El que voló la represa de Nova Kajovka no es del pago

La represa en mejores días que hoy, escurriendo agua por los aliviaderos. Al fondo se divisa la casa de las turbinas.

El miércoles 6 de este mes de junio la voladura de la represa de Nova Kajovka, la sexta de las construidas “en cascada” de Norte a Sur sobre el río Dniéper en tiempos soviéticos, desató vastas inundaciones aguas abajo y está vaciando el embalse aguas arriba.

Las consecuencias son fortísimas para varias zonas y activos en manos rusas y abren oportunidades a la actual ofensiva ucraniana. Por ahora ésta sigue buscando puntos de debilidad en un frente de más de 1300 km, todavía sin gran fortuna. Pero liquidada la represa, el frente está agrandándose en 300 km. adicionales.

Nacido a apenas 220 metros de altura en las lomadas Valdai en Smolensk, Rusia, el Dniéper tiene 2200 km. de largo y un espléndido caudal de 1600 m3/segundo. Pero hace décadas que no es propiamente un rio sino más bien una cascada de sucesivos embalses artificiales.

Tras la ruptura de la Unión Soviética el Dniéper se volvió trinacional, con 485 km en las nacientes rusas, 700 km. de curso medio en Belarús y los 1095 km. finales en Ucrania.

No sabemos adónde estará la frontera entre Ucrania y Rusia cuando termine esta guerra, si termina. Pero desde que se desató en febrero de 2022, en lo que va de Zaporiya hasta el delta a orillas del Mar Negro, estos lagos han fungido una vez más como línea del frente entre dos ejércitos.

Como los embalses se apegan al viejo cauce de inundación del Dniéper y éste, al igual que la historia regional, es muy vueltero, los puntos cardinales no definen mucho. Por ello, nos apegamos a la ortodoxia de geógrafos que recomienda llamar “izquierda” o “derecha” a las orillas suponiendo que uno viaja por el río corriente abajo y mirando a proa.

Daños a las defensas rusas

Foto satelital de Maxar Technologies del dique roto de Kajovka

En la orilla derecha, los daños de la voladura del dique fueron considerables: 40 aldeas bajo agua, y también enterrada en una sopa de Dniéper pimentada de agroquímicos, detritus industriales y de guerra al menos el 20% de la ciudad de Jersón, ya muy derruida y despoblada por haber sido liberada dos veces del tiránico opresor anterior. Pero lo inundado de Jersón está a pie de barranca: el resto de la ciudad se yergue hasta 25 metros por sobre el Dniéper.

Por lo bajo, en las primeras 48 horas había 20.000 inundados en ambas márgenes, según la revista británica Nature, y 700.000 ucranianos en las ciudades de Jersón, Nikopol, Marhanets y Pokrov con su provisión de agua potable amenazada, porque se alimentaba por acueductos con bocatoma en el viejo pelo de agua del embalse de Kajovka, y el viernes 9 éste había perdido 8 km3 de volumen, bajando de 19 a 11 km3.

Sin embargo, en la orilla izquierda del sistema deltaico del Dniéper todo ha sido mucho peor, reconoce Science, fundamentalmente porque ésa es una costa más baja y anegadiza. En revancha, la orilla derecha del Dniéper, delimitada por una falla geológica ascendente, es en promedio 15 metros más alta, por barrancosa. Se parece un poco a nuestro Paraná de las Palmas a la altura de las Atuchas I y II, con las centrales a 40 metros sobre el río, subidas a barrancas empinadas sobre la margen derecha, y con vistas hacia una orilla opuesta más barrosa, de pajonal y monte.

Por ello, la voladura de esta represa soviética de 68 años de antigüedad barrió con facilidad unos 100 km. de líneas de defensas rusas desde la pared demolida hasta la salida del río al Mar Negro. Esto lo dice Binkov’s Battlegrounds, un canal croata de geopolítica bélica de Youtube, bien informado en asuntos de logística, armamento y doctrinas nacionales de combate.

Informan oficiales ucranianos de soldados rusos sorprendidos y arrastrados por el agua, según el semanario británico The Economist. Al Jazzeera habla de miles de minas antitanque y antipersonales que protegían la primera línea de trincheras rusas arrancadas de sus enterramientos y regadas por las islas corriente abajo.

