ARSAT no puede venderse, porque su infraestructura de comunicaciones no tiene precio

El Arsat 1. No conocemos a nadie que haya visitado su sala de integración, incluidos funcionarios taxativamente macristas, sin sentirse al menos ligeramente aturdido por el tamaño de todo, por la exquisitez del equipamiento, por la minuciosidad de los procedimientos. ¿Esto había que matar?

El que compre ARSAT, si sucede (y sería trágico para el país) no puede pagarla. Cualquier cifra es una estafa al estado. No puede porque más allá del puro prestigio, ARSAT tiene demasiados activos demasiado estratégicos. Pero hay uno que sencillamente no tiene tasación posible: la REFEFO, Red Federal de Fibra Óptica.

Es una estructura anillada de enorme ancho de banda y 38.000 km de extensión lineal, pero cubre todo el país continental. Es la mayor obra de integración territorial de la Argentina en el siglo XXI. A diferencia de los ferrocarriles, transporta información en lugar de bienes y personas, no tiene estructura lineal sino es una malla de enormes anillos regionales, se hizo con plata e ingeniería propias, cubre todo el país continental con inclusión de la Patagonia, se hizo sin ingleses, no tiene acreedores y no hay modo de que el país funcione sin ella. Ésa es la causa por la que no se puede pagar. ¿Cuánto vale que el país funcione?

Antes de la construcción de la REFEFO, que empezó alrededor de 2010, internet y la telefonía celular eran pésimas incluso en el AMBA. Y del interior, ni hablar. Entre 2004 y 2015, la velocidad promedio de internet en Argentina se multiplicó casi 400 veces, y eso nos alineó un poco con la región. Antes dábamos vergüenza.

Sin la REFEFO, Watsapp y Telegram, por citar 2 servicios IP gratis y muy populares, hoy serían imposibles. Salir sin billetes y pagar con el celular, también. Operar cuentas bancarias, ver películas por streaming, ser Tik-Tokker o Youtubber, lo mismo. El que se quede con la REFEFO, será además el dueño de las comunicaciones hiperveloces 5G.

Además de cobrarnos el uso de una autopista construida con plata federal, el posible dueño privado de la REFEFO tendrá el mismo control de la información que adquirió el grupo Clarín, durante el Proceso, cuando se hizo con las acciones de Papel Prensa. Su capacidad de abastecer o desabastecer de papel, de financiar, endeudar o ejecutar al resto de la prensa gráfica del país con su insumo básico se hizo inmensa.

Eso le permitió comprar otros medios de papel y de aire, y le posibilitó incluso un control fino de la línea editorial de sus competidores, lo que habilitó un negocio fabuloso: vender no información sino silencio. Los mayores estafadores nacionales e internacionales del país, agradecidos. Esta película la venimos viendo «non stop» desde 1977. Pero la secuela, adueñarse de la REFEFO, da acceso a poderes de exacción y control ilimitados sobre otras empresas y la ciudadanía, y una capacidad de silenciamiento mucho mayores que el monopolio del soporte papel.

Privatizar ARSAT pasa necesariamente por canibalizarla. Hay activos estratégicos serruchables como para enriquecer a muchos empresarios amigos.

Cámara anecoica (que no contiene ecos reflejados en su interior) de CEATSA en testeo de las antenas del ARSAT 2, poco antes de su disparo.

Están los satélites geoestacionarios de telecomuniaciones ARSAT-1 y 2, cuyo diseño y construcción le dieron fama a la empresa. Funcionan impecablemente, ganan unos U$ 40 millones/año, dan internet a escuelas rurales, comisarías, municipios, hospitales de ciudades chicas y destacamentos militares en zonas despobladas, incluídas las bases antárticas argentinas. Lanzados en 2014 y 2015 y con una construcción excepcionalmente robusta, los ARSAT-1 y 2 tienen vida útil planificada hasta pasando 2030.

Está el satélite SG-1 en diseño en INVAP. Tiene la tecnología que se había esbozado para el ARSAT-5, a la que se habría llegado paso a paso si el gobierno de Mauricio Macri no hubiera cancelado los ARSAT desde el 3 al 6 al toque de desembarcar en la empresa. El ancho de banda de este satélite nuevo satélite será fenomenal, si Milei no impide su desarrollo.

Sus satélites 1 y 2 son lo que volvió bruscamente conocida a ARSAT. Y sin embargo, necesitaríamos centenares de SG-1 para acercarnos siquiera al ancho de banda de la REFEFO. Eso no lo tiene ningún país desde el Río Grande hacia el sur.

E incluso con una flota de SG-1 el servicio sería inferior, porque a 36.586 km. de altura sobre el cinturón ecuatorial, la distancia de los catetos del triángulo formado entre hablante y oyente en tierra y el satélite en su sitio orbital raramente anda debajo de los 100.000 km, y eso sin siquiera salir del país. Es un trayecto muy largo, incluso para las señales de radiofrecuencia, que tienen la velocidad de la luz.

