- Un análisis de alrededor de 170.000 pozos en más de 40 países publicado en la revista ‘Nature’ indica que un tercio se enfrentan a un “agotamiento acelerado”, especialmente en países secos como España, y cita ejemplos de políticas para frenar el deterioro.
Casi un tercio de los acuíferos del mundo se están vaciando de forma acelerada en las últimas décadas, especialmente en las regiones secas, y parte del agua subterránea almacenada en el subsuelo está sufriendo descensos que llegan hasta medio metro por año. Son las principales conclusiones del análisis de alrededor de 170.000 pozos en 1.693 sistemas de acuíferos de más de 40 países publicado este miércoles por el equipo de Scott Jasechko en la revista Nature. Un trabajo para el que los autores revisaron las mediciones in situ de miles de sondeos a escala global, que ofrecen una visión más precisa de las tendencias de agotamiento de los acuíferos que las mediciones por satélite que se hacen habitualmente.El gigantesco reto de instalar una agenda sostenible frente a un gobierno que niega el cambio climático
Los investigadores hallaron que el 36% de las reservas de agua subterránea están disminuyendo a un ritmo de 10 centímetros por año, mientras que el 12% está cayendo rápidamente a tasas que superan los 0,5 metros anuales. Al comparar estos hallazgos con los datos sobre la extracción de aguas subterráneas entre 1980 y 2000, fueron que el 30% de los acuíferos estudiados se enfrentan a un agotamiento acelerado en lo que llevamos de siglo XXI e identificaron disminuciones significativas en regiones como India, California y en zonas concretas de países como España.
En el lado positivo, los autores observaron que en muchos sistemas los acuíferos estudiados aumentaron o estabilizaron sus reservas y analizan las diferentes estrategias empleadas por las autoridades para conseguirlo. El estudio indica que la disminución del nivel del agua subterránea se desaceleró en el 20% de los sistemas acuíferos y se ha revertido en el 16%. Y destacan que se consiguió gracias a una combinación de reducciones en el consumo de agua subterránea, transferencias de agua superficial y proyectos de recarga gestionados, lo que ofrece una esperanza de cara al futuro.
Un problema global
“Lo que hemos visto es que es un problema global, en el sentido de que muchos de estos sistemas están siendo sobreexplotados”, explica Richard Taylor, investigador del University College de Londres y coautor del estudio. “Lo más importante es que el descenso es especialmente rápido en las zonas secas del planeta y que observamos una alteración en el siglo XXI en comparación con las últimas décadas del siglo XX, lo que es alarmante”. Las buenas noticias —matiza— es que también encontraron zonas donde se recuperaron gracias a las intervenciones.
Observamos una alteración en el siglo XXI en comparación con las últimas décadas del siglo XX, lo que es alarmante
Respecto a la vinculación con la crisis climática, Taylor destaca que alrededor del 80% de los acuíferos que están en declive se encuentran en regiones donde también ha disminuido la caída de lluvia. “Una de nuestras preocupaciones es que, mientras que el culpable principal es el uso abusivo por parte de los humanos de estas aguas, estamos viendo potencialmente los efectos provocados por el cambio climático”, asegura. “Y esto coincide con la observación general de que las zonas secas del planeta se están haciendo más secas y llueve más en las más húmedas”.
España, en el foco
Los autores del estudio incluyeron en su análisis dos casos específicos en España, el de la cuenca alta del Guadiana y el del acuífero Cingla-Cuchillo, en la Región de Murcia, con un descenso medio de 1,6 metros al año y el que se extrae dos veces más agua de la que se recarga de forma natural. El criterio por el que se han elegido estos dos, y no otros —admite Taylor— es que había acceso a datos que eran homologables con el resto. “Lo interesante de España —revela el especialista— es que vemos situaciones en las que un acuífero está siendo vaciado y en la misma región, en un acuífero adyacente, vemos recuperaciones”.
Según datos actualizados proporcionados por el Ministerio de Transición Ecológica, en España hay 353 masas de agua subterránea en mal estado (en lo que se refiere tanto a cantidad de agua como a contaminación) de los 804 totales, lo que se traduce en un 44%. Y de estas, solo 203 (un 25,2%) están en un bajo nivel (estado cuantitativo). Respecto a la masa de agua subterránea Cingla que se cita en el estudio, en la demarcación del Segura, tiene mal estado cuantitativo por una combinación de sobreexplotación e intrusión salina.