La desembocadura poco habitada del Dniéper sobre el Mar Negro es una buena zona de infiltración para tropas especiales, una reserva de biosfera. Sus costas fueron jalonadas de búnkeres por el Ejército Ruso. Como observa Eduardo Vior, experto en internacionales de TELAM, las defensas rusas, muy escalonadas en profundidad, ahora deberán retroceder y reconstruirse en territorio más alto y seco. Y más vale que rápido.

Hasta 130 kilómetros aguas arriba del paredón derruido, donde está el complejo nuclear de Zaporiya, el rápido desagote del embalse de Kajovka está creando varias posibles playas de desembarco sobre la margen izquierda. Todavía son demasiado barrosas como para que los ucranianos las exploten, salvo para incursiones de comandos. Pero los días largos de verano podrían volverlas más firmes.

La extensión del embalse a capacidad normal (18 km3) le daba una extensión de 2000 km2. Su regreso a los viejos márgenes históricos del Dniéper le harán perder una anchura hoy de muchos kilómetros, pero su estabilización depende de cuánta pared intacta midiendo desde el fondo haya quedado en los dos tramos de la represa que fueron volados.

Binkov’s no cree que la demolición de una estructura tan masiva haya sido posible con misiles o artillería. Más bien opina que se usaron cargas de profundidad o de demolición tras alguna operación muy bien encubierta con buzos tácticos, ayudados o no por submarinos enanos.

Añade que los explosivos pueden haber sido montados hace más de un año por los rusos, cuando todavía dominaban ambas orillas del embalse. Entonces querían reservarse la posibilidad, llegado el caso, de no quedar rodeados por la Milicia Territorial (equivalente ucraniano de nuestra gendarmería) escapando por el coronamiento de la represa de la veloz ofensiva de septiembre de 2002. Eventualmente, si volaban el dique tras una retirada así, los rusos podían impedir que sus oponentes lo usaran para generar una cabeza de puente en la margen izquierda.

Pero en la situación actual, con fuerzas antagónicas plantadas en cada cabecera de la represa, el croata -en general apegado a la OTAN- no cree que la voladura de la misma favorezca en nada al Ejército Ruso.

De modo que sin haber aún si el Dniéper terminará regresando a su viejo ancho de río, que era majestuoso, lo que vaya a desembarcar en las «nuevas» playas que van reapareciendo en la margen izquierda tras casi 7 décadas de inmersión tendrá que cruzar antes a flote, o por sobre pontones, y bajo fuego ruso.

Nada indica un cruce regalado, aún sin oposición. Cuando la URSS todavía no lo había tornado en una cadena de enormes y lerdos embalses, el Dniéper en esta zona tenía sus 3 kilómetros de ancho, fue siempre correntoso y resultaba bastante profundo, con vaguada de 14 metros o por ahí. Con mirada de milico moderno, no es un obstáculo que un tanque pueda cruzar por el fondo: no le alcanzaría el snórkel.

No por nada el nombre al río se lo pusieron los escitas, pastores, jinetes y  arqueros que fueron la pesadilla de griegos y romanos: Dānu Apr, en su parla indoiraní, significaba “río profundo”, es decir sin vados, o con muy pocos. 

Este impasable Dānu Apr, Dniéper o Dnipro, ha sido, como otros grandes ríos de Europa (el Don, el Danubio, el Dniéster, el Volga, el Elba), la única frontera natural en los 4000 kilómetros de llanura tendidos desde Holanda hasta los Montes Urales. En esa fértil planicie casi no existen montañas o bosques que frenen a los ejércitos. Y por ello, los cambiantes estados-nación que la jalonaron y jalonan viven en una justificada y milenaria paranoia.

Todavía no sabemos cuánto lecho de lago va a quedar expuesto al aire, pero no va a ser para bien de nadie: a diferencia del fondo arenoso, grueso y dorado de nuestro Paraná, que estuvo caminable por megasequía entre 2020 y 2023, el del lago Kajovka es puro sedimento fino. Abunda en limos y arcillas buenas para atrapar metales pesados y otros contaminantes industriales por adsorción.

