Es claro. Si para las actuales autoridades económicas del país, la Ley Federal de Pesca reviste modificaciones de fondo, y se tiene como premisa que el sector pesquero no es pujante y hasta goza de actitudes turbias al margen de la Ley; que hoy se ponga en tela de juicio el rol del INIDEP, es parte del mismo criterio.
Nadie discute y defiende lo indefendible. Simplemente, hay dos grandes grupos: los investigadores, que dan lo mejor de sí por encontrar fundamentos científicos que justifiquen mayor certeza para la toma de decisiones del Concejo Federal Pesquero (CFP. Y está la otra parte, la cúpula política del organismo, donde una segunda línea dejó mucho que desear.
Ejemplo de ello: lo ocurrido con algunas especies que ya casi ni habitan en la plataforma argentina, como la merluza austral, la merluza de cola, el granadero y otras especies. Como decisiones de dudosa consideración, como el caso de buques de investigaciones hechos en España sin siquiera 2 tangones, cuando el principal recurso argentino es el langostino. Inexplicable.
(Nota del editor: para explicar lo que a Pescare le resulta inexplicable: los barcos de investigación son pesqueros con equipos y RRHH científicos a bordo. Y los barcos que pescan langostino despliegan grandes redes laterales suspendidas de mástiles rebatibles que se acuestan en horizontal, uno a babor y otro a estribor, llamados «tangones». Un barco de investigación pesquera sin tangones en un mar bastante langostinero, como el argentino, es mal indicador de capacitación y/o probidad.
(De todos modos -sigue el editor, hoy invasivo-, el recurso más explotado en tonelaje es la merluza hubbsi, seguida por el calamar Illex, luego el abadejo y en cuarto lugar el langostino. Lo que tiene éste es un precio mucho mayor por unidad de peso. Lo que genera en dólares cada una de estas cuatro especies es un misterio, porque hace décadas que el Mar Argentino es saqueado por empresas españolas, y ahora asiáticas, sean contrabandistas legales asentados en el país y con buenos papeles, o piratas más genuinos, sin pretensión alguna de legalidad. Por ello, las cuotas asignadas por el CFP sobre datos del INIDEP, y sobre todo las capturas y valores declarados oficialmente ante el estado son una burla desde hace décadas).
Demonizado sin causa, objetado y acusado por autoridades que seguramente no conocen la razón de ser, de estar y de permanecer)del INIDEP. ¿corre peligro la continuidad del Instituto que cumplió medio centenar de años estudiando las especies?
Como todo organismo del Estado, la nueva gestión del gobierno nacional “apunta y tira”, pero no siempre dan con las presas a las que se les debió apuntar.
En 1898 el Dr. Fernando Lahille fundó el primer laboratorio costero de biología marina, el que estaba ubicada en la zona de Punta Mogotes en Mar del Plata, colocando, tal vez sin saber, que varios años después (1960), un grupo de investigadores y docentes de Universidades públicas, junto al entonces gobernador bonaerense Oscar «el bisonte» Alende dieron forma al Instituto de Biología Marina en Playa Grande, también en Mar del Plata, en un edificio que aún se conserva pero que no es utilizado. Alli se construyeron los primeros laboratorios y se desarrollaron las primeras líneas básicas de investigación con equipos de trabajo permanentes.
Ya en 1977, mediante la Ley 21.673, sobre la base del Instituto ya creado, se dio forma a un organismo descentralizado bajo de denominación de Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, INIDEP.
¿Tan importante puede ser este Instituto? ¿Tanta trascendencia internacional tiene? ¿Realmente sirve a los fines pesqueros de la Nación?
La respuesta tal vez se encuentre en que el INIDEP es el encargado de asesorar a la Subsecretaría de Pesca (hasta hace unos días incluía acuicultura), al mentado CFP, Consejo Federal Pesquero y a la Cancillería argentina –más allá de lamentables declaraciones de Diana Mondino sobre la pesca-, asesoramiento basado en el uso racional de los recursos pesqueros con el objetivo de preservar el ecosistema marino para las futuras generaciones.
