo logró. Digamos que a los EEUU no le disgusta la idea de caminar con los zapatos de la víctima. Con otras medias, eso sí.
Pero con 200 expertos en la Gerencia de Combustibles de la CNEA y el futuro reactor RA-10 para pruebas de irradiación, no es imposible hacer un ANEEL criollo, llamarlo “Mate Verde” y patentar el producto. Cuantimás, no sólo se lo puede testear en el RA-10 sino después en la central de Embalse, de a un elemento al principio, despacito y por las piedras. Finalmente, con 49 máquinas CANDÚ operativas en Canadá, la India, Corea, China, Pakistán, Rumania y Argentina, hay que ser un perfecto bobo para desaprovechar semejante mercado de combustibles.
Las CANDÚ hoy son el 11% de la flota nuclear mundial, y según el record de seguridad y disponibilidad, están entre las mejores del mundo, y además entre las más baratas por carecer de la pieza más cara de las centrales PWR de enriquecido: el recipiente de presión, sustituido por tubos de presión. Por algo, al toque de liquidar a la AECL, EEUU inventó este nuevo combustible. Conca no dice –ni ebrio ni dormido- las proporciones de torio y de uranio, ni tampoco el grado de enriquecimiento del ANEEL.
Según NUESTRA legislación, las ideas generales son difíciles de patentar, los productos concretísimos, en cambio, no. Según la legislación estadounidense, se puede patentar todo lo que se mueve y lo que se queda quieto, desde el carnaval al saludo y la renguera. Pero la pretensión de imponerle sus criterios monopolares de propiedad intelectual al resto del planeta empieza a volverse nostalgias de los ’90, cuando EEUU eran la única superpotencia del mundo. Ya no lo son.
Ante todo esto en la tenida de la AATN habrá quienes no digan nada de nada, para evitar rechiflas, y pensarán –probablemente con alguna razón- que con el nivel actual de confrontación entre expertos se puede volver tranquilamente al Programa Nuclear tal como estuvo entre 2016 y 2021: más muerto que vivo, sin propuestas y de cierre por pérdida de recursos humanos.
Esta última gente no necesita de apoyos internos dentro del mundo nuclear criollo, aunque los tiene de sobra. Le alcanza con sus contactos con un par de embajadas, los multimedios y el mundo “Oil & Gas” para volver en cualquier momento al poder. La palabra “volver” es, en realidad, errónea. Estos muchachos no necesitan ni ganar las elecciones presidenciales. ¿Acaso perdieron el poder con el cambio de gobierno de 2019? ¿Acaso se fueron alguna vez?
La dirigencia de la CNEA y de NA-SA puesta por el presidente Mauricio Macri continuó en funciones hasta invierno de 2021. Garantizó la continuidad del estado vegetativo del Programa Nuclear Argentino mucho mejor que la propia pandemia. Y hablamos de un programa que durante dos períodos, entre 1950 y 1982, y entre 2006 y 2015 fue el más dinámico del mundo en desarrollo (después del de la India).
Llovido sobre mojado, cuando Alberto Fernández asumió la presidencia, alguna lapicera dibujó la Secretaría de Asuntos Estratégicos, en dependencia directa del Poder Ejecutivo, y nombró en ella a Gustavo Béliz, lobbista histórico de cierta embajada, con la consigna de degollar en la cuna la construcción de la Hualong-1. Cosa que se hizo con todo éxito hasta que al personaje lo fueron este año. Pero tiene más banco de suplentes que Lionel Scaloni.
Con la llegada a NA-SA de José Luis Antúnez, el hombre que terminó Atucha II, de Adriana Serquis a la CNEA y de Sol Pedre a la Gerencia CAREM, las cosas cambiaron. Las obras del RA-10 y el CAREM avanzan según planes rehechos demasiadas veces, pero avanzan con toda la velocidad posible. En el otro frente nuclear, se discute duramente con China por el primer núcleo de la Hualong-1, que la CNEA quiere que sea de fabricación local desde el primer núcleo de la central. Con la nueva dirección, todo resucitó. Pero lo que no pintó es mucha más plata. Que es lo que se necesita. Siempre.
