La TV ugandesa muestra a la ministra de Energía, Irene Bateebe mientras rubrica el documento con Pablo Abatte, vicepresidente de INVAP. Estuvo presente vicedecano de la Universidad de Soroti, Ikoja Odongo, el el Oriente ugandés, donde funcionará el futuro Centro de Ciencia y Tecnología Nuclear.
Odongo se manifestó urgido por desarrollar no sólo la currícula de estudios del centro, sino su infraestructura, dos asuntos en los que INVAP puede intervenir con no poca experiencia. Uganda es un país sin acceso al mar, ecuatorial, subsahariano, con unos 48 millones de habitantes y una fuerta rampa (3% anual) de crecimiento demográfico.
La mitad de la población carece de electricidad, cosa que el gobierno del presidente Yoweri Museveni se propone remediar con un programa nucleoeléctrico bastante impresionante: piensa instalar 15.400 MWe nucleares antes de 2040. Son cosas que por ahora sólo logran hacer países como China o la India, con poblaciones, PBI e industria nuclear preexistentes y considerables.
China, definitivamente, forma parte de estos planes de gran estrépito: está empezando a faltar uranio en el mundo, así como ingenieros nucleares (unos 100.000 sólo en Occidente). La CNNC (China National Nuclear Corporation) probablemente intervenga en el desarrollo de la minería local de uranio, y hasta el año pasado estaba anotada en el desarrollo de una primera central en el futuro complejo nucleoeléctrico de Buyende, unos 150 km. al Norte de la capital nacional, Kampala. La primera máquina, según Reuters, estaría «on line» en 2031 con unos 1000 MWe y el complejo albergaría 5 unidades más. Ignoro si de la misma marca, pero esa información sugiere al menos una primera Hualong-1 china, la máquina «de bandera» elegida para exportación.
¿Podrá con tanto plan, Uganda? La disparada mundial del precio del uranio sugiere que este metal, la base de la industria nucleoeléctrica actual, podría financiar al menos parte de la movida. En estos momentos paga más tener uranio que oro. No aventuro pronósticos pero ojalá estos planes se den, porque por más de una razón que trataré de explicar después, parecemos ser el único país del autodenominado Occidente invitado a la mesa.
El plato fuerte del giro nuclear ugandés fueron las licitaciones por centrales nucleoeléctricas en 2022, en las que ganaron Corea, con su empresa KHNP, y Rusia con ROSATOM. Las máquinas serán en ambos casos de tipo PWR, que queman uranio de bajo enriquecimiento (menos del 5%), moderado y enfriado por agua presurizada a más de 120 atmósferas, y el conjunto de combustibles y canales de circulación del refrigerante encerrados herméticamente en un grueso recipiente de presión. El PWR es el diseño más estandarizado del mundo.
La oferta tipo de ROSATOM suele ser de tipo BOO, (Build, Own and Operate): el país receptor no participa de la construcción, propiedad u operación de la central, la acepta simplemente como una fuente de potencia eléctrica confiable. La instalación le es tan ajena como una embajada, salvo por un detalle: el estado nacional ugandés no la opera pero controla la operación en seguridad y disponibilidad a través de una agencia especializada, y ésta es capaz de decidir el cierre, si se violan buenas prácticas. Es probable que el personal de esa agencia haga su educación tecnológica nuclear con Argentina.
A su vez, el Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU, a su vez, vigila con inspecciones sorpresa y sensores remotos que no haya robos deliberados de combustibles «crudos», deliberadamente poco quemados, para extraerles plutonio 239 por sistemas químicos.
Este tipo de márketing ruso, el BOO, es bien recibido en países sin recursos humanos e industriales nucleares, pero con una necesidad perentoria de potencia eléctrica firme. Casos de libro: Turquía, que entre 1988 y 1993 pensaba ser cliente nuclear de Argentina, hasta que Carlos Menem destruyó el negocio. Bangla Desh también cliente ruso, y siguen los compradores y candidatos a comprar.
Muestro dos perfiles industriales y geopolíticos muy distintos para explicar algo contraintuitivo: tener abundante electricidad nuclear sin una industria y/o una tradición tecnológica nuclear previas a mí me pondría los pelos de punta, pero resulta muy atractivo para países variados. Y es que construir esa tradición en ciencia y tecnología nucleares toma décadas, mientras que una central grande hoy se construye en menos de 6 años.
Así fue que ROSATOM, cabalgando sobre diferentes modelos de su máquina VVER, se volvió el exportador de centrales más exitoso del mundo. Fierros fuertes, se terminan en 6 años sin sobrecostos, operan bien, cero quejas, cero accidentes. La VVER logró que la historia se olvidara de la central RBMK, cuya pésima ingeniería le costó cara a la URSS en 1986, con el accidente de la unidad 4 de Chernobyl. ¿Cómo sobrevivir a semejante oprobio? Con calidad. Comercialmente, ROSATOM es el ave fénix.
