Junto a las centrales nucleares de Atucha I y Atucha II, en Lima, en la provincia de Buenos Aires, se desarrolla el prototipo CAREM, el primer reactor nuclear de potencia íntegramente diseñado y construido en la Argentina.
Se trata de un reactor modular pequeño (SMR, por sus siglas en inglés), capaz de generar 32 megavatios eléctricos y el primero en su tipo en estar oficialmente en construcción en todo el planeta.
Si bien la puesta en marcha del prototipo está estipulada para finales de 2027 y el proyecto general tiene un avance de 62% (78% para la obra civil del edificio nuclear), hay resultados indirectos que ya empiezan a verse: exportaciones, inversiones, conocimiento, desarrollo, valor agregado y una mayor influencia geopolítica.
En cuanto al aspecto técnico, no hay muchas diferencias entre el CAREM y otros reactores porque utiliza el tipo de tecnología más común, agua liviana y uranio enriquecido. Pero la característica principal es la noción de modularidad, que los módulos sean fácilmente fabricables y montables en la obra. Ese concepto aparece en los diseños más fuertes en el mundo, incluyendo al CAREM.
Sol Pedre, Gerenta del Proyecto CAREM y Doctora en Ciencias de la Computación, explica que «lo que tenemos nosotros es que estamos más avanzados en la fabricación. Porque una cosa es la idea en el papel y otra es efectivamente alinear toda la cadena de suministros y realmente poder fabricar algo así, ponerlo en marcha y demostrar que se trata de algo seguro».
Agrega que, técnicamente, el diseño no es diferente a los que vinieron después, «porque el diseño nuestro es un poco anterior. Pero la ventaja que hoy tenemos es que somos los primeros que estamos construyendo. Una parte muy importante en un reactor nuclear es el licenciamiento. Para empezar a construir un reactor nuclear, se necesita un diseño que pase una serie de aprobaciones del regulador. Y eso implica principalmente un informe de diseño desde el punto de vista de la seguridad completamente detallado y tenés que ir obteniendo la licencia correspondiente para cada paso».
El proceso es complejo y lleva tiempo, pero el contar con el proyecto de este tipo más avanzado del mundo genera un interés importante. Por un lado, hubo un impulso en los últimos años a la energía nuclear porque es cada vez más claro que los planes para mitigar el cambio climático para 2050 no pueden alcanzarse si no hay una energía de base limpia. Por eso son cada vez más los países que empiezan a incluir en sus planes este tipo de desarrollos.
Por el otro, este proceso se aceleró con la guerra entre Rusia y Ucrania, que derivó en una mayor necesidad de energía en Europa, además de la tensión más creciente entre Estados Unidos, China y Rusia.
El nuclear es un sector marcadamente geopolítico en el que, por ejemplo, vender una central a otro país y proveer el combustible significa crear hasta 100 años de relaciones comerciales bilaterales. Por eso Estados Unidos busca retomar el impulso mediante proyectos más pequeños, como los SMR.
Como explica Pedre, al ser reactores más chicos, se reducen los costos de inversión de capital y se puede llegar a países que no tienen energía nuclear. En ese sentido, se pretende eventualmente alcanzar un modelo similar a la producción en serie de aviones, que tienen necesidades de seguridad parecidas a las de los SMR. Eso abarataría los costos respecto a los reactores nucleares que hasta ahora se producen individualmente.
No es necesario que el prototipo esté finalizado para comenzar a explorar la vía comercial, tanto para potencias pequeñas, de 32 MW, como para mayores, de alrededor de 300 MW.
A modo de referencia, la central de Atucha I, inaugurada en 1974, cuenta con una potencia eléctrica bruta de 362 MW. Para el primer grupo, se piensa en Estados pequeños o en sitios alejados, fuera de la red eléctrica, por lo que aparecen algunas naciones insulares. Entre ellas, Filipinas, que envió este mes una comitiva para conocer el prototipo.
