¿Por qué Brasil creció en soja y nosotros estamos estancados? Respuestas de la SRA, de AgendAR…

¿Por qué Brasil creció tanto en soja y nosotros nos quedamos estancados? Eso fue lo que preguntó el titular del Comité de Granos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), el productor Santiago del Solar, en el inicio de un debate con los principales referentes agropecuarios de los distintos espacios políticos que compiten por la presidencia.

A partir de esa pregunta incómoda para todos los políticos, el ex jefe de Gabinete del Ministerio de Agricultura en la gestión de Luis Miguel Etchevehere (2017 a 2019)  enumeró una serie de medidas que se tomaron aquí en los últimos años y que afectaron “el desarrollo de ese cultivo” que es el que aporta el 75% de las divisas agrícolas al país.

Del Solar, que compartió ese panel con el referente en carne Víctor Tonelli y el productor lechero Raúl Catta, señaló las causas del retroceso argentino en soja argumentando que el sector tiene un régimen especial en el que:

  • Para exportar un burócrata decide cuándo y cuánto se puede exportar, mediante los denominados “volúmenes de equilibrio”.
  • Si uno quiere tomar un crédito y conserva algo de su soja en su poder, lo tiene que pagar un 20% más caro ese financiamiento.
  • Rigen aquí diferentes fideicomisos, como los del aceite y harina de trigo, que distribuyen recursos del productos a otros eslabones de la cadena.
  • Existe además un “diferencial aceitero” en materia de retenciones, ya que los aceites y el harina de soja tributan dos puntos menos que el poroto, además de una diferencia impositiva intra cadena
  • La cadena productiva padece de un “control de importaciones con balanza comercial hiper positiva” en el rubro agropecuario.” Aun así no podemos conseguir insumos necesarios para producir”, se lamentó Del Solar.
  • Otro inconveniente es la escasez de tratados de libre comercio para habilitar nuevos mercados a bahjos aranceles.
  • El dirigente rural agregó que operativos como el Dólar Soja o el Dólar Agro “destruyen los mercados”, que empiezan a moverse con la expectativa de que va a haber un dólar diferencial, lo que termina en una transferencia de recursos del productor al comprador.

“Todas estas son palancas que nos frenan como freno de mano. Se ha probado sacar esto en los 90 y fue exitoso, se probó sacar estas trabas en 2015 logrando duplicar las exportaciones”, indicó el productor.

En este contexto de restricciones diversas, Del Solar explicó que la producción de soja cae porque deja de ser atractiva. “Un chacarero argentino necesita el doble de soja para comprar un tractor o una cosechadora que un productor brasileño”, indicó.

Y concluyó que se necesita un cambio de rumbo: “Si hay un cambio de expectativas el productor responde. Si esto va a continuar, el panorama se vuelve gris”, sentenció.

 

AgendAR responde a las respuestas:

El exministro de Agricultura -en el gobierno de Mauricio Macri- Luis Etchevehere es uno de los muchos en su cargo que retrasó el licenciamiento comercial de cultivos argentinos HB4 resistentes a sequía, los desarrollados por la Dra. Raquel Chan. Lo hizo pese a que su mandato atravesó dos sequías, ambas desastrosas.

Y con uno se hizo más famoso de lo conveniente porque frenó hasta el final de su mandato el licenciamiento del trigo HB4, con el curioso argumento de que esta especie transgénica iba a espantar a los brasileños, principales compradores de la cosecha triguera argentina. Es que son muy ecologistas, los vecinos.

Los HB4 son el equipo genético de regulación hídrica del girasol, cultivo resistente si lo hay, y con ellos este trigo no sólo soporta sequías graves, sino que al faltarle agua, en lugar de morirse aumenta su rinde.

Brasil terminó licenciando el trigo HB4 antes que la propia Argentina. ¿Qué se puede decir? Imbéciles no son, nuestros primos. Pero en el camino quedó un tendal de productores argentinos en quiebra por las sequías.