Como si esto fuera poco, el INIDEP tiene como misión y función la de formular, ejecutar y controlar los proyectos de investigación en prospección, evaluación y desarrollo de pesquerías, de tecnologías de acuicultura, de artes de pesca, de procesos tecnológicos y en economía pesquera, conforme a las pautas y prioridades que establezca la Autoridad de Aplicación.
Haciendo una burda comparación con una pelea de boxeo, desde la óptica de algunos funcionarios nacionales, sólo han visto el último round, donde una parte del año 2023 no fue de las mejores performances del Instituto y haciendo un análisis algo más profundo, la compra de los últimos dos barcos, -sin tangones- es de una desproporción de la administración que no tiene sentido, siendo el langostino la principal especie generadora de exportaciones y descargas del mar argentino, con una pésima administración de quienes conocen de investigación pero muy poco de política pesquera y mucho menos de diseño de buques.
Los barcos del INIDEP no tuvieron la productividad de días de navegación o de investigación en el Mar Argentino como ocurriera en años anteriores, pero el deterioro lógico por cuestiones obvias le jugó una mala pasada para que zarparan e hicieran los estudios correspondientes sea en merluza, u otras especies no cuotificadas. El colmo fue la especie calamar que siquiera hicieron una sola campaña en el año.
Todo organismo del Estado tiene su costado burocrático, y eso también conspiró (sumado a la poca voluntad de algunos pícaros) para que, con poco espacio en los diques para reparación, se armara una combinación casi letal y no se pudieran igualar al menos las campañas anteriores.
Ahora bien. ¿Es necesario que un Instituto Nacional, con empleados estatales, con una estructura que se estaba expandiendo a otras provincias con litoral marítimo? ¿Cuán importante puede ser que se estudien las especies comerciales (entre otros estudios) para mantener la biomasa y no pescar de forma indiscriminada, y que se cuide el recurso pesquero?
Las respuestas son de toda obviedad. Entonces lo que hay que objetar es a quiénes tienen “en la mira” al INIDEP, por la simple y sencilla razón de que desconocen en principio, de que se estudia, cómo se hace cada proceso y la vital importancia de estudiar lo que se va a pescar, lo que se pesca y lo que se deja de reserva para consolidar la base de reproductores que sustenten el caladero futuro. Ahí es donde empieza el círculo productivo de la pesca argentina.
(Nueva nota del editor, que hoy está pesado: círculo roto desde hace décadas. Para más datos, una merluza adulta en los ’80 llegaba fácil a 80 cm., ya fileteada. Hoy resulta bastante más chica que el plato en que se la sirve, y en general, un ejemplar juvenil que palmó sin llegar a edad reproductiva).
Seguramente el Estado Nacional tendrá cosas que revisar, como en cada estamento y que las instituciones, cualquiera que fuera, no sean nichos donde se refugien militantes de cualquier partido ni sea la moneda de cambio por haber colaborado en campañas proselitistas.
Lo que también deberá revisar el Estado que no se puede borrar de un plumazo lo hecho, y mucho menos, ante el vencimiento de contratos de trabajadores, hacer “borrón y cuenta” nueva, sin saber a ciencia cierta qué hacían esos empleados de la Argentina y cuál era su aporte al desarrollo nacional. Cuanto menos esto se califica de injusto, para empezar.
Que algunos han “sacado chapa” asesorando (y cobrando) al INIDEP y su aporte fue minúsculo o nulo, también es cierto. Pero acá hay que explicar y dar respuestas a otras situaciones.
No en vano desde organismos internacionales consultan a diario las investigaciones realizadas por nuestro país (porque en definitiva eso también es el INIDEP) donde se posee entre otras cosas, una biblioteca con material invalorable y con personas dispuestas a responder las consultas de empresas, trabajadores y estudiantes.
No se puede dejar de valorar el trabajo que hacen los investigadores y científicos, en cualquier área, con un apasionamiento único por conseguir resultados a conciencia y así, en el camino que se debe transitar, asesorar a las autoridades llámese Subsecretaria de Pesca o el mismo colegiado legislativo, el CFP, organismo que mediante resoluciones y actas generan la normativa para la sostenibilidad y sustentabilidad del caladero, informando de lo que sí se puede hacer y de lo que no, porque compromete el futuro de la pesca.
