“Todo eso era viña”…Una frase bien mendocina, que incluso se convirtió en un hit musical, para graficar el avance, a través de las décadas, del negocio inmobiliario sobre el campo cultivado en la tierra “del sol y del buen vino”. Nostalgia, pero también alerta. Así, esa tendencia no dejó de crecer y consolidarse: son cada vez más las tierras con plantaciones vitivinícolas que quedaron en el olvido, desaparecieron o pasaron a otras manos.
Por eso, el abandono y la erradicación de viñedos no dejan de preocupar a los diferentes actores del sector, sobre todos los más chicos de la cadena industrial. Es que la crisis económica de la actividad, tanto en el mercado interno como en las exportaciones, ha mantenido activos los intereses de las desarrolladoras en construir, principalmente, barrios privados, aunque también ha sido una oportunidad de expansión y reimplantación de nuevas vides para bodegueros con más espalda, lo que ha generado una mayor concentración de la vitivinicultura.
“De un día para el otro, el paisaje se nubló: aparecieron máquinas arrasando con las hileras de malbec. Realmente, da mucha pena e impotencia ver que la tierra con un producción tan cuidada por tantos años se convierte en un negocio inmobiliario. Un golpe para la vitivinicultura, por la falta de rentabilidad, y también contaminación visual para nosotros, ya que construirán viviendas que nos taparán la vista a la montaña”, contó a este diario Soledad, vecina de los distritos de Vistalba y Las Compuertas, en Luján de Cuyo, donde hay una importante cantidad de viñedos y bodegas top, pero también donde proliferan countries y viviendas de fin de semana.
En otros oasis de la provincia, el drama se repite, con otras características. “Estamos cada vez más ajustados con los costos, es la triste realidad, por lo que a muchos no les queda otra opción que dejar de producir, abandonar o vender las tierras. Es una situación muy acuciante. Además, la falta de agua es un problema grave para nosotros”, contó a este diario Eduardo, pequeño productor del este provincial, una de las zonas donde más se achicó la superficie cultivada de vid a lo largo de los años, lo que implica la lenta desaparición de los pequeños jugadores del mercado, quienes cada vez necesitan viñedos con más hectáreas para que la actividad sea rentable.
De acuerdo con datos oficiales, en base a un informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), con información del 2021, la superficie de vid de la República Argentina alcanza las 211.099 hectáreas distribuidas en 23.278 viñedos, evidenciando una baja constante a lo largo de los años. Así, al comparar con el 2010, se observa que la superficie actual es un 3,1% menor, ya que se registró una reducción de 6651 hectáreas y 1502 viñedos menos.
En tanto, al cotejar las cifras con el año 2020, existe una disminución de 3699 hectáreas (-1,7%) y 421 viñedos menos (-1,8%). Si la comparación es con el añ0 2014, los diferencias son aún mayores: 226.388 hectáreas (-6,7%) y 25.482 viñedos (-8,6%).
Radiografía
Por su parte, el INV pondera que las propiedades son cada vez más grandes. El tamaño medio del viñedo en el año 1990 era de 5,8 hectáreas, en el año 2000 de 8 hectáreas, en 2010 de 8,8 hectáreas y en el año 2020 de 9,1 hectáreas.
Actualmente, se registra superficie de vid en 18 provincias argentinas. El 70,6% del total se encuentra en Mendoza, 20,7% en San Juan, 3,6% en La Rioja, 1,7% en Salta, 1,3% en Catamarca, 0,8% Neuquén y 0,7% Río Negro.
Estas 7 provincias concentran el 99,4% de la superficie total. El restante 0,6% se distribuye en 11 provincias: La Pampa, Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, Misiones, Santiago del Estero y Santa Fe. El tamaño medio de viñedo del país es de 9,1 hectáreas. Respecto al año 2010, año en el que se realizó el último censo de viñedos, ha disminuido la superficie en 3 de las 7 provincias más cultivadas: Mendoza, San Juan y Río Negro.
La superficie de vid de Mendoza registrada al 31 de diciembre de 2021 alcanzaba las 148.996 hectáreas distribuidas en 15.171 viñedos. Hay 2237 hectáreas menos respecto al año anterior y 5219 hectáreas menos que en 2010. Los viñedos disminuyeron en 148 respecto al año anterior y en 1190 respecto a 2010. Los departamentos que registran mayor disminución de superficie desde el año 2010 son: San Martín (-3.127 ha), Maipú (-2.454 ha), San Rafael (-1.731 ha) y Rivadavia (-1.344 ha).
