El primer ingeniero espacial salteño, que trabaja en el diseño de satélites geoestacionarios

Egresado de la UNSAM, trabaja en el INVAP diseñando un satélite geoestacionario argentino. Es un defensor de los espacios de enseñanza estatales en los que se formó.

«Soy de la zona sur, de barrio Bancario«, se presentó Matías Escobar, el primer ingeniero aeroespacial salteño que concluyó sus estudios en 2023. Desde ese barrio populoso de la capital salteña encontró su vocación en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) cuando se inscribió para cursar la carrera de Ingeniería en Sistemas Aeroespaciales que se abrió en 2015.

Antes de estudiar en ese campus universitario en la provincia de Buenos Aires, Matías participó en las clases abiertas del profesor Daniel Córdoba. En los anfiteatros de la Universidad Nacional de Salta dió sus primeros pasos en eso de generar conocimiento de manera participativa. Todavía hoy, en la UNSa esos cursos continúan abiertos cada sábado para toda o todo adolescente curioso mayor de 15 años.

Por la facilidad de Matías para resolver problemas relacionados con el pensamiento matemático, cuando terminó la secundaria decidió cursar la carrera de Licenciatura en Física en la UNSa. Duró allí solo dos años, el tiempo que le llevó comprender que lo suyo no era lo teórico o la investigación abstracta.

Buscó por campos de la ciencia aplicada una carrera que le permitiera un futuro asociado a trabajo concreto. Indagó entre varias ingenierías: aeronáutica, nuclear, telecomunicaciones. «Hasta que un día, de casualidad, llegué a un video del director de mi carrera», Roberto Yasielski. Como se trataba de un anuncio para la primera cohorte, el video relataba que la carrera era la primera de Latinoamérica. Y fundamentalmente contaba «cómo era la carrera y cuál sería la salida laboral, que casualmente era saber diseñar y construir satélites. Ni lo dudé».

La universidad admitía ingresantes con algunos años cursados y aprobados en carreras afines. Contó a este medio que en su carrera se aprende mediante proyectos, uno de los objetivos en sus búsquedas.

Cuando aprobó el ingreso y se mudó a Buenos Aires para cursar en la UNSAM, le tocó trabajar y estudiar. «Fue duro, estaba a full. Lo bueno es que ahora reabrieron las inscripciones (en su carrera) y quienes aprueben el ingreso podrán acceder a una beca que les permitirá dedicarse tiempo completo al estudio«, adelantó. En su página, la universidad bonaerense -siempre para el caso de Ingeniería en Sistemas Aeroespaciales- menciona concretamente que «a todo el estudiantado admitido se le otorgará una beca de formación intensiva destinada a garantizar una dedicación de tiempo completo a los estudios universitarios».

Actualmente el lugar de trabajo de Matías Escobar es San Carlos de Bariloche, aunque no precisamente el Instituto Balseiro. «Trabajo en la fábrica de satélites que tenemos en Argentina (INVAP SA), en el área de satélites geoestacionarios». Esos sistemas aeroespaciales orbitan a 36 mil kilómetros de la Tierra. El ingeniero salteño recordó en la entrevista que Argentina logró dos cupos orbitales en 1985, por eso actualmente los argentinos cuentan con dos espacios en órbitas específicas que fueron ocupados por los satélites ARSAT 1 y 2.

En un paper académico sobre la desregulación del mercado satelital, Diego Hurtado (UNSAM) y Natasa Loizou (CONICET) precisaron ese momento. «En 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín se había comenzado a trabajar en la generación de las capacidades institucionales necesarias para instalar en Argentina sistemas de satélites geoestacionarios de comunicación. Ese mismo año (…) se logró que la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) reservara para Argentina dos posiciones orbitales –80° O y 85° O– con el plazo de seis años para ocuparlas con dos satélites «. Después de varios proyectos, en 2006 llegó ARSAT que puso en órbita dos satélites. «En estos momentos trabajamos en el proyecto del satélite SG1», precisó Escobar.

En su lugar de trabajo, el ingeniero salteño integra el equipo que diseña ese satélite geoestaonario que tiene por objetivo sustituir al ARSAT-1, que fue lanzado el 16 de octubre de 2014 cuya vida útil de 15 años concluye pronto. «En 2029 tiene que ser reemplazado por otro«, recordó.

Matías acotó además que durante la presidencia de Mauricio Macri el proyecto en el que participa quedó sin financiamiento. Actualmente, el proyecto se encuentra activo.

La composición de trabajadores en planta de INVAP es federal. Provienen de distintas provincias, aunque las de Río Negro, Buenos Aires y Córdoba, más CABA, agrupan la mayoría de los trabajadores con un alto nivel de especialización. «Mis compañeros son de Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza», enumeró el salteño.

INVAP (Investigación Aplicada) fue fundada el 1 de octubre de 1976 por un acuerdo entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el gobierno de Río Negro. Hoy es una sociedad anónima con participación mayoritaria de capitales argentinos. Hasta junio de 2023, INVAP Argentina SA y Eólica Rionegrina SA detentaban la mayor parte de las acciones. Los actores se completaban con Black River Technologies (EEUU), INVAP do Brasil LTD, INVAP Netherland BV e ICHOS BV (Holanda).

