Cohetes y satélites: la industria espacial argentina

Cuando decimos que la antena de radar en banda C de los satélites SAOCOM es enorme, no exageramos. Fuera de Japón y Argentina, no hay otros países que hayan podido hacer satélites-radar en esta banda. El SAOCOM es casi único en su tipo en el mundo: cuenta con una gran antena –de 35 metros cuadrados–, que posee un radar de apertura sintética (SAR, en inglés) en banda L, que permite tomar registros de la superficie terrestres de hasta dos metros de profundidad.

En los últimos seis años, la industria espacial a nivel global creció un 15% y llegó a los USD 373.000 millones. Argentina cuenta con la capacidad de hacer satélites de alta complejidad y con actores privados que impulsan el sector.

No se trata de un sector que traiga kilométricas inversiones, sino más bien de un nicho tecnológico que nos permite ir kilómetros hacia arriba: la industria espacial -más que nada satelital-.

Los datos del día

Hoy no van a ser muchos datos porque es un sector un tanto esquivo para brindar información clara: cada país informa lo que considera como espacial y las empresas que se dedican al rubro suelen dedicarse también a otras actividades, así que es complicado saber cuánto representa la parte espacial. Pero vamos a sintetizarlo en los siguientes puntos:

  • En Argentina trabajaron 7.499 personas en el complejo satelital. 3.674 (49%) estaban vinculadas a empresas -tanto privadas como estatales- y el resto a los organismos públicos (Comisión Nacional de Actividades Espaciales -CONAE- y Comisión Nacional de Energía Atómica -CNEA-).
  • El empleo en empresas más que se triplicó desde 2007, cuando contaba con 993 personas empleadas.
  • En 2020 se realizaron 114 lanzamientos, el 70% lo llevaron a cabo empresas de Estados Unidos y de China. 34 de esos lanzamientos los hizo una empresa llamada China Great Wall Industry Corporation -obviamente de origen chino- y SpaceX -del malvado Elon Musk- hizo otros 25. Entre las dos firmas concentraron el 51% de los lanzamientos.
  • ¿Cuánto dinero movió el lanzamiento en 2020? 5.300 millones de dólares ¿Cuánto movió en total la “economía del espacio”? USD 371.000 millones ¿Es mucho? Bastante, nuestro PBI de 2021 se estimó en 487.000 millones.
  • Argentina es uno de los pocos países del mundo que logró desarrollar satélites geoestacionarios de comunicaciones. Los otros son: China, Estados Unidos, India, Israel, Japón, Rusia y algunos países de la Unión Europea. ¿Qué es un satélite GEO? Uno que se queda sobre un mismo punto en relación a la tierra.

Todos estos datos y más en la Misión 7 del Plan Argentina Productiva 2030.

De ratones y monos

Seguramente te acuerdes de los despegues del ARSAT-1 y 2, al menos para mí fueron muy emocionantes. Pero, ¿cómo llegamos a eso? Hacer una cronología de la industria espacial argentina sería un poco largo y se iría la entrega en eso, pero veamos algunos hitos.

Como muchas otras historias industriales, la nuestra arranca con las Fuerzas Armadas desarrollando o impulsando la fabricación de ciertos productos -muchas veces con alguna finalidad bélica, pero no siempre-, en este caso: cohetes. También, como muchas otras historias, con el golpe militar de 1955 la actividad entró en un impasse.

Recién bajo la presidencia de Arturo Frondizi se retoma la carrera espacial argentina con varios lanzamientos de cohetes. Pese a los varios cambios de gobierno y golpes de la época, se siguió avanzando y acá me quiero detener un minuto. Entre los lanzamientos realizados, se destacan dos. El 11 de abril de 1967 se lanzó un cohete “tripulado” -permítanme la licencia poética- por el ratón Belisario, pero solo llegó a una altura de dos kilómetros. Dos años después se lanzó otro cohete que tenía a bordo al mono Juan y llegó a los 90 km de altura. ¿Por qué te cuento esto? Porque fuimos el cuarto país del mundo, sí el CUARTO, en lograr exitosamente mandar un animal al espacio y que vuelva sano y salvo. Esto muestra un poco el grado de avance que se había logrado, ¿no?

Las inversiones en cohetes se mantuvieron, incluso durante la última dictadura, y en democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín se lograron avances significativos en el marco del Programa Cóndor. Incluso se logró exportar partes de cohetes a Egipto, pero por la presión de Estados Unidos el proyecto se discontinuó.

