La saga de la Argentina nuclear – XXI y XXII

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Las desventajas de comprar «llave en mano»

La imposibilidad de “fazer parceria” con nosotros, que estábamos paranoicos, más la costumbre aristocrática del generalato brasileño de comprar “llave en mano” quizás expliquen por qué Angra 1 se adquirió a las apuradas, sin transferencia (es decir, sin examen) de la tecnología y al mayor proveedor yanqui, Westinghouse, como garantía presunta de suficiente calidad. Pero una central nuclear no se compra como un Rolls Royce. Y esa mala decisión a su vez acaso permita entender por qué, pese a que fue pedida en 1971 y a un constructor excelente, Angra 1 naciera a la vida activa tan tarde y tan renga.

Hasta la compra de Angra 1 a Westinghouse, los EEUU hacían de la dictadura brasileña un gendarme regional y su niño mimado, pero no tenían maldita la gana de permitir otro imperio en las Américas que no fuera el suyo. Y menos, uno con un programa nuclear independiente. De modo que respecto de la promesa de abastecer a Angra 1 de combustible enriquecido, en 1973 anunciaron que, bueno, en fin, olhe para isso, meus filhos, la promesa quedaba sujeta a la capacidad de oferta estadounidense. Y si no hay, no hay.

Eso, dicho con la central ya en obra y cero posibilidades de Brasil de dar marcha atrás. Mensaje: “Ahora háganse los vivos con el plutonio y todo eso, y no la inauguran jamás, je”. Rápidamente, el resto del “Club Nuclear” se alineó con los EEUU: Gran Bretaña y Francia, pero también la URSS y China. Aún en plena Guerra Fría y estrangulándose entre ellos “by proxy” en varios feroces conflictos regionales africanos y asiáticos, los 5 grandes estaban de acuerdo en que no querían un nuevo miembro.

En 1975, tiempos del general de artillería (y presidente) Ernesto Geisel, hijo de alemanes, los militares brasileños se vengaron de los EEUU firmando el pacto nuclear más grande de todos los tiempos con Alemania Federal. Incluía hasta 8 centrales PWR de 1300 MW por unidad, y además una planta piloto de enriquecimiento “por toberas”, recién inventado, y de yapa el reprocesamiento de combustibles. Compraban el caballo, el pasto, cómo sembrarlo y hasta la gestión de la bosta. La KWU exultaba. Valuada en U$ 10. 000 millones “de los de entonces”, aquella sería la mayor exportación tecnológica alemana de la historia. Pero…

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Comida intragable: Geisel recibe a Jimmy y Rosalyn Carter en 1977. Meses antes, el vicepresidente Walter Mondale viajó a la RFA a bloquear “el acuerdo nuclear del siglo” entre Brasil y Alemania.

De nuevo la costumbre de los vecinos, que no era la de nuestra CNEA: compran “llave en mano” un proyecto gigantesco y lleno de tecnologías duales, si las hay, y de yapa, experimentales, como quien pega el tarjetazo en Walmart y se lleva un televisor LED de 110 pulgadas: ¿acaso se necesita saber de microelectrónica para ver TV? ¿Sentarse a co-diseñar, sugerir cambios al menos? Y nada de reinventar la rueda en casa. Repitieron el modelo de compra a ciegas de Angra 1, infalible para que te vendan gato por liebre. Un programa independiente no funciona así. Un Jorjón Sábato, ahí.

Inevitable: ante tanta ligereza, algún diablo volvió a meter la cola. La foto que muestra a Jimmy Carter cenando apaciblemente con Ernesto Geisel esconde que el presidente estadounidense le acaba de decir al brasileño que no le dará la primera carga de combustible de Angra 1, a menos que se olvide de toda esa sarasa con Alemania Occidental y ponga todo el Programa Nuclear Brasileño bajo salvaguardias. El canciller germano Helmut Schmidt ya ha sido apretado meses antes en términos menos públicos por el vicepresidente Walter Mondale. En un tardío ataque de autonomismo tecnológico, Geisel ya estaría pensando: “Necesitamos un programa nuclear paralelo”. Y lo hubo y duró 9 años, de 1978 a 1987.

Lo de las toberas alemanas no anduvo jamás, y Siemens y Brasil todavía se culpan el uno al otro por ello. Llegó la democracia en 1985 y Angra II seguía demorada entre aprietes diplomáticos, aprietos presupuestarios (causa y efecto), desvíos a cajas políticas, escándalos mediáticos y la novedad de los recursos de amparo de los ecologistas, esa extraña y nueva cara en la política. Y así volvieron a pasar 17 años en lugar de los 5 normales para que Angra 2 entrara en línea, y el romance de Brasilia y Bonn se fue al demonio, mientras en Washington sonreían con diplomática indulgencia.

Fuera de esa brutal interferencia a cara destapada, los EEUU sencillamente se sentaron a ver cómo el RU, Francia, la URSS y China le caían encima a Alemania Federal con el argumento de que estaba violando el TNP, al venderle tecnología dual a un país no signatario.

Acaso lo de las toberas (“jet nozzles”) habría funcionado bien, en otro contexto político. Nunca lo sabremos.

Eso sí, cuando por fin se puedo completar la central alemana, se portó mucho mejor que “La Luciérnaga” yanqui. Desde 2000, cuando entró en línea, su factor de disponibilidad anda por el 80%: no es brillante para un fierro nuevo, pero no está mal. Angra III, otra PWR de KWU (luego Siemens), empezó su obra en 1984… y ahí sigue, enterrada en despioles parecidos a lo de su melliza Angra II. Debió entrar en línea en 1989. En 2013, el alma viviente del átomo brasileño, el almirante Othon Luiz Pinheiro Da Silva, estimó el avance de obra en el 50% y dio como fecha de entrada en línea el año 2018.

Otras tres grandes centrales proyectadas en Iguapé, Peruibe y Sao Sebastiao jamás empezaron. ¿Ocho nuevas? Esqueca isso, querido! En menos de una generación pasaron de un optimismo inicial enorme a sufrir nuestro bobo encono de vecinos por las represas en la Alta Cuenca del Plata, y luego tomaron una sucesión de malas decisiones que les costó escándalos, fracasos y operaciones de medios de ecologistas tilingos con excelente financiamiento externo. Y todo ello vacunó a Brasil contra el átomo. Y las consecuencias son feas.

Especialmente, las ecológicas. Y las políticas, que se desprenden de las ecológicas.

Daniel E. Arias