De modo que una conversación telefónica por satélite se hace difícil, por ese segundo y medio de demora de la señal en recorrer el ascenso y descenso de la señal. Pero participar en un videojuego, hacer cirugía robótica a distancia o controlar un dron civil o militar, cosas que requeren reacción rápida y tiempo real, eso por satélite es imposible.

Ahí, en la comunicación bidireccional prácticamente instantánea, es donde talla la REFEFO. Afanarse los satélites ARSAT para armar una corporación a beneficio de la Hughes, como intentó Macri (y el Parlamento lo impidió), es un premio consuelo en comparación.

Para resumirlo: los ARSAT-1 y 2 nos pusieron en el mapa de los 10 países espaciales «top». La REFEFO nos permite algo más básico: integrar nuestro propio mapa. Somos el 8vo país del planeta, por superficie, y con poca población y mal distribuida. ¿Qué precio tiene sujetar entre sí 24 provincias?

Otro activo son las 104 inmensas antenas de la TDA, la televisión digital de alta definición directa al hogar. Apuntaladas por la REFEFO en sus bases, reparten señal gratis en áreas donde vive el 90% de la población argentina actual, dentro de un radio que llega a los 90 km. si están situadas en sitios altos. Lo único que requiere el usuario es pedir un decodificador a ARSAT, que acreditando jubilación o bajos ingresos, también es gratis.

Es cierto que la gente sub 40 mira cada vez menos TV de aire, pero la cifra se compensa con la cantidad creciente de gente que ya no puede pagarse un proveedor privado de CATV, o televisión por cable. O que no quiere, porque transmite cantidades de contenido inútil o indeseable para el usuario con intereses específicos, y eso que no se usa se paga igual.

Las antenas de la TDA no son vendibles por poco apetecibles: sirven a argentinos sin un mango. El distraído negocio de las cableras como Flow o Supercanal será eliminarlas, pero sin apropiárselas. Tras colonizar y/o descuartizar ARSAT, simplemente se las dejará sin mantenimiento, lo que irá generando un apagón gradual, isla por isla, de televisión gratis por aire. ¿Cómo lo sabemos? Porque es lo que hizo Macri.

¿Qué otro activo hay para choriarse en ARSAT? El data center, el nodo central de la REFEFO. Hace 10 años era el de mayor seguridad informática, capacidad y disponibilidad del país y de la región. Cuando la empresa la colonizó la gavilla cordobesa de JxC, se fue apartando cada vez más de su perfil original (50% de usuarios estatales, 50% de privados) y se fue brotando de quintitas y kioskitos particulares de los nuevos funcionarios.

Cuando Macri fletó a los cordobeses y los reemplazó por gente del PRO y de su propia guardia pretoriana, ARSAT toda se fue al requinto. Pero el data, que había llegado a 2015 con U$ 70 millones de inversión, en 2019 se había vuelto sencillamente disfuncional por su transformación en un bolsa de pequeños negocios de grandes gatos, y viceversa. Y además se había vuelto tecnológicamente menos competitivo por 4 años de falta de inversión y escaso mantenimiento.

Recuperarlo era como limpiar los establos de Augías, y el nuevo presidente Alberto Fernández no parecía Hércules. De todos modos, una revisión interna de currícula, experiencia y aptitudes profesionales de los funcionarios más paracaidistas, particularmente los venidos con Andrés Ibarra y su Ministerio de Modernización, le devolvió cierta vida y funcionalidad tras el despido de los susodichos. Aún si sigue siendo por su naturaleza tecnológica un sitio donde es fácil hacer negocitos, en cualquier futuro troceo y reparto de ARSAT, el Data dista de ser pata o pechuga.

Un premio grosso, pero no en términos económicos sino políticos, es la empresa CEATSA, un «joint venture» de ARSAT y de INVAP, con un 90 y un 10% de capital accionario respectivos. ARSAT e INVAP son firmas estatales emblemáticas, cuya cabeza el macrismo ambicionó poner en una pica, porque logran el milagro de exportar reactores nucleares, radares y servicios satelitales con poquísimo personal, aunque muy experto, y una administración muy austera. Eso va a contracorriente de la visión macrista de la economía, y como las exportaciones son innegables, tan innegables como que ambas empresas viven de sus ganancias, le arruina el relato.

Si se le saca CEATSA a INVAP a través del cierre o expropiación de ARSAT, INVAP se queda sin sala de testeo de prevuelo para satélites de gran tamaño y potencia. Entonces también se jode por extensión la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, CONAE, otro pedazo de estado argentino libre de ñoquis y con demasiados satélites de observación de la Tierra exitosos. Tres pájaros de un tiro.

ARSAT sin la REFEFO es como YPF sin Vaca Muerta. ¿Los lectores notaron cómo se aceleró internet en Argentina entre 2010 y 2012? Bueno, es que ARSAT en aquellos 2 años había metido más fibra óptica que Telefónica en 20 años, y del doble de ancho de banda. Nuestra red informática federal no la tienen ni Brasil ni México. ¿Y se la va a llevar el oligarca mexicano Carlos Slim? ¿Por 900 y pico de palos verdes?