Tampoco se debe haber estudiado que el Instituto estuvo prácticamente diez meses sin presupuesto para llevar adelante reparaciones en barcos por ejemplo. Sería como un borrar con el codo lo escrito con la mano, después de 50 años de investigaciones y de gente que dejó su vida leyendo, embarcándose, estudiando, destrozándose las manos para que el INIDEP sea no sólo un orgullo para muchos, sino también para que desde otros países sea un punto de gran referencia del amplísimo FAO41 del Atlántico Occidental.
(Nota del editor, y ya cansa: en la jerga, es área 41 de las llamadas Major Fishing Areas de la FAO, organismo de las Naciones Unidas para asuntos de alimentación humana.
No obstante, hay que destacar la labor de la última gestión, de su cuerpo directivo, la Jefatura de la Dirección Nacional de Investigaciones, Dra. Claudia Carozza , la Directora de Pesquería de peces, Dra. Analia Giussi, y el propio Director, Lic. Oscar H. Padín, que sin contar con el presupuesto necesario y habiendo recibido los buques de investigaciones al borde de no tener Certificado Nacional de la Seguridad para la Navegación, y situación del personal en estado calamitoso de sueldos, pudo llevar decorosamente adelante una gestión pulida y honesta. Además de jefes de departamentos de pesquerías (crustáceos, merluza, calamar, bycatch (pesca involuntaria que se descarta muerta por borda), de bentónicos (organismos de fondo), de invertebrados y de ambiente marino y especies pelágicas (de altamar), como así también especialistas de buques de investigación, como el Cap. Alejandro Latte entre otros.
Es notable, el enorme esfuerzo del sector administrativo y operativo para sostener y levantar los buques. Sin investigadores especializados en ciencias del mar no hay INIDEP y sin soporte logístico y administrativo, no hay manera que los científicos cumplan sus programas de trabajos de investigaciones con eficiencia.
En la finalización de mandato, el Director Lic. Oscar Padin, dejó la memoria de gestión 2020-2023 donde hace un análisis del total de estos últimos años al frente del Instituto.
Cuanto menos la situación merecería un estudio profundo y dedicado, consultando a especialistas para saber realmente cuán necesario es este Instituto para desarrollar una actividad pesquera sostenible y sustentable.
Del mismo se han desarrollado notables avances, como la implementación de dispositivos de selectividad para evitar capturas de juveniles, como el desarrollo del Ing. Rubén Ercoli y equipo de investigadores que han sido fieles representantes en pesquerías de Nicaragua, Costa Rica, Perú, Ecuador e innumerables paises. Fueron representaciones argentinas en los principales institutos de investigación marina del Reino Unido, Noruega, Alemania y Francia, entre otros.
El INIDEP ha contado con referentes mundiales de la talla del Dr. Víctor Angelescu, Dr. Enrique Boschi, la Dra. Maria Isabel Bertolotti y el Dr. Daniel Bertuche.
La situación ha llegado casi al extremo a los trabajadores de todas las áreas: se muestran angustiados y preocupados no sólo por la continuidad de su fuente laboral (al fin y al cabo son profesionales altamente capacitados), sino porque se tirarían –justamente- por la borda cincuenta años de estudios y progresos que dieron fundamento al pilar biológico dentro de la Ley Federal de Pesca, entre otras cosas.
El próximo lunes los trabajadores a los que no se les renovó el contrato, más otros que se encuentran en una situación incierta, harán un abrazo solidario a la sede del señero INIDEP; recordando a las actuales autoridades, que ya hubo decisiones electorales populares que llevaron a sumergir al país en 20 años de retroceso. Sin dudas, tienen un impacto altísimo, y algunas instituciones recibieron por añadidura el mismo desprestigio de dos décadas berretas que Argentina debió atravesar.
Comentario de AgendAR:
Lógico que «Pescare» defienda al INIDEP. Es un clavo en el zapato para todo gobierno que da libertad de pesca incontrolada a empresas extranjeras y/o flotas piratas, o firmas que son ambas cosas a la vez. Y gobiernos de esos, no nos han faltado desde épocas en que Milei hablaba con Conan, pero vivo.
