Por qué Argentina no está exportando centrales nucleares – II

DCIM100MEDIADJI_0060.JPG

Escribe Daniel Arias: (El artículo que escribió Diego Hurtado sobre este tema está aquí)

Diego Hurtado, además de un buen administrador de proyectos nucleares y tecnológicos, es un doctor en física, un historiador reconocido de la ciencia y un caballero. Yo no soy nada de eso, especialmente lo último. Así las cosas, opto por prescindir de los guantes de box y de las reglas del Marqués de Queensberry. Y que me banquen un round, si quieren.

El CAREM murió varias veces sin haber nacido, y los que lo abortaron tienen nombre y apellido, y una madre común. Creo entender qué está pensando, pero no, es otra.

El difunto expresidente Carlos Menem, amparado hasta la tumba por sus fueros de más crímenes penales graves de los que caben un un epitafio, fue uno de los primeros asesinos del CAREM. Pero no el último.

En 1988, cuando todavía era un proyecto que a la CNEA presentado en 1984, todavía a la CNEA le resultaba demasiado chico o innovador. No fueron grandes épocas para el átomo criollo. El presidente Raúl Alfonsín no le daba plata a la CNEA ni para terminar sus dos obras estratégicas de entonces, Atucha II y la Planta Industrial de Agua Pesada. El proyecto CAREM fue entonces transferido a INVAP. Y pasó algo curioso: sin haber salido siquiera de planos, ya estaba vendido y al toque, en Turquía, y por el embajador Adolfo Saracho, radical pero patriota.

Turquía acababa de recuperar su democracia. Saracho me llevó al Parlamento Turco cuando los cuatro grandes partidos votaron a favor -no hubo votos contrarios ni abstenciones- de la moción de otorgar alrededor de U$ 180 millones al proyecto. Ha pasado el tiempo y no recuerdo la cifra con exactitud total, pero en dólares actualizados a 2023, serían U$ 471 millones.

La ley turca mandaba construir un prototipo en Turquía, si Argentina hacía otro tanto en territorio propio. En ambos casos, la tecnología y dirección de obra en ambos países la tenía INVAP, y la entonces poco experimentada Comisión Atómica de Turquía, TAEK, compraba la tecnología y armaba una «joint venture» mostrar el producto a la enorme cartera de clientes de la industria pesada turca, que abarcaba dos decenas de países de África, empezando por Nigeria, de Medio Oriente siguiendo por Egipto, y del área Asia-Pacífico, con Indonesia a la cabeza. Para ser más claro, puse los mayores, pero estoy hablando de más de 30 estados nación.

Alfonsín y el canciller Dante Caputo le hicieron a Saracho el favor de ignorar su audacia geopolítica, que había sido la marca de su carrera diplomática y de su vida. También ignoraron la demasía de INVAP. Era un tremebundo desafío argentino al orden mundial establecido entre los proveedores de tecnología nuclear, e imagínense que potencias estaban más furiosas. Sí, esas. Especialmente ésa.

El gobierno de Alfonsín no puso un mango en esta movida, pero tampoco interfirió, que es mucho decir. Y la recién nombrada física nuclear Emma Pérez Ferreyra, presidenta de la CNEA y también una corajuda, apoyó a INVAP no con plata, que no la tenía, sino con los impresionantes recursos humanos de la CNEA en áreas como combustibles de centrales, termohidráulica y sistemas de control, cosas que a INVAP, experta en reactores pero no en centrales de potencia presurizadas, le habría resultado difícil resolver sin ayuda.

Aprobada la ley turca de promoción del CAREM, entrevisté a los jefes de tres de los cuatro grandes partidos turcos civiles: el socialdemócrata, la derecha liberal y la derecha islámica. Lo que yo quería, como argentino, era entender por qué ellos estaban actuando de un modo tan inteligente en el tema nuclear, cuando nuestros partidos criollos parecían haberse vuelto una manga de idiotas.

