A dos semanas de que el termómetro marcara el final de la primera ola de calor de la temporada, con temperaturas consideradas “muy peligrosas” para la salud, se desconoce qué impacto tuvieron esos 23 días de enero y febrero en la población valores térmicos agobiantes. Y lo fue hasta el punto de no poder responder en distritos consultados sobre la demanda de asistencia o consultas por golpe de calor o siquiera considerar, como ocurrió en una de las provincias, que el calor extremo sea un problema de salud pública.
“En la Argentina, hay cero enfermos o muertos por el calor”, señala Carlos Ferreyra, médico especializado en epidemiología ambiental y exconsultor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en clima, salud y ambiente. Sostiene que “ningún sanitarista serio diría que el calor extremo no es un problema de salud pública” tras el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático y la adaptación a sus efectos, lo que incluye la salud humana, animal y vegetal.
Con experiencia en la gestión pública, ya que trabajó en los ministerios de Salud de la Nación y de Córdoba, de donde es oriundo, asegura que el país carece de una estrategia frente a lo que anticipa que será “un problema gravísimo” en la próxima década. “Pasaron los años y no hay ninguna provincia, excepto la ciudad de Buenos Aires [por la red de refugios climáticos], con una estrategia y un plan ante el calor extremo”. Al diferenciar por localidades, también menciona a Rosario, en Santa Fe, donde hay unos 20 puntos para buscar alivio del calor.
En el Consejo de Médicos de Córdoba, la Alianza Clima, Vida y Salud Argentina –Ferreyra preside la alianza internacional/España– organiza anualmente un curso internacional no arancelado sobre prevención y reducción de daños y pérdidas asociadas con las temperaturas altas extremas, incluida la formación en cuidados para grupos vulnerables (adultos mayores, embarazadas de alto riesgo, pacientes oncológicos o personas con enfermedades crónicas, entre otros) y, también, en información estratégica. La próxima edición es el mes que viene (Informes: [email protected]).
“No tener un sistema de información epidemiológica robusto hace que el país gaste una enorme cantidad de dinero en atender pacientes que llegan tarde a la consulta. Hace que los argentinos seamos totalmente ineficientes en la actuación ante el calor extremo –dice–. Por esto es que tenemos que aplicar el principio precautorio: aun no habiendo datos sobre los diferentes impactos del calor en la población y para no dejar desamparados a los mayores, las embarazadas o las personas que utilizan terapias que pueden generar alguna vulnerabilidad con calor extremo, hay que actuar a pesar de no tener la información necesaria para gestionar.”
Otro tema que no escapa a ese programa de formación, que se extenderá hasta 2027, es la relación entre las epidemias de dengue y otras enfermedades vectoriales y la emergencia climática. “Cada vez que hay calor, se presenta con mucha eficacia porque el mosquito se reproduce más eficientemente y la población no está bien informada por lo que no puede dar una respuesta adecuada y hay incapacidad de actuar”, opina el médico, que en 2009 fue coautor del Plan Director de Prevención del Dengue de Córdoba (Ley N° 9666).
De acuerdo con un informe del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), la primera ola de calor de la temporada 2023/2024 fue “extraordinaria” en duración y extensión geográfica. Se prolongó por 23 días (comenzó el 21 de enero y finalizó el 12 de febrero) y alcanzó a todas las provincias. Avanzó lentamente de sur a norte y, luego, al noreste del país, con valores extremos tanto para las temperaturas máximas como las mínimas diarias. El SMN cuenta con una app que emite alertas por temperaturas extremas (frío o calor).
“Este evento se caracterizó por su gran extensión territorial y duración, ya que afectó a un total de 80 localidades que cuentan con estación meteorológica oficial –detalla el texto del SMN–. Tuvo dos momentos en los que se intensificó y extendió afectando a la mayor cantidad de territorio: el primero fue entre el 31 de enero y el 3 de febrero, y el segundo entre el 5 y el 7 de febrero. En ambas situaciones, la ola de calor estaba presente en más de 55 estaciones meteorológicas.”
Consecuencias económicas
Dado que se prevé que pueda repetirse, para la Argentina eso implica, además, consecuencias económicas. “Al calor en la Argentina siempre se lo tomó como una cuestión individual, de percepción personal. Sin embargo, hoy, es el problema de salud pública más importante en términos de sus daños a la sociedad y la salud. Más en los países del hemisferio sur, donde es generador de otros muchos problemas, como incendios, sequías, disminución de la producción de alimentos e impacto directo en la capacidad productiva”, menciona Ferreyra.
Lo define, además, como un problema territorial porque afecta más donde hay condiciones que favorecen valores más altos: lugares con concentración de cemento, metal, vidrio y hormigón, sin árboles y vegetación, ríos, lagos o agua en fuentes como elementos de enfriamiento natural. “Hay argentinos que van a sufrir más el calor que otros donde se dan esas condiciones”, señala el epidemiólogo. “De los 800 municipios más afectados por el efecto de isla de calor urbano, solo dos cuentan con un plan de actuación ante el calor. Son la ciudad de Buenos Aires y Rosario. Esto genera una gran desigualdad en la Argentina”, agrega.
La preparación local que describe también alcanza a la información oportuna a la sociedad, no solo con recomendaciones de cómo prevenir un golpe de calor, sino también de cómo está afectando a la población, junto con la formación del personal en los centros de atención y los cuidados a adoptar en más de 20 profesiones con alto riesgo de sufrir estrés térmico.
“La mayor parte de los hospitales que reciben los casos complicados no tienen un plan con las guías clínicas necesarias para que los distintos servicios enfrenten los efectos del calor, a diferencia de lo que pasa con los efectos del frío –detalla Ferreyra–. Tampoco la salud ocupacional cuenta con protocolos sobre cómo el calor extremo afecta a los trabajadores, ni en los sindicatos se discuten las medidas de cuidado y protección personal que deberían promover.”
Cita que, en Europa, donde trabaja a través de la alianza, hay protocolos que indican que, al superar los 32°C, los trabajadores expuestos al calor se van rotando en el descanso en un centro de enfriamiento, donde se hidratan y personal de enfermería les controla parámetros básicos para seguir con las tareas.
“Si no existen esas precauciones, el estrés térmico altera la capacidad de trabajo y los países sin estas protecciones empiezan a tener graves problemas de producción –agrega–. Todo esto demuestra que la Argentina tiene que actualizar su respuesta al calor extremo. Solo en lo laboral, tiene impacto en más de 20 profesiones u ocupaciones, como la policía, el transporte, la construcción, el trabajo en el campo o los trabajadores informales en la calle, entre otros más.”
Fabiola Czubaj