La Unión Industrial Argentina (UIA) tiene, por primera vez en mucho tiempo, a su dueño jugando visible y en primera línea: Paolo Rocca y sus aliados directos e indirectos. Es que esta semana se confirmó -con lista única- a Daniel Funes de Rioja por otros dos años al frente de la entidad más importante del establishment nacional, pero con un organigrama que pocas veces mostró con tanta claridad el peso de Techint, Arcor y Ledesma en la UIA.
Hasta ahora manejando, pero posicionados muy en las sombras, esos grupos mostraron esta vez los dientes, corrieron a todos los cuadros negociadores de la mesa chica, se hicieron con las posiciones de privilegio y dejaron un mensaje a la política de cara a las presidenciales: la «T» huele tiempos de nuevos mandatarios y está dispuesta a jugar con sus propias reglas, y para eso pone a los titulares en la primera línea.
No importa si el que gana es Sergio Massa o Juntos por el Cambio, porque Techint avisa que lo relevante es su manejo del pulso político del Círculo Rojo. Y que, a la vez, sondea con interés particular el escenario político electoral en un país en el que el poder económico tiene un peso específico más que importante y el escenario está totalmente abierto.
Techint se queda con todo
«Techint no tiene la lapicera, tiene la librería entera», bromeó ante Página/12 un alto dirigente de la UIA, apelando a aquel dicho que supo usar la vicepresidenta, Cristina Kirchner, para graficar el poder en las decisiones. No parece esa una metáfora excesiva si se mira cómo quedó el armado final de la mesa chica de la central fabril, la gremial empresaria más influyente del país.
La primera invasión fuerte de Techint tomando posiciones fue haber corrido del cargo de Secretario de la UIA al dueño de Sinteplast, Miguel Ángel Rodríguez. Ese cargo es el más importante en la entidad después del presidente, porque tiene la firma, y había un acuerdo para sostener a Rodríguez, pero terminó reemplazado por Eduardo Nougues, el hombre fuerte de la azucarera Ledesma en Buenos Aires.
Como Funes, Nougues también es un hombre de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), la cámara que maneja los precios de la góndola. Detrás de Nougues, en la vicepresidencia primera, quedó David Uriburu. El personaje en cuestión es la mano derecha de Rocca en la entidad, tras la jubilación de su histórico lugarteniente, Luis Betnaza.
La sombra de Acevedo
Uriburu es el nuevo hombre fuerte del holding, y reemplazó en el cargo a Miguel Acevedo, ex presidente de la UIA y nave insignia de los sectores negociadores de los industriales. Algunos aseguran que la distribución de cargos no responde a razones políticas, pero la historia de Acevedo fue un parteaguas que forzó a Techint a jugar, esta vez, muy de frente.
Hubo un hecho muy simbólico que terminó enfrentando a Rocca con Acevedo, dueño de la cordobesa Aceitera General Deheza (AGD), y que explica por qué, esta vez, la «T» no quiere errores ni rebeldes. Apenas iniciado el Gobierno de Alberto Fernández, Acevedo se convirtió en uno de los asiduos visitantes a la Quinta de Olivos. Cuando estalló el fallido asunto de Vicentín, el empresario quedó atrapado por las presiones de Techint para salir a repudiar el accionar oficial en la aceitera santafecina, pero en lugar de ceder, resistió. Ya venía Acevedo muy observado por Techint y los gigantes por haber introducido en la UIA un esquema de charla intersectorial con movimientos sociales, la Iglesia y la CGT, pero el caso Vicentín puso a Techint en enemistad total con el ceo de AGD, que se negó a romper filas con el Gobierno por esa cuestión. De allí en más, Rocca lo puso en la mira.