Diversos referentes de la industria dieron su visión del fenómeno que, justamente, no logra cortarse de raíz. “Esto es realmente preocupante. Hay erradicación pero más abandono, que es muchísimo en la zona este, principalmente por la rentabilidad. Los costos de producción y rendimiento por quintales más el valor del pago de la uva es una ecuación que no está dando, y cada vez se invierte menos, y por ende hay menos producción y más abandono. Al analizar los números no se observa una caída tan pronunciada pero es porque los grupos concentrados y las multinacionales están invirtiendo, por ejemplo, en el Valle de Uco, o en otras provincias”, contó a este diario Matías Manzanares, secretario de la Asociación de Viñateros de Mendoza (AVM), quien sumó otro factor determinante: la escasez de agua.
“A un productor que tiene más de 10 hectáreas se le complica regar, ya que en años normales, regando cada 30 días, si no te alcanza el agua, tenés que regar la mitad en dos vueltas, por lo que a esa finca le agregás agua cada 60 días, por lo que se seca y dejás de producir; entonces, abandonás un par de hectáreas, para tirarle más agua a las otras hectáreas”, apuntó el productor.
Por su parte, Fabián Ruggeri, titular de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (Acovi), se mostró preocupado por la compleja situación que vive el sector. “La erradicación de viñedos es porque realmente no están dando, por la variedad o los kilos, una rentabilidad para sostenerlos. Hay muchos productores que han ido erradicando y cambiando de variedades o cambiando de actividad. También se venden algunas fincas que estaban en mal estado y se convierten en chacras, frutales o frutos secos. Eso sí, la superficie de viñedos ha tenido una baja en cuanto a hectáreas cultivadas, pero la producción no ha caído, lo que indica también que hay viñedos que mejoraron su rendimiento, con una tendencia lenta en Argentina a la concentración: propiedades con más superficies y más productivas”, indicó el dirigente, y agregó: “Sin dudas que esto nos preocupa, y defendemos al pequeño productor, por eso tratamos por todos los medios, como sistema cooperativo, que no desaparezca”.
En tanto, un empresario del sector que prefirió mantener su nombre en reserva aportó su perspectiva en un punto central. “La venta de tierras por el negocio inmobiliario es por la falta de ordenamiento territorial. Tenés zonas irrigadas, con caminos y con calidad para viñedos donde se están haciendo más barrios privados. Por eso, es importante tomar medidas y que sea para producción”, señaló.
A todo este escenario, se suma otro condimento extra, que reporta efectos colaterales. Así, los especialistas de la industria aseguran que el abandono es más peligroso que la erradicación. “Cuando erradicás, arrancaste lo que abandonaste. Pero el abandono, sin erradicar, genera que se siga produciendo uva, que no se cosecha, lo que complica el control de plagas, como la Lobesia botrana, conocida como polilla de la vid”, aportó Manzanares, quien hace un llamado al Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza (Iscamen) para que active la lucha y la vigilancia en estas zonas.
Comentario de AgendAR:
La nota no menciona la desaparición cada vez más rápida de los hielos permanentes en los Andes Áridos. La isoterma que forma el límite vertical del borde inferior de los hielos se va corriendo y empequeñeciendo alrededor de las cumbres, hasta que éstas quedan peladas y no producen más agua infiltrante de deshielo. Son los hielos, que desaguan en napas en los valles, y no las lluvias lo que alimenta la vitivinicultura en los tres oasis mendocinos.
Hay cada vez menos agua subterránea para repartir. Y los regadíos de acequia abierta típicos de Mendoza estaban bien para fines del siglo XIX, pero hoy, con más calor todo el año, es regalar agua a la evaporación. Los sanjuaninos tienen una provincia más seca aún que Mendoza y se hicieron viñateros hace poquísimo, pero empezaron con mejor tecnología hídrica: riego por goteo y control automatizado.
Ese es el trasfondo último del avance de los countries sobre los viñedos en Mendoza, además de la contaminación aérea de la capital, especialmente en invierno y durante las mañanas, cosa que impele a los ricos a rajarse del área metropolitana. Y no hay mucho lugar adonde ir: ya en los ’90 sólo el 4% de la superficie mendocina era habitable o explotable, y está en los tres oasis provinciales. El 94% restante hacia el Este es desierto estricto por sombra hídrica de los Andes. Los libros de física y geografía no muerden.
Daniel E. Arias