Con la presidencia de Carlos Menem, la industria cambió y se enfocó más hacia el lado satelital, se pusieron en órbita varios satélites artificiales, a pesar de ser la época de las privatizaciones y el “desmantelamiento” del Estado. Algo a mencionar es que dentro de la reorganización del sector se crea la CONAE. Con la llegada del siglo XXI y nuevas políticas económicas, el sector espacial tomó una relevancia aún mayor y se lanzaron varios satélites más, todos de diseño nacional.

¿Por qué te cuento esto? No va a ser habitual que hable de la historia de los sectores, pero me parece un caso muy ilustrativo de que tenemos que acostumbrarnos a ver a los sectores productivos como una película y no una foto. Ningún sector nace de un repollo y suelen tener tiempos de maduración bastante largos, así que no hay que desesperarse.

Si te interesa saber más de nuestra historia espacial pero no andás con mucho tiempo, la página de Wikipedia está bastante bien, pero si tenés un rato te recomiendo Historia de la actividad espacial en Argentina de Pablo de León. Y si tenés ganas de saber más sobre el Mono Juan y el ratón Belisario, te dejo este episodio de Ciencia del Fin del Mundo -el mejor podcast de ciencia que hay- y este corto hermoso de Hernán Moyano.

Al infinito y más allá

Ahora que ya conocés la historia, podemos ver qué es lo que tenemos actualmente. Por un lado, el Estado argentino llevó adelante distintas misiones espaciales impulsadas por la CONAE y ARSAT -encargada de gestionar y proveer servicios de telecomunicaciones por parte del Estado-. En estos proyectos estuvieron involucradas tanto INVAP como VENG, dos empresas estatales, en diferentes etapas de los proyectos satelitales. Por otro lado, surgieron empresas privadas ligadas tanto a la fabricación de satélites como a la provisión de servicios, infraestructura y otros productos de alto valor tecnológico. Quizás conozcas algunas: Innova Space, Satellogic, Novo Space, pero hay otras tantas un poco menos conocidas.

¿Entonces compiten contra las estatales? No, se dedican a cosas distintas. Mientras que las firmas estatales se concentraron en satélites de mayor tamaño, con una vida útil más prolongada y costos de producción más altos, las empresas privadas apuntan a otros mercados. Algunas por ejemplo se dedicaron a la construcción de satélites chicos, que pueden ser fabricados “en serie” y con materiales menos costosos.

Llegado este punto quizás te preguntes para qué sirve la industria satelital. Si fuera por amor al arte no estaría nada mal, solo que en tiempos de crisis económica sería medio complicado justificarlo. Esta fue una de mis consultas a Valentín Álvarez, investigador que estudia el sector satelital -entre otras cuestiones-.

“Por un lado, tener la posibilidad de desarrollar satélites localmente te habilita a brindar servicios que se adapten a las necesidades de la población y del territorio. La ubicación de Argentina y su geografía hacen que haya zonas que difícilmente podrían acceder a telecomunicaciones satelitales si no fuera por los satélites ARSAT-1 y ARSAT-2. Lo mismo con satélites de observación como los SAOCOM, que pueden adaptarse a las necesidades locales”.

Por otro lado, Valentín me señala que la producción local de satélites te permite, como en tantas otras industrias, el desarrollo de la cadena de proveedores. No solo vinculados a la actividad espacial, sino que también eso habilita a que las firmas proveedoras vendan sus productos a otros sectores -e incluso podrían exportar- dado que al requerirse insumos de alta calidad, ser proveedor de una empresa satelital funciona como un certificado de calidad.

Ligado a esto último, me comentó que si bien estos derrames hacia otras industrias son un tanto impredecibles y no pueden considerarse ex-ante, también ocurrió que los propios desarrollos satelitales por parte de las firmas estatales brindaron al país capacidades para desarrollar sus propios radares -de los que vamos a hablar cuando abordemos la cuestión de la defensa-.

Por último, Valentín planteó que no hay que menospreciar la formación de recursos humanos altamente calificados que trabajan en la industria. Si bien no se trata de una masa crítica, gran parte de los 7.500 empleados del complejo satelital cuentan con una altísima formación y una expertise que nos distingue de otros países en desarrollo. Incluso, esta generación de capacidades ayudó en algunos casos a que surjan las empresas privadas que mencionaba más arriba. Ya sea formando parte del proceso de crecimiento de las empresas como por haber sido fundadas por ex trabajadores de las empresas estatales, algunas de estas firmas tienen un pasado común vinculado al impulso nacional del sector satelital.

