El CAREM une a la CNEA con INVAP: ahora cambia todo

El CAREM en obra en el predio de las Atuchas. Al fondo, el Paraná de Las Palmas.

La foto de la firma de un papel raramente despeina a AgendAR,  pero ésta del 6 de Marzo cambia todo, y para bien. Incluso con el gobierno actual. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) acaba de unir fuerzas con la empresa INVAP para vender en el mundo la central nuclear compacta CAREM.

El resultado termina de cerrar la constitución de un nuevo ecosistema industrial exportador en Argentina. Se ha venido constituyendo muy lentamente. Empezó en 1974 cuando la CNEA creó INVAP en Río Negro, como unidad de gestión ágil para proyectos y despliegues acelerados, incompatibles con la lentitud administrativa del estado. 

Poco después creó CONUAR, en sociedad con el grupo Pérez Companc, para construcción de elementos combustibles de centrales de potencia y reactores de investigación o producción de radioisótopos. Esa empresa hoy exporta componentes de súper-aleaciones de zircaloy e incolloy a centrales CANDU de la India, China y Canadá, así como de Brasil. 

Pero en los últimos 2 años llegaron dos cerezas más a la punta del helado: la actual directora de la CNEA, la Dra. Adriana Serquis, integró dos piezas clave al proyecto CAREM. En 2021 fue NA-SA, o Nucleoeléctrica Argentina, creada paradójicamente por Menem para privatizar las centrales nucleares. 

Serquis la trajo para asegurar la terminación de obra y la puesta en marcha del CAREM prototipo, que a pesar de su exiguo tamaño (32 MW) es una central de potencia, no un reactor que produce radioisótopos o forma personal experto. La CNEA inventó el CAREM hace más de 40 años, pero nunca en sus 73 años de existencia institucional terminó o puso en marcha una planta nucleoeléctrica. NA-SA ya es canchera en ello. 

Tanto le salió el tiro por la culata a Menem con NA-SA que en 2014 ésta terminó Atucha 2, obra abandonada durante 27 años, la reparó sin ayuda alemana en 2023, y entre 2014 y 2018 “retubó” (es decir, reconstruyó a nuevo) la Central de Embalse. Está en línea en su segunda vida desde entonces, y sigue siendo la mejor del país por disponibilidad, y de las mejores del mundo por seguridad, como todas las CANDU.

Y ahora, como moño del paquete, la CNEA trae al ruedo del CAREM a INVAP, que con 43 años de campaña exportadora de reactores, tiene plantas, oficinas y red de apoyo al cliente en Perú, Argelia, Egipto, Australia, Holanda y Arabia Saudita. En los ’80, cuando vendió sus primeros robots industriales en EEUU, INVAP llegó hasta tener una sucursal yanqui llamada Black River, por que los invapios se crían en Río Negro.

Pero lo que INVAP tiene, sobre todo, es fama. Mundial.

Las historias inesperadas de INVAP y de NA-SA

Sala de comandos del OPAL de Australia, considerado el mejor reactor de producción de radioisótopos e investigación del mundo. Dejará de serlo cuando CNEA inaugure el RA-10.

El “apagón nuclear” posterior a la Guerra de Malvinas llevó a INVAP a transformarse por fuerza en una empresa expedicionaria, concentrada desesperadamente en ganar licitaciones de reactores y proyectos nucleares en el exterior contra competidores mucho más poderosos: General Atomics de EEUU, AECL de Canadá, Framatome de Francia, KAERI de Corea, Rosatom de Rusia, y sigue la lista. Les ganó a todas, SIEMPRE, y siempre por calidad, no por precio. Salvo a General Atomics en Tailandia, una licitación muy trucha.

Esto INVAP logró hacerlo por pura necesidad y siempre al borde de la quiebra: la CNEA, su mayor cliente hasta 1982, luego de Malvinas se quedó décadas enteras sin plata para terminar sus propias obras críticas como Atucha II o la Planta Industrial de Agua Pesada. Mal podía hacerle nuevos encargos a INVAP. Esto agrió fuertemente la relación entre ambos puntales del Programa Nuclear.