NA-SA está diseñando, sin todavía mandarlos a construir, los componentes de una futura central de 700 MW parecida a Embalse, la famosa ProNac. Antúnez quiere que sea el prototipo de una línea para el mercado interno, así como el CAREM comercial quizás se vuelva nuestro futuro as de espadas en exportación de centrales. Sólo la construcción a gran escala posibilitará una y/u otra línea, cada cual con sus razones y sus partidarios.
Y estamos los que queremos ambas, por puro realismo: ¿hay alguna ventaja en elegir si nos cortamos la mano izquierda o la derecha? ¿Es caro no ser manco?
Y están también los que sólo quieren importar centrales y ser operadores. Difícilmente lo digan abiertamente en la AATN por miedo al abucheo, pero le buscarán expertamente la imposibilidad a todo. Y no sin encontrarla, porque mientras la clase política argentina no vuelva al grado de adhesión por lo nuclear que tuvo hasta principios de los ’80, la situación de encerrona del Programa Nuclear Argentino será casi perfecta.
Si China nos vende su Hualong-1 en las condiciones asfixiantes que plantea hoy la CNNC, no se conformará con la primera unidad en el predio de las Atuchas: habrá una segunda, una tercera, una cuarta… nos llenarán la canasta, y será la muerte de la ingeniería argentina de centrales, tanto para la ProNac como para el CAREM.
Avive el seso y despierte, oh lector. En lugar de diseñadores-constructores, seremos simples operadores, el equivalente de remiseros en lugar de fabricantes de autos. Hay gente que cree que ése es nuestro único destino nuclear posible. Conrado Varotto, fundador de INVAP y luego de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, los llama «colonizados mentales». Cambio figuritas con todo el mundo, pero con esa gente no me trato.
Con todos los demás, sí. Creo que el terreno común de acuerdo entre todas las propuestas positivas podría resumirse en cinco resoluciones:
⦁ No se compra la Hualong-1 sin licencias gratis y libres de restricciones de mercado sobre la ingeniería de fabricación de los combustibles. Y esto para que no nos volvamos una provincia nuclear china. Hasta los EEUU podrían chirriar su exasperado asentimiento.
⦁ Se reabre la Planta Industrial de Agua Pesada, se reparan los daños físicos causados por 6 años de abandono y se recontrata personal idóneo para su manejo. Esto, porque desde 2019 estamos importando agua pesada para las Atuchas 1 y 2 y Embalse pese a tener la mayor fábrica del mundo y podemos autoabastecernos a la mitad de precio internacional de hoy. Cada año gastamos en importaciones más o menos la cifra de dólares que necesitaríamos para reparar la PIAP a nuevo.
⦁ Si la CNNC no se aviene a una negociación amigable, el cupo de megavatios nucleares reservados para la Hualong-1 se divide entre 2 centrales ProNac, es decir de tipo CANDÚ. Como EEUU se podría volver un oferente de combustibles ANEEL para las 49 CANDÚ del mundo, podrían interesarse en financiarlas. ¿Por qué? Por un doble beneficio: recortan la influencia china sobre nuestro país, y aumentan su mercado potencial. O financian ellos, o financia China, pero el mundo no se termina ahí. Si ni uno ni otro quieren, cosa sumamente probable, se le puede ofrecer agua pesada a la India a cambio de financiación para una ProNac, y dadas las similitudes de diseño y la igualdad de los combustibles, el amor no tiene por qué terminar ahí. No hay que negociar a una o a dos puntas, sino a tres. Y termine como termine este diplomacia nuclear, NA-SA deberá empezar por su cuenta el pedido de partes y componentes de una ProNac, comprando todo en el país y pagando todo en pesos. Eso como para mandar una señal al exterior de que no la piensen tanto.
⦁ El prototipo del CAREM se termina sí o sí en 2026, y cuando esté bien testeado se ofrece la ingeniería del modelo comercial a Brasil para venderlo en sociedad. Eso, que es mucho, a cambio de que Brasil aumente su capacidad instalada y se vuelva nuestro proveedor de uranio enriquecido. Plan B, relanzamos la Planta de Enriquecimiento de Uranio de Pilcaniyeu, Río Negro, con tecnología nueva, opción seguramente mucho más resistida por el Consejo de Seguridad del OIEA. El asunto es que ya sigamos la vía del CAREM o la de las centrales tipo CANDÚ, el futuro de ambos tipos de planta es imposible o al menos difícil si la Argentina carece de una provisión segura de uranio enriquecido. Y es que el ANEEL, aunque lo llamemos “Mate Verde”, usa “del fuerte”. La India es otro candidato posible para negociar agua pesada a cambio de enriquecido, o de enriquecer nuestro uranio argentino: este elemento no sobra en la India, al menos en proporción a la necesidad futura. Que visto el crecimiento demográfico del próximo Gigante Asiático, es descomunal.