Todos me dijeron exactamente lo mismo: que con una foja ya de décadas como miembro principal de la OTAN en la frontera sur de la URSS, los turcos estaban hartos de pedir membrecía plena del todavía llamado Mercado Común Europeo, y que básicamente Francia, Alemania e Inglaterra, las subpotencias que entonces cortaban el bacalao comunitario, se las negaran con distintas excusas.

Europa y los EEUU los excluían de todo desarrollo conjunto en tecnología aeroespacial y de defensa. Y los turcos no iban a malgastar dos décadas más en continuar como la maquila automotriz, metalúrgica, electromecánica y metalmecánica de Europa, fabricando barato artículos que con marbete italiano o alemán se vendían diez veces más caros. «Por ahora, somos a Europa lo que México es a EEUU, y creo que no cabemos en ese molde», me dijo un cacique del Hurriyet, entonces el mayor diario de Turquía.

Pero específicamente en el área nuclear, estaban podridos de recibir propuestas comerciales abusivas de Francia y Alemania Occidental, en las que ellos debían ser compradores pasivos, la tecnología no se transfería, y la mayor parte de los componentes venían fabricados de Europa. De EEUU no esperaban ninguna propuesta, porque las centrales estadounidenses se habían vuelto demasiado caras y complejas, y por ello los propios EEUU habían abandonado su construcción a fines de los ’70.

Lo que querían, me explicaron todos, era un país ducho en átomos pero con trato igualitario, y dispuesto a transferir su tecnología a cambio no sólo de plata, sino de la cartera de clientes de ellos. Para ello necesitaban de la ya respetable «chapa» de INVAP, con reactores exportados a Perú, Argelia y Egipto. Le daba más lustre a la futura «Joint Venture». En suma, que si la Argentina no hubiera existido, Turquía debería haberla inventado. Les veníamos como anillo al dedo: expertos pero modestos.

Todos coincidían en que el CAREM de 25 MWe les resultaba perfecto únicamente para exportar: era una central chica pero modular, se podía llegar a potencias medias añadiendo módulos de generación de vapor a un edificio de turbinas común. Era inherentemente segura por diseño, la única máquina en su tipo de enfriamiento garantizado por convección, sin bombeo (en 1988 era efectivamente, la única).

Les gustaba especialmente como como soporte de plantas de desalinización de agua de mar, para sus numerosos clientes de fierros en países áridos. Claramente estaban hablando de Arabia Saudí y los emiratos. Todos concidían también en que el CAREM 25 les resultaba chico para el mercado eléctrico interno turco. Sólo querían un prototipo en Turquía que sirviera también de»show room». El prototipo en Argentina y pagado por dinero argentino era para asegurarse de que nos comprometiéramos en serio, y en algún ataque de relaciones carnales con EEUU, no los dejáramos varados.

Más interesante aún: me dijeron exactamente ese mismo discurso los grandes operadores de multimedios, el generalato de las Fuerzas Armadas, y los capitostes (bastante siniestros, pero va con el oficio) de los servicios de inteligencia. O la tenían muy bien pensada, o mi amigo Chinchín Saracho era un vendedor experto.

En medio de lo que Eleonora Gosman, de Clarín, llamó «el apagón nuclear argentino», de no haber existido Turquía, también era como para inventarla. El socio a medida.

Como trampolín comercial e industrial para el CAREM en tres de las zonas más pobladas de la Tierra, Turquía no era para tomársela en joda. Eso para mí fue una sorpresa total. La población superaba los 65 millones de habitantes y la industria pesada turca ya en los ’80 sobrepasaba por varios cuerpos a la nuestra. El país (que recorrí casi todo) estaba lleno de escuelas primarias y secundarias estatales, incluso en las aldeas más remotas. Las telecomunicaciones eran estatales y funcionaban al pelo. Uno podía llamar a la Argentina usando tarjeta y desde un teléfono público perdido entre corrales de ovejas en lo más despoblado de la Meseta de Anatolia.