Para el segundo, son muchos los Estados que trabajan en reemplazar las centrales a base de carbón por una fuente de energía limpia. A eso se le suma la posibilidad de utilizar los reactores para desalinización del mar y para la producción de hidrógeno.
Pero además de la posibilidad de eventualmente exportar la central terminada, Argentina cuenta con ingenieros formados con experiencia nuclear, por lo que también puede exportarse el conocimiento, así como componentes y subcomponentes relacionados. Cuando en 2019 se completó el proceso de extensión de vida de la central de Embalse, en Córdoba, la integración nacional de los componentes que hubo que reemplazar fue del 90%.
Los tubos para los generadores de vapor fueron fabricados por Combustibles Nucleares Argentinos (Conuar), empresa de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en sociedad con el Grupo Perez Companc.
De hecho, Conuar cuenta con el horno más grande de Latinoamérica, porque los tubos miden 50 metros de largo y no pueden tener soldaduras. Su certificación permitió exportarlos para otras centrales del mismo tipo, por ejemplo en India y Canadá.
«Sobre la base de la línea de desarrollo nacional, acompañado por la industria en nuestras propias centrales, se abren mercados de exportación. No es que exportamos una central entera, pero sí los tubos de los generadores de vapor, sí los stopper del núcleo, etcétera. En el CAREM es exactamente lo mismo. Por ejemplo, los generadores de vapor son helicoidales en el CAREM y es igual en todos los SMR. Pero para eso, se tiene que tener el primero andando, además de todas las certificaciones correspondientes», explica Pedre.
Hoy en día trabajan en el proyecto unas 1.400 personas, considerando el personal de la CNEA y todos los proveedores. Hay 160 contratos vigentes, en su mayoría con empresas argentinas, tanto privadas como públicas, entre ellas, Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA), que opera las tres centrales nucleares de potencia en el país, e IMPSA, que produce los componentes más grandes y que fue estatizada en 2021.
- Este proceso se nutre de las experiencias previas a lo largo de los últimos 70 años. Pese a todas sus dificultades económicas, Argentina cuenta con tres centrales nucleares de potencia (Atucha I, Atucha II y Embalse), se produce el combustible para éstas y para exportar, hay reactores de investigación de radioisótopos, centros de medicina nuclear en muchos puntos del país y probablemente el año próximo se ponga en marcha el reactor RA-10, en Ezeiza, que asegurará el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico no solamente para el país, sino también para países vecinos.
Por otro lado, el alto nivel de desarrollo nuclear pone a Argentina en un lugar de privilegio: permite formar parte de determinados grupos internacionales como el G20, al que difícilmente se podría acceder en base a cuestiones meramente económicas; el argentino Gustavo Ainchil preside el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN), del que forman parte 48 Estados, y Rafael Grossi está al frente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que forma parte del sistema de las Naciones Unidas.
La coyuntura mundial, el alto nivel de desarrollo nuclear, la importante presencia en foros internacionales y la alianza en la materia con países como Brasil, derivan en que el prototipo CAREM se convierta en la punta de lanza de una oportunidad única para Argentina en cuanto a inversión y exportación. Resta ver si el país podrá aprovecharla. Quizás no para competir con Estados Unidos u otras potencias, pero será un salto cualitativo ya el tener una parte del mercado, del local y de algún otro país, tanto en la región como en el resto del planeta.
El físico Jorge Sábato, uno de los pioneros del desarrollo nuclear en Argentina, decía que, para hacer cualquier cosa, lo que hay que entender es que la crisis es el estado natural del país, no algo que suceda cada tanto.
Por eso Pedre dice que «somos un país raro: es muy difícil llegar al nivel de desarrollo que tenemos. Creo que no hay otro ejemplo de un país como Argentina, con nuestros problemas económicos, que tenga acceso a esos determinados grupos por el desarrollo nuclear. Y lo que caracteriza al sector nuclear es que, además, tiene una incidencia en el trabajo genuino de calidad argentino. Eso es algo absolutamente fundamental para terminar con las crisis cíclicas que siempre tenemos».