Lo esperable era que INVAP fundiera. No era en absoluto inevitable que se volviera el mejor exportador mundial de reactores multipropósito, pero ocurrió. Hizo con CNEA parte de los RP-0 y RP-10 de Perú, luego, ya sola ganó el NUR de Argelia, el Inshas de Egipto, y luego increíblemente en 2000 el OPAL de Australia. A partir del OPAL fue el terror de su competencia internacional, precipitó la quiebra de AECL, sacó a EEUU para siempre sin regreso del pequeño nicho de los reactores multipropósito, y ganó sucesivamente otro reactor de investigación en Arabia Saudita y otro enorme de producción de radioisótopos en Holanda.

A partir del OPAL Australia, que es un país anglosajón y oficialmente Primer Mundo, la cholulada multimediática argenta tuvo que enterarse de esta campaña. Que ojo, jamás habría sido posible sin el apoyo de la CNEA, especialmente de su gerencia de combustibles y de sus elencos expertos en ciencia de materiales. Pero a la hora de anotar un tiro libre, eso rara vez se mentaba. Lo cual creó su rencor en la CNEA. 

El reactor PALLAS de Holanda todavía está en fase de co-diseño con el cliente. Holanda, caso raro, cambia de ideas de diseño con frecuencia, e insólitamente no tiene mayor urgencia por entrar en construcción. Mientras paguen por los atrasos que se generan a sí mismos, todo bien y viva la Reina. 

Todos los demás reactores de su campaña INVAP los entregó en tiempo y forma. Un solo atraso, un único sobrepaso de presupuesto, cualquier percance operativo te liquidan. Si sos un peso mosca obligado a subirse al ring a noquear a pesos pesados, ningún tropezón te está permitido. 

La financiación nacional no ayuda a ganar licitaciones. Pero tampoco lo hace la “marca país”. INVAP es un proveedor atómico triunfal pero emergente. No viene de países medianos al estilo de Suecia o Bélgica, sino de una enorme pero precaria república sudaca, pero crónicamente ahogada en deuda. El último logro de nuestra patria ha sido volverse exportadora de forrajes y alimentos, y sin embargo tener 3 millones de adultos y 1 millón de niños y adolescentes en situación de hambre fisiológica. 

En este descalabro tan a la vista del mundo, Argentina más bien tira abajo la imagen de INVAP, y ésta mejora un poco la imagen del país. También la autoestima de sus habitantes. Porque INVAP además diseña, construye y vende satélites, drones y radares civiles y de defensa. Tuvo que diversificarse: es que las licitaciones para reactores multipropósito son más infrecuentes que los cambios de Papa.  

INVAP logró algo aún más raro: a pedido de vaya a saber cuál embajada, Menem intentó quebrarla, lo mismo Fernando De la Rúa, y no lo lograron. Como la caballería en las películas, al final siempre aparecía el estado y salvaba a la firma barilochense. Hablo del estado argelino, el egipcio, el australiano, el saudí y el holandés. Pero cuando Macri, obedeciendo las mismas órdenes de los mismos mandones, fue por el degüello y se negó a pagarle a INVAP deudas muy abultadas y viejas por radares, la empresa se había vuelto famosa. Incluso los medios más oficialistas y algún cacique del PRO tuvieron que salir a defenderla. Tardíamente, INVAP logró ser profeta en su tierra. 

La NA-SA de hoy es producto de otra historia igualmente insólita. Y esto vale repetirlo: Inventada por Menem para vender las centrales nucleares de Atucha 1 y Embalse, nadie las compró. El versátil Menem transformó entonces a NA-SA en una caja recaudadora de su carpa chica: la empresa vivió de NO CONSTRUIR Atucha II. Pero con una nueva dirección drásticamente distinta, entre 2006 y 2014 NA-SA se atrevió a terminar Atucha I, un perplejo meccano de millones de piezas, obra parada “definitivamente” desde 1994. La puso en línea en 2015, contra todo pronóstico de “los expertos” (léase, el lobby petrolero de exministros y secretarios de Energía). Y lo hizo sin ayuda ni garantías del proveedor original, SIEMENS, desaparecido del ruedo nuclear desde 1990. 