Carlos Corach, abogado de las pesqueras españolas y ministro del Interior del presidente Carlos Menem, hizo echar a la mitad de la planta científica del INIDEP para tener aterrorizada y callada a la otra mitad. «Era nesario», como habría dicho su jefe, el otro Carlos, mientras la nueva mafia pesquera española, operativa desde el Río Colorado hacia el sur de Tierra del Fuego a partir de los ’90, vaciaba el mar hasta el colapso total de stocks en merluza hubbsi, langostino y calamar Illex entre 1998 y 2005.
Mientras duró el feliz despojo, Felipe Solá y luego Domingo Cavallo echaban agua bendita sobre el mismo. El mar no es infinito, como no tardó en reconocer el jefe del Grupo Otero, uno de los 4 grandes armadores marplatenses cuando los españoles, sobrepescadores de fama renegrida y con todo el dinero de la UE encima para que no jodieran más en aguas europeas, se los empezaron a llevar puestos a los locales.
La pesca monopolizada por España fue una bomba de tiempo. Reventó demorada sólo por la sobreexplotación del recurso más caro: el langostino, que ya en 1986 levantaba U$ 12.000 dólares la tonelada, unas 10 veces más que la merluza hubbsi, cuyo stock es el mejor baremo para medir la salud de nuestros dos caladeros.
El estado menemista fue la negación de la existencia misma del estado, y eso sigue. Los prefectos que se animaban a detener pesqueros en infracción solían tener problemas con sus jefes y con sus carreras, los tribunales federales absolvían a las empresas extranjeras asuntos graves, o les aplicaban multas de un peso (SIC) tras 13 años de litigios… y así anduvo, anda y al parecer seguirá andando todo en nuestras aguas nacionales.
Ese estado de cosas en 2001 provocó la quiebra de las cuatro grandes empresas marplatenses que fueron muy fuertes durante el medio siglo transcurrido entre la 2da Guerra y los ’90. Un caso de libro es Mellino, que empezó con barcos costeros de poca bodega y luego se hizo de naves de altura con cámara de frío, capaces de pescar semanas enteras en altamar. Los cuatro grupos marplatenses compraban barcos argentinos porque costaban en pesos, y eran procesadoras: agregaban valor local, vendían en los nacientes hipermercados del pais, e incluso lograron exportar conservas enlatadas de manos de la cooperativa El Hogar Obrero. Hasta que éste quebró aplastada por el Plan Bonex.
Nos falta la suficiente estupidez para creer en la historia de los pescadores argentinos buenos y de los gringos malos. Eso queda para los giles. Como dice en un lenguaje demasiado rugiente, Eduardo Pradas, viejo sindicalista y laburante pesquero de Marpla:
“La burguesía pesquera, que nació en los pasillos del BANADE (Banco Nacional de Desarrollo, Menem lo privatizó), logró integrar la planta en tierra con el buque de altura fresquero. Es así como se reproduce un esquema ya clásico en las burguesías nacionales de los países atrasados: importan bienes de capital (maquinarias) y exportan materia prima como commodities” […]
Sigue Prada, tratando de explicar cómo se llegó a la situación actual. “En
este momento fundacional de la pesca se establecen las características que perdurarán
en la industria: una clase capitalista parasitaria, siempre pendiente del reembolso a las
exportaciones o a las facilidades financieras que les proveía el Estado, y la integración
al mercado mundial” […]
Y continúa: “La relación de los empresarios pesqueros con el Estado demuestra cómo se constituyen… desde la liga pesquera marplatense a los pulpos pesqueros integrados a partir de los ´90” […] “La explotación creciente de langostino a partir del 1982 amortiguó la caída, pero unos años mas tarde la crisis tuvo una “solución” más clásica: la ola de quiebras pesqueras entre 1988 – 1990” […]
“Al no llegar el socorro prometido por el gobierno, que pretendía rescatarlos nuevamente con créditos, fueron todos al vaciamiento que les permitió retirar masivamente los capitales y rematar las plantas y barcos”.
