La saga de la Argentina nuclear – XLII

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Castro Madero, ¿inocente o culpable?

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El físico en reactores nucleares y además vicealmirante Carlos Castro Madero.

Al revisar los desastres represivos del Proceso dentro de la CNEA, puse la lupa sobre el caso de los expertos en “Repro”, o reprocesamiento de combustible quemado.

El grupo, como ya dije, venía trabajando bajo el paraguas, desde 1973, del nuevamente presidente de la CNEA, Iraolagoitía, quien tenía el paraguas añadido del presidente Juan D. Perón. Y cobró potencia en presupuesto y personal por órdenes expresas al doctor Santiago Morazzo aquel mismo año.

Repro es un caso aparte dentro del salvajismo que cayó sobre la JP “Monto” y la izquierda para sembrar terror entre el personal profesional y técnico de la CNEA, que vivía en estado deliberativo. La idea en Repro fue más precisa: descabezar el grupo y terminar con el proyecto en sí. ¿Quiénes lo hicieron y por qué?

Las cosas que hizo el nuevo presidente de la CNEA, el contraalmirante Carlos Castro Madero, lo sacan del banquillo de acusados, al menos el de esta historia en particular.

Atención: Castro Madero murió en 1990 de un «bobazo» largamente cultivado a pesar de cinco by-passes, defendiendo de palabra hasta el último minuto a algunos de sus conmilitones que -paradójicamente- habían sido sus enemigos personales: el almirante Emilio Massera, sin ir más lejos. Sin haberlo sido, Carlos Castro Madero se alineó con los peores terroristas de estado de la historia argentina. Por esa causa –apología lisa y llana de delito no prescribible-, no me muero de amor por él.

Pero en este caso puntual de los 33 secuestrados de la CNEA lo que me importa no es tanto lo que dijo después, sino lo que hizo en el momento.

Hay un testimonio del Jefe de RRPP fundacional e histórico de la CNEA, Lic. Luis Colángelo: cuando Castro Madero se enteró de la desaparición de Morazzo se cruzó de inmediato y por la propia la avenida que lo separaba del centro operativo del Sumo Desaparecedor Argentino. Viaje de menos de 100 metros, desde el 8250 de Libertador, CNEA, Sede Central, hasta el 8151, Escuela de Mecánica de la Armada. Allí le exigió cuadradamente a su superior, el Comandante en Jefe de la Armada, Emilio Massera, que soltara a su gente. A la que en ese momento y lugar ya estaban torturando.

Morazzo relató después que la runfla de Massera tenía ideas muy vagas sobre el trabajo del grupo Repro: la pregunta insistente era: “¿Dónde hicieron la bomba de Perón?”, o su variante “¿Adónde está la bomba de Perón?”. Daban palos de ciego a ver qué salía. La bomba no existió nunca, ni como proyecto. Y es que la comprensión del Programa Nuclear Argentino y la cultura tecnológica de Massera, en general, cabía en el reverso de una estampilla y sobraba lugar.

Su cultura política no llenaba más superficie. Eso se mostró su intento nada solapado de volverse presidente y soñar que, de puro cheronca y playboy, podría gozar de la popularidad de un Perón. Era un Isidorito Cañones genocida. Pero subrayo que los que dirigían estos interrogatorios parecían unos tremendos pelotudos, cosa no habitual en los represores de la ESMA, bastante más profesionales que su jefe.

Colángelo, un trabajólico, pasaba no menos de 12 horas por día con Castro Madero, y cuando por fin se iba a su casa a medianoche aún veía la luz prendida en presidencia. Por esas cosas de Castro Madero, por su doctorado en reactores, por el “boom” de obras y proyectos nucleares sucedido bajo su administración, por su administración honrada del presupuesto de la CNEA, en el ambiente nuclear todavía hoy el último marino a cargo que suscita una mezcla intraducible de repudio, dudas, respeto y admiración, todo junto.

No soy ajeno a esa confusión. Pero como lo malo está tan a la vista, prefiero iluminar un poco lo otro.

Décadas después, algunos de los testimonios de los “chupados” que sobrevivieron (el del doctor Carlos Calle, radioquímico, por dar un caso), apilan evidencias de que Castro Madero estuvo involucrado en los secuestros. Pero estas evidencias en parte son circunstanciales, y en todo caso no aclaran su rol.

Otras opiniones, como la del citado Colángelo, difieren en 180º. El propio embajador Max Cernadas, integrante de la Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme de la Cancillería en sus mocedades, cuenta que la Dra. Emma Pérez Ferreira, física nuclear que dirigió la CNEA en los años finales de Alfonsín, pudo llegar con vida a ese cargo en 1987 porque en 1976 Castro Madero la salvó de una patota de la Armada. Eso a Max se lo contó la propia Emma.

¿Castro Madero negoció salvar a algunos y se lavó las manos del resto? No tengo idea, y no sé quién la tiene. Secretos que don Carlos se llevó a la tumba.

Según Colángelo, aquel 28 de mayo en su duelo verbal con Massera por la liberación de Morazzo y los otros, Castro Madero le exigió al «Comandante Cero» la vida de todos los nucleares desaparecidos, no únicamente los de “Repro”. Aquella mañana no logró nada, y volvió a entrar a la CNEA abatido, pálido y temblando de furia. Pidió a Colángelo que lo dejara solo, y estuvo el resto de aquel día y hasta deshoras con la luz apagada y haciendo llamadas.

Massera -se supo mucho después- se había negado a entregar sus capturas, y para agregar insulto a la herida, le habría dicho que cuando él, Massera, fuera presidente de la nación, a Castro Madero lo pondría como portero de la CNEA. Pero al parecer, no era para lavar la afrenta que Castro Madero se quedó haciendo llamadas.

Lo que lleva a la segunda cosa que lo exculpa. Y es que, finalmente logró que el presidente Jorge Rafael Videla declarara a disposición del Poder Ejecutivo Nacional a los sobrevivientes. Si estabas a disposición del PEN en 1970 no era bueno: te ibas a pasar años encerrado sin cargos ni defensa legal. Si estabas a disposición del PEN en 1976, en cambio, eso era buenísimo: te habían blanqueado, ya no eras un desaparecido. No te iban a soltar, pero tampoco a matar.

Después de que los pasaran a presidios comunes a los 12 sobrevivientes de aquel día, Castro Madero logró que fueran liberados y a algunos -al menos a 6- les consiguió rápidamente trabajo en el programa nuclear italiano, para preservar sus vidas y carreras. El radioquímico Calle desmiente esto: los trabajos los ofreció espontáneamente el ENEA, la entonces muy activa agencia nuclear de Italia, dice.

Tal vez es la tercera acción de Castro Madero la que define mi opinión: si la intención de quien estuviera detrás de estos crímenes era que Repro no avanzara –hay un diablo detrás del diablo y huele a Embajada- con Castro Madero se jodió. Al menos, un tiempo.

Castro Madero redobló la apuesta por Repro. Típico de él.

Hizo construir el LPR, el Laboratorio de Procesos Radioquímicos en el Centro Atómico Ezeiza. ¿Qué destino tuvo?

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Centro Atómico Ezeiza, foto vieja y de baja resolución. Cuesta identificar el Laboratorio de Procesos Radioquímicos (LPR). Si hay imágenes mejores, fueron eliminadas de la iconografía oficial de la CNEA. El LPR fue y es un trauma. Es otro desaparecido… pero en democracia.