Eso hizo que en el turno actual, los Techint boys se cargaran a todo el «acevedismo», incluído el propio dueño de Sinteplast, que tallaba en esa línea y también tenía diálogo con el Gobierno. En esa avanzada perdieron terreno otros dirigentes de perfil negociador, como la autopartista Carolina Castro, que quedó relegada a un cargo bastante menor al que tenía. Castro había sido, en los años de Acevedo, la primera mujer con peso en la mesa chica de la UIA, una entidad gobernada básicamente por hombres. Pero la avanzada de los gigantes fue aún más profunda.
Los lugartenientes
Adrián Kauffman Brea, un histórico de la entidad y representante de Arcor, quedó al frente de otra de las vicepresidencias. Representa los intereses de Luis Pagani en la UIA y fue el primero, cuentan, en ver el fracaso industrial del macrismo, luego de una reunión con el ministro de Producción, Francisco «Pancho» Cabrera.
Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial Bonaerense (UIPBA), será el tesorero de la UIA. La UIPBA está controlada políticamente por Techint. También Rocca tiene bajo su tutela política a Paula Bibini, representante de la UIA de Salta y elegida como primera mujer vice en la entidad. Lo mismo ocurre con Roberto Arano, representante de la UIA de Tucumán.
Hay otros dos casos que vinculan más directamente a Techint e, inclusive, al primer hombre en la UIA con una militancia directa en Juntos por el Cambio. Por un lado, Marcelo Domínguez Molet, de la cámara de Autopartes AFAC y dirigente de la portuguesa Baterías Moura integrará el Comité Ejecutivo. En su CV figura que a los 22 años entró a trabajar a Techint y desde allí mantiene un vínculo directo con los Rocca. El otro caso llamativo de una movida muy fuerte es la designación de Mauricio Badaloni, representante de la UIA Mendoza. Hace unos días, Badaloni se tomó una foto abrazado con su coterráneo Luis Petri, pre candidato a vicepresidente de Patricia Bullrich. El empresario es integrante del espacio Activá Mendoza, que es parte del frente Cambia Mendoza, el brazo política mendocino de Juntos por el Cambio.
Massa equilibró el prode político
El acuerdo del kirchnerismo y el massismo para que Massa sea candidato a presidente de UP sacudió a las filas industriales, que venían jugando muy fuerte en la interna de Juntos en favor del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta. «Hoy es un fifty/fifty», cuentan.
Massa recibió esta semana a Funes en su despacho, el mismo día de la elección de la UIA. El encuentro tuvo cuestiones algo extrañas, que no suelen ocurrir: además de llevarle resultados positivos de la marcha de la actividad, Funes le transmitió a Massa «el beneplácito de los industriales por la unidad del peronismo» y resaltó «el proceso de estabilidad económica logrado».
Por ahora, la relación de Rocca con el oficialismo fluye con normalidad en el marco de la obra récord del Gasoducto Néstor Kirchner, pero el resto está por verse.
Un desplante para Milei
Funes estuvo muy activo en los últimos días en acontecimientos políticos con fuerte simbolismo. Uno fue un faltazo que muestra qué piensan los industriales del libertario Javier Milei: el estudio de abogados del presidente de la UIA compró una mesa entera en la exposición que Milei hizo ante los ceos del Consejo para el Comercio y la Producción (Cicyp), pero mandó a terceras líneas y él no fue. Allí, Milei dijo que cortaría con la obra pública y recibió un fuerte rechazo de todos los ceos y, en particular, del presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO), Gustavo Weiss.
El segundo lugar donde estuvo Funes fue en el curioso adelanto de la celebración del 4 de julio, que se hizo el 29 de junio en la Embajada de los Estados Unidos. «Por la interna que tienen, no vino nadie», contó a este diario alguien que fue al mitin, que suele ser masivo, con fotos pomposas, y fuerte presencia del macrismo. Ni Patricia Bullrich, habitué del cosplay alusivo a la independencia de los Estados Unidos, se hizo ver. Tampoco hubo gente del larretismo. Signo de los tiempos y de una elección que parece un misterio.
Leandro Renou