De modo lo que tarden en volver la represa y su lago (y difícil que regresen, sin que se firma la paz), habrá 2000 km2 de barros ecotóxicos que serán volados como polvo por los vientos y regados sobre campos y ciudades, como viene pasando desde hace décadas con los fondos del casi desaparecido Mar Aral. Es las vecindades del Aral, las estadísticas de EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y de cánceres son muy altas. Las posibles voladuras de polvo en Karjovka son de mal pronóstico para la salud pública y la producción agropecuaria en general, a ambas orillas del Dniéper.

El descenso del pelo de agua del lago va a dejar nuevamente en racionamiento hídrico rabioso a los hoy casi 2,5 millones de habitantes de Crimea. Esta península es tan estepárida, ventosa y polvorienta como la costa de la Meseta Central Santacruceña en Argentina, sólo que con predominio más marino que continental, y por ello temperaturas medias más altas y nada de nieve. Más o menos, el clima de Puerto Deseado.

 

El Canal del Norte de Crimea, tendido desde el embalse de Kajovka hasta el Estrecho de Kerch, con sus emisarios y sus zonas de regadío

Si sirve como medida de lo boreal y fría que era la Unión Soviética y que sigue siendo la Rusia actual, éste es el lugar donde los que cortan el bacalao (o más bien el esturión) tienen su “dacha” veraniega, o de finde. Desde la posguerra, ha sido y es la Punta del Este de los ivanes con mando: para el frío tienen el cuero más duro que nosotros, y les gusta que no llueva, que no nieve y brille casi siempre el sol.

Toda la producción agropecuaria, las ciudades fotogénicas, las forestaciones, las playas turísticas y las agroindustrias de Crimea son asuntos recientes y dependen del llamado Canal del Norte. Éste nace dentro de una gran dársena en la margen derecha de la represa de Nova Karjovka. 

Este canal rumbea con decisión desde el lago hacia el Sur, y su considerable red de emisarios provee el 85% del agua local de Crimea, cuyo 72% va (o iba) a parar a agricultura. El resto del agua en la península depende de las avaras lluvias, unos 300 mm. anuales, que jamás permitieron más que una macilenta ganadería lanar extensiva.

Toda esa profusa obra hídrica fue excavada a fines de los ’50 por órdenes del fúnebre padrecito Josip Stalin y luego del más sonriente Nikita Jrushov, que era ucraniano por nacimiento. La fuente de agua de esta red era del embalse de Nova Kajovka. Si la Crimea vieja anterior era una estepa jalonada de ocasionales ovejas, fortalezas y puertos militares, la moderna es un considerable regadío.

O lo era hasta el miércoles pasado. Haciendo historia reciente, Ucrania cerró el Canal del Norte con un dique tras la captura relámpago de la península por Rusia en 2014. Eso hizo caer la producción agrícola regional en un 90%. Pero ya en 2022 y en guerra abierta, el ejército ruso dinamitó ese cierre y reabrió el canal tras capturar ambas márgenes del embalse de Kajovka.

Hoy ese canal se va quedando nuevamente en seco y Crimea no tiene otras fuentes de agua potable. Tal vez habrá que traerla en vagones-cisterna por riel a través del puente de 19 km. de longitud sobre el Estrecho de Kerch, dice Binkov’s, pero va a ser carísima, habrá que distribuirla sin ayuda de la gravedad, y no es imposible que ese colosal pero frágil puente vuelva a comerse otro bombazo ucraniano.

La situación de Crimea vuelve a ser un poco desesperante.

Problemas de seguridad nuclear

Piletones de enfriamiento al aire libre de los elementos combustibles gastados del complejo nuclear de Zaporiya, con sus seis centrales. El agua puede circular en circuito cerrado y enfriarse por aspersión.

130 kilómetros aguas arriba del cerramiento destruido, el bajonazo de nivel del agua del embalse de Kajovka podría dejar sin refrigeración los combustibles gastados y los núcleos de los reactores del complejo nuclear de Zaporiya. Desde principios de la guerra, todo eso está en manos rusas.

Construida -como casi toda la infraestructura de esta parte del planeta- por la vieja Unión Soviética, con sus 6 reactores VVER de 1000 MWe cada uno, Zaporiya sigue siendo hoy la mayor fuente de potencia nuclear de toda Europa, con 5700 MWe netos. Los reactores son clonalmente idénticos entre sí, un modelo de PWR (Pressured Water Reactor) particularmente exitoso por sus estadísticas de seguridad y disponibilidad.

