Un equipo internacional de investigación, en el que participaron científicos del CONICET, reconstruyó, mediante el registro de anillos de crecimiento anuales de árboles y simulaciones computacionales, las variaciones del caudal de tres de las grandes cuencas fluviales de la meseta tibetana, su relación con los cambios climáticos y el impacto en los movimientos sociales y políticos ocurridos durante el último milenio en el sudeste asiático. El estudio fue publicado en la prestigiosa revista Nature Geoscience.
“Las altas cadenas montañosas almacenan y suministran el agua dulce con la que se sostienen demandas ambientales y humanas en amplias extensiones territoriales. Estas ´torres de agua´ tienen una extraordinaria capacidad de amortiguación al suministrar agua de los glaciares y nieve durante la estación cálida y captar lluvias. Por este motivo constituyen un elemento esencial para la dinámica hidrológica, la biodiversidad vegetal y animal, y el desarrollo de amplios sectores sociales.
Una de las gigantescas torres de agua se localiza en la meseta del Tibet, al noreste del Himalaya. Se estima que esta zona fue habitada desde los últimos veinte mil años y ocurrieron enfrentamientos tribales y conformaciones de imperios y dinastías que marcaron escenarios de disputas políticas, religiosas y territoriales, incluyendo desplazamientos masivos de poblaciones”, afirma Fidel Roig, investigador del CONICET, director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob.Mza) y uno de los autores del trabajo.
Mediante el estudio de anillos de crecimiento anuales de árboles, y simulaciones de última generación del Community Earth System Model (CESM), el equipo, del que también formó parte el investigador del CONICET en el Centro de Investigaciones de la Geósfera y Biósfera (CIGEOBIO, CONICET-UNSJ) Martín Hadad, logró reconstruir las variaciones en el caudal de los ríos Mekong, Salween y Yarlung Tsangpo durante los últimos mil años. La existencia de una relación positiva entre estos caudales y el Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI) durante el inicio de la estación seca para la península Indochina confirmó la importancia de la torre de agua tibetana en el funcionamiento y productividad de los sistemas ecológicos y sociales del sudeste asiático.
“Desde el siglo XI, civilizaciones de diversas culturas surgieron en esta zona, las que dependían de complejos sistemas del cultivo de arroz, pesca local y provisiones de otros alimentos sustentados por precipitaciones controladas por el monzón asiático de verano y por el agua dulce proveniente de la torre de agua tibetana. La inestabilidad de las precipitaciones impactó con sequías o inundaciones en los sistemas ecológicos y el desarrollo económico de estas sociedades”, afirma el científico.
La reconstrucción hidrológica realizada por el equipo científico permitió establecer cómo las condiciones climáticas habrían incidido, por ejemplo, sobre las dinastías chinas, afectadas particularmente por la larga y severa sequía de principios del siglo XIII a inicios del XVI, o la ocurrida durante el siglo XVII. Los imperios comenzaron a fragmentarse y se desarrollaron prototipos de los estados modernos de Tailandia y Laos. También, la escasez hídrica ocurrida de 1280 a 1340 coincidió con una crisis importante en la dinastía Pagan que se caracterizó por la dislocación económica, la agitación política y la división de Myanmar. La continuidad de esta sequía, entre 1360 a 1500, coincidió con el colapso del Imperio Jemer y el lento abandono de Angkor Wat de la actual Camboya. Más reciente, durante el siglo XVII, otra larga y severa sequía, conjugada con las frías condiciones imperantes durante la Pequeña Edad del Hielo en la Meseta de Loes del norte de China, se vinculó a desequilibrios agroecológicos y políticos que desembocaron en la transición de la dinastía Ming-Qing.
Según Roig, esta relación clima-sociedad también ocurrió en otros lugares del planeta. Ejemplo de ello se evidencia en el impacto social y económico que produjeron sequías severas en la cultura Azteca, como el “Año Uno Conejo” en 1558 o “El Año del Hambre” en 1785-1786, entre otros, o los altos valores térmicos sin precedentes registrados en los últimos siglos en sectores del suroeste de Argentina, lo que está impactando en los sistemas ecológicos y económicos debido a sequías y pérdida de caudales por escasez de nieve y derretimiento de hielo acumulado en las altas cumbres de la Cordillera de los Andes.
“Las evidencias de este trabajo no sugieren que la variabilidad hidroclimática por sí sola sea el único motor de la evolución de sociedades asociadas a diversas cuencas fluviales, sino que postula la necesidad por considerar los extremos climáticos a largo plazo en relación con el impacto en los ecosistemas y el consecuente desencadenante de cambios socioeconómicos graduales. Las alertas climáticas se han encendido en todo el planeta, pero cabe la responsabilidad por interpelar nuestras propias conductas que contribuyen a incrementar los efectos negativos del cambio climático sobre los reservorios de agua dulce. Nuestra torre de agua andina ya lo está experimentando”, concluye el científico.
Este trabajo se realizó en el marco de cooperación internacional CONICET-National Natural Science Foundation of China (NSFC).