Trascartón, entre 2014 y 2018, NA-SA retubó Embalse. NA-SA hoy es la única empresa del Hemisferio Sur que sabe diseñar, construir, terminar y poner en línea centrales nucleoeléctricas. Por si no queda claro, en general las centrales sólo producen electricidad. Técnicamente son muy diferentes de los reactores multipropósito de INVAP y de los muchos que hizo la CNEA en el país.

No es sólo cuestión de mayor potencia térmica: en una central refrigerada a agua, sea liviana o pesada, la física es bastante extrema. Hay núcleos de centenares de toneladas de pastillas de óxido de uranio a 1800 grados Celsius de temperatura, hay refrigerantes a 320º C y a 115 atmósferas de presión. La de potencia es otra ingeniería, mucho más masiva y robusta. Vale incluso en una central «mini», como el CAREM. Y sean grandes o «mini» como los SMRs, el de centrales es un mercado mundial enormemente mayor, y que está creciendo en flecha.

A la luz de ello, la firma del 6 de marzo es mucho más importante de lo que parece: la CNEA terminó de construir un ecosistema nuclear diversificado y colaborativo en torno al CAREM, y la Argentina se prepara para invadir el mercado SMR. En su pertinaz lucha por volver realidad el CAREM, la CNEA probó a más de 1000 empresas nacionales proveedoras, y terminó eligiendo unas 160 porque fueron las únicas que alcanzaron calidad nuclear y cumplieron con las entregas. Van desde PyMES unifamiliares a gigantes como IMPSA o Pérez Companc. No fabrican galletitas ni caramelos, fabrican fierros atómicos. Si el tiro sale bien, se volverán proveedores mundiales.

Y eso sucede en un momento raro: desde en 2024 la cartera mundial de proyectos SMR como el CAREM se amplió a 22 gigavatios proyectados y formalmente pedidos, un 65% más que en 2021. Pero papelitos aparte, por grado de avance real en obra real, el CAREM es el segundo en el mundo tras el Linglong chino. 

El mundo SMR está lleno de proyectos imaginarios, con planes y presupuestos gloriosos, muchas animaciones computadas y folletería, cantidad de Memorandos de Entendimiento internacionales… y ni una triste obra para mostrar. La quiebra en Noviembre de 2023 del proyecto más “fachero” de los EEUU, la central NuScale (una copia bastante desfachatada del CAREM) empieza a separar la mucha paja del poco trigo. Para no confundir ruido con nueces, la OCDE (la Organización de Cooperación y Desarrollo), básicamente un club de países ricos afines a la OTAN, mandó a su agencia nuclear, la NEA, a hacer un tablero comparativo. Mide seis grados de posibles de avance de los SMR del mundo, según seis ejes diferentes. Ya iremos al detalle.

Lo cierto es que el CAREM puntúa mejor que todos los proyectos de gran ruido en Occidente. Mejor que el difunto NuScale (la OCDE hizo su tablero comparativo a principios de Noviembre de 2023, días antes de la quiebra de esa sociedad). Puntúa arriba del General Electric Hitachi BWRX-300, mejor que el SMART coreano y mejor que el Rolls Royce británico.

El CAREM, compatriotas, va en segundo puesto en una lista de 98 proyectos. Lista de la que se autoexcusaron de participar otros 42, porque sencillamente no tienen nada tangible o al menos medible qué mostrar. Según este tablero, el único país con mejores puntos que nosotros en la comparativa de SMRs es China, con su central ACP-100 Linglong. Perdón si lo repetí ya no sé si tres o cuatro veces, pero es que a mí tampoco me entra en la cabeza. Los desconfiados pueden acceder al tablero de la NEA-OCDE aquí.

