Francia no es un país neutral. Su historia, sus tradiciones, siempre han marcado desde el pueblo la firmeza tan concreta de la defensa de las convicciones,.
Como lo indica el lema de la República Francesa, “Libertad, igualdad, fraternidad” es de alguna manera lo que subyace en los reclamos de los productores que hace semanas están en las calles de sus pueblos, en las rutas de sus regiones, y que incluso llegaron al frente de la sede de la Unión Europea en Bruselas, para manifestarse frente a las contradicción de políticas restrictivas dentro del continente y la intención de generar acuerdos internacionales con países donde las producciones no tienen tantas reglamentaciones como los de los países miembros de la UE.
En tiempos revueltos, que nos recuerdan cada una de las revoluciones que marcaron a Francia, Bichos de Campo habló con uno de los productores que está al frente de las manifestaciones.
Bruno Cardot, siempre con el saludo característico de “salut, salut”, muestra su actividad en redes sociales, porque quizá esa sea una manera más de trascender, de explicar la importancia de la generación de alimentos, pero también como forma de defender sus derechos para seguir adelante, para alimentar al mundo, aunque cada vez con más limitaciones políticas que van en contra de esa necesidad global.
Desde San Quintín, una ciudad ubicada a mitad de camino entre Paris y Bruselas, en la Región de los Altos de Francia, en su campo produce trigo, colza, cebada, remolacha azucarera, papas y también viñas de uva chardonnay.
La Unión Europea viene desarrollando políticas que atentan contra la producción de alimentos, a pesar de venderlas como el salvataje global. Según Bruno, “el Pacto Verde con su política ‘de la granja al tenedor’ son estrategias decrecientes. Ya hay una pérdida de volúmenes de producción del 15% en la Unión Europea. Las restricciones regulatorias ambientales, sumadas a las impuestas por Francia, dan como resultado un aumento de las importaciones europeas y especialmente en nuestro país. Estas importaciones no respetan nuestras normas medioambientales, ni sociales”.
Para los productores, los eventos más impactantes en su desempeño de los últimos años son “la gran volatilidad de los precios de venta, los eventos geopolíticos incontrolables, las distorsiones de la competencia dentro de Europa y también fuera del bloque”. En este contexto Bruno dice que vende todos su productos “a comerciantes”, para tener negociaciones lo más directas posibles, mientras que hay muchos espacios cooperativos que intervienen en el tránsito entre el campo y los consumidores.
“El acuerdo con el Mercosur me inquieta desde el inicio de las negociaciones, porque la parte dedicada a las materias primas agrícolas es inaceptable, en términos de volúmenes y en términos de cumplimiento de nuestras normas de producción europeas, relacionadas con normas medioambientales”, define.
Lo que no quieren los productores europeos es una competencia desleal y saben de las flexibilidades que tiene Latinoamérica en general y que no escapan a la producción de alimentos. Sin embargo existen intercambios comerciales actuales que podrían incrementarse, sobre todo desde Brasil y Argentina. Ellos nos ven como amenaza. Y lo que no se ve desde el otro lado del Atlántico es la cantidad de limitaciones propias que tenemos acá, para poder realmente retomar la posición de potencia en la producción alimenticia, primaria e industrializada, a pesar de la capacidad conocida.
“Los productores que ahora se manifiestan comenzaron a seguir una importante acumulación de reglas y estándares a lo largo de varios años. Ya no somos competitivos. Nuestros ingresos han caído drásticamente”, dice Bruno, que considera que por eso se hacen ahora visibles.
“Las rutas son el símbolo del comercio injusto. Muchos camiones con materias primas agrícolas extranjeras circulan. Por lo tanto, bloqueando así las autopistas y también las grandes ciudades es la forma que encontramos para explicar nuestros problemas, lo más cerca posible de los franceses”. Saben entonces que el Gobierno francés los está escuchando y reafirman su oposición al acuerdo con el Mercosur.
De todas formas, aclara el productor galo, “estamos de acuerdo en la firma de acuerdos internacionales. Nosotros tenemos la necesidad de exportar la mitad de los cereales que producimos, nuestros productos alimenticios industrializados y también otras cosas industrializadas, pero nos encontramos con que las materias primas que se importan tienen pesticidas que nosotros tenemos prohibidos usar”.
A eso se agrega el capítulo de la deforestación como condición, pero también “la competencia desleal que tenemos frente al bajo costo de la mano de obra que distorsiona el mercado y los productos”.
Lo que quieren los productores europeos es aquello con lo que comenzábamos la nota, básicamente la igualdad, que no se descompense la balanza de las condiciones entre unos y otros, mientras resisten en las rutas entre tractores, fardos y ante temperaturas que son completamente opuestas a las que padecemos acá.
Bruno es concreto. Dice que “debemos seguir intercambiando nuestras producciones, pero ustedes tienen que progresar como nosotros en materia de ambiente. No se puede ignorar el cambio climático. Es un hecho. El clima es universal, nuestros suelos deben tener los mismos estándares en todo el mundo, y si no la carrera por el negocio agrícola llegará inevitablemente a su fin, entre el agua, la sequía y la necesidad de energías”.
La jugada de los productores europeos es muy drástica. Entonces, si el Mercosur quiere el acuerdo deberá elevar sus estándares y negociar de la manera más justa posible, pero hoy como están dadas las cosas, la respuesta de los productores franceses seguirá siendo un no.