Luis Petri lanza una operación para fortalecer la vigilancia y el control de la pesca en el Atlántico Sur

El ministro de Defensa, Luis Petri, impartio ayer en Mar del Plata la orden de zarpada para una nueva operación destinada a vigilar y controlar in situ la pesca ilegal en el Atlántico Sur. Con esa finalidad embarcará en el patrullero oceánico ARA Contraalmirante Cordero, el buque que tendrá a su cargo el patrullaje destinado a prevenir la presencia de pesqueros extranjeros sin autorización en la Zona Económica Exclusiva, que se extiende hasta una distancia de 200 millas marinas más allá del límite exterior del mar territorial.

La operación, denominada Grifón XVII y cuyo punto de partida es la Base Naval Mar del Plata, es planificada por el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, que conduce el brigadier general Xavier Julián Isaac. Petri permanecerá un tiempo bordo y luego retornará a la base.

Más de 340 pesqueros extranjeros –el 80% de origen chino– fueron identificados en los últimos días por el Comando Conjunto Marítimo en la milla 201, sobre el límite del espacio en el que la Argentina ejerce sus derechos de soberanía. Esa pesquisa forma parte del monitoreo permanente que el organismo lleva adelante, con avanzada tecnología y durante las 24 horas del día, desde el centro de control y vigilancia instalado en el piso 12 del edificio Libertad, sede de la Armada.

“A esa información se llega a través de imágenes satelitales, reportes de medios aéreos y de superficie, puestos de vigilancia en el litoral marítimo, datos compartidos con otras fuerzas, como la Prefectura y y un sistema integrado de control de la actividad pesquera”, explicó el director saliente del Comando Conjunto Marítimo, contraalmirante Pablo Varela, quien puso en marcha hace dos años el sistema de monitoreo permanente. Tras la asunción de las nuevas autoridades de la Armada, será reemplazado por el capitán de navío Rodolfo Eduardo Berazay Martínez.

En los últimos dos años se realizaron 16 operaciones Grifón, con distintos patrulleros oceánicos, y se identificaron 3817 buques extranjeros en el límite de la línea de soberanía argentina. Una importante concentración de pesqueros hubo en febrero de 2022, cuando se detectaron 605 buques en la milla 201. Y al mes siguiente, 524.

El Comando Conjunto Marítimo, donde se monitorea durante las 24 horas, los 365 días del año, el movimiento en los espacios marítimos y fluviales del país
El Comando Conjunto Marítimo, donde se monitorea durante las 24 horas, los 365 días del año, el movimiento en los espacios marítimos y fluviales del paísPATRICIO PIDAL/AFV

La atracción del calamar

La fuerte presencia de pesqueros extranjeros se explica por la época del año, atraídos por la pesca del calamar, la variedad más buscada. “No nos ocupamos únicamente del control de la pesca. Nuestra función es proveer alertas estratégicas tempranas y vigilar todos los espacios marítimos”, explicó Varela.

Solamente pueden ingresar a las aguas de la Zona Económica Exclusiva los buques que cuentan con autorización del gobierno argentino, es decir que hayan abonado el canon correspondiente. Se estima que anualmente se conceden 120 licencias de pesca. La captura de calamar, en condiciones legales, alcanzó las 153.259 toneladas, lo que produjo ingresos por exportaciones por 288 millones de dólares, informó el Estado Mayor Conjunto.

Según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, de octubre de 2023, se estima que las capturas de la flota extranjera en la zona adyacente al espacio marítimo argentino, más allá de la milla 201, es equivalente a cuatro veces la captura argentina: 1200 millones de dólares. Y se infiere, además, que la captura de la flota extranjera en la zona de Malvinas representa el 25% de la captura en nuestro país: 74 millones de dólares.

En una operación estándar, el costo que implica el uso de un patrullero oceánico por un período de 15 días ronda los $274,6 millones. Si se suma la erogación por el empleo de una aeronave de exploración, que oscilará los $10,2 millones, el costo total de esta misión será de $284,8 millones.

Los pesqueros que se ubican a partir de la milla 201 no están en infracción, pero constituyen una amenaza, a lo que se suma el impacto ambiental que la presencia masiva de barcos produce en el mar.

En su mayoría se trata de buques poteros que pescan habitualmente de noche, con potentes lámparas y máquinas automáticas, configuradas a partir del comportamiento de los calamares. Con la iluminación intentan atraerá la mayor variedad de peces posible para facilitar su captura.

En los meses en que la presencia del calamar disminuye, por su condición migratoria, muchos de los pesqueros extranjeros se trasladan al Pacífico, frente a las costas de Ecuador y Perú, y otros permanecen atracados en los puertos de Montevideo, donde encuentran apoyo logístico. Más de 90 se localizaron allí en los meses anteriores a noviembre, explicaron fuentes navales.

“El calamar se va moviendo según la época del año. El ciclo de vida del calamar es un año. Nace y al año muere. Lo que no se pesca en un año no se pesca más”.

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COMENTARIO DE AGENDAR:

Lo de Petri es patriotismo para la tribuna. El problema con la flota china, española, coreana, japonesa, portuguesa e incluso polaca en la milla 201 de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), es que de noche apagan la radiobaliza identificadora de cada barco y de su posición, el MMII en la jerga, y se meten decenas de millas en aguas argentinas.

Eso lo sabe cualquiera. Ahí de noche podés cazar pesqueros ilegales, o haciendo pesca ilegal, a lo pavote. No hace falta decomisarles los buques: están hechos percha y no hay suficientes muelles en la costa atlántica argentina para guardarlos mientras la runfla de bogas de las pesqueras chinas o españolas duermen años las causas, no sin ayuda de la Justicia Federal. Si les querés causar daño en serio, les decomisás las artes de pesca, redes, palangres y jaulas, normalmente carísimas, y mucho más valiosas que los barcos.