La finalización de un ecosistema industrial argentino bien enraizado es obra de muchas administraciones sucesivas de la CNEA. Pero después del «apagón nuclear» de Alfonsín, Menem, De la Rúa y Macri, termina siendo el logro de la gestión de Adriana Serquis. El que quiera romperse las patas con la idea de intentar otra liquidación del Programa Nuclear Argentino, no se va a encontrar con un castillo de naipes. Se va a encontrar con mucho fierro, mucho hormigón y mucha empresa que quiere exportar.

Como me dijo riéndose por lo bajo una de las muchas ingenieras nucleares que dirigen el avance de obra del CAREM: “Ahora vamos por la conquista del mundo. Y eso para empezar”. La conozco, es muy irónica pero empuja como una locomotora. Y sospecho que hablaba en serio.

Capuletos y Montescos se amigan

Una firma histórica: de izquierda a derecha Adriana Serquis, directora de CNEA, Alejandra Calvo, gerenta de márketing de la Gerencia CAREM, Darío Giussi, gerente general de INVAP, Felipe Albornoz y Nacho Grossi, gerentes de la división nuclear y la de estrategia de esa firma, y Sol Pedre, gerenta del Proyecto CAREM.

El CAREM es un SMR, o Small Modular Reactor. En su futura versión comercial, va a ser una central eléctrica compacta que se puede construir añadiendo módulos de 120 o 125 MW hasta llegar a 4 y sumar una potencia instalada de 480 o 500 MW. Cada módulo en línea va pagando los siguientes con venta de electricidad, una idea nacida en la CNEA en 1984, cuando se vislumbraba que el crecimiento del parque nuclear nacional y mundial debía autoasegurar su financiación.

En el presente es un prototipo de potencia mucho menor, 32 MW, lo suficiente como para dar electricidad a una ciudad de 100.000 habitantes con algunas industrias. Que todavía no prendan la luz, porque falta terminar la obra civil, fabricar y testear en frío algunas de las piezas claves (el recipiente de presión y los generadores de vapor), y luego montar los componentes nucleares y no nucleares. Cuando el prototipo se termine y ponga en marcha recibirá bastantes visitas de posibles compradores internacionales. Decenas, porque en el volátil y versero mundo SMR, el CAREM, más evolucionado que revolucionario, tiene una ventaja comparativa indudable: existe. La NEA-OCDE hizo el tablero para no comprar humo, especialmente propio.

Los reactoristas de la CNEA que idearon el CAREM cuando yo no tenía canas añadieron más cosas: seguridad inherente al diseño, lo que significa refrigeración convectiva del núcleo. «Convectiva» significa que el agua caliente sube y la fría baja, cosa garantizada por las leyes irrompibles de la física, en lugar de por bombas falibles.

También sumaron portabilidad: la capacidad de fabricar piezas en gran escala, de un tamaño que puedan llegar con cierto montaje en origen a obra por barco, tren o camión, y ensamblarse rápidamente en destino. Y sumaron precio: la fabricación centralizada de decenas de miles de componentes permite ahorros de escala, pese a la potencia reducida. Esto significa megavatios hora más baratos que los competidores: aproximadamente la mitad de lo que habrían costado los del proyecto estadounidense NuScale, que según su márketing, se vendería en diez países. Pero NuScale se pinchó en uno solo, EEUU, y por sobrecostos. La Gran Democracia del Norte ya no sabe fabricar un reactor que no sea militar, y en el Pentágono nadie te exige que te atengas a tontos presupuestos.

El punto de partida del CAREM fue el Otto Hahn, un motor naval alemán experimental sumamente civil. Propulsó un barco mineralero del mismo nombre. Entre 1970 y 1972 navegó sus primeros 463.000 km. (equivalente de 11,55 perímetros terrestres) con un gasto de apenas 22 kg. de uranio 235. 