Esta situación de crisis fue aprovechada por distintos sectores de distintos modos. El empresariado pesquero marplatense, que en su momento fue mucho más industrialista y nacional de lo que muestra Prada. Pero cuando se batió en retirada ante los españoles, que venían apalancados por la UE y el estado argentino, dejó un tendal de desocupados en «La Feliz». Cosa invariable, nuestros industriales le echaron la culpa de su suerte al estado nacional, por subsidiar a España y no a ellos. No dejan de tener razón. Pero bien que se callaron la boca cuando se fundieron: hablar mal de Menem causaba mala suerte y accidentes. Y de yapa, les caía bien eso de la libertad de destruir leyes laborales inaugurada por aquel gobierno.
En lo que se refiere a las políticas posteriores a la Guerra de Malvinas, tampoco protestaron mucho. Gran Bretaña le terminó quitando, sin apuros ni oposición alguna, un total de 1.675.000 km2 de mar a la pesca argentina legal. En 1986, como dueños legales de sus 200 millas insulares, los kelpers otorgaron 237 licencias de pesca sobre aguas antes argentinas de hecho. Antes de la Guerra de Malvinas, entiéndase.
De puro antiimperialista que era, el canciller Dante Caputo entonces le concedió licencias pesqueras a las flotas soviética, polaca y rumana, que le entraron al Mar Argentino como Atila a Francia. Eso dejó el precedente para que, tras el colapso de la URSS, el menemismo le entregara las llaves del Mar Argentino a otra mafia peor, que acababa de ser echada prácticamente a cañonazos de aguas canadienses, tras haber hecho colapsar las pesquerías de las Islas Británicas, las aguas del Mediterráneo y el Mar de Namibia.
Los Acuerdos Pesqueros con la UE, nombre tilingo de esta política, terminaron por el colapso de las cuatro especies «de bandera» del Mar Argentino por sobreexplotación y pesca de juveniles inmaduros. En Puerto Deseado, Santa Cruz, sede de Arbumasa y del pillaje español, los barcos rojos de altura se quedaron en amarras, encadenados en andanas de a seis, porque faltaba longitud de muelles para alojarlos a todos. Literalmente, saltando de borda en borda, uno podía caminar casi 200 metros aguas adentro de la Ría de Deseado, y sin mojarse. La ría a la altura del puerto mide unos tres kilómetros de ancho.
Los barcos rojos españoles se quedaron fondeados en los puertos patagónicos durante años, no por una prohibición del gobierno nacional, o del provincial, sino porque sencillamente ya no había qué carajo pescar. Las vedas y prohibiciones del Consejo Federal Pesquero llegaron cautelosamente después: es eso que los gringos dicen cerrar el corral cuando ya se te piró el caballo.
Nadie sabía si el mar podía recuperarse. En verdad, nunca lo hizo del todo.
En toda la costa argentina en 2001 se habían perdido 30.000 puestos argentino de trabajo y decenas de pesqueras familiares, entre costeras y altureras. La alimentación nacional bajó de los 17 kg. anuales de peces por habitante, más o menos el promedio mundial, que incluye a 44 países países sin acceso al mar, a los 5 kg/año actuales del argentino de a pie.
Es poquísimo para un país con 6000 km. de costa atlántica continental, algo más de 1 millón de km2 de ZEE (Zona Económica Exclusiva) de baja profundidad y alta productividad biológica, un 31,4% de población en inseguridad alimentaria, y dos caladeros perfectamente vigilables desde la costa si se tienen satélites (tenemos), si se tienen radares (tenemos) y la voluntad (no la tenemos).
Nunca la tuvimos. En 2004, aprovechando el renacimiento de la economía y el «levántate y anda» de la industria nacional, la empresa estatal INVAP propuso al gobierno una cadena de radares costeros HF tipo «Beyond the Horizon», capaz de controlar la ZEE hasta cruzar la milla 201 e indagar aguas internacionales.
La onda HF se pega a la superficie marina: sigue la curvatura terrestre, de modo que detecta barcos bajo la línea del horizonte, invisibles para un radar en bandas convencionales S o X, cuyas ondas viajan como la luz, en línea recta. El costo de asegurar con 6 radares HF la transparencia pesquera y militar total de toda la ZEE era de U$ 200 millones. La pesca no declarada en aquellos años andaba por los U$ 2000 millones/año. Los radares HF no se construyeron jamás. Habrían derrumbado toda actividad ilegal u hostil en nuestras aguas.