⦁ Se reabre la minería de combustibles nucleares en el país, en las provincias que puedan y quieran. No serán muchas: las mayores candidatas se han autoenterrado en legislaciones restrictivas. Para el estado nacional, suspender la minería propia e importar uranio en los ’90 fue otro asunto de lesa soberanía (y van…), pero casi gratis. Hoy, con el mundo volviendo a paso de carga lo nuclear debido al caos climático, el uranio ya cuesta plata. Más importante aún: debemos empezar a explorar por torio.
⦁ El punto capital, por ser condición necesaria (aunque no suficiente) de los asuntos anteriores: la CNEA vuelve a depender directamente del Poder Ejecutivo Nacional, como lo hizo entre 1950 y 1994. Esto sería sencillamente una revolución: más que “Volver al futuro”, sería volver a tenerlo.
Las cosas ya no son como lo fueron entre 1950 y la finalización de la Guerra de las Malvinas. La AATN puede fijar posiciones o no resolver ninguna. Estratégico y todo, es un foro de opinión, finalmente. Ni NA-SA ni la CNEA están obligadas a seguir sus consejos, que normalmente la AATN no ofrece de modos taxativos. Para el caso, tampoco los gobiernos nacionales, desde Alfonsín en adelante, le preguntan a la CNEA cuál es el programa nuclear a seguir. Los resultados de no hacerlo han sido generalmente malos.
El sector nuclear no pide dólares. Necesita pesos para transformarlos en cosas que valen más que los dólares: obras de infraestructura perdurables, industria de excelencia, potencia de base, medicina avanzada, trabajo calificado, exportación de equipos y prestigio internacional. Es lo que hace mejor. Es lo que ha hecho siempre.
Los gobiernos argentinos –el anterior, éste, el próximo, seguramente todos en los próximos 20 años- quieren o querrán exportar gas para ganar dólares. Mil megavatios eléctricos nucleares instalados liberan mil seiscientos millones de metros cúbicos de gas por año. Visto de otro modo: si la obra de Atucha III CANDÚ con 700 MWe hubiera arrancado en 2016, según planes, este año estaría poniéndose crítica y subiendo la potencia escalonadamente. Alberto Fernández podría sacarse la foto de su entrada en línea. Y estaríamos importando 1120 millones menos de metros cúbicos de gas, o su equivalente en GNL.
A 72 años de creada la Comisión Nacional de Energía Atómica, que no tengamos una central nuclear argentina es imperdonable. Pero que la participación nuclear en el mercado eléctrico nacional haya caído del 10% de 1985 al 5% de hoy es una locura. Francia tiene un 75% de electricidad nuclear, y aún así la falta de gas ruso sepultó al usuario francés en tarifas 10 veces mayores que las de 2018.
Hay que recordar otras cosas que suceden con o sin guerra en Ucrania: el clima sigue cambiando hacia extremos antes desconocidos. Ahora, cuando Yacyretá y El Chocón se quedan sin agua por tres años seguidos de sequía, las Atuchas y Embalse no se enteran.
Pero el negocio nuclear no pasa simplemente por darle al Sistema Argentino de Interconexión potencia de base libre de altibajos diplomáticos y climáticos. Y tampoco pasa por pura sustitución de importaciones.
El verdadero negocio nuclear es de tecnología, como lo prueban los 7 reactores vendidos a Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita y Holanda. Es un negocio de sustitución de exportaciones. El mercado mundial de centrales de potencia, como lo es el CAREM, es potencialmente miles de veces mayor que el de reactores multipropósito como los 7 nombrados.
Para la Argentina, el átomo es un negocio de formación de recursos humanos. Es un negocio de industrialización y capacitación.
Y en el brete actual, es ir dejando de ser un lugar e ir volviendo a ser un país.
Daniel E. Arias