La coyuntura política la atraviesa de manera directa. En el Anexo 1 del proyecto de ley omnibus que promueve el gobierno nacional se detallaron las empresas argentinas sujetas a privatización. En el segundo puesto aparece la «Empresa Argentina de Soluciones Satelitales» o ARSAT. El proyecto en el que trabaja Matías Escobar depende directamente de la permanencia de ARSAT, que está en manos del Estado argentino desde su creación en 2006. INVAP es su proveedora directa.

«Por ahora se siente un parate, un stand by, un vemos qué sucede«, describió Matías sobre las primeras semanas de la presidencia de Javier Milei. «Entiendo que en ARSAT están pensando cambiar toda la gerencia y eso implica que ingrese gente nueva, que evalúen cómo siguen los proyectos», comentó. » Si bien nosotros estamos trabajando en los proyectos que tienen varios años», dijo, «tendremos que esperar hasta saber qué definiciones toman las nuevas autoridades».

La preciada joya de las tecnológicas estatales se ubicó en el foco de las empresas cuya privatización sería inminente. Eso quedó claro el 10 de diciembre de 2023 cuando Milei mencionó al empresario Elon Musk. Su llegada a Argentina se debe a varios factores -entre ellos la apetencia por las dos posiciones orbitales argentinas- y a cambios que atraviesa el mercado aeroespacial.

Para el ingeniero salteño, uno de esos giros en el paradigma ocurrió en las últimas dos décadas. «Hasta hace 20 años la mayoría de los satélites eran construídos por las agencias espaciales de los países y ellos eran dueños de los satélites». A principios del presente siglo el sector privado ingresó al mercado. «Fue beneficioso en algunos sentidos», opinó Matías. «Abrió el juego a empresas pequeñas que podían ofrecer servicios y también a las universidades -como las públicas en Argentina- que comenzaron a visualizar la posibilidad de lanzar satélites, no orientados a un servicio lucrativo, sino para formar académicamente estudiantes».

El egresado de la UNSAM recordó además que los costos de lanzamiento bajaron cuando Elon Musk -con StarLink– diseñó los cohetes que permiten lanzar los satélites pero con un detalle significativo: los lanzadores reingresan a la Tierra, se recuperan y  son reutilizados. «Por la baja en la cadena de costos, las universidades comenzaron a lanzar satélites y a formar gente», contó en referencia a la carrera que abrió la universidad bonaerense en 2015. Actualmente, «Argentina no lanza satélites», recordó el salteño. En el continente sudamericano solo existe una plataforma de lanzamiento en la Guyana Francesa.

En el país, desde la creación de INVAP en 1976, distintas generaciones de ingenieros e ingenieras buscaron alcanzar ese hito. «Argentina tiene un proyecto para poner satélites en órbita. La idea sería poder lanzarlos desde Bahía Blanca«, en el Centro Espacial Manuel Belgrano que en febrero de 2022 anunció la reactivación del proyecto del Tronador II y III. De concretarse, «sería el primer país latinoamericano en contar con esa tecnología», dijo Escobar por el cohete propulsor que tendría una capacidad de carga de 750 kilos. Podría posicionar objetos en órbitas bajas, entre 400 a 700 kilómetros de la Tierra. Hubo varios intentos, el último fue el proyecto Cóndor, desactivado en los noventa por Carlos Menem.

De alcanzar ese objetivo, Argentina se acercaría aún más a los intereses que persigue StarLink. De hecho, ya lo hace, porque ARSAT oferta internet satelital. «Uno tiene internet en su casa por un servicio por cables»; son los cables submarinos y la fibra óptica terrestre. «Pero ARSAT hace tiempo brinda el mismo servicio de internet con satélites», explicó Escobar. Detalló el proceso: los satélites de ARSAT repiten una señal que llega desde estaciones centrales en tierra y la retransmiten hasta un usuario que -por medio de una antena- toma el servicio. «La empresa de Elon Musk brindaría un servicio similar, pero en vez de tener un satélite que hace ese trabajo, tendría miles», dijo.

Hay varias diferencias: estarían mucho más cerca de la Tierra en órbitas que compartiría con Argentina si produce exitosamente los cohetes de la serie Tronador; son sistemas aeroespaciales de menor tamaño comparados a los geoestacionarios; y será pago para todos los abonados a StarLink. «ARSAT tomó la decisión de proveer gratuitamente internet a escuelas rurales«, recordó el profesional salteño. Esta política pública desaparecerá si se concretan los planes privatizadores de las empresas públicas.

Matías, que jugaba a la pelota en la calle con sus amigos de la cuadra, que pasó por escuelas públicas, que conoció personas diferentes todo el tiempo, y pasó por la didáctica de docentes universitarios que creen que las y los adolescentes necesitan menos memoria y más facilitación de aprendizajes para generar conocimientos, bien puede ser la inspiración de jóvenes de escuelas técnicas provinciales que diseñan nanosatélites.

En 2023, dentro de la competencia estudiantil CANSAT Argentina que organizó el MINCyT y la CONAE, dos grupos de jóvenes de escuelas públicas salteñas y otro de una institución privada, figuraron en la nómina de 30 seleccionados entre 490 equipos. Ese tramo final de la competencia otorgaba tres plazas para un nanosatélite no más grande que una lata de gaseosa. Aunque no llegaron a la final, hicieron un papel muy digno.

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