Los vías de tren eran viejas y estaban algo descalzadas, por lo que estaban muy contentos con los 160 vagones argentinos de construcción liviana que les acababa de vender mi amigo Chinchín, salvando de paso de la quiebra a la fábrica Materfer, en Córdoba. Los generales, o pashás, estaban felices de haber encargado nuestros morteros Otto Melara de 105 mm. a Fabricaciones Militares. Sabían que en Malvinas habían sido tremendamente efectivos, y pese a ser miembros del mismo club militar (la OTAN), los turcos no se morían de amor por Su Graciosa Majestad.

A todo ello Turquía tenía analfabetismo casi cero, como la Argentina de los años ’60, y dos o tres universidades públicas regionalmente famosas, a la que venía a graduarse gente de todo Medio Oriente. Eran dueños -y esto sí que me impresionó- de una red electrica tan enorme que la planta que fabricaba torres de transmisión, en la muy industrial ciudad de Adana, funcionaba a tres turnos.

Turquía tenía pobres, claro que sí, y ricos demasiado ricos, pero estaba enteramente exenta de villamiserias. Además el estado turco entonces era decididamente laico, empezando por las FFAA y la educación pública. No así la población campesina y suburbana pobre, que seguía tan creyente como en tiempos de Kemal Attatürk.

Un lujo de socio, teníamos. Increíblemente, aquí no se dio por enterado nadie.

Todo esto lo deshizo Menem en apenas tres años. Apartó a INVAP de la relación con los turcos, y «su hombre a cargo» en la CNEA estuvo dos años casi sin recibirlos ni avanzar en papeles, y por supuesto sin dejar que aquí empezaran los cimientos del CAREM argentino en Argentina. Al tercer año de boludearlos, ese prohombre les pidió una mordida «para la corona» del 30%.

Los turcos no se escandalizan por esas cosas: hace 8 milenios que inventaron la agricultura, las ciudades estado, la diplomacia comercial y los regalos entre reyes para lubrificar negocios. Pero ya venían sintiéndose maltratados por la Argentina, la cifra era una barbaridad, el desinterés del menemismo por el proyecto resultaba demasiado evidente, así como la participación estadounidense en ese desinterés. Se fueron sin grandes portazos, pero para nunca volver. Hoy son clientes nucleares de Rusia.

El argentino de a pie ignora esta historia. Y los grandes caciques políticos también, o ya la olvidaron.

Mi caballeroso amigo Diego Hurtado cuenta el segundo asesinato del CAREM. Una década más tarde, cuando el Parlamento aprobó (cito textual) una «Ley de financiamiento para el proyecto CAREM, que autorizaba a la CNEA a realizar operaciones de crédito público con plazo no inferior a siete años por un monto de 132 millones de pesos». El lobby para sacar esa ley a pulmón y sin un centavo fue todo obra de dos sucesivos presidentes de la CNEA, el economista Aldo Ferrer y luego el fundador de la protección radiológica como disciplina mundial, el Dr. Dan Beninson.

La entonces privada (y nacional, y poderosa) IMPSA, es decir Enrique Pescarmona, estaba más que interesada. Pero, según cuenta Diego en su prosa deliberadamente diplomática, mi entonces (y muy extrañado) Dr. Tommy Buch, dijo que «el resultado favorable del estudio de factibilidad realizado por la CNEA se dio a conocer recién a fines de 2000, cuando la situación económica del país era muy negativa». Tommy, a quien le debemos nuestro dominio metalúrgico del circonio, sin el cual no tendríamos combustibles nucleares, también era un caballero.

Éste fue el segundo asesinato del CAREM, y ocurrió durante la presidencia de Fernando de la Rúa.

No, la CNEA no tuvo la culpa. Pero en cuanto el radicalismo le dio el raje a Ferrer y a Beninson, gente con un conocimiento profundo y fundacional del Programa Nuclear, la CNEA verdaderamente delarruista la pasó a dirigir un petrolero, el exsecretario de Energía de Alfonsín, Jorge Lapeña.