También en 2004, y a pedido de la provincia de Río Negro, INVAP desarrolló el SIMPO, un sistema a prueba de sabotaje del tamaño de una cafetera, obligatorio en todo barco que pretendiera pescar en las aguas provinciales, que abarcan casi enteramente el Golfo de San Matías, porque éste es sumamente cerrado. Es un área de langostino, pero hay de todo, y en cantidad.
El SIMPO usaba satélites geoestacionarios NAVSTAR para informar en tiempo real a la Prefectura y al Instituto Almirante Storni, un INIDEP oceanográfico chiquito y provincial bancado por el CONICET. El SIMPO daba en tiempo real la posición y velocidad de cada barco con papeles, así como del peso de la red en cada lance, la fotografía de esa captura, la temperatura de bodega, y de yapa algunos datos oceanográficos menos comerciales o fiscales sobre temperatura y salinidad del agua. En las pantallas del Storni, uno veía como un barco de la flota amarilla costera local bajaba su velocidad a 3 o 4 nudos y sabía que estaba lanzando las redes.
Al rato, llegaba la foto de la misma izada a cubierta, y el peso de la captura, y la temperatura de bodega, que subía varios grados cuando se abría la puerta. Si un capitán levantaba langostino, no podía macanear ante la AFIP diciendo que era merluza hubbsi, 10 veces más barata. Si saboteaba el SIMPO, le caían jueces provinciales, es decir no federales, y además multas, y rayos y centellas.
¿Qué pasó con el SIMPO? ¿Se volvió obligatorio en toda la ZEE argentina? Nones, cayó en desuso en su Río Negro natal, cuyo siguiente goberna decidió regresar a los usos y costumbres habituales en el resto de la costa argentina. Que es propiamente el Far West. Por algo Macri trató de hacer quebrar a INVAP, y estuvo a un tris de lograrlo.
Por esa vista gorda y esas quiebras el interventor menemista del INIDEP, Fernando Georgiadis, abogado de las pesqueras españolas y expulsor masivo de científicos buenos para aterrorizar a los otros, fue declarado «persona no grata» por el Concejo Deliberante de Mar del Plata en 2001. Significativamente, en 2018 el gobierno de Macri intentó reimplantarlo en el INIDEP: era sin duda el hombre adecuado. A nadie le extrañaría que siga siéndolo todavía hoy.
Fue rechazado masivamente por los científicos, la prensa local, los gremios y las empresas artesanales y locales sobrevivientes. Obviamente, para el INIDEP siguieron años de castigo presupuestario a rajatabla, que se continuaron sin diferencias en los dos años remanentes del macrismo y los cuatro del gobierno de Alberto Fernández, cuya política pesquera fue continuar con la de Macri… y las del largo ciclo kirchnerista.
Las relaciones «non sanctas» de Néstor y Cristina con las pesqueras hispánicas, a saber financiación de campañas, no pasarían ninguna auditoría. Tampoco hay peligro de que sucedan: entre bomberos hay ciertas mangueras sagradas que no se pisan jamás.
La práctica de regalar el Mar Argentino en la que Caputo (Dante, no Toto) incurrió por gil, continúa «non stop» desde tiempos de Corach y Menem, ningunos giles, y sin otro parate que el cierre casi total de la actividad desde puerto cuando las 4 especies más exportables estuvieron 5 años a punto de extinción comercial.
Entre tanto, el poder sobre las aguas patagónicas de las empresas de Vigo y El Ferrol.que hicieron de España la pescadería de la UE y de Extremo Oriente durante tres décadas gracias al vaciamiento biológico del Mar Argentino, decidió trasladar su sede. Y lo hizo a Fengjing, en Shangai, República Popular de China.
Los chinos decidieron que puesto que España robaba a la Argentina sin oposición, ¿por qué no servirse ellos, en lugar de comprarle a intermediarios de Galicia? En cuanto comprobaron que tampoco tenían oposición argentina, fueron a por más y se compraron también las empresas gallegas, dicho así porque son realmente de Galicia. Bueno, eran.