A casi medio siglo de su diseño, la empresa nuclear rusa Rosatom los sigue exportando a China, la India, Turquía, Bangla Desh, Egipto y Hungría, en versiones “polenteadas” de 1200 MW. Con estos VVER, Rusia logró que los países nucleares emergentes se olvidaran de Chernobyl. Aquí no pasa año sin que Rosatom se los ofrezca a la Argentina.

Aquí, pido perdón por una disgresión inevitable. Zaporiya es una región todavía muy poblada, pese a la guerra. No parece el sitio más adecuando para un “meltdown”, o derretimiento de núcleo. Tampoco sería bueno repetir aquí ese “first timer” mundial que fue el incendio de piletones de combustible gastado protagonizado en 2011 por la unidad 4 del complejo nuclear de Fukushima Daiichi en Japón. Era una General Electric MK1 estadounidense.

Pero aquel piletón de combustibles gastados se quedó en seco porque estaba absurdamente colocado en la azotea del edificio del reactor, que se rajó por acción de un terremoto, y se vació a cataratas. Primer incendio en la historia nuclear de un piletón de enfriamiento… ¡¡y en un reactor apagado!!

Los edificios de contención de los reactores 1,2 y 3 del complejo Fukishima Daiichi, también GE MK1, reventaron por explosiones de gas hidrógeno combinado con oxígeno atmosférico. El hidrógeno se generó por el recalentamiento de los elementos combustibles de los núcleos de dichos reactores, cuando se quedaron sin circulación de agua refrigerante.

Y eso de la falta de circulación sucedió porque las bombas de refrigeración se quedaron sin electricidad. ¿Y por qué se quedaron sin electricidad? Porque el terremoto, un Richter 9, el más poderoso de la historia registrada de Japón, volteó la red eléctrica. Sí, lector, las centrales nucleares funcionan con electricidad de red, más o menos el 10% de la que inyectan a la red.

Cuando se cayó la red de Fukushima 1, 2 y 3, la electricidad para bombeo en emergencia quedó a cargo de 3 respectivas unidades diésel… que se apagaron tapadas por el mar, cuando 55 minutos tras el terremoto sobrevino un tsunami de 14 metros de altura.

¿Pero a quién se le ocurre colocar los grupos diésel en la planta más baja de una central costera en el país más sísmico de la tierra, el sitio que patentó la palabra «tsunami»? No alcanza con un solo idiota o turro para ello. El diseño fue de la General Electric, y la Nuclear Regulatory Commission de los EEUU lo licenció, pese a los gruñidos y protestas de varios de sus mandos medios. Y a la TEPCO, la “utility” eléctrica más grande de Japón, la idea le pareció encantadora. Montar enormes máquinas diésel en altura es más caro.

También le gustó sobremanera a TEPCO que hubiera un único motor diésel de back-up en cada central (aquí en Argentina ponemos 3 o 4). También le gustó que como todo back-up de los diésel hubiera unos insulsos bancos de baterías con apenas 12 horas de carga. También el poner esas baterías en la planta baja, por supuesto, lugar donde un tsunami las pone en cortocircuito al toque.

 

Se incendian los tanques de gasoil de los motores de respaldo de las centrales Fukushima Daiichi 1, 2 y 3.

A este diseño piojoso hay que añadir que el diseñador usó una correlación potencia térmica/volumen de recipiente y de edificio de contención vergonzosamente alta. Estos reactores tenían una potencia térmica desmesurada para recipientes de presión y edificios de contención de volumen demasiado bajo.

Nuevamente, ahorros y cortapisas en todo el diseño. Hagámoslo baratito, así lo compran los giles. Y a la Japan Nuclear Regulation Authority le pareció todo excelente: si era yanqui, era bueno, como el baseball. Las ocupaciones militares generan colonialismo mental, y viceversa. ¿Cómo nos iban a ganar una guerra los autodenominados americanos, si no son semidioses? El problema es cuando esta mentalidad de esclavo se vuelve ingeniería de infraestructura.

