Algunas personas eligen participar en actividades de turismo negro de catástrofes porque tienen interés en aprender sobre el mundo, otras quieren ampliar su conciencia social o conectar con personas que han tenido experiencias traumáticas.
Esta clase de turismo se denomina turismo negro. No es nuevo, desde tiempos inmemorables el dolor, el duelo, la muerte, la desigualdad y el hambre han sido susceptibles de ser comercializados en el mercado turístico.
Además, actualmente con el uso continuado de las redes sociales y las famosas series de Netflix como Chernobyl o Dark Tourist, están incitando, aún más a la sociedad, a desplazarse a regiones donde vivir experiencias únicas sobre hechos que fueron traumáticos en el pasado.
Desde turistas que «se mueren» por visitar todos los cementerios de una ciudad por su patrimonio artístico o por si ven algún fantasma, hasta los que quieren, en menor proporción, sentir emociones fuertes dentro de una cárcel o en lugares donde se realizaron matanzas y asesinatos múltiples.
No nos olvidemos de aquellos quienes, muy de moda ahora también, visitan zonas que han sido devastadas por catástrofes naturales como volcanes, inundaciones, tornados o terremotos. Experiencias que nos hacen ser conscientes de la realidad en la que vivimos, seres humanos habitando un planeta a la merced de los riesgos medioambientales existentes.
Turismo entre volcanes
Muchos viajeros deciden pasar sus entrañables vacaciones visitando lugares en los que han ocurrido historias escalofriantes, como por ejemplo la devastación de la reciente erupción volcánica de la isla canaria de La Palma.
En la última década, el turismo volcánico está en augue, impulsado principalmente por las redes sociales.
Mientras el magma fluía por las laderas de la isla bonita arrasando con más de mil hectáreas, destruyendo hogares, negocios y desalojando a más de siete mil personas, cientos de turistas se presentaban entusiasmados para observar, en primera fila, esta catástrofe natural.
Todas estas bajas parecen haber alimentado la curiosidad en lugar de disuadir al turismo. Viajar a un volcán activo no está exento de riesgos y cuestiones éticas, puede ser la emoción de la vida o una atracción fatal.
Este nuevo turismo invita a la reflexión, pero se estudia como un movimiento positivo a largo plazo, dinero para reconstruir las ciudades y posibilidades de atraer a investigadores que, quizás, puedan construir nuevos centros científicos que aportarán empleo y riqueza a las comunidades.
Terremotos devastadores
Si continuamos con los desastres naturales, los terremotos y los tsunamis son fenómenos que suelen atraer a un gran número de turistas a las ciudades devastadas. Viajar implica conocer la historia y cultura de otros lugares, pero, desde siempre, la tragedia forma parte inseparable del desarrollo de las sociedades y uno de los atractivos fuertes para los turistas más rocambolescos.
Además de turistas, estos fenómenos provocan muchísimo interés, sino que se lo digan a Juan Antonio Bayona, director de “Lo imposible”, la segunda película más taquillera de la historia del cine español. Esta filmografía está ambientada en el terremoto de magnitud 9.1 en la escala de Richter en la costa occidental de Sumatra. Tras el terremoto, un gran tsunami arrasó las costas indonésicas, causando cerca de 228.000 muertos, uno de los desastres naturales más letales de la historia y, con esto, Bayona recaudó 42 millones de euros. Aparte de visitar lugares destruidos y vivir, casi en primera persona, la experiencia a través de las pantallas, hay muchos que quieren participar… Sí, participar. En el país asiático existen numerosos parques temáticos en los que se puede experimentar terremotos, tsunamis, huracanes o incendios.
Algunos ven estos parques como centros de educación que ofrecen lecciones de supervivencia mientras otros quieren vivir la experiencia en sus propias carnes.