La irradiación es una técnica clave para rescatar libros sin dañarlos

    Los libros, las fotografías y los archivos documentales tienen enemigos naturales: los insectos y microorganismos, como los hongos, que atacan al papel por las malas condiciones de guarda. Estos males son los responsables de la pérdida de un patrimonio cultural invaluable. Pero la tecnología nuclear ofrece una cura: la radiación gamma. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) comenzó a desarrollar esta técnica para la recuperación de materiales bibliográficos afectados por hongos en 2001 y, desde 2005, cuenta con un Laboratorio de Conservación Preventiva y Restauración de Documentación (LCRD).
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    La humedad, la luz excesiva y el calor son perjudiciales para los libros y, además, favorecen la aparición de insectos y hongos. Estos últimos también son nocivos para la salud humana y el medio ambiente. Si un libro huele “a viejo” y tiene puntitos negros, seguramente tiene hongos, que también se manifiestan a través de cambios de color en el papel o las encuadernaciones. Cuando son detectados en un ejemplar, hay que aislarlo.
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    Los hongos son muy resistentes. Sus esporas pueden quedar latentes y activarse con temperaturas elevadas, humedad o suciedad. Por eso para erradicarlos se usan técnicas agresivas. Los tratamientos con compuestos químicos como óxido de etileno o timol dejan residuos tóxicos y la Organización Mundial de la Salud ha determinado hace años que, a las dosis necesarias para la erradicación de los hongos, son cancerígenos.
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    Los rayos gamma matan a los microorganismos e insectos, pero no dejan residuos porque son radiaciones electromagnéticas de gran penetración y velocidad. Pertenecen al grupo de las radiaciones ionizantes.
    “Los rayos gamma atraviesan los materiales, pero no se depositan en ellos, porque son rayos como los de la luz. Por eso esta técnica es segura. En cambio, los tratamientos con químicos no lo son, porque quedan residuos nocivos que se van desprendiendo como vapores que pueden causar enfermedades al ser humano”, explica la magíster en Conservación Preventiva de Soportes de la Información Ana María Calvo.
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    El procedimiento es rápido, porque no es necesario aplicarlo ejemplar por ejemplar. Por su capacidad de penetración, los rayos gamma pueden tratar grandes cantidades de libros o documentos en soporte de papel guardados en cajas. Los tiempos de exposición son cortos y la tarea se realiza en la Planta de Irradiación Semi Industrial (PISI) ubicada en el Centro Atómico Ezeiza, siguiendo las estrictas medidas de seguridad establecidas por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
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    En esta planta hay una sala de gruesas paredes de hormigón que alberga una fuente de cobalto 60 sumergida en una pileta. El agua es el blindaje que contiene a la energía radiactiva. A la hora de irradiar, suena una alarma y los operadores salen. Entonces, las barras de cobalto se elevan y la radiación penetra en las cajas con los productos o elementos a tratar, que pueden ser libros, pero también alimentos o material médico como gasas o jeringas, porque la misma técnica se utiliza como método de esterilización. A dosis controladas, las radiaciones ionizantes emitidas por el cobalto 60 no cambian las características de los productos tratados ni los contaminan.
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    Experiencias exitosas: los archivos que se salvaron con radiación
    Los primeros archivos rescatados exitosamente con radiación pertenecieron a la propia CNEA: fueron los Boletines Administrativos Públicos, memoria de la institución, que habían sido atacados por los hongos. También se irradiaron nueve cajas con publicaciones pertenecientes al Centro de Información del Centro Atómico Constituyentes, que se habían infectado porque se mojaron en una inundación.
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    Después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, ante posibles ataques con ántrax, siete cajas con revistas científicas provenientes de Europa y Estados Unidos fueron irradiadas con dosis varias veces más altas que las necesarias para tratar hongos. Esas revistas siguen en uso normal y sin muestras de ningún tipo de deterioro en el papel o su estructura.
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    En 2005, se creó el Laboratorio de Conservación Preventiva y Restauración de Documentación (LCRD) de la CNEA, que funciona en el Centro Atómico Ezeiza. Su tarea consiste en limpiar, restaurar, digitalizar y realizar la guarda de preservación de patrimonio que sufrió un ataque fúngico y ya pasó el procedimiento de irradiación.
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    El LCRD se nutre del trabajo de un equipo multidisciplinario, del que forman parte la dirección de la planta de irradiación, un microbiólogo de la Universidad Nacional de la Plata, personal de otros laboratorios de CNEA y científicos de otros países.
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    Este equipo realiza investigaciones sobre el uso de la radiación gamma para el control de infecciones por hongos en libros, documentos y fotografías. Además, el LCRD ofrece capacitaciones sobre conservación de este tipo de materiales.
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    Otro trabajo muy significativo fue el realizado para el Convento de San Francisco, fundado en 1619 y ubicado en Alsina 380. EL LCRD se ocupó de la puesta en valor, limpieza, restauración y guarda en preservación de las auténticas de las reliquias de santos que posee el convento, que incluyen una de San Francisco de Asís y otra de San Roque. Las auténticas son los documentos que certifican la autenticidad de esas reliquias. Además, el laboratorio trabajó con una carta hallada dentro de una cápsula del tiempo que se ocultaba desde 1908 dentro de la escultura de Dante Alighieri, una obra de Federico Vöegel que decora el frontis del templo. En la carta se narra cómo se hizo la obra.
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    Actualmente, se trabaja con las fotografías históricas de CNEA, en el marco del proyecto “Recuperación de la Memoria Fotográfica Institucional”. Este fondo fotográfico cuenta con 16.000 fotografías en blanco y negro, diapositivas y negativos.
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    CNEA en la Feria del Libro
    La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) participa en la Feria del Libro con un espacio en el pabellón Ocre de La Rural, en el que se pueden conocer los grandes proyectos de la institución, recibir información sobre sus institutos de formación académica y asistir a charlas científicas sobre las variadas aplicaciones de la tecnología nuclear. Una tecnología que también puede hacer mucho para recuperar valioso material bibliográfico y documental.
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