Una nueva investigación sugiere que los seres humanos vivieron en Sudamérica al mismo tiempo que los perezosos gigantes, ahora extintos, lo que refuerza las pruebas de que el hombre llegó a América antes de lo que se pensaba.
Los científicos analizaron colgantes triangulares y en forma de lágrima fabricados con material óseo de los perezosos. Llegaron a la conclusión de que las formas talladas y pulidas y los agujeros perforados eran obra de una artesanía deliberada.
La datación de los adornos y los sedimentos del yacimiento brasileño donde se hallaron apunta a una antigüedad de entre 25.000 y 27.000 años, informaron los investigadores. Es decir, varios miles de años antes de que algunas teorías anteriores sugirieran que los primeros pobladores llegaron a América, tras emigrar de África y luego de Eurasia.
Durante la segunda migración, el mismo linaje se asentó en Japón, lo que podría explicar las similitudes entre las puntas de flecha y las lanzas prehistóricas halladas en América, China y Japón.
«Ahora tenemos pruebas fehacientes -junto con otros yacimientos de América del Sur y del Norte- de que tenemos que replantearnos nuestras ideas sobre la migración de los humanos a América», afirmó Mirian Liza Alves Forancelli Pacheco, coautora del estudio y arqueóloga de la Universidad Federal de São Carlos (Brasil).
En la última década, otras investigaciones han puesto en entredicho la creencia generalizada de que el hombre no llegó a América hasta unos miles de años antes de que el aumento del nivel del mar cubriera el puente terrestre de Bering entre Rusia y Alaska, quizá hace unos 15.000 años.
Los ornamentos se descubrieron hace unos 30 años en un abrigo rocoso llamado Santa Elina, en el centro de Brasil. El nuevo estudio es el primero que los analiza exhaustivamente y descarta la posibilidad de que los humanos los hubieran encontrado y tallado miles de años después de que perecieran los animales.
El equipo de investigadores de Brasil, Francia y EE.UU. afirma que su análisis demuestra que este trabajo manual se realizó entre unos días y unos años después de la muerte de los animales, y antes de que los materiales se hubieran fosilizado. Los investigadores también descartaron la abrasión natural y otras causas que podrían explicar las formas y los agujeros. Los resultados se publican este miércoles en la revista británica Proceedings of the Royal Society B.
«Creemos que eran objetos personales, posiblemente para adorno personal», dijo Thais Rabito Pansani, coautora del estudio y paleontóloga de la Universidad Federal de São Carlos en Brasil.
Los perezosos terrestres gigantes, una de las criaturas más grandes de Sudamérica, medían entre 3 y 4 metros de largo y normalmente caminaban sobre sus cuatro patas, utilizando sus afiladas garras para excavar madrigueras. Pesaban más de 450 kg y su piel incluía estructuras óseas bajo el pelaje, similares a las placas óseas de los armadillos actuales.
Hace dos años, otro equipo de investigadores informó de que unas huellas humanas fosilizadas halladas cerca de White Sands (Nuevo México) databan de hace 21.000-23.000 años, aunque algunos investigadores cuestionan estas fechas. Otras pruebas procedentes de México sugieren la presencia humana hace unos 26.000 años, y los hallazgos de Uruguay podrían sugerir una ocupación humana hace 30.000 años.
Jennifer Raff, genetista antropóloga de la Universidad de Kansas, que no participó en el estudio, dijo que el nuevo trabajo era «una aportación importante» a la conversación, pero que, como cualquier hallazgo sobre el tema, también podría suscitar críticas.
No obstante, las pruebas obtenidas en múltiples yacimientos obligan a los científicos a replantearse las viejas suposiciones de que los pueblos llegaron sólo en una gran oleada migratoria a través del puente terrestre de Bering, según Briana Pobiner, coautora y paleoantropóloga del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian de Washington.
Es posible que algunos desaparecieran, «pero es muy probable que varias oleadas de personas llegaran a América», afirma.