Sin ningún contratiempo, el Otto Hahn finalizó su carrera en 1979 con 1,2 millones de km. recorridos y 30 puertos de parada en 22 países. Pero por su motor nuclear, nunca fue autorizado a cruzar el Canal de Panamá ni el de Suez, de modo que sus recorridos desde A hasta B triplicaban los del resto de la flota mercante. De yapa competía contra el combustible líquido más barato y contaminante después del carbón: el búnker-oil, todavía típico de los buques de comercio. La Organización Mundial de la Salud dijo allá por 2010 que el búnker estaba matando unas 90.000 personas por año en las ciudades puerto, porque las obliga a respirar hollín 24×7.

En ese contexto, la República Federal Alemana consideró que su barco sin humareda era un fracaso económico. Nunca repitió el experimento.

La ingeniería básica del Otto Hahn se reconfiguró radicalmente en la CNEA para lograr una planta de potencia eléctrica terrestre inmóvil. Por estar en una posición vertical estable, necesaria para que se genere una circulación convectiva, el CAREM podía no depender NUNCA de bombeo asistido para su refrigeración, como sí lo hacía el Otto Hahn, que era un barco que cabeceaba, rolaba y guiñaba lo suyo. Al CAREM se lo diseñó capaz de gestionarse a sí mismo varios días por sistemas pasivos, dependientes mayormente de la gravedad, y sin personal en planta, en caso de una emergencia por pérdida masiva de refrigerante. 

El escaso tamaño pensado para el CAREM por la CNEA en 1984 (apenas 25 megavatios) apuntaba a la creación de pequeños “oasis eléctricos” en zonas despobladas, fuera de red y con actividades electrointensivas: minas en la Cordillera, ciudades o factorías en llanuras secas y despobladas, o en islas imposibles de conectar a continentes por cable eléctrico submarino debido a las fosas oceánicas profundas. Ese CAREM 25 se pensó para países tan distintos entre sí como los de Medio Oriente, África Occidental, o Malasia con sus 878 islas, o Indonesia con sus 18.100, de las cuales 6000 están habitadas.

Y como la CNEA ya venía preparando su campaña de exportación de reactores a través de INVAP, todos de investigación o producción de radioisótopos, el CAREM mientras fue un proyecto de INVAP le sirvió como máquina de segunda propuesta, o de “Y ya que estamos”. Onda: dado que nos compraron un reactor y anda joya, ¿por qué no nos compran también una centralita compacta? La otra propuesta era: «Uds. no tienen experiencia nuclear alguna. ¿Por qué no empezar a formar operadores con una central chica, en lugar de con un reactor docente? Es saltar varios casilleros». Eran propuestas sexy. Alguien iba a picar, y lo hizo. 

Es una lástima que las ideas no se puedan patentar. Ésta del CAREM ha generado 140 proyectos en más de 30 países, algunos de los cuales son copias más o menos descaradas del CAREM, como el NuScale, y otras se basan en ingenierías y combustibles muy divergentes. Cosa que nos favorece: en la industria nuclear, ese conservadurismo técnico de atenerse a uranio enriquecido y refrigeración por agua, aún en una central tan audazmente simplificada como el CAREM, gana puntos.  

Como cualquier cacatúa con plata se cree Carlitos Gardel, la citada NEA de la OCDE estableció su sistema de puntuación de seis grados y seis ejes para aclararse los tantos a sí misma. Fueron demasiado honestos. Probablemente no esperaban que los EEUU, Canadá y la UE salieran tan mal calificados, y el CAREM argentino, que los congresos mundiales sobre SMRs insisten en ningunear, saliera segundo detrás del Linglong chino. Sí, okay, eso ya no lo repito más. Lo juro.

