Hasta ahora, el mecanismo de priorización de ampliaciones en la red de alta tensión dependía del Consejo Federal de Energía Eléctrica (CFEE), que en los últimos años desdibujó su perfil técnico. Frente a esa realidad, la Secretaría de Energía publicó una resolución que jerarquizó 15 proyectos de 500 kV por su nivel de prioridad. La normativa no resuelve la falta de financiamiento, pero fija una hoja de ruta que facilitará la concreción de las líneas.
El sistema de procedimientos para establecer las ampliaciones del sistema de transporte eléctrico fue uno de los factores que atentó en los últimos 20 años contra la concreción de nuevas inversiones en la red de alta tensión. El marco regulatorio establece que la construcción de líneas de 500 y 132 kilovolt (kV) sea validada por el Consejo Federal de Energía Eléctrico (CFEE), un órgano de decisión que con el paso del tiempo fue licuando su perfil técnico para ser ganado por la política. Hoy está controlado por los gobernadores que tienen escasa propensión a buscar consensos en torno a cuáles son las obras que requiere el sistema con mayor urgencia. Cada provincia pelea por su propia agenda, impulsa proyectos en su territorio y así, la mirada federal se diluye. Los primeros dos gobiernos kirchneristas sentaron la bandera de esa dispersión al impulsar la construcción de líneas de 500 kV en la Patagonia que no tenían prioridad para el conjunto de la red.
La Secretaría de Energía zanjó de cuajo este lunes esa parálisis virtual del CFEE y de su comité de administración (CAF). Por medio de la resolución 507/23 que lleva la firma de Flavia Royón, titular de la cartera, definió un plan de expansión del sistema de transmisión que incluye 15 obras agrupadas en 5 bloques jerarquizados en función de su prioridad técnica. De ese modo, dentro del conjunto de prioridad 1 incluyó al proyecto AMBA I, que es indispensable para reforzar el anillo de abastecimiento eléctrico en el área metropolitana de Buenos Aires a fin de evitar los colapsos de tensión que este verano empezaron a afectar el suministro en la zona de mayor demanda del país. También sumó a ese grupo la construcción de la línea de 500 kV Vivoratá-Plomer y el complejo Puerto Madryn-Choele Choel-Bahía Blanca.
Sin antecedentes
Es la primera vez en más de 20 años, que el Estado nacional define una grilla de obras prioritarias para el sistema eléctrico. En la práctica, la nómina publicada en el Anexo 1 de la resolución 507/23 sigue la hoja de ruta esbozada por técnicos del sector, tanto de Cammesa como de Transener, la empresa encargada de operar las líneas de alta tensión.
Es cierto que la normativa no resuelve cómo financiar las obras, el otro gran obstáculo —sumado a la burocratización del CFEE— que complica la realización de obras en la red de transporte. Pero al menos especifica claramente qué proyectos son los que necesita el sistema. De cara al cambio de gobierno es un buen antecedente porque la administración que asuma el 10 de diciembre ya contará con esa discusión saldada y evitará tener que negociar con la política para destrabar la ejecución de las obras si consigue crédito para llevarlas adelante.
Comentario de AgendAR:
Dicho sin ninguna vocación kirchnerista, el gobierno de NK y CFK construyó 4500 km. de líneas de alta tensión. Lograron que por primera vez en la historia el sistema de transporte eléctrico perdiera su estructura lineal, idéntica a la de los tendidos ferroviarios ingleses, y en cambio adoptara la morfología de una serie de anillos.
Esto en lenguaje de ingeniero eléctrico es «mallar» el sistema, y darle más resistencia frente a apagones de gran escala. Si se cae por un incendio o una tormenta una línea de alta tensión, como el sistema está mas mallado, la electricidad puede seguir llegando desde el punto A al punto B por derivaciones laterales.
Este primer mallado de la red permitió, entre otras cosas, darle mayor capacidad de alojar recursos intermitentes, como los parques solares del NOA, y los intermitentes pero además impredecibles, como los muchos parques eólicos, que suman unos 5182 MW instalados a la red argentina, los cuales en 2022 generaron el 13% de la electricidad consumida por el Sistema de Interconexión. Sin mallar la red, olvidate de poner turbinas eólicas porque por los altibajos instantáneos de potencia se le van a quemar heladeras y máquinas a los consumidores, o eventualmente se te va a caer la red.
Me fascina lo técnicamente imbécil de esta crítica, pero no dudo de que se escribió en el AMBA, que la clase política -no toda- considera el ombligo del mundo.
Como este mallado y despliegue de líneas de alta tensión no se continuó y tampoco se reforzó lo construido, el 16 de junio de 2019 la caída -por falta de mantenimiento- del cruce aéreo sobre el Paraná de una de las 3 líneas de 500 kilovoltios desde Yacyretá hasta el AMBA desató el primer apagón nacional de la historia, que fue también internacional porque arrastró a parte de las redes eléctricas de Uruguay, Paraguay y Chile.
Por lo demás, la meseta patagónica tiene 750.000 km2, una cuarta parte de la superficie del país, pero está menos poblada que la municipalidad bonaerense de La Matanza. Llegar con una línea de alta tensión hasta Santa Cruz iba a permitir dos cosas: primero, unificar tres redes eléctricas por primera vez en la historia: la Norte y Centro, con la de Patagonia Norte, y con la de Patagonia Austral. Y eso se logró.
La segunda cosa no se logró, y fue terminar las dos represas, la Cepernic y la Kirchner, o Cóndor Cliff y Barrancosa, según quien las denomine, porque desde 2016 la Secretaría de Energía, brevemente Ministerio, estuvo directamente bajo administración de la Shell. En 2016 las obras se pararon primero con excusas técnicas (hay que bajarles la potencia instalada, dijo el ministro Aranguren), y luego sin ninguna. Y es que a las petroleras, máxime multinacionales, les molesta mucho que aquí se genere electricidad con agua o con la fisión del átomo, en lugar de pagarles el gas argentino que les regalamos.
El sentido de tirar una línea de alta tensión hasta Santa Cruz era hacer que la electricidad producida por el único gran río no represado de la Argentina, el Santa Cruz, más caudaloso luego del Paraná, el Uruguay y el Negro, llegara al resto del territorio. Y además, probablemente, las represas permitirían poner algunas industrias electrointensivas (aluminio, vidrio, cemento, acero) en una provincia que, como Santa Cruz, tiene el tamaño de la vieja Alemania Occidental, pero cuya población cabe en el estadio de River.
¿Eso estaba mal?
Daniel E. Arias