La CNEA e INVAP resisten: diseñan una planta para exportar radiofármacos

Una de las "celdas calientes" del Centro Atómico Ezeiza, donde se procesan mediante telemanipuladores las sustancias irradiadas en el reactor RA-3 para extraer químicamente radisótopos de uso médico.

Éste proyecto en común de las dos instituciones es una planta de radioquímica. Se destinará a formular como radiofármacos los radioisótopos de fisión que produzca el reactor RA-10 de Ezeiza. 

Obviamente no servirá de nada si el gobierno de Javier Milei decide no terminar el reactor, cosa que jamás anunció oficialmente pero está haciendo en la práctica con el más simple de los recursos: negando fondos.

En esta planta de radiofarmacología hay dos asuntos importantes: tanto la CNEA como INVAP han construido unidades similares en el país, como la actual en Ezeiza, que manipula, refina, formula y vende la producción del viejo y confiable RA-3. 

La planta CENTIS de radioquímica farmacológica construida por INVAP en Cuba. Abastece los hospitales de medicina nuclear de todo el país.

Pero además INVAP ha exportado otras plantas de este tipo a la India y Cuba. A recordar, la India tiene el tercer programa nuclear más activo, fuerte y sofisticado del mundo. Que le haya comprado una unidad de producción a INVAP, (entró en línea la semana pasada) da una muestra de cómo nos ve el mercado nuclear mundial. Nos identifica como un proveedor confiable, y además el origen de los reactores multipropósito de Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita y desde 2018, Holanda.

El OPAL de Australia se terminó en 2006 y se volvió rápidamente la fuente (bien remota) de fármacos de diagnóstico y tratamiento de la medicina nuclear de Canadá y EEUU, además del australiano y de los países de Oceanía. Con apenas 20 MW de potencia, llegó a dominar el 40% del mercado mundial. Y eso, porque es un fierrazo: no se rompe y su núcleo, comparativamente pequeño, logra irradiar cantidades enormes de distintas sustancias químicas precursoras. Trabaja 6 días por semana.

El de Holanda es una licitación que se ganó 2 veces: en 2008 (y Amsterdam decidió no encarar la obra, debido al impacto recesivo de la quiebra en cadena de Lehman Brothers y de los mayores bancos estadounidenses). Pero luego relicitó, porque Holanda es el 2do proveedor mundial de radioisótopos, y su viejo reactor de producción PALLAS, en las costas de Petten, en la provincia de Frisia, está viejo de solemnidad y se rompe más de lo que anda. 

Para sorpresa de nadie, en esa nueva licitación participó todo el mundillo nuclear, tras sucesivos descartes volvimos a quedar los mismos contendientes (Rusia, Corea del Sur y nosotros). Y volvimos a darles la paliza.

Esto luego nos permitió ganar casi con facilidad en Arabia Saudita. «Casi» es un decir, nomás.

Sintetizando, en materia de plantas para medicina nuclear y de radioisótopos industriales, somos el número uno mundial. Lo cual no nos ha ganado mayor cariño por parte de los EEUU, cuyas ofertas siempre fueron derrotadas por INVAP hasta que decidieron no presentarse más, alrededor de 2006.

Si hay que resumir nuestra relación competitiva con el país que literalmente inventó la energía atómica, los corremos con la vaina en reactores multipropósito. Y aunque tienen 94 centrales nucleoeléctricas, en los últimos 40 años sólo se pudieron vender dos a sí mismos (Vogtle 2 y 3), y se han vuelto tan ineptos en obra y montaje nuclear, que triplicaron el tiempo de terminación y cuadruplicaron costos.

Por último, en materia de pequeñas centrales modulares, o SMR, tienen decenas de proyectos de lo más variados, todos ellos en planos. El más avanzado capotó por sobrecostos en 2023, sin haber siquiera iniciado la excavación de cimientos. Nosotros, en cambio, tenemos una obra con algunas incógnitas técnicas a resolver, pero con un avance del 70% en la construcción civil: el CAREM. Paralizado tanto en planos como en obra por todos los presidentes nombrados «ut supra», pero ahí está, concreto y tangible, al lado de las Atuchas 1 y 2.   

Esto explica que el mercado mundial nos vea como un competidor fortísimo, y que en cambio las entidades multilaterales de crédito como el FMI, o gobiernos como el de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Mauricio Macri y hoy Javier Milei, entiendan a la CNEA e INVAP y sus obras como un terrible dolor de huevos en su política de relaciones carnales (más bien pasivas) con los EEUU. 

Nos quieren hacer rendir ante un competidor derrotado por sí mismo, por obra de una mezcla indescifrable de ecologistas, genios financieros que creen que la energía nuclear es cara, y un gobierno que tiró la toalla. Es rendirse ante un vencido.

Sin duda, en la cruzada antinuclear ningún gobierno argentino (es un decir) llegó a los extremos del actual. Mientras dure Milei, el RA-10 no se completará, aunque en diciembre de 2023 estaba a dos años de inaugurarse. Por ende, esta planta de radioquímica anexa no entrará siquiera en obra. 

No hay modo de creer que en esto hay ahorro alguno. Con la red de ventas internacionales de la Argentina, y los 30 MW térmicos de potencia y la sofisticación del RA-10, esta planta puede dominar el 20% del mercado mundial de radioisótopos casi al toque de inauguración. Este año cerrará en U$ 9.920 millones, y contando. Para el 2029 se estima que habrá crecido a U$ 14.770 millones.

En suma, la planta de radioquímica anexa al RA-10 forma parte de un dispositivo para exportar al menos U$ 3000 millones en 2029 en radiofármacos y dar batalla contra Francia, Rusia, Australia, Sudáfrica, Bélgica y Holanda, los proveedores principales. Batalla de la buena, porque todos ellos tienen plantas viejas y hechas percha, o nuevas pero no terminadas… salvo quienes se compraron un reactor argentino. 

Vendiendo de movida nomás U$ 90 millones/año de radioisótopos médicos y silicio irradiado para la industria electrónica, en cuatro años repaga su costo de U$ 360 millones. Y habida cuenta la hoja de vida de grandes reactores de producción de radioisótopos como el RP-10 peruano, el INSHAS egipcio y el OPAL australiano, tiene muchas garantías de al menos medio siglo más de operación sin necesidad de grandes reparaciones o rediseños.

Para el caso, su predecesor nacional, el RA-3, repotenciado sucesivamente de 3 a 5, a 7 y finalmente, sigue activo desde 1967. Abastece la medicina nuclear local y la del Cono Sur, incluido todo el sur de Brasil.

Si en el desastre actual la CNEA e INVAP se siguen reuniendo para planificar nueva obra, no es porque piensen desaparecer. Piensan a largo plazo, y han visto pasar los entierros de muchos de sus enterradores.

Daniel E. Arias