Argentina entre EE.UU. y China. Y un comentario de AgendAR sobre la base china en Neuquén

En silencio, funcionarios del Ministerio de Economía y la Cancillería sondearon en los últimos días a sus interlocutores de China, inquietos por la posibilidad de un nuevo traspié en el swap de monedas con el país gobernado por Xi Jinping, con vencimiento general en 2026, pero con uno de cuyos créditos que vence a mitad de año.

Será a Beijing donde la canciller Diana Mondino llegará la última semana de este mes, luego de proyectados pasos por Brasil y Colombia, y con el objetivo de aquietar las agitadas aguas con el gobierno chino, quien con sus modos siempre sigilosos no deja de enviar señales de incomodidad por el alineamiento del gobierno de Javier Milei con Washington. La visita al país de la generala Laura Richardson, jefe del comando sur de Estados Unidos, que culminó este viernes, y los repetidos gestos de Milei hacia la Casa Blanca desde que llegara a la Casa Rosada, sirven como evidentes botones de muestra.

“China presiona, pero Estados Unidos también”, definen fuera de micrófono altas fuentes del Palacio San Martín, a modo de respuesta equilibrada, pero sin negar la preferencia de Milei por Washington como principal aliado estratégico. La reciente compra de aviones F16 a Dinamarca (con el aval de la administración Biden) por encima de las ofertas de China en ese rubro, y la decisión del Gobierno de “estudiar” una “inspección” a la estación aeroespacial china en Neuquén luego de las críticas que el embajador norteamericano Marc Stanley hizo a esa instalación, provocaron una inusual respuesta por escrito de Beijing. “La base es estrictamente científica”, afirmó tajante la embajada de China esta semana, en un cable reproducido por la agencia NA.

Fuentes diplomáticas y empresariales aseguraron que la paralización de obras públicas como las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz, que ya generaron 1800 cesantías en esa provincia, podría ser sólo el comienzo de una serie de congelamientos de otros proyectos de China, como el por ahora embrionario megapuerto en Ushuaia (que compite con la iniciativa norteamericana) y la segunda etapa de la puesta en valor del Ferrocarril Belgrano Cargas, lanzado durante el gobierno de Alberto Fernández. La no renovación del swap, que en sus dos tramos suma U$S 18.000 millones hoy virtualmente congelados, provocaría que Argentina debiera devolver parte de los miles de yuanes ya utilizados, un cimbronazo en las previsiones económicas del ministro de Economía, Luis Caputo.

La carta enviada por el propio Milei a Xi para que reactivara el desembolso de U$S 5000 millones, que China frenó en plena campaña electoral, ya cumplió tres meses sin respuesta positiva. Toda una señal en términos diplomáticos, en los que muchas veces el silencio dice más que las declaraciones altisonantes.

Para fortuna de las arcas oficiales, no hay nubarrones en un punto clave: la compra de granos y carne que China lleva adelante desde hace años, y que según datos de 2022 supera los U$S 8000 millones.

“Es muy difícil que China deje o disminuya la compra de granos, porque se trata de su seguridad alimentaria, de alimentar a su población. Pero no creo que sea un buen momento para las inversiones chinas en el país, que hasta ahora han sido más promesas que realidades”, afirmó el experto Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales y Presidente de la International Chamber of Commerce (ICC) en Argentina. Gustavo Idígoras, referente de los exportadores, afirmó a este diario que “no vemos una merma por razones políticas, ocurre que nuestra soja este año está más cara que la de Brasil y Estados Unidos, que están vendiendo más. Nos han autorizado la venta de maíz y de trigo, muy probablemente exportemos maíz a China por primera vez en la historia”, afirmó Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC).

Con esta honrosa excepción, todas las demás inversiones y proyectos de China parecen hoy en duda.

“¿Quieren mejorar las relaciones? ¿Quién lo va a hacer?”, expresó una espada clave de la política exterior kirchnerista, que descree de las chances de Mondino y su nuevo embajador en Beijing, Marcelo Suárez Salvia, en reflotar sin intermediarios un vínculo complicado desde sus inicios. La decisión de Milei de “no negociar con países comunistas” fue el primer lunar, y la siguieron-ya con los libertarios en el poder-el rechazo de Argentina a ingresar al grupo de los Brics y el fuerte rumor de una reunión de Mondino con representantes de Taiwán en el país, que también mereció respuesta del embajador chino en Buenos Aires, Wang Wei.

“Taiwán es una de las líneas rojas para China, es un punto crítico que sabemos no podemos cruzar”, afirman cerca de la canciller Mondino, que sigue negando que aquel encuentro con representantes de Taiwán se hubiera llevado a cabo. Más allá de sus fotos con Richardson en la medianoche fueguina, el propio Milei parece haber bajado un cambio en su postura pública con China, como lo demuestran sus recientes declaraciones a la cadena Bloomberg. Allí, el Presidente afirmó que “se va a estudiar” la situación de la estación aeroespacial, pero no habló de cerrarla. Además, sostuvo su idea de “no modificar los acuerdos comerciales” anteriores a su gestión, como el swap, y aseguró que la relación comercial con China “no se ha modificado en nada”.

Pero el gigante asiático no parece conforme con el estrecho vínculo que une a Buenos Aires con Washington. “Las continuas visitas de funcionarios de Estados Unidos a Argentina, entre ellos la general del Ejército estadounidense Laura Richardson, jefa del Comando Sur, muestra el interés de Washington por mantener vigentes los principios de la Doctrina Monroe, interferir sobre la política de los países latinoamericanos y evitar cualquier tipo de integración regional”, reza sin eufemismos el primer párrafo de un reportaje publicado este viernes por la agencia oficial china Xinhua.

Jaime Rosemberg

Comentario de AgendAR:

Toda estación de C3 (Communications, Command & Control) es dual. Los que son más civiles o más militares, o ambas cosas, son los satélites que monitorea, controla y navega la antena, y a los que les sube comandos y de los cuales baja información.

En ese sentido sirven para lo mismo las estaciones de CONAE en Córdoba, las de China en Bajada del Agrio y las de la ESA en Malargüe.

Pero una antena parabólica de 35 metros es excesiva para satélites de órbita baja, y un costo innecesario en zonas de mucho viento, como Neuquén.

Ésas son para espacio profundo, misiones lunares, traslunares y sondas al resto del Sistema Solar o más allá. Ésas son científicas, pero obviamente también geopolíticas, como toda demostración de capacidad tecnológica.

Daniel E. Arias

VIALa Nacion