En una situación de sequía, este balance es especialmente relevante ya que, según datos del IGME, estas aguas subterráneas abastecen a más de 14 millones de personas y al 70% de los núcleos urbanos, además de a un millón de hectáreas de regadío. Una amenaza que se hace mucho más evidente en áreas teóricamente protegidas como las Tablas de Daimiel, Doñana o el Mar Menor. “Pero en España se aplican algunas de las soluciones más eficientes contra estos problemas”, indica Taylor, que se refiere a proyectos de recarga de acuíferos sobreexplotados como el de Los Arenales, en la cuenca del río Duero. “Diría que está tomando ejemplo de lugares como Israel y quizá este estudio sirva para compararse con lo que está pasado en otras partes del mundo”.
Una amenaza en ciernes
Los investigadores recuerdan que cuando hablamos de la sequía y el agotamiento de los recursos hídricos solemos pensar en ríos, lagos y pantanos, olvidando uno de los recursos más importantes de la cadena, quizá porque queda fuera de nuestra vista. Pero estos acuíferos son una reserva crucial de agua dulce para cultivos, hogares, industrias y ciudades de todo el mundo, que se están vaciando progresivamente, lo que amenaza las economías y los ecosistemas.
“La consecuencia más obvia es que cuando vacías el acuífero empiezas a tener que negar el agua a la gente, para beber o para regar”, explica Taylor. “La segunda es que genera subsidencia, la tierra se hunde y tienes colapsos, y con el paso del tiempo se experimentan reducciones en el caudal de los ríos, que ya reciben el agua de los manantiales”. “Y la última —apunta— es que si estás es una región costera, y vacías los acuíferos, el agua del mar se introduce al interior y arruina los cultivos, como pasa en la franja de Gaza, por ejemplo”.
Para Enric Vázquez, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua en Barcelona (IDAEA), este trabajo hace una aportación muy interesante, porque muestra la tendencia global y permite ver por regiones cuáles tienen más estrés hídrico y en cuáles el recurso hídrico está siendo más explotado. “Estas zonas coinciden con los lugares con más demanda, pero también donde la regulación es más laxa”, señala. “Ya sabemos que en España no estamos muy bien, sobre todo en el sureste, una zona en la que ya se conoce que tenemos poca precipitación”.
No vas a ver los campanarios descubiertos, como sucede en los embalses, pero abajo está ocurriendo lo mismo
Sobre la cifra del medio metro de descenso al año, cree que es un dato orientativo que sirve para entender la tendencia global. “Aunque la gente no lo ve o no lo valora, el agua que está en el terreno entra por un sitio y sale por otro”, explica. Si esa salida disminuye, resume, los ecosistemas entrarán en estrés o pueden desaparecer, y esto afecta a los potenciales usos —el riego o abastecimiento— pero también es una pérdida ambiental. “Si lo vas agotando y no compensas, estás gastando los ahorros”, asevera. “No vas a ver los campanarios descubiertos, como sucede cuando bajan los embalses, pero abajo está ocurriendo lo mismo”.
Carlos Fernández Jáuregui, director del la organización WASA-GN, recuerda que el agua subterránea supone el 20% de los recursos hídricos del planeta, algo más del doble que el agua líquida superficial y que existe un problema de percepción del agua en el mundo. “Este artículo muestra dos cosas —comenta a elDiario.es—, que ha habido un deterioro rápido en muchos lugares sobre el uso del agua subterránea y también que hay lugares donde el agua ha recuperado sus niveles”. A su juicio, extrapolar estos resultados y concluir que es la situación global de los acuíferos no es correcto, porque se trata de una muestra con datos de 40 países, cuando hay más de 200, y se han dejado fuera del foco amplias zonas del planeta donde hay menos datos.
Aunque el estudio abarca 40 países, han dejado fuera del foco amplias zonas del planeta
Entre los ejemplos positivos, los autores citan el caso de Bangkok, en Tailandia, donde la disminución del nivel de las aguas subterráneas de los años 1980 y 1990 se revirtió después de la implementación de regulaciones diseñadas para reducir el bombeo. También describen lo sucedido en Albuquerque (EEUU), donde un trasvase entre cuencas de agua superficial alivió la demanda de agua subterránea, y el caso del valle de Avra de Arizona (EEUU), donde un acuífero agotado se está rellenando con agua desviada del río Colorado. “Tenemos ejemplos, como Bangkok, donde para conservar las aguas subterráneas se empezó a cobrar a las empresas y la industria se empezó a pensar muy bien cómo lo usaban”, indica Taylor. “También hay regiones en las que la gente ha cambiado los tipos de cultivos, como en Bangladesh y Tanzania, donde han pasado del arroz al trigo. Y lugares donde las soluciones basadas en la ingeniería a gran escala, como el inmenso trasvase de agua de sur a norte en China, están vaciando los acuíferos”.