Los seis ejes son:

  • Licenciamiento (es decir autorización regulatoria de pasar de planos a obra y de ahí a puesta en marcha),
  • “Siting” o ubicación (debe ser socialmente aceptada y estar legalizada),
  • Cadena de suministros (debe existir, la suelen formar centenares de industrias calificadas a calidad nuclear),
  • Compromiso (medido como enraizamiento nacional y/o internacional del proyecto en diversas organizaciones),
  • Combustible (un asunto que toma muchos años de diseño, pruebas y licenciamiento). El del CAREM estaba resuelto y ensayado ya en 2004, en un reactorcito experimental de baja potencia construido por la CNEA en Pilcaniyeu. 

Entre 140 proyectos, la puntuación multiaxial inventada por la NEA-OCDE da resultados rarísimos. La INET, una central china muy futurista con combustibles en forma de pelotitas de cerámica de uranio, ya está entregando potencia (500 MW, no es poco). Pero es más un experimento muy avanzado que una máquina fácilmente reproducible en casa y licenciable en el exterior, incluso para China. Por eso califica abajo del CAREM, aunque éste sólo sea un prototipo en construcción.

Sobre cuál será el CAREM que termine exportándose, ése es un reino de conjeturas y batallas de pasillo. El modelo de cuatro módulos y 480 o 500 MW tiene sus encantos, pero todavía está en planos. Y capaz que el prototipo de 32 MW podría terminar siendo más vendible, andá a saber. El de los SMR es un mercado inminente, y todo pronóstico es difícil, especialmente si trata del futuro. Eso decía Niels Bohr, que era físico nuclear, ergo irónico.     

El prototipo está en construcción bastante avanzada en el predio de las centrales Atucha 1 y 2, en Lima, sobre las barrancas bonaerenses que balconean sobre el Paraná de las Palmas. Se lo sigue llamando CAREM 25 ignoro por qué, cuando algunos retoques de ingeniería pronostican 32 MW eléctricos en las planillas de cálculo.

El CAREM hizo un ping-pong institucional pavoroso y múltipe entre CNEA e INVAP. Nació en 1984 una CNEA dirigida por un presidente que hizo todo lo posible por cerrarla, toda una novedad. Cuando por fin se fue para no hundirse con el naufragio que creó, tomó su lugar la Dra. Emma Pérez Ferreyra y salvó a la institución, que estaba perdiendo hasta tres doctores en física o ingeniería nuclear por mes. Emma, como la llamaba hasta el portero (y eso es verdad), hizo dos cosas grandiosas: reparó Atucha 1 sin la SIEMENS, en 9 meses en lugar de en 6 años, y a un 17% de lo que quiso cobrar la multinacional alemana por arreglar su prototipo… que no estaba en garantía, dijeron.

La otra cosa grandiosa que hizo Emma fue aquilatar que los planos del CAREM se iban a cubrir de polvo en la CNEA. Ésta no lograba conseguir fondos de Alfonsín para hacer avanzar Atucha 2 y además la CNEA no lograba tomarse en serio ninguna central que no fuera mediana o grande. Y a la luz de ello, le dio el proyecto a INVAP, que tan bien entendió la cosa que al año siguiente (1988) ya lo estaba vendiendo en Turquía, según sus usos y costumbres muy barilochenses.

Y Turquía lo estaba comprando, pero no para despliegue nacional. Ya en 1988 eran un país 100% cubierto por red interconectada y con mucha industria. En su módulo 25 MW, el CAREM les quedaba chico. Lo querían comprar el CAREM para venderlo, también según usos y costumbres muy turcos. Eso lo hizo fracasar Menem. Paralizó la cosa tres años, luego le pasó el proyecto a la CNEA, y el hombre de Menem en la CNEA le pidió a la TAEK, la Comisión Nuclear Turca, un «regalo para la corona» demasiado fastuoso.

En 2006 el kirchnerismo redescubrió el átomo, muy impresionado por la inauguración del OPAL en Australia y muy presionado porque la economía argentina estaba creciendo al 8,5% anual, propulsada por la industria. Y como la red eléctrica estaba como la había dejado Alfonsín, hecha percha pero además privatizada por Menem, hacía falta potencia de base. Y la nuclear es la única que te da 90% de disponibilidad o más.