KHNP vende sus centrales de 1400 MWe, que construye espectacularmente rápido (4 años y medio). Lo hace preferentemente con otra modalidad: llave en mano, yo te la entrego terminada y en línea, vos la operás, y en caso de reparaciones o modernizaciones soy tu service oficial. O no, después de todo la central, una vez entregada y expiradas las garantías, es toda tuya.
CNNC se adapta a la modalidad que quiera el cliente y el crecimiento de su flota nucleoeléctrica doméstica es incomparablemente mayor que el de Rusia o Corea. Pero por ahora sólo logró exportar su Hualong-1 a Pakistán. Próxima, Uganda.
La Argentina, bicho raro para variar, intervino con diseño e industria propia en un porcentaje creciente de sus tres solitarias centrales nucleares y hoy es el mejor exportador de reactores multipropósito, que suministran radioisótopos, capacitación, materiales electrónicos y servicios a diversas industrias, pero no potencia.
Alguna vez un ingeniero nuclear español me hizo la observación de que nos sobraban ingenieros nucleares con doctorados y con capacidad de diseño, teniendo tan pocas centrales. Era 1988, Atucha II parecía destinada a no terminarse jamás: sólo teníamos dos centrales activas.
Yo le retruqué con que eso que el suponía un exceso de doctores en física, ingeniería o química nuclear nos blindaba particularmente bien contra accidentes y desperfectos de disponibilidad. Nos daba independencia de los proveedores. Podíamos arreglárnoslas sin ellos. En cambio España no podría haber construido sola ninguna de sus entonces 18 máquinas entonces en línea, y ni hablar de repararlas.
Pero me parecía bien, añadí con cortesía, que confiaran tanto en la seguridad y buena leche comercial de Alemania Federal.
Subrayo que esta conversación tuvo lugar en Viena justo en 1988, el año en que se rompió Atucha I, tres meses antes. SIEMENS ofreció repararla por U$ 200 millones, y preferimos hacerlo nosotros por U$ 17 millones. No por nada los turcos aquel año querían una centralita nuclear compacta CAREM argentina.
Lo que valora el mercado nuclear mundial de la Argentina son más los recursos humanos que los fierros. Corrijo: los fierros también, pero preferentemente, los que tienen como objetivo la construcción de recursos humanos.
¿Qué papel tienen Argentina e INVAP, esas dos rarezas absolutas, en ese esquema? La formación de los ingenieros, físicos, químicos y técnicos nucleares con los que Uganda deberá regular, supervisar e incluso manejar sus centrales, cuando los coreanos, rusos y chinos empiecen a entregarlas. ¿Se entiende el apuro del vicedecano Odongo por tener listo su Centro de Ciencia y Tecnología Nuclear?
No se trata de construir aulas o auditorios, sino (en plan modesto) un reactor nuclear de entrenamiento de ingenieros, físicos y químicos nucleares y sus instalaciones anexas. Son el centro funcional de toda universidad atómica, como el Instituto Balseiro, de la CNEA. El Balseiro funciona en el Centro Atómico Bariloche. Allí INVAP en los ’70 construyó el reactorcito RA-6 para uso interno de los futuros profesionales, porque es bueno aprender de libros y de la Internet, pero mejor aún se aprende diseñando experimentos, es decir creando conocimiento nuevo. La estúpida realidad enseña mejor que los textos más inteligentes.
La investigación original, dura y pura. Ésa es una de las diferencias claves entre una universidad en serio y un enseñadero.
En plan menos modesto, ese reactor de entrenamiento ugandés podría ser además un sistema multipropósito y fabricar radioisótopos de uso médico e industrial, y liberar de importaciones la medicina nuclear local. Un reactor multipropósito puede incluso dar otros servicios a industrias ugandesas (electrónica, construcción aeronáutica o automotriz). Cualquiera de éstas necesitan de una fuente potente de neutrones para estudiar o mejorar materiales.
INVAP ha entregado ambos tipos de reactor a muy diversos clientes: el NUR de Argelia o el LPPR de Arabia Saudita son de baja potencia y puramente de docencia, mientras que el INSHAS de Egipto, el OPAL de Australia y el PALLAS 2 de Holanda son a la vez universidades y fábricas, laboratorios de investigación por un lado, y plantas de radioisótopos para la medicina nuclear mundial, o de silicio irradiado para la microelectrónica.
Los multipropósito que vendió INVAP últimamente usan potencias bastante altas, de 22 a 40 MW térmicos.