Lapeña, hoy miembro sumamente vocal del coro antinuclear llamado «Grupo de exsecretarios de Energía», tiene casi escriturada a su nombre la ola de apagones urbanos, sorpresivos y de 12 y más horas diarias, que entre 1997 y 1998 destruyó la autoridad residual del gobierno de su jefe de entonces, Alfonsín. Nuevamente en funciones o en recidiva, según se mire la cosa desde la historia o la medicina, Lapeña de presidente en la CNEA hizo hacer un estudio de mercado del CAREM a alguna de sus consultoras favoritas, y le salió sorprendentemente a favor. A favor del CAREM, no de él. Entonces hizo hacer un segundo estudio, y lo mismo. Por lo cual hizo hacer un tercero. Cauteloso, el hombre.

El tercero también salió joya: auguraba grandes exportaciones del CAREM. A todo esto, dos hiperinflaciones habían destruido la moneda nacional y el país, y los 132 millones de pesos de la Primera Ley CAREM no compraban ni la excavación de cimientos.

Cuando De la Rúa se fue en un espectacular helicóptero y dejando a 39 asesinados a tiros en las calles, Lapeña se volvió discretamente a su consultora. Desde entonces escribe irritados artículos contra la energía nuclear toda vez que el Programa Nuclear Argentino da muestras de querer resucitar, cosa que sucede más bien poco. Ignoro si para dejar su puesto usó el auto de la presidencia de la CNEA, y de si sonaba el tema llamado «Misión Cumplida», del ciclo «Misión Imposible» de Lalo Schiffrin. Queda la duda para futuros historiadores.

Pescarmona vio aquello, perdió toda ilusión que se hubiera podido hacer acerca del CAREM, y se dedicó al hobby de la energía eólica, muy de estos tiempos, en Brasil, con fábrica en aquel país y todo.

El hobby eólico le terminó fundiendo una empresa metalúrgica gigantesca dedicada mayormente a turbinas hidroeléctricas e ingeniería portuaria, centenaria y de fama mundial. Es que sus molinos eólicos se rompían y los primos brasucas se negaban a pagar por electricidad no entregada.

Digo en su defensa que don Enrique seguía haciendo ingeniería, sin importar en qué país, mientras que aquí otras empresas de otros «capitanes de industria» llamadas «de ingeniería» se habían pasado, ya desde tiempos de Menem y con banderas y cañones, a negocios de vaca atada, como ponerle casillas de peaje a las rutas construidas por Vialidad Nacional, o vaciar el Correo Argentino.

Cuando los economistas hablan de «riesgo argentino», posiblemente se refieren a esas empresas.

Por último, el gobierno del ingeniero Mauricio Macri, príncipe indiscutido de la ingeniería de vaca atada y del riesgo argentino, entre 2015 y 216 re-endeudó al país tan a lo bruto y tan fugando la plata que lo dejó en défault técnico.

Entonces su mejor Ministro de Energía de la Shell se excusó en ese défault creado por su propio gobierno para romper tratados de 2014 con China aprobados por el Parlamento. En 2016, tras demorar el inicio de obra dos años seguidos con diversos versos, cajoneó definitivamente la cuarta central nuclear argentina, Atucha III CANDU de 700 MWe. Venía con un 85% de financiamiento chino y un 85% argentino en tecnología, combustibles y componentes críticos argentinos. El pago de capital e intereses empezaba recién con la obra en línea y facturando electricidad. Si las cuentas no me marran, Atucha III CANDU se pagaba sola en 10 años, lo que para una máquina con al menos 60 años de expectativa de vida útil le dejaba pavada de ganancia neta a la Argentina.

Por supuesto, cuando la limosna es tan grande, hasta el santo desconfía, como dicen en Beijing. Pero la contraparte del negocio estaba bien a la vista, escrita, firmada y con el voto bicameral argentino. A cambio de dejarnos construir nuestra central favorita (la de tubos de presión) con nuestro combustible favorito (uranio natural), a China había que comprarle una Hualong-1 de 1120 MWe, de uranio enriquecido. El paquete financiero era el mismo para ambas centrales. El uranio enriquecido nos aparta un poco de nuestra dieta, pero de todos modos lo íbamos a necesitar a futuro para nuestro CAREM.