En la campaña 2022/3 había sólo 50.000 hectáreas sembradas con trigo HB4 de Bioceres. Se bancaron bien la seca: comparados con la marca (extranjera) más vendida en el país, rindieron un 40% más. El tercer año de la última supersequía, que terminó en otoño de 2023, implicó pérdidas para el campo argentino por U$ 20.000 millones.

Uno se pregunta si como ministro Etchevehere estaba trabajando para la Argentina, pero también si como histórico dirigente agrario estaba representando bien a sus bases, especialmente a los chacareros que quebraron debido a la sequía.

En realidad, las dos preguntas son extensivas a demasiados ministros que se sucedieron en el cargo con gobiernos muy diferentes. Y fundamentalmente, a la burocracia jerárquica estable de ese ministerio, la que baja o sube el pulgar cuando se presentan las carpetas de un evento transgénico argentino. O más bien las deja cubrir por el polvo. Esa burocracia la soja HB4 y con resistencia a herbicidas la retrasó hasta 2018. ¿Una década? ¿Más?

Cuando ese ministerio finalmente autorizó el trigo HB4, el 7 de noviembre de 2020, la entidad ya llevaba autorizadas 59 eventos transgénicos de Monsanto, Nidera, Basf, Syngenta, Dow y Pioneer, a veces con trámites «flash» que duraban meses. El problema de INDEAR, la empresa de investigación y desarrollo de Bioceres, parece haber sido la denominación de origen: no es una multinacional.

A una empresa argentina es fácil ponerle la pata en el gañote, especialmente si sus competidoras se benefician por ello. Porque el hecho duro y puro es que ninguna de esas gigantes globales de la biotecnología tiene semillas de cultivos industriales transfectadas para enfrentar el recalentamiento global. Bioceres, sí.

Miles de productores podrían no haber quebrado y la Argentina podría estar nadando en plata no sólo vendiendo sus cosechas, sino sus patentes. No sucedió.

Si el presidente lo corrieron con la vaina en la sede del capital agrario más concentrado y no contestó con estos o parecidos argumentos, no es por no hacer los deberes. Es porque probablemente no los conoce.

Por lo demás, si aquí comprarse maquinaria rural es 2 veces más caro en soja que en Brasil, ¿no tendrá alguna relación con la destrucción de las empresas argentinas del rubro? Hasta la primera apertura salvaje de la economía durante El Proceso, había arriba de 1200. Luego de la última ayudita gubernamental a la libre importación, la Convertibilidad, quedaron unas 730 firmas.

Ocupan de 5 a 500 personas cada una, con el 80% de ellas instaladas en pequeñas ciudades de la Pampa Gringa (Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba), donde fijan población bien remunerada y crean MUCHO valor: el valor promedio de nuestra tonelada de exportaciones agrícolas anda por los U$ 470, pero la maquinaria agrícola argentina se vende y exporta a entre U$ 5000 y 10.000 la tonelada.

Nuestras máquinas agrícolas las compran 20 países. Los primeros 15 son Venezuela, Uruguay, Brasil, Rusia, Sudáfrica, Bolivia, Italia, Australia, España, Alemania, Chile, Paraguay, Perú y Francia, en ese orden descendente. Antes de Paraguay venía Ucrania, que no creo que nos esté comprando nada en este momento.

Considerando los datos, no parece que el tractor, cosechadora, sembradora, chimango y otros etcéteras con la chapita «Industria Argentina» estén tan fuera de precio. Uno sospecharía que tampoco son atrasados ni de mala calidad.

En 2018, sin embargo, nuestros fabricantes vendieron un 50% menos que en 2017. Sin defender a este gobierno, el presidente Fernández no estaba entonces en funciones.  Etchevehere sí.

Tal vez a su lista de reivindicaciones habría que añadir una ley de promoción para los fabricantes de maquinaria rural.

¿O no son campo?

Daniel E. Arias

VIABichos de Campo