A 73 años, del comienzo de la última epopeya argentina que dio inicio al Plan ideado por el pionero antártico, coronel Hernán Pujato, se homenajea a estos patriotas y recuerda las palabras del segundo jefe de la expedición, doctor Jorge J. Mottet.
Al mando del capitán de ultramar Santiago Farrell, el 12 de febrero de 1951 zarpó la Primera Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina, a bordo del Transporte Santa Micaela de la empresa Pérez Companc.
Junto al entonces presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón, una multitud despidió a los expedicionarios en el Puerto de Buenos Aires.
Luego de una compleja y larga travesía, en la que estuvieron al borde del naufragio, y asistidos por conscriptos voluntarios, los pioneros antárticos construyeron la Base General San Martín, primera estación científica continental argentina y en aquel entonces la más austral del mundo.
Haroldo Riella, Lucas Serrano, Hernán González Supery, Ernesto Gómez, Angel Abregú Delgado, Antonio Moro y Jorge Julio Mottet, liderados por el entonces coronel Hernán Pujato, llevaron adelante esta histórica epopeya que abrió las puertas del continente blanco a los argentinos y contribuyó a reafirmar nuestros derechos soberanos sobre este sector.
Mottet y su orgullo por la primera expedición argentina a la Antártida
Mottet, segundo jefe de aquella cruzada, conmemoraba así —meses antes de su fallecimiento en 2013— el comienzo de la última epopeya argentina del siglo XX:
1951 – 12 de Febrero – 2013
Es para mí una obligación honrar esta histórica fecha en la que los antárticos y el país todo debiera celebrar la partida del “barco heroico” Santa Micaela con destino a la Antártida continental argentina. Aunque físicamente los que fueron mis compañeros ya no estén con nosotros afirmo que ni la muerte puede cortar los lazos afectivos y de admiración que me une a ellos.
Menciono primero a los doctores Carlos y Jorge Pérez Companc quienes con su generosidad, patriotismo y creencia en Dios hicieron posible que la empresa pudiera llevarse a cabo cuando parecía destinada al fracaso. Es el mismo mecenazgo que se ha trasmitido a sus familiares hasta nuestra fecha.
Liderados por la austera figura del general Hernán Pujato —inspirado en las más excelsas virtudes sanmartinianas— los expedicionarios fueron Hernán González Supery, Haroldo Riella, Ernesto Gómez, Angel Abregú Delgado, Antonio Moro, Lucas Serrano y el autor de este recordatorio. A ellos debo agregar a Luis Fontana, aunque no pudo quedar con nosotros, y a Santiago Farrell, capitán del Santa Micaela. Fueron un puñado de patriotas que dejaron sus huellas indelebles en los hielos polares argentinos. La amistad de esos hombres sencillos, fuertes y severos ayuda hoy a mi vida con su recuerdo. Todos servimos a la Patria pero no nos servimos de ella.
¡Cuántos ejemplos para invocar en estos tiempos tan atribulados de nuestro país! Como sobreviviente de ese grupo y ya nonagenario, no oculto mi emoción al recordar a quienes se ofrendaron por una causa que sería histórica, sin pedir ni aceptar nada en recompensa, solamente la satisfacción del deber cumplido. Podría escribir un panegírico de cada uno pero lo dejo para la evocación en silencio de sus honrosas contribuciones a la crónica de nuestros inalienables derechos soberanos sobre ese pedazo del territorio nacional que se extiende hasta el Polo Sur.
Humildemente, pido a quienes lean mi recordatorio que comprendan a este viejo pero orgulloso soldado y lo perdonen; no es por sentimentalismo o desánimo lo que escribo sino todo lo contrario, mi espíritu se fortalece con el tiempo. En esta lejanía de mi terruño natal —que cada vez se me hace más penosa y dura— doy gracias a Dios por todo lo que he vivido. También evoco la fecha con profunda unción patriótica al tiempo que entrecierro mis ojos que se nublan y murmuro como una confesión, como una plegaria;
¡VIVA MI PATRIA ARGENTINA!
Jorge Mottet
Decano de los Exploradores
Polares Argentinos