Los institutos de formación de la CNEA, herramienta para el desarrollo nuclear argentino

Los tres institutos creados por la CNEA en asociación con universidades nacionales ofrecen, además de las becas, un estipendio mensual a los estudiantes que se inscriben a las distintas carreras que se cursan. “Te pagan por estudiar”, se escucha entre los estudiantes cuando resumen qué es lo que más los sorprende de la oferta académica de la CNEA.

En los institutos se ofrecen también maestrías, especializaciones y cursos de actualización; dos de ellos están en Buenos Aires, y el Balseiro es la marca registrada de Bariloche.

“La formación de profesionales y el descubrimiento de talentos es fundamental para desarrollar el plan de ciencia y técnica de la CNEA. Es una apuesta a futuro y lo que consolida y garantiza nuestra soberanía tecnológica en el área de las aplicaciones nucleares”, dice la presidenta de la institución Adriana Serquis. E indica que cada uno de los institutos tiene una línea de trabajo distintiva, para proveer recursos humanos a los distintos proyectos de la industria nuclear en la Argentina. “Son carreras con salida laboral”, agrega.

Por su parte, la gerenta de Área Académica de la CNEA Florencia Cantargi, doctora en Física, cuenta que “nuestros institutos son una gran oportunidad para aquellos jóvenes que quieran formarse y desarrollarse en un ámbito de excelencia con proyección profesional y laboral inmediata”.

Ecosistema académico

Los institutos, nacidos hace varias décadas, acompañan las tareas de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación del sector nuclear nacional y se orientan a la capacitación de profesionales y técnicos.

Creado en el año 1955, el Instituto Balseiro (IB), ubicado en el Centro Atómico Bariloche (CAB), fue el primero de los centros académicos. En el año 1998 se concretó su formalización a través de un convenio conjunto entre la CNEA y la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).

Más tarde se sumó el Instituto Sabato, emplazado en el Centro Atómico Constituyentes (CAC), creado en el año 1993 a través de un convenio entre la Universidad Nacional de General San Martín (UNSaM) y la CNEA.

Finalmente, en 2006 se fundó el más joven de los centros de formación, el Instituto de Tecnología Dan Beninson (IDB), establecido en el Centro Atómico Ezeiza (CAE), que se crea a partir de un convenio también entre la CNEA y la UNSaM.

En las tres entidades universitarias se dictan carreras de pregrado, grado y posgrado, así como también cursos, diplomaturas y especializaciones con diferentes orientaciones.
Las carreras de Física e Ingeniería, incluyendo las áreas de Física Médica, las ingenierías Nuclear, Mecánica y en Telecomunicaciones, Ingeniería Nuclear con orientación en Aplicaciones, Ingeniería en Materiales, son parte de la oferta de los institutos.

Visión de futuro

Los estudiantes reciben formación personalizada debido a que los cursos no son masivos y cuentan con gran disponibilidad de docentes, investigadores y tecnólogos del sector. Esta masa crítica de profesionales está vinculada de forma continua tanto con centros científicos y tecnológicos como con empresas de tecnología en el país y el mundo, lo que constituye un valor agregado indiscutible.

A ello se agrega que cuentan con equipamiento científico y tecnológico de vanguardia y la posibilidad de realizar experimentos e investigaciones en laboratorios e infraestructura únicos en el país.

A los estudiantes de grado y maestrías se les otorgan becas de dedicación exclusiva y un estipendio mensual (a partir de $149.055 actualizables) para cubrir sus gastos durante el ciclo de formación.

La inserción laboral es un aspecto clave y un rasgo distintivo de los institutos. Los egresados tienen amplia salida laboral al sector nuclear, pero por las características de su formación también a las empresas e industrias más importantes del país. Por ejemplo, pueden insertarse en áreas asociadas a las aplicaciones médicas, tanto para diagnóstico como para tratamiento, o en el campo de la energía, lo que permite, una óptima sinergia entre las industrias del sector nuclear y la academia.

“Formar recursos humanos especializados en el campo nuclear no solo es brindar capacitación, sino también planificar un marco donde se pueda pensar en una tecnología nuclear que contribuya a tener un acceso más igualitario a ciertos recursos, generar puestos de trabajo, mejorar la salud, posibilitar el consumo de una energía accesible y limpia y fomentar el desarrollo económico de un país”, concluye Cantargi.

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