Taiana frenó instalación de radar espacial en Tierra del Fuego por vinculación con Gran Bretaña

La Subsecretaría de Telecomunicaciones de la Nación emitió una disposición que suspende temporalmente la instalación del radar planeado por la empresa británica-irlandesa en la Isla Grande de Tierra del Fuego y da intervención al Ministerio de Defensa y la Cancillería.

Apenas tomó conocimiento de esta iniciativa, Jorge Taiana solicitó que este proyecto de colocación de antenas en Tierra del Fuego se frene debido a que afecta la soberanía argentina y habilita el acceso a información clave del país a una potencia extranjera.

Sobre todo teniendo en cuenta que esos radares estarían a 500 km de distancia de las Islas Malvinas, territorio ocupado por una potencia extranjera que a su vez es aliada de quien está interesado en colocar esas antenas.

Además, Taiana solicitó que se pidiera la opinión del Ministerio de Defensa que no había sido consultado en relación al proyecto que se movió bajo la orbita de la Secretaria de Innovación que depende Jefatura de Gabinete.

La instalación del radar se movió bajo la órbita de la Jefatura de Gabinete, que evitó consultar al Ministerio de Defensa.

La iniciativa había sido celebrada por el embajador de Estados Unidos en Argentina, Mark Stanley, el 14 de marzo, un día después del anuncio oficial de la empresa. «Ushuaia no es sólo un lugar excelente para observar las estrellas, también es un punto clave para que la empresa espacial estadounidense LeoLabas Space colabore con empresas y gobiernos de todo el mundo en la protección contra los desechos espaciales», había tuiteado el embajador.

LeoLabs es una empresa californiana con capitales británicos-irlandeses y es proveedor comercial de servicios de conciencia de la situación espacial (SSA) y mapeo de órbita terrestre baja (LEO). En el momento del anuncio, la empresa explicó que  «el Argentina Space Radar (AGSR) representa una adición fundamental a la creciente constelación global de LeoLabs de sensores de matriz en fase de banda S distribuidos estratégicamente en los hemisferios norte y sur, así como en las regiones polares y ecuatoriales».

La empresa había decidido Tierra del Fuego por su alta latitud, lo que es especialmente beneficioso para monitorear conjunciones de alto riesgo que normalmente ocurren por encima de los 60 grados de latitud. Sin embargo, las sospechas de Taiana indicaban que esa información recolectada podría ser útil para otro tipo de actividades.

«Conjunciones de alto riesgo», en buen criollo, es choque de satélites, a veces involuntario. Ocurren, y riegan la órbita baja de basura espacial peligrosa para otros satélites, para la navegación espacial, y de yapa, de altísimo tiempo de permanencia. Las «conjunciones» (en mi barrio se dice «tortazos») se volverán estadísticamente inevitables, porque pasando 2030 quizás se llegue a más de 50.000 satélites en órbita baja, con predominio de las constelaciones de telefonía, observación (y espionaje).

El ejemplo de libro es Starlink, de Elon Musk, que a principio de año ya iba por las 3500 unidades activas (la mitad de los satélites bajos del mundo). Musk piensa llegar a 40.000 satélites, y no es el único oligarca occidental o euroasiático con esa misma idea. Starlink es la causa por la cual las fuerzas ucranianas tienen observación espacial y telefonía celular en tiempo real.

Los rusos algo harán al respecto. No hace falta nada espectacular, como mandarle un misil a cada satélite de Musk. Pero discapacitarle desde tierra los enlaces con el resto de la red y las estaciones terrestres de TC3 (telemetría, comando, comunicaciones y control) no debe ser imposible. La guerra electrónica ya existía en 1939. Un satélite de comunicaciones a la deriva se transforma en un «zombiesat», en la jerga, y una amenaza de interferencia y/o colisión para los aparatos vecinos o que se le crucen.

«The Economist», el 5 de enero de este año, tituló: «Cómo los satélites de Elon Musk salvaron a Ucrania y cambiaron la guerra». Y añadió reflexivamente: «Y las preocupaciones sobre qué sigue después». Respuesta: mucha chatarra orbital volando en diversas direcciones a entre 20 y 30 km. por segundo, chocando con cosas y generando más chatarra. Se llama «Síndrome de Kessler», y fue anticipado por Donald Kessler, de la NASA, en 1978, con el cortés escepticismo de la comunidad espacial. Sólo que anticipó cosas que ahora están sucediendo.