El pase de manos del Mar Argentino se hizo mayormente a través de pesqueras estatales como Huafeng Lifan, a la que dieron servicio de puerto gozosamente los kelpers y los hermanos orientales: hablo de Uruguay, no de Japón o de Corea, que también pescan gratis aquí. La flota de Huafeng hace reparaciones a través de su armador Verny SA, que en Montevideo compra comida y combustible y desembarca cadáveres de marineros esclavos muertos de maltrato, le hace ganar a Uruguay unos U$ 300 millones/año.
Lo de los cadáveres no es joda: la Prefectura de Uruguay entre 2013 y 2021 informó de 59 tripulantes fallecidos desembarcados en Montevideo, entre 2013 y 2021. En 2013 saltó que Verny también se ocupa del tráfico de personas, al menos de 6 ciudadanos chinos de entre 13 y 63 años, pero esa investigación, como la de derechos laborales, tampoco progresó. En 2022 el gobierno del presidente Luis Lacalle Pou prefirió que el estado no se quedara con semejante cantidad de plata y de matufias, y entregó la operación del puerto a la operadora belga Katoen Natie.
Con resultados económicos instantáneos: en julio de 2023 en Hamburgo, Alemania, aparecieron 10 toneladas de cocaína que habían pasado o que salieron desde Montevideo. El 28 de diciembre de 2023 los aduaneros belgas interceptaron un container con alfajores y budines marca Portezuelo (los recomiendo), y un alijo de cocaína de 3,4 toneladas.
Pero nuestro asunto es la pesca. Sólo quise mostrar que cuanto más podrida y oscura se vuelve la pesca, más se asocia a negocios aún más oscuros y podridos, facilitados en nuestras dos hermanas repúblicas por la privatización de puertos. Y por la compra de las viejas pesqueras gallegas.
Desde 2017 son chinas Arbumasa, Altamare, Chiarpesca, Lan Fish, Patagonian Seafood, Ardapez y Arhepez, y siguen los pases. Hoy somos el jamón del sandwich entre flota pirata china y española que se mete en la ZEE argentina desde el Este, y flota legal china y española que depreda sin control desde el Oeste, es decir desde la costa argentina.
Son los mismos capitales. Cuando no tienen ganas de pagar impuestos o declarar capturas en Argentina, las traspasan en altamar a reefers, buques congeladores. Los reefers necesitan combustible, comida y reparaciones electromecánicas, como cualquier buque, y son la clientela preferencial de Montevideo, el mejor y más equipado puerto de cercanías después de Stanley.
Ésta última flota, la de empresas con el marbete SA de sociedad anónima, que se dicen argentinas y cuyos barcos llevan nuestra gallarda bandera, está siempre bien de papeles. Y tal vez por esa paz de conciencia subsecuente, no deja infracción por cometer. Incluso inventan algunas nuevas para los ajenos al gremio, como el «calcetín», una red de malla fina y prohibida metida adentro de una red de malla gruesa y legal, que en teoría le permitiría escapar a los juveniles, por su tamaño.
Tampoco la flota legal hispánica supo jamás que es vigilancia estatal argentina: vive distribuyendo sobrecitos con regalos cada mes, aunque no sea Navidad, y tiene protección oficiosa de los ministerios de Justicia, de Defensa y de la Cancillería. Plata les sobra, debido a su buen control de gastos operativos: los barcos son chatarra que corteja el naufragio, el combustible lo subsidian la UE y/o China según el caso, y las tripulaciones suelen ser esclavos de Indonesia,Filipinas o Malasia.
Eso permite dar un extra a gobernas patagónicos, que controlan aguas hasta la milla 12, y a futuros o actuales presidentes de la nación, y aún así levantar de U$ 3500 millones/año a U$ 14.000 millones/año de pesca no declarada. Eso, según se consideren las capturas como materia prima, o puestas en anaqueles lejanos y con valor agregado afuera del país. Y el Mar Argentino es el subsidio principal: es gratis.
