La segunda edición de la “guerra comercial” se está configurando como un fenómeno de escala global que podría generar nuevas oportunidades en el mercado chino para las exportaciones de la América del Sur..
El primer ministro Justin Trudeau anunció que Canadá impondrá un arancel del 100% a la importación de vehículos eléctricos chinos, además de otro arancel del 25% al acero y aluminio importados de la nación asiática.
China es el principal mercado de exportación de colza canadiense y también es un importante comprador de trigo y carne porcina y vacuna de ese origen.
La movida proteccionista anunciada este lunes está lejos de tratarse de una situación aislada, dado que la Unión Europea y EE.UU. están implementando o estudiando acciones similares (en este último país el fenómeno podría potenciarse en caso de que Donald Trump resulte ganador de las elecciones presidenciales de noviembre próximo).
Recientemente la Comisión Europea decidió imponer un arancel a la importación de vehículos eléctricos chinos para intentar bloquear el ingreso de tales productos, lo que motivó que el gobierno de Xi Jinping abriera investigaciones orientadas a imponer –a modo de represalia– sanciones a productos cárnicos y lácteos europeos.
Otro disputa se abrió con la fijación de aranceles provisionales por parte de la UE-27 a las importaciones chinas de biodiésel chino por presunto antidumping.
En tanto, la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. inició recientemente una investigación orientada a detectar irregularidades en la importación de aceite usado para la elaboración interna de biodiésel, insumo que proviene mayormente de China.
Tales medidas instrumentadas en los últimos meses están “cocinando” una guerra comercial entre naciones integrantes de la OTAN y China, lo que abre posibilidades comerciales para los países agroindustriales no alineados con ninguna de las dos potencias.