Con la cabeza aparentemente en otra cosa, el CEO de LeoLabs, Dan Ceperley, dijo al presentar su radar en Satellite Expo, en Washington; «Es un privilegio construir este sitio de radar en Argentina y contribuir a la historia de exploración y administración espacial de este país. Como nuestro tercer sitio de radar en el hemisferio sur y el primero en América del Sur, el sitio de Argentina es fundamental para cerrar la brecha global de SSA en la cobertura y mejorar el escrutinio de los eventos que ocurren en esta parte del mundo. Este sitio mejorará en gran medida nuestra capacidad para rastrear objetos. y monitorear eventos de alto riesgo en la órbita terrestre baja».

El embajador argentino en Washington, Jorge Argüello también se mostró a favor de la instalación de este radar y dijo: «La elección de Argentina para la ubicación de un nuevo radar LeoLabs es una gran noticia».

Sí, ponele.

«Nuestra Embajada prioriza la promoción de este sector en todas sus actividades de promoción comercial y atracción de inversiones en Washington DC y, a través de nuestros consulados generales, en todo Estados Unidos», añadió.

Muy en otro orden de cosas, en mayo de este año, Defensa anunció la instalación de un radar propio de fabricación nacional y propiedad de la estatal Invap. El RPA-170M es un radar táctico de defensa aérea 3D de mediano alcance de última generación que forma parte del Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial (SINVICA).

Se trata de un sistema transportable diseñado para el despliegue rápido (movilización y puesta en funcionamiento en menos de 30 minutos) con mínima dotación de personal y además posee un excelente desempeño en una amplia gama de escenarios operacionales, aún en las condiciones más adversas.

Pequeño comentario de AgendAR:

El equipo en banda S de Leolabs tiene la finalidad de distinguir, entre la mucha chatarra orbital y los más de 5400 satélites activos a fecha de hoy, algunas armas conceptualmente nuevas: misiles suborbitales de re-entrada hipersónica, sinuosa e impredecible, tipo «glider», y otros medios de ataque aún más novedosos: los fracto-orbitales (todavía no hay una palabra en castellano que sirva para denominarlos).

En la jerga se los llamó FOBS (Fractional Orbit Bombing System), y la idea perdió tracción en los ’70 porque los sistemas de guiado entonces eran muy imprecisos, y no se conocían diseños o materiales que resistieran maniobras intra-atmosféricas a velocidad hipersónica. Evidentemente, las cosas han cambiado. ¿Cómo funcionan los FOBS?

Son muy imaginativos. Un enemigo frente a vos te puede disparar uno, pero extrañamente lo hace en dirección divergente e incluso opuesta a la tuya. Algunas decenas de minutos después ese corchazo te va a llegar desde atrás o desde los costados, sin haber llegado a completar una órbita terrestre.

Además de ser impredecibles por azimut, es decir el ángulo de llegada desde la ubicación del blanco, estos proyectiles fracto-orbitales o FOBS también son hipersónicos y con capacidad de maniobra en fase terminal.

Ninguno de estos vehículos, gliders o FOBS, puede interceptarse fácilmente, porque no siguen una trayectoria balística matemáticamente predeterminada, de modo que no hay modo de dispararles un misil «adelantado al paso», que anticipe un punto forzoso de pasada del objeto.

Según «The Economist», que citó hace poco a Leolabs como firma de defensa, los rusos han tomado cierta ventaja tecnológica en ambos tipos de arma, los «gliders» y los FOBS. Lo que pueder ser cierto, o no. Lo innegable es que el radar de Leolabs nos coloca como vigías avanzados de la OTAN, y vuelve a Tierra del Fuego un blanco legítimo, o al menos sumamente conveniente, en caso de guerra misilística entre terceros. ¿Qué tal, embajador Argüello?

Nótese que hasta ahora la Argentina, pese a que está haciendo grandes avances en materia radarística civil y militar, se abstiene enérgicamente de instalar radares de detección de aviones, satélites o misiles en territorios de la OTAN, o que la OTAN considera suyos.

Nos encantaría recibir esa misma cortesía por parte de la OTAN. Nuestro mensaje a Jens Stoltemberg, su secretario general: cuando nos devuelvan las Malvinas y las islas del Atlántico Sur, volvemos a hablar.

Siempre les queda instalar el radar de Leolabs en Mount Pleasant, no se amargue, don Jens. De entre las mil y pico de bases de la OTAN en el planeta, es la que tienen en la isla Soledad. No, no la busque en Google, mire: es una grandota, en el Atlántico Sur, que Uds. la llaman East Falkland. Nosotros, no.

Entre tanto, un sombrerazo muy argentino de AgendAR para el ministro Jorge Taiana.

Daniel E. Arias

 

 

VIALa Politica Online