En este cuadro, el menemacrimileismo subió la apuesta contra el INIDEP, y plantea ya no su intervención para «limpieza étnica» de los científicos honrados atrincherados en el Instituto, sino su cierre por «decreto ómnibus». Puede que no se llegue a tanto: tanto España como China preferirían que no vuelva a colapsar el Mar Argentino como entre 1996 y 2004. Silenciar la alarma contra humo es exponerse a incendios, y aquí no se termina de apagar el de fin de siglo.
Uno creería que está por repetirse: las pescaderías han desaparecido casi totalmente en los hipernercados argentinos desde 2010, sin que eso llame la atención de los grandes medios de comunicación. Las viejas pescaderías de barrio de Baires que sobreviven, cobran que te desvalijan, y si se abastecen el lunes, el miércoles ya se les acabó la merluza y te venden abadejo al doble. El viernes no encontrás ni descartes. Sí, en un país con 6000 km. de costa atlántica y al que le quedó un respetable millón y monedas de km2 de Zona Económica Exclusiva, en general muy productiva.
En la lista de ladrones preocupados «ma non troppo» por el estado biológico de los dos caladeros argentinos (bonaerense y patagónico) están también los kelpers, ya que Port Stanley vive de vender licencias pesqueras sobre nuestras aguas desde 1986.
Los isleños saben por su experiencia de nuevos ricos que si se pasan demasiado de la raya, se quedan sin la base del presupuesto de esa colonia, donde el PBI por habitante en 2023, año malo, fue de U$ 70.800, básicamente levantados con venta de licencias y sin mojarse las patas. Es hasta el 50% de los gastos de gobierno. De la defensa isleña contra los Argies se encarga Su Majestad, Carlos III.
Port Stanley y Londres saben que apropiarse gratis de los relevamientos y proyecciones de stock de pesca comercial del INIDEP a España, China e Inglaterra les funciona bárbaro. No es que les falten barcos de investigación, pero no sabrían cómo justificar legalmente su presencia en aguas argentinas, o todavía argentinas. Además de ahorrarse escándalos, ahorran plata. La biología marina es una disciplina cara, y sus expertos viven pasándola mal a bordo de barcos siempre cortos de mantenimiento. No entiendo el orgullo de la revista Pescare de que los expertos del INIDEP sean recibidos como grandes expertos por el Reino Unido, aunque lo son. Si mi interés fuera defender al INIDEP, ésa sería más bien una agachada más a ocultar.
La cesión unilateral de información estratégica de los caladeros argentinos hecha trabajosamente por el INIDEP, es una práctica que en tiempos de Menem se volvió política oficial y legal. El INIDEP le hacía la prospección de recursos a Port Stanley, y gratarola.
Por otro lado, a fuerza de honestidad científica, el INIDEP tiene aún la costumbre de chillar cuando el Mar Argentino empieza a volverse un desierto sin peces, sin que los gobiernos nacionales, provinciales o los medios se den muy por enterados.
China y España pueden vivir sin el Mar Argentino un tiempo, porque tienen plan B.
Desde los ’80, viven saqueando las costas africanas con estados comprables, débiles o fracasados, en ese orden, como hicieron ya con Namibia, y continúan. Prefieren los estados comprables y débiles, porque las Zonas Económicas Exclusivas de los estados fracasados (ver Eritrea, Djibuti y Somalía) fueron barridas a fondo por ellos mismos y no se recuperaron jamás de la paliza. Allí los hijos de los antiguos pescadores artesanales deben dedicarse a la piratería: secuestrar barcos con tripulación y todo, y devolverlos bajo pago. Y eso hasta les termina gustando. Cosa que escandaliza al mundo.
Aquí Sandokán no tiene émulos. Los trabajadores pesqueros que pierden su laburo en los puertos marítimos argentinos migran hacia las villas de las 5 megalópolis argentinas, donde hacen changas e inevitablemente corren la coneja, con el único alivio de los planes. Somos menos románticos y libertarios que los somalíes.
El INIDEP es una de nuestras últimas diferencias con Somalía, en materia de administración del mar.
Lógico que «Pescare» defienda al INIDEP. Tarde y mal y poco, pero ahí están.
Daniel E. Arias