El ballet cósmico ha empezado

Si la Guerra Fría significó un avance tremendo en la carrera espacial, hoy en día estamos atravesando otro momento de cambios abruptos. Cohetes que van y vuelven, lo que permite disminuir los costos de cada lanzamiento; la difusión de satélites de menor tamaño y costo; algunas iniciativas para realizar minería en asteroides y otros planetas y el turismo espacial -ya es caro viajar al exterior, así que no nos deprimamos mejor-.

¿Qué quiero decir con esto? El sector se está transformando bastante, lo que conlleva ciertos desafíos para nuestro país -sumado a otros tantos desafíos más allá de las transformaciones-. Para llevar esto que puede sonar muy volado a valores monetarios, entre 2014 y 2020 la economía del espacio en todo el mundo creció un 15%, pasó de 323.000 millones de dólares a los 371 que te comentaba en la parte de datos.

El desafío más claro que aparece en Argentina -tanto para la parte estatal como privada- es la volatilidad económica en la que vivimos. Gran parte de los insumos que se utilizan en el armado de los satélites son importados -ya sea por una cuestión de falta de provisión local como de costos-. Esto va más allá de la voluntad que se tenga de hacerlos acá. Por ejemplo, INVAP realiza una multiplicidad de tareas, entre ellas la ingeniería, producción de insumos, software y el ensamble, sin embargo otra parte de los insumos que se necesitan para fabricar los satélites son importados.

La incertidumbre y las dificultades en torno a la importación de estos bienes llevan a que algunas firmas del sector privado elijan hacer la fabricación de los satélites en otros países, mientras que en Argentina tienen una parte considerable de los equipos de ciencia y tecnología. Este es el caso de una de las empresas privadas más grandes que, pese a tener una parte importante del empleo en Argentina, hace la fabricación en Uruguay.

Pero bueno, eso no se va a solucionar pronto, así que ¿cuáles son los otros desafíos? Valentín Álvarez me indicó dos cuestiones fundamentales: una mayor articulación público-privada y garantizar la estabilidad de los recursos destinados al sector espacial.

Respecto al primer punto, sumar espacios donde se articulen las políticas de ciencia y tecnología con las necesidades del entramado productivo local resulta clave para el crecimiento del sector y para que se generen derrames hacia otras industrias. A su vez, la facilitación para que empresas del sector puedan utilizar parte de las instalaciones públicas también permitiría una mayor vinculación entre estos dos mundos, así como la disminución de algunos costos. Más que nada, teniendo en cuenta que esa vinculación ya existe -lo que explica que parte de las firmas privadas surjan del entramado público o estén asociadas en algún punto al mismo-. Esta nota que le hicieron Paloma Varona y Gonzalo Brizuela, de Misión Productiva, a Marcos Actis -presidente de VENG, una de las firmas estatales- aborda esta cuestión y más.

Sobre el segundo punto, en algunas oportunidades el acceso al presupuesto estuvo atado a la voluntad política de los gobiernos, así como también a la capacidad del sistema científico de promover sus tareas. El gran problema con esto es que a medida que el sector avanza a nivel mundial acá se pierde tiempo en interrupciones que dilatan la duración de los proyectos. Esto lleva a que los plazos pensados para cada proyecto se demoren más y complica la articulación con el mundo privado, así como el avance de otras iniciativas que también son importantes.

¿Por qué la transformación a nivel mundial conlleva un riesgo para la industria nacional? Actualmente somos un jugador relevante en el mundo, quizás no tanto por tamaño, pero sí por desarrollos. Sin embargo, en la medida en que el sector se siga transformando y no logren políticas más estables de desarrollo local nos vamos a quedar atrás en la carrera. Argentina tiene capacidades para aportar, tanto en satélites de gran tamaño -como los que desarrolla INVAP-, así como también de menor escala -como los de Satellogic e Innova Space-. También estamos desarrollando el proyecto Tronador-II para hacer lanzamientos desde nuestro territorio. Pero, para que todo esto siga su curso, siga creciendo y se generen más sinergias locales, se requieren políticas de Estado.

Nicolás Sidicaro

VIACenital