Hasta 15 metros de descenso al año
Miguel Fernández Mejuto, jefe de la Unidad Tecnologías del Agua de la Diputación Alicante, cree que el resultado de este trabajo no es una sorpresa, pero es un esfuerzo valioso por agrupar información global. Sobre el dato de posibles descensos de medio metro por año, considera que en realidad es una cifra pequeña si se pone en contexto. “Si miras en acuíferos particulares en los que se produce sobreexplotación encontrarás cifras mucho más altas”, precisa. “Aquí, en Alicante, tememos el caso del acuífero Jumilla-Villena, que en los años 90 bajaba alrededor de 15 metros al año”. Los casos más dramáticos son los de acuíferos que alimentaban manantiales y ahora se está bombeando el agua a 300 metros de profundidad, señala. “Los niveles han bajado a 300 metros cuando en los años 70 estaban en superficie”.
Fernández Mejuto cree que los autores del estudio han tomado dos ejemplos de España que no están entre los peores y, a pesar de que hay casos muy negativos, cree que el balance es bueno. “Creo que somos un ejemplo, porque somos uno de los países del mundo que ha sabido aprovechar los recursos a tope, casi por necesidad”. En ese sentido, recuerda que somos un país semiárido y con mucha agricultura y mucho turismo, y esta situación nos ha obligado a hacer de la necesidad virtud y tener una gestión muy avanzada. “El alto Vinalopó, una zona de riego muy grande, ha tenido descensos de 15 metros por año y, hoy en día, en plena sequía, se ha estabilizado y tiene una ligera recuperación de 2-3 metros por año”, explica. “Y el acuífero de Peñarrubia, que alimenta a Alicante, en los 90 bajaba de 10-15 metros por año y desde 2000 hasta ahora ha recuperado sobre 20 metros de nivel”.
“En épocas donde hay excedente lo que se hace es recargar el acuífero”, explica Enric Vázquez desde IDAEA. “En España somos bastante eficientes y ahora se hace cada vez más”, explica. “En Cataluña y Valencia, por ejemplo, se está usando el agua de las depuradoras que no se vierten al mar, se llevan aguas arriba de un río e incluso se recargan algunos acuíferos”. Al final, insiste, todo el sistema está interconectado y la clave es aplicar una vigilancia estricta sobre su uso. A su juicio, en esto sucede como con el tráfico: “mucha gente circularía a 200 km/h o se saltaría los semáforos si supiera que nadie le va a multar, que es lo que sucede en muchas de estas situaciones”.
Un problema que no se puede posponer
José Luis García Aróstegui, hidrogeólogo del IGME, cree que este estudio nos recuerda que en países como España tenemos una situación bastante complicada. “Esto es algo que viene de lejos y que en el último siglo se ha ido incrementado, porque a medida que aumenta la aridez se incrementa la explotación de agua subterránea”, recalca. El especialista recuerda que a nivel europeo somos el punto caliente del problema de la sobrexplotación de acuíferos y que no vamos a arreglar el problema para 2027 como indica la directiva marco del agua, después de dos prórrogas. La zona más crítica es la cuenca del Segura, apunta, donde se estima que se han extraído del orden de 13.000 hectómetros cúbicos de los acuíferos, el equivalente a cuatro veces el volumen del embalse de La Serena, el más grande de España.
“Agotar un acuífero significa que tienes niveles que están a 200 o 300 metros de profundidad, que los manantiales se agotaron hace ya 40 o 50 años, que cada vez se incrementa el coste de bombeo y que en algunos casos se deteriora el agua subterránea porque es más salina”, explica el experto. En su opinión, acudimos a los acuíferos cuando hay problemas críticos de sequía, como pasa ahora en Cataluña, pero después nos desentendemos de ellos. “Es como tirar de los ahorros del banco pero no rellenarlos cuando tienes superávit”, señala.
“Desde mi punto de vista, uno de los problemas de España es que los acuíferos solo se tienen en cuenta para emergencias y hay pocas políticas que fomenten la recarga”, coincide Estanislao Pujades, hidrogeólogo de IDAEA. El cambio climático, advierte, nos va a conducir a una situación de descenso de precipitaciones que nos va a hacer echar de menos estas reservas de agua que hemos gastado. “Yo recuerdo que en la última sequía fuerte aquí en Cataluña, en 2008, hubo mucho revuelo, pero luego volvió a llover y la gente se olvidó un poco”, asegura. “Creo que solo le damos importancia a este asunto cuando tenemos el problema encima y esto requiere tiempo y tomárselo en serio”, concluye. “Pero si hacemos las cosas bien tendremos mucha más agua disponible cuando haga falta”. (Antonio Martínez Ron)