Para empeorar con talento local las cicaterías del fabricante estadounidense, TEPCO decidió instalar el monumental complejo nuclear a 10 metros de altura en una barranca de 30 metros. ¿Por qué no arriba del todo, en una costa tan sísmica? ¡Hombre, ni se pregunta! Para no gastar electricidad al cuente (aunque es lo que produce y vende TEPCO). ¿Gastarla en qué? En bombear hasta tan arriba el agua fría del mar para condensar el vapor que gastan las turbinas.

Cuando los motores diésel y las baterías se apagaron y los combustibles se pusieron al rojo blanco por el calor residual, el zircaloy (aleación de zirconio) de sus vainas catalizó la descomposición del vapor de agua en hidrógeno y oxígeno. Dicho en cortito: FSSSSS.

El hidrógeno, estimados lectores, es un elemento que odia estar en estado puro: trata desesperadamente de combinarse de nuevo con oxígeno y volver a formar agua. Pero ésa, la formación de agua, es una de las reacciones más exotérmicas de la química inorgánica. Dicho en cortito, PUMM. Pero tres veces, una en cada central.

Hubo tres explosiones químicas aterradoras, y los recipientes, nada robustos, y los edificios de contención (ídem) reventaron como sandías, y liberaron productos de fisión de uranio a lo grande en la atmósfera, el agua y la tierra.

El ahorro un tanto criminal no es una prerrogativa del capitalismo. Conozco un solo diseño peor y más destripado de sistemas de seguridad activa y pasiva que el GE MK1. Es el RBMK 1000 soviético que estalló en 1986 en Chernobyl.

Originalmente el RBMK era un pequeño reactor plutonígeno militar, hasta que a algún economista se le ocurrió que, en tamaño muy grande, podía producir electricidad barata. Justo en un momento en que la URSS tenía que destinar casi todo su petróleo a exportación sin poder quemarlo «en casa». Es que vivía de esos dólares y un pacto de sobreproducción entre EEUU y Arabia Saudita había derrumbado el precio del barril, de U$ 30 en 1985 a U$ 10 en 1986.

El factor común de ambos diseños, el GE MK1 yanqui y el RBMK soviético, aunque son máquinas muy diferentes, es el estar enérgicamente destripados de sistemas caros de seguridad pasiva y activa. Presentado a la Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina cuando la licitación de Atucha I, en 1967, el GE-MK1 aquí fue rechazado a libro cerrado. Es ese tipo de ingeniería tramposa que termina generando miniseries -también tramposas- de HBO o de Netflix.

En cambio, el VVER siempre fue, desde sus primeras unidades de baja potencia, un ejemplo de buen reactor. Muchos lo consideran un pelito mejor que los PWR occidentales derivados del Westinghouse que propulsó el submarino Nautilus, en los que se inspira.

Este diseño soviético prefiere resignar un poco de potencia con temperaturas y presiones algo más bajas en el circuito primario. También gasta en recipientes de presión de buen acero y gran volumen, y edificios de contención muy espaciosos y robustos. Nada demasiado innovador, pero el resultado es difícil de romper desde afuera o desde adentro. Hoy las VVER son el Toyota Corolla de esta industria, las centrales más vendidas del mundo.

Con esto quiero decir que un accidente nuclear en Zaporiya hay que fabricarlo, es difícil que suceda sin ayuda. Pero aparentemente, existe la decisión de que sí suceda, o al menos de fingir que existe esa decisión. El complejo ya se quedó 7 veces sin electricidad de red debido a los tiros de artillería contra las líneas de alta tensión que entran a la planta.

Ante la imposibilidad material y de yapa moral de tener semejante bestia de instalación colgada permanentemente de los generadores diésel de back-up para refrigerar las 6 centrales, los rusos decidieron enclavarlas: hace 8 meses dejaron 5 en parada fría y 1 en parada caliente. No lo aclaran, pero ésta última seguramente podría volver fácilmente a criticidad y dar electricidad en caso de nuevos apagones de red. Por ahora, Zaporiya no produce potencia: la consume, y no poca, y se gasta mayormente en refrigeración.