A los capitanes y los tripulantes los dejás irse en lo posible con su nave, no sea que se te hunda sola en el puerto. Si no resulta posible, los fletás con cargo al país donde se radica la empresa armadora. Más de un marinero indonesio, malayo o filipino va a preferir quedarse a seguir trabajando gratis y cagado a palos día y noche. Son tripulaciones esclavas.

Los armadores chinos y españoles, los verdaderos dueños del Mar Argentino desde 1990 y contando, viven bajando costos. Si vos se los subís con intercepciones, abordajes e incautaciones constantes de artes de pesca, hechas de oficio y dentro de la ZEE, les estás jodiendo la vida a todo el resto de la cadena de comercialización ilegal, por aumento de costos. Ésta va desde el «reefer» o buque congelador, o factoría, que los espera en la milla 240 o por ahí para un traspaso ilegal de cargas a espaldas de la AFIP, y que termina en los puertos de Galicia y del Mar de la China. Somos su pescadería. Si les levantamos mucho el precio, tal vez se vayan a aguas más amigables. 

La base para capturar pesqueros piratas debería empezar más bien en la costa argentina, donde las empresas legales y con papeles y planta de fileteo en tierra viven en total tranquilidad de que no las controla nadie, según la plata que reparten a troche y moche. Echá a los jueces federales que duermen los casos de infracción, y ya les aumentaste de nuevo los costos. Auditá la justicia sistemáticamente, y les subiste los costos aún más.

A los que nos afanan desde el Este, de la milla 200 para afuera, los agarrás de noche y de la 200 para adentro. Saben que la Argentina no quiere líos con España ni con China ni con nadie. Si los tibetanos o los mongoles pescaran, los tendríamos de joda aquí. Somos famososo por nuestra generosidad.

Atrapar piratas dentro de la ZEE tiene una lógica jurídica, pero otra biológica, y mucho más fuerte. Las aguas del millón de km2 que nos quedó de ZEE después de ser despojados por Inglaterra de 1.675.000 km2 más, son más productivas biológicamente que las de altamar. Es que su profundidad no excede los 200 metros, que es el promedio de la meseta sumergida que llamamos Plataforma Submarina.

Todo nuestra ZEE es «zona eufótica», la capa del mar que goza de mayor iluminación solar, y por ende de mayor fotosíntesis. El zooplancton concurre a comerse las algas del fitoplanton, generalmente unicelular, y detrás del zooplanton se encolumnan sus predadores, y los predadores de sus predadores, que vienen a ser las especies de mayor interés pesquero argentino: la merluza hubbsi, el langostino, el calamar Illex y la brótola. Mientras duren.

¿Por qué mi escepticismo? Porque las cosas siguen como desde 1990, y tenemos tecnología para parar el saqueo, o al menos estorbarlo. En 2004 INVAP le propuso al Poder Ejecutivo una cadena de radares HF, cuya onda se abraza al mar y sigue la curvatura terrestre, en lugar de viajar en línea recta, como la luz. Con 6 estaciones repartidas a lo largo de la costa atlántica, controlás toda la ZEE y cien kilómetros más en alejamiento. Detectás barcos que están ocultos bajo el horizonte.

No es tecnología marciana, todos los países con plataformas submarinas productivas y cierta vocación de ser países, y no lugares, tienen este tipo de instalaciones. ¿Presupuesto? INVAP pidió U$ 200 millones por obra terminada y entregada. La pesca ilegal en aquel año andaba por los U$ 2000 millones. La economía argentina estaba resucitando del desastre neoliberal, es decir había plata. Lo que no había era voluntad de irritar a los kelpers, que venden licencias de pesca sobre aguas que antes controlaba Argentina. Y para rematar, nuestro romance masoquista con España, la que nos fundió YPF, y Aerolíneas 2 veces, y de Telefónica no hablemos.

También en 2004, y a pedido del gobierno de Río Negro, INVAP instaló el SIMPO, o Sistema de Información y Monitoreo Pesquero y Oceanográfico. Era una cajita blindada y transparente instalada en cada buque de la flota rionegrina que operara en el Golfo de San Matías, que es todo jurisdicción provincial, por ser muy cerrado. La cajita daba la posición y velocidad del buque, indicaba el momento en que bajaba la velocidad para lanzar y arrastrar redes, tangones o palangres, pesaba la captura, la fotografiaba, registraba con un termómetro la temperatura de bodega para detectar cierres y aperturas, y transmitía la información en tiempo real a la Prefectura y al Instituto Storni.

Si el capitán decidía romper el SIMPO con muchos martillazos y pretextar que los había chocado un plato volador, se las tenía que ver con jueces provinciales, no federales. Los años que duró el SIMPO fue muy difícil decir que se había capturado merluza, cuando en realidad era langostino, de 10 a 12 veces más caro. Y de traspasar cargas a «reefers» en altamar, olvídate, cariño. Tu posición era seguida en tiempo real por DOS reparticiones estatales, e independientes entre sí.

¿Se impuso el SIMPO en toda la costa atlántica? Ni ahí. Cambió el gobernador y se fue el SIMPO, un invento más argentino que el dulce de leche, la birome o el colectivo, pero con menos suerte. Por algo el presidente Macri trató -casi con éxito- de hacer quebrar a la empresa barilochense. El Mar Argentino es libertario desde que perdimos la Guerra de Malvinas, y no creemos en absoluto que eso vaya a cambiar.

Hablando de lo cual, le deseamos una buena navegación al Ministro Petri, como se la desearíamos a cualquier turista.

Daniel E. Arias

 

VIALa Nación