En 2014, comparados en ancho de banda con la región, no éramos la potencia comunicacional que es Uruguay, y tampoco Brasil. Pero ya no dábamos lástima. Hoy ya subió a 16 mega. Eso es lo que da la REFEFO.

La REFEFO (yo no le puse ese nombre disfónico) es la mayor obra de infraestructura federal en los que va del siglo, costó un Perú, se hizo con gente y plata argentinos, funciona bárbaro, es imprescindible, casi todos los argentinos la usan, y casi ninguno tiene siquiera idea de que existe.

No tiene idea porque la REFEFO está enterrada a dos metros de profundidad promedio, sino justamente porque funciona bien. Y funciona bien porque las camionetas de ARSAT salen como un tiro desde las cabeceras regionales a repararla cada vez que algún arquitecto o intendente la rompen con retroexcavadoras, aunque su traza está muy señalizada. Los cables de vidrio son muy blindados y aguantan bien los ataques de otros animales más subterráneos. También se defiende bien de raíces de árboles y arbustos. Pero aún sin esa suma de atacantes externos, la fibra óptica va perdiendo su transparencia casi perfecta, y en 20 años hay que sustituirla.

Si se pierde la REFEFO a malas manos, cuando regrese a lo que quede de país algún partido más industrialista y menos «market friendly» (antes se decía «vendepatria»), nos exponemos a que esté hecha percha. Como lo estaba YPF cuando se rajó a REPSOL, después de que el vampirismo ibérico vaciara Loma de la Lata.

Aún si el que manotee la REFEFO la cuida (sería raro), e incluso si invierte en su crecimiento, le estaremos pagando peaje a algún otro vampiro nacional o internacional cada vez que la usemos. Que viene a ser siempre, como ahora que Ud. está leyendo este artículo en AgendAR. O yo cuando lo mandé.

Si el artículo le llegó rápido a AgendAR, si Ud. lo pudo descargar en menos de un segundo, es porque la REFEFO es un tiro. Toda lentitud o corte de servicio son añadidos de su proveedor de internet, que es pura iniciativa privada, pero privada de iniciativa. Una autopista puede ser muy veloz, pero si el concesionario del peaje abre dos cabinas de pago en hora pico, las colas y los bocinazos son cosa de él.

Dice mi excompañero de ARSAT, el Dr. en Informática Alfredo Moreno, titular de las cátedras de TICS en las Universidades de Avellaneda y de Moreno (del partido, no la persona), el nombre de Slim como próximo Señor de los Anillos de la REFEFO podría ser real. Hemos discutito que también una falsa bandera, para que le ladremos al árbol equivocado.

Por ahora, el grupo empresario que más ganaría de esta expropiación al fisco sería Clarín. Ante todo, evitaría la posibilidad, que siempre fue remota, de pagar tarifas reales por su uso. Por ahora, paga tarifas de chiste -es decir subsidiadas- a través de fachadas como Red Intercable, formada por por 230 PyMES de 580 ciudades en 21 provincias argentinas. Ergo, el 2do mayor multimedio de Sudamérica hoy paga como si fuera una flaca cooperativa pueblerina. Si te volvés el dueño de la REFEFO, no pagás nunca más y los demás usuarios te pagan a vos.

Las Toninas, provincia de Buenos Aires, punto de enlace de la REFEFO con el resto del mundo.

Pero además, y perdón por repetirme, sería una adquisición que daría acceso a poderes ilimitados sobre ese nuevo órgano del cuerpo humano: el celular, el soporte físico por el cual el argentino de a pie se informa o desinforma.

Hay dos problemas con esto de ser el nuevo amo de la REFEFO: si no se la mantiene, y eso cuesta plata, se cae, y sólo la puede mantener un grupo que se sabe a prueba de todo. Clarín califica, Slim no sé. Aquí al mexicano le va bien, pero no juega de local.

El otro problema es que ARSAT gana plata, no la pierde. Razones para robársela al estado, no hay, salvo que da un muy mal ejemplo. Pero hay un tercer problema: ARSAT es propietaria legal y efectiva de todos sus activos, no una gerenciadora. Para enajenarlos, se requiere una ley aprobada por ambas cámaras del Congreso, donde las cosas son resbaladizas porque no hay mayoría segura.

No es imposible que veamos repetirse casos como el de la «Ley Banelco», la reforma laboral de Patricia Bullrich en tiempos de De la Rúa. No hubo que rascar mucho para descubrir que desde tiempos de Menem se pagaban cifras siderales y por sobrecito en ambas cámaras por levantar la mano a favor del gobierno o faltar a sesión.

Sólo que si se destapa otra olla de gusanos como aquella, hoy no hay un o una vice que se vaya a ir del cargo con un portazo indignado, como el Chacho Álvarez.

Daniel E. Arias