En el viaje hacia Sydney, la nueva presidenta de la CNEA, Norma Boero, estuvo dele que dele charlando en el avión con CFK, y a la vuelta de Australia estaba tomada la decisión de que NA-SA terminara Atucha 2 y de que el Programa Nuclear tenía que resucitar aunque fuera a paletazos. Y un poco inesperadamente, tras sólo un poco de resucitación cardiopulmonar, el Programa volvió de la muerte. Pero Boero (siempre pensé que fue un error de Norma, y hoy no) dictaminó que había que salvar a la CNEA con un proyecto «de bandera», para lo cual le sacó la dirección a INVAP y creó en la CNEA una Gerencia únicamente dedicada al CAREM. La bronca que generó eso en INVAP es indecible. Para INVAP el CAREM también era «de bandera».

El regreso no del CAREM a INVAP sino de INVAP al CAREM, esta vez como motor de exportación, termina de suturar viejas heridas en ambos actores principales de nuestra historia atómica. Se hicieron inevitables durante los 23 años en que tanto la institución como la empresa estaban bajo amenaza existencial de desaparecer, la CNEA por evaporación de recursos humanos, INVAP por quiebra.

La firma del Memorando de Entendimiento del 6 de Marzo es la reconciliación de estos Capuletos y Montescos nucleares, y para bien de Verona (la Argentina, por si alguien no pescó la metáfora). Es también un producto de la maduración, mayormente en la adversidad, de dos organizaciones que resultaron muy resilientes: una de 73 años, y otra de 50. Romeo y Julieta son la tercera generación de estas nobles familias. Se casan por méritos, sin tragedias ni suicidios shakespearianos.  

He venido apoyando la construcción del CAREM desde 1986, cuando conocí, deslumbrado por su sencillez y audacia, el proyecto. Junto con el embajador Adolfo Saracho fui un mes a Turquía en 1988, cuando este país quería el CAREM para quitarse de encima a los dueños de la OTAN, que no lo dejaban entrar al entonces llamado Mercado Común Europeo. En parte por despecho, en parte por olfato comercial, querían una centralita para exportar a Medio Oriente, África y el Sudeste Asiático, lugares donde Turquía ya vendía cantidad de productos industriales propios, algunos tecnológicamente complejos. Y la cosa -perdón por repetirme- se había miti-miti entre la TAEK, la Comisión Nuclear Turca, e INVAP, que sabía más del negocio. Los turcos estimaban unos 30 clientes potenciales.

En 1993 Menem destruyó esta colaboración. En el State Department y en Quai d’Orsay habrán descorchado champagne, supongo. No había ninguna central nuclear en el mundo siquiera parecida al CAREM. Fue el primer SMR. Pudimos haber cambiado la historia nuclear, y la nuestra como país.

En 2000 la tenacidad de tornillo de Aldo Ferrer y Dan Beninson logró que el CAREM debiera construirse por ley nacional, y con presupuesto acordado por ambas cámaras. Pero la partida estaba fijada en pesos, y el último director de la CNEA, un cacique petrorradical puesto por la Alianza, logró patinarse la cifra en tres sucesivos estudios de factibilidad comercial, a ver si alguno le daba mal. Le dieron bien los tres, pero en los tres años gastados en masturbaciones de consultoría la plata se volatilizó por hiperinflación, de modo que cero obra. El tipo renunció junto con De la Rúa, pero se fue discretamente en auto y silbando bajito, no en helicóptero. Misión cumplida.

Ninguno de los funcionarios que frenaron el CAREM de los modos más insólitos, increíbles e ilegales sufrió acusación alguna. Los que no se murieron, están todos sueltos y conspirando. 

Pero ahora enfrentan un ecosistema nuclear diverso y enraizado.

La van a tener difícil.

Daniel E. Arias