Beijing obviamente no se molestó en absoluto por la suspensión de la CANDU criolla. La Hualong-1 quedaba en pie.

El gobierno de Macri llegó a 2019 estafando a los chinos en dos proyectos de energía capitales: el inicio de obra de esa Hualong-1, dentro del mismo paquete financiero que la CANDU muerta en papeles, y la paralización de obra de dos grandes centrales hidroeléctricas sobre el Río Santa Cruz. Aranguren las paró para bajarles la potencia instalada, porque (gran ecologista) suponía que la cola del primer lago iba a interferir la cabecera del río. Luego las paró porque dijo que el país no tenia un mango, dicho por un miembro top de la gavilla que lo enterró en deuda fugada.

La gente malvada dice que detrás de todo esto está el petróleo. Después de todo, 1000 MWe nucleares impiden la quema de 1600 millones de m3 de gas/año. Es una explicación demasiado fácil, lo que no significa falsa.

A las petroleras multinacionales lo que les interesa es exportar todo lo que salga del subsuelo argentino sin valor agregado local y a precio internacional, salvo que esté bajo, creo que hay que buscar responsables más arriba.

Mi amigo Adolfo «Chinchín» Saracho, radical pero patriota, vivía obsesionado, allá en Ánkara, con que la CIA le había llenado la embajada argentina de micrófonos. Normalmente para charlar de asuntos importantes del CAREM, nos íbamos a pasear a su perro Erkek. Era un Sivas Kangall que parecía un oso de salón pero pintado de azafrán. Dábamos muchas vueltas a la enorme plaza central de Chankaia, el barrio de las embajadas en Ánkara. Nadie se nos acercaba a diez metros, y juro que el perro no delató nuestras conversaciones, ni tenía micrófonos.

El primer asesinato del CAREM se debió a EEUU, no al pobre Erkek. El segundo asesinato también, y el tercero ni te cuento. El petróleo juega un rol de cómplice. Pero «la patria de los libres y hogar de los valientes» es la madre común de todos los que lo vienen matando al CAREM. Seguramente Ud. pensó otras madres, pero no me hago cargo.

Como académico de excelentes modales, Diego Hurtado describe así el destino del CAREM en el período del Reposero Mauricio: «El gobierno de Macri perdió —o eligió perder— el foco del proyecto».

Yo prefiero decir que lo tenía bien en el foco (de la mira) y lo paró en seco. Dejó a la CNEA con la mitad del presupuesto de 2015, clavado en pesos y hasta el fin de su mandato, y le sacó la dirección de obra a la Gerencia CAREM y se la entregó a TECHINT. Que obviamente abandonó la construcción en cuanto se acabó la plata.

Este fue el tercer asesinato del CAREM.

En tiempos de Alberto Fernández, ese Mike Tyson del feminismo argentino dejó a la CNEA y a la empresa Nucleoeléctrica Argentina SA con su dirección macrista hasta mediados de 2021. Eso incluyó dejar en su cargo al sociólogo Julián Gadano, subsecretario de Energía Nuclear de Macri y Aranguren para el cual el CAREM (y el sociólogo sigue diciendo esto desde 2016) está tan lleno de problemas tecnológicos y económicos que lo mejor es abandonarlo. Hay que sumarse a un grupo de 25 empresas estadounidenses con proyectos SMR (Reactores Modulares Pequeños), la vanguardia del movimiento mundial a favor de los SMR.

Lo curioso de la posición de Gadano es que el CAREM está en obra, con un 70% de grado de avance, y esos 25 proyectos, varios de ellos copias viles del CAREM, son básicamente artículos elogiosos y chiveros, viajes caros, power points excelentes, folletería fina, cartas de intención de compra respaldadas por cero dólares, y otras masturbaciones y flatulencias de márketing.