 

El compatriota Rafael Grossi el 4 de marzo de 2022 en rueda de prensa, explicando los riesgos de Zaporiya entonces sometida únicamente a ocasionales obuses de 155 mm dirigidos a sus líneas de alimentación eléctrica. Ah, aquellos días felices…

En la inmensa dársena de enfriamiento de combustibles gastados frente a la planta hay agua para refrigerar tanto las 6 centrales como los piletones durante unos meses, reciclándola, ya que ninguna de las 6 máquinas está generando potencia, y no hay vapor de turbinas a condensar. Eso permite servirse de una fuente fría (o sumidero de calor) más bien escueto y tibio, en comparación con el embalse.

De las muchas situaciones precarias creadas por la guerra en el complejo nuclear, ésta es la menos peor. En la central hoy están amarrocando hasta el agua de los canales de descarga de agua caliente.

La dársena es una enorme instalación sobreelevada varios metros sobre el pelo de agua habitual del lago. Son grandes piletas al aire libre, con pérdidas por evaporación muy altas y ni te cuento en verano. Nacida Zaporiya con un embalse artificial de 19 km3 de agua a pie de planta, ningún ingeniero nuclear soviético pensó que el piletón o el circuito terciario, que enfría el vapor de turbinas, pudieran jamás llegar a quedarse en seco.

Todo intento ruso de reabastecer de agua fría el complejo, por ejemplo trayendo camiones de bombero para succionar agua desde el Dniéper, podría ser blanco de artillería y de misiles. Quien corteja el desastre nuclear está perdiendo la paciencia y el disimulo.

Por algo nuestro compatriota Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), exhorta a ambas partes a no hacer cabronadas con la dársena. A saber, romperle la pared a misilazos, por ejemplo, y dejarla vacía, como la terraza del edificio 4 de Fukushima, aunque aquí hay décadas de combustibles gastados y calientes aún de 6 centrales: todo es mucho mayor.

Entiendo que el director de un organismo multilateral de las Naciones Unidas deba decir: “Yo, argentino”, e incluso hacerse el sueco. También entiendo que los multimedios argentinos abrochados financiera, política y mentalmente a los EEUU y la UE la jueguen de imparciales.

Allá ellos. Como periodistas de investigación, elegimos no incurrir en eso: el daño causado por la voladura de Nova Karjovka va tan absolutamente en detrimento de todo interés ruso que le falta venir con firma. Es obvia. No hace falta ser ingeniero agrónomo o nuclear para verla. Quizás seamos un poco idiotas, pero con un límite: no nos pagan por serlo.

Dicho esto, algunas otras reflexiones: no debe haber sido fácil romper la represa de Nova Karjovka: es un terraplén construido por varias capas de material suelto y con núcleo impermeable. Es recto, transversal al cauce fluvial, de 3,2 km. de longitud en el coronamiento, obra terminada en 1956. Hasta el miércoles 6 de junio, conservaba sus 30 metros de borde libre, la altura entre el coronamiento y el nivel óptimo del agua embalsada.

Sobre qué pudo derrumbar semejante estructura, la hipótesis más explicativa es la de Binkov’s: cargas explosivas en la base de la pared aguas arriba, para aprovechar el martillazo colosal de la onda de choque en un fluído no compresible.

Las partes más débiles del cierre, o al menos las menos impactadas, son las dos que desaparecieron. Suman unos 85 metros de hormigón ciclópeo. La represa es una estructura de gravedad, ergo equilibrada contra la presión del agua por su propio peso, algo alivianado por contrafuertes. La parte destruida no es mero terraplén inerte, sino que contiene actuadores: las planchas de acero que abren y cierran las esclusas de alivio mediante grúas puente que ruedan sobre rieles.

Desaparecido está también gran parte del edificio de máquinas donde giraban tres turbinas que sumaban 351 MWe. En el derrumbe de un dique, sea por taras de diseño, por un terremoto o por acción enemiga, alcanza con abrir una pequeña brecha inicial: la correntada hace el resto.

 

La estructura típica de los terraplenes de los diques de gravedad, de materiales sueltos respaldando el núcleo de arcillas impermeables. Sólo el agua puede romper este cerramiento.

Las ganas de liquidar la represa son tan viejas como esta guerra, y el objetivo más redituable, entre los varios a los que pasé revista, parece ser el complicar el enfriamiento del complejo nuclear de Zaporiya. Eso no quiere decir que quien perpetró esta cagada esté dispuesto a ir hasta el final y causar un accidente nuclear de grado INES 7, como el de Chernobyl o el de Fukushima. Quizás le alcance con mostrar que si quiere puede hacerlo, y que está seriamente tentado. Pero creo que está mostrando demasiada temeridad como para ser paisano de esos pagos del Dniéper.

