China: ¿nuestra nueva Inglaterra?

Este texto fue publicado por primera vez en un blog personal de este editor en julio de 2014, en ocasión de la visita de Estado a nuestro país del presidente Xi Jinping y la firma de una Asociación Estratégica Integral entre Argentina y China.

Desde entonces ha aparecido en distintas formas, incluso -en un resumen muy breve- en AgendAR, en abril de 2018, cuando nos visitó Jin Liqun, el Presidente del Asian Infrastructure Investment Bank.

Ahora reproducimos aquí el texto original -sólo recortando algo de palabrerío- de hace casi 9 años atrás. No encontramos necesario cambiarlo.

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El título de este artículo, que puede parecer sorprendente, se refiere sólo a un aspecto de la realidad. Uno muy importante: las relaciones comerciales emtre nuestro país y la República Popular China.

Ellas han sido muy convenientes para nuestro país, y también para China, naturalmente; su profundización, que está en marcha, es probable que nos beneficie aún más: un mercado gigantesco, en previsible crecimiento, para nuestras exportaciones agropecuarias y mineras -que son las que nos dan recursos para políticas sociales y educativas; y también una fuente de financiación, y de inversiones.

Esto último en especial en transportes, una infraestructura vital para un país moderno, que Argentina necesita mejorar. Por supuesto, el futuro siempre es incierto, pero no existe fuera del continente suramericano otro vínculo estratégico que reúna ventajas actuales y potenciales como éste. Nuestro gobierno, y los empresarios –que hoy están de acuerdo en pocas otras cosas– coinciden en verlo así.

Para la otra parte, para China, también hay una conveniencia estratégica: podemos ser – ya somos – un proveedor confiable de alimentos, sólo comparable a Brasil. Los países africanos son inestables, sus técnicas agrarias y extractivas todavía son rudimentarias, y sujetas a turbulencias políticas; y  el otro gran productor de alimentos, EE.UU., … bueno, es concebible que en un futuro se presenten dificultades diplomáticas que pongan en riesgo el abastecimiento.

El punto es que estas mismas cosas podría haberse dicho, con mínimas variaciones, sobre nuestras relaciones comerciales con Inglaterra hace 150 años.

Y las halagüeñas promesas que se hicieron los gobernantes en ese tiempo resultaron reales. Los resultados del comercio con el Reino Unido, además de beneficiar a los terranientes de la Pampa Húmeda, permitieron financiar un Estado moderno, un ejército profesional, una escolarización primaria (la ley 1420) y una salud pública del Primer Mundo… de esa época.

Al mismo tiempo, esas relaciones comerciales con la Gran Bretaña crearon una red de intereses y una actitud …facilista, de dependencia en una coyunturaque se creía eterna, en nuestras clases dirigentes y en buena parte de quienes debían haber sido los empresarios dinámicos que necesita un país para desarrollarse.

Cuando el mundo cambió –y siempre cambia– nuestro país encontró muy difícil elaborar un nuevo camino de desarrollo y, sobre todo, encontrar la cohesión nacional necesaria para consolidarlo.

Todavía hoy, la nostalgia de esa «Arabia Saudita de las vacas y el trigo» que fue la Argentina de 1910 –que nadie vivo hoy conoció– perdura en la imaginación de muchos argentinos y les impide apreciar con realismo las probabilidades y los riesgos del presente.

No debemos creer que la visita de estos días del Presidente Xi Jinping y los acuerdos firmados en esta oportunidad,  la Asociación Estratégica Integral, representan en alguna forma un punto de inflexión. Son un hito en un proceso que con altísima probabilidad se extendrá por décadas. Y que requerirá prudencia diplomática y capacidad de planificación por nuestra parte. China ya las tiene.

Abel B. Fernández