Hago dos excepciones: Natrium, de Bill Gates, que inició cimientos hace un mes, y NuScale, que se fundió por sobreprecios tras 10 años de rediseños de rediseños, y de chuparse U$ 10.000 millones que puso el estado federal. Pero como NuScale se fundió sin haber salido de planos, mejor me quedo con Natrium. Estando Gates en el asunto, ruego a Dios que sea más confiable que Windows.

Cuando en julio de 2021 la presión dentro de NA-SA y CNEA para echar a la dirección macrista se hizo insoportable, Alberto Fernández, ese terror de los machirulos, le dio la presidencia de la CNEA a la física nuclear Adriana Serquis, quien a su vez le derivó la dirección de la Gerencia CAREM a la doctora en informática y control Sol Pedre. Ambas son profesionales de ley y repitieron de algún modo la obra de Emma Pérez Ferreyra en la CNEA de 1988: arreglárselas con más pulmón que plata y contratando gente excelente, comprometida y del palo nuclear.

La presidencia de NA-SA, Nucleoeléctrica Argentina, evaporada la dirección macrista, la recibió el Ing. José Luis Antúnez. Es el hombre que entre 2006 y 2014 se atrevió a terminar Atucha II sin ayuda alguna del proveedor original alemán, que hace mucho supo ser nuclear, y se olvidó. Y que además, en cuanto se rompió al estilo de Atucha I y por lo mismo (ambas máquinas son prototipos bien distintos, aunque parezcan iguales), la volvió a arreglar por U$ 20 millones y en 9 meses, en lugar de 6 años y U$ 400 millones (lo ofrecido por SIEMENS).

De Emma Pérez Ferreyra y de su relación con Alfonsín. pienso siempre aquellas líneas del Poema del Mío Cid: «Que buen vasallo si hubiera buen señor». Creo que, hechas las cuentas, puedo decir lo mismo de Serquis y Pedre, y añado al propio Diego Hurtado, vice de Serquis, . Ojalá les hubiera tocado un mejor Presidente de la Nación.

Obviamente, Serquis y Pedre contrataron inmediatamente a NA-SA, es decir a Antúnez, como dirección de obra del CAREM. Lo que Antúnez empieza, se termina. Eso se sabe.

Nuestro expresidente y pugilista de alcoba le dio algo de plata a la CNEA para que el CAREM avanzara. Pero no tanta como para que se terminara, ojo. No era cuestión de tener cuestiones con EEUU. Y cuantimás, faltando apenas 2 años para las siguientes elecciones presidenciales. Fernández estaba más bien atento al negocio de tomar y fugar deuda, anterior y propia, y luego abandonar enteramente el rol de presidente y dejar en su lugar a Sergio Massa. Que por origen y trayectoria, no necesita presentación.

No puedo llamar a lo sucedido durante tiempos albertianos el cuarto asesinato del CAREM. Sin TECHINT y gerenciada por Antúnez, que sigue siendo una topadora, la obra resucitó de pronto y avanzó con gran estrépito de máquinas y de gentes hasta su más o menos 70% actual.

El cuarto asesinato del CAREM es el que está sucediendo hoy, en relativo silencio, mientras el proyecto espera sentencia y paredón. Ya explicaré eso enseguida, no se me impaciente. Tal vez éste sea el asesinato definitivo, tal vez no. Lázaro nunca resucitó tantas veces como esta centralita. Que yo prefiero llamar 32 y no 25, porque si alguna vez se termina, va a tener 7 megavatios más que los calculados inicialmente.

Que esta pequeña central de potencia, presentada en 1984 por primera vez, tiene problemas, qué duda cabe. Que muchos de ellos son técnicos (el recipientes de presión, los generadores de vapor), sin duda.

Pero tiene más enemigos que problemas, y salvo Menem, De la Rúa y Macri, los problemas son bípedos, manejan cantidades estrepitosas de poder y dinero, son saboteadores expertos, y vuelven y vuelven repetidamente a mandos altos y medios del estado nacional sin tener más sabiduría nuclear que la revista «Radiolandia». Sólo los relevan la vejez, el advenimiento de vendepatrias más juveniles, peores, y de estupidez creciente, y eventualmente la muerte.