Tampoco se ve demasiado amor por la tierra, al menos por esta tierra, en haber eliminado la base de sus canales de regadío, aguas arriba de la represa, y la erosión de la capa fértil causada por la inundación aguas abajo. Nature habla de daños a la producción que durarán décadas.

Las inmediaciones del Dniéper, con sus suelos negros tipo chernosol, tienen una producción prodigiosa de cultivos industriales de grano grueso y fino: girasol, trigo y hasta maíz, complementados por industrias de harinas y aceites. Un tercio del trigo producido en el mundo viene de estos pagos.

Pese a sus inviernos duros, desde que llegaron al Dniéper los embalses y el regadío, esas llanuras fueron la panadería de la URSS, y hoy lo son de Ucrania, Rusia, Belarús y los países árabes del Magreb, Egipto, Medio Oriente, el Cuerno de África e incluso la atribulada República del Congo.

Esos suelos hoy se quedan sin regadío, sólo con agua de lluvia (400 a 600 mm/año). Se quedan también con la amenaza de ser espolvoreados por las voladuras de los fondos del lago Kajovka, llenas de contaminantes industriales, algunos de ellos «forever chemicals» (no desaparecen por acción bacteriana o de la intemperie, sino que ingresan en las cadenas alimenticias y se concentran en sus escalones más altos). Estos suelos se quedan también con la incógnita de un posible accidente de tipo INES 7 en alguno de los 6 reactores de Zaporiya, que inutilice la tierra regándola de cesio 137, iodo 131 y otros productos de fisión.

Aunque la política de retroceder dejando tierra arrasada tiene sobrados antecedentes en la historia regional, los daños químicos y radiológicos a la tierra y al agua, a diferencia de los que recibe la infraestructura eléctrica, son duraderos y profundos. No se remedian fumando la pipa de la paz, acordando nuevas fronteras, tirando dólares y reconstruyendo carreteras, líneas férreas y de alta tensión.

Son estragos durables y casi permanentes. Garantizan, sumados, una lenta e intratable catástrofe económica, social y política tanto para Ucrania como para Rusia. Ambas partes colapsarían como estados-nación porque el detrimento ecológico y social sería imposible de remontar en tiempos políticos.

Los contendientes son países en regresión demográfica, con poblaciones que envejecen y relativamente pocos jóvenes, todavía como efecto cascada, a tres generaciones de distancia, de aquellos 27 millones de jóvenes soviéticos muertos en la Segunda Guerra Mundial.

Como decían los jueces romanos: cui bono? ¿Quién sale ganando no sólo si se derrumba el poder en Rusia –algo que, definitivamente, no estaría sucediendo– sino también si ambos estados fracasan?

Quien no sufre, sino probablemente se beneficia con semejante desmadre por ahora no tiene muertos propios (admitidos), parece decidido a seguir la guerra hasta la última gota de sangre (ucraniana) y probablemente cuenta con excedentes agropecuarios importantes, capaces de financiar un segundo Plan Marshall. Y de apropiarse luego de las finanzas, vidas y destinos de quienes tengan que agarrarse de ese salvavidas.

Y si ese alguien no parece asustado de lo que está haciendo, es porque no es de estos pagos ni tiene que vivir en ellos. Son evidencias indirectas, pero todas, o casi todas, apuntan a los EEUU.

Daniel E. Arias

COMENTARIO DE AGENDAR:

 

La conclusión a la que llega Arias -que, frente a los gravísimos daños que ha provocado y provocará la destrucción de la represa a rusos y ucranianos, y a los clientes del cereal de Ucrania – el probable autor intelectual del bombardeo ha sido Estados Unidos- es plausible.

Pero cabe recordar que tácticas de «tierra arrasada» han sido usadas en muchísimas guerras -en nuestra historia, Belgrano acudió a ella cuando dispuso el Éxodo Jujeño. Y en esas mismas llanuras donde hoy transcurre esta guerra, esas tácticas han sido usadas una y otra vez, en las historias entrelazadas de Rusia y Ucrania.

Abel B. Fernández