Prometí no ser un caballero, como el Dr. y amigo Diego Hurtado, y vine cumpliendo. Ahora prescindo de toda regla del Marqués de Queensbury que se me haya adherido. Creo que la idea del presidente actual de la CNEA, Dr. Germán Guido Lavalle, de detener nuevamente la construcción y nombrar un comité de notables que reevalúe el CAREM es impresionante.

Desgraciadamente, no es patentable. Eso ya lo hizo Jorge Lapeña al menos tres veces seguidas, sin haber partido jamás el átomo o pisado nunca el Instituto Balseiro, la mejor universidad nuclear (y la única) del Hemisferio Sur. Un poco de invención, ahí, vamos.

La de poner en esa comisión de evaluación y fusilamiento a un enemigo declarado del CAREM como el Dr. José Converti, eso sí muestra originalidad. Converti es un reactorista notable y diseñó un motor nuclear para submarino, con refrigeración asistida por bombeo. Es un diseño derivado del primer PWR del mundo, hecho para testear la planta de potencia de USN Nautilus. No tiene relación alguna con el CAREM, cuya inutilidad naval hoy creo indudable.

Seguramente el motor naval de Converti sería muy bueno, de haberse construido, pero no deja de ser imaginario.

El Dr. Converti no pudo construir esa unidad de propulsión no por inepcia o desidia. Digo con sinceridad que ojalá hubiera podido hacerlo. Nada de los que NO SUCEDIÓ fue su culpa. Menem cerró la fábrica de submarinos en la Costanera Norte, y en tiempos de Macri se hundió el ARA San Juan y el Ministro de Defensa, Jorge Aguad, que venía de un paso por Telecomunicaciones para cancelar varios satélites de ARSAT, suspendió la reparación del ARA Santa Cruz. Ya no confiaba en el astillero Storni.

Dos pájaros de un tiro, como dicen en el State Department. Adentro del astillero Storni quedaron los cascos de dos TR-1700 sin terminar. Cualquiera de ellos podría haberse resucitado y con un décimo anillo añadido al casco, llevado el motor nuclear de Converti. En AgendAR creeemos que una pequeña flota de submarinos TR-1700 de propulsión nuclear con el motor de Converti, habrían cambiado mucho nuestra historia mediando los años ’80. Y lo habrían hecho para bien.

Pero los artículos de prensa de Converti denostando el CAREM han sido leídos por medio país. Me lo siguen mandando a cada rato. Juraría que muchos argentinos se enteraron de que este proyecto existe, y de que además es real y está (estuvo) en obra, gracias a ese artículo. Nota que tanto se viralizó, seguramente sin más ayuda que su firma y su calidad. No porque el CAREM tenga problemas. O enemigos.

Bravo, Dr. Guido Lavalle.

Nadie dirá que el Dr. Converti no ha tenido finalmente sus cinco minutos de fama. Ojalá hubiera sido por mejores motivos.

Tras 72 años de historia nuclear argentina y a 40 años de su presentación pública en Perú, único país sudaca que nos apoyó en la de Malvinas, y un año y medio antes también nuestro primer cliente nuclear de exportación, el CAREM, ha sido muy copiado. Hoy compite contra más de 70 proyectos SMR.

Pero el CAREM no es imaginario. Es físicamente tangible y real.

Y mientras no inventemos otra cosa, sigue siendo la única central de potencia técnica, legal y comercialmente exportable del país.

Daniel E. Arias

PS: Va con la nota mi brindis por esos viejos compañeros de brecha en favor del CAREM, Chinchín Saracho, Cacho Otheguy, Emme Pérez Ferreyra, Dan Beninson, Roberto Ornstein, Aldo Ferrer y Tommy Buch, que ya no están con nosotros. Altas las copas, compatriotas. La lucha sigue.