Perú, el primer cliente nuclear de la Argentina, entre 1978 y 1981 compró DOS reactores: un reactor escuela chico, el RP-0, y al toque el RP-10. Con 10 MW térmicos, seguirá siendo la mayor planta de producción de radioisótopos de Sudamérica, con el RA-3 de Ezeiza como único par. Ambos perderán su primacía cuando en 2025 la CNEA finalice su RA-10, de 30 MW térmicos, una instalación multipropósito complejísima en la que INVAP participa como proveedor principal.
Qué cosa nos terminarán comprando los ugandeses, sea en complejidad o en potencia térmica, por ahora no se sabe. En todas las últimas licitaciones por reactores multipropósito, tras el descarte inicial de ofertas chinas, japonesas y francesas, solemos quedar semifinalistas contra Rusia y Corea… y solemos ganarles. Sucedió en Australia, Arabia y Holanda. Nota aparte: los EEUU, desde que pintamos fuerte en las licitaciones internacionales, ni siquiera aparecen.
No es que seamos infalibles. La diferencia contra nuestros rivales actuales en reactores es que éstos tienen puesta toda la carne en una parrilla mucho mayor: centrales de potencia. Eso en reactores nos obliga a ofrecer diseños a medida de cada cliente, en lugar de un modelo único bajado de un anaquel.
No es un slogan. No conozco dos grandes reactores de INVAP que se parezcan demasiado. Ni siquiera se puede decir que el RA-10, a inaugurar en 2025, se parezca al OPAL de Australia, considerado por el mercado como el mejor del mundo. El RA-10 tiene un 50% más de potencia térmica, porque está destinado a copar al menos el 20% del mercado mundial de radioisótopos médicos. Pero será el RA-10, muy hecho a pedido de las universidades nacionales, los laboratorios del CONICET y algunas industrias argentinas, porque la CNEA quería un RA-10, no un «OPALÓN».
La otra ventaja de INVAP contra Corea y Rusia es que somos bastante generosos en las transferencias de tecnología. En el ambiente nuclear, la expresión «transferencia de tecnología» suele ser un verso marca cañón, en el que el vendedor cobra por enseñar el mínimo posible, consciente de que el negocio es no avivar giles.
Inevitablemente, la CNEA e INVAP han debido hacer exactamente lo opuesto, no por nuestra grandeza moral sino para diferenciarnos. Y la última ventaja de INVAP ha sido entregar SIEMPRE el reactor en tiempo y forma, sin demoras ni sobrecostos.
Fuera de estas tres ventajas inventadas a partir de una evidente desventaja de tamaño y medios, si fuera por plata o por financiación, los coreanos, los rusos y también los chinos, nos barren del mapa. INVAP nunca ganó una oferta por mejor precio, sino por mejor oferta tecnológica. La corona no la tenemos pegada a la cabeza con Poxipol. En realidad, INVAP se juega no la corona, sino la cabeza misma en cada licitación. Hay que sudar años la camiseta para ganar.
Nuestra imagen económica, un país cada vez menos industrializado, endeudado hasta las orejas y entusiasta exportador de naturaleza cada vez más cruda, tampoco ayuda.
Si INVAP, que vive de lo que factura, no ha quebrado, es porque toda vez que está por empezar a echar gente o a pagar sueldos en bonos, a último momento la salva el estado: el estado peruano, el estado argelino, el estado egipcio, el estado australiano, el estado saudí, y en estos momentos, el estado holandés.
En Uganda, la verdadera torta de la boda (las centrales nucleoeléctricas, muy distintas de los reactores) se la llevaron Rusia y Corea. O China, según Reuters. Ahí hay una cinchada de varios actores poderosos, y todavía medio oculta por la polvareda.
Nos encantaría estar en la polvareda, un petiso peleando con gigantes, y repartiendo para que tengan y guarden. Ya es costumbre. Pero sin haber terminado el CAREM desde 1984, cuando se lo presentó públicamente, no tenemos una central argentina de potencia para ofrecer. Habrá que esperar que esté terminado y en línea, pero la lista de presidentes que impidieron a todo trance que eso sucediera es mucho mayor que la lista de los que dieron apoyo, siquiera tibio.
Previsiblemente, el presidente Javier Milei suspendió la obra, que tiene un 70% de avance logrado por la CNEA muy contra viento y marea.
De todos modos, tener baza en la construcción de los recursos humanos de la futura industria nuclear ugandesa es una apuesta para la Argentina. Si nos sale bien el tiro, en 2060, Uganda tendrá 104 millones de habitantes, y bastantes ingenieros nucleares que hayan tenido profesores argentinos en la Universidad Soroti. Esta casa de estudios huele aún a pintura fresca: está unos 300 km. al Norte de la capital (Kampala). Es estatal, pública, en funciones desde 2018 y resulta desconocida hasta hoy por el 99,9999% de los argentinos, incluido quien firma.
Me confirma un amigo en Bariloche que ya están saliendo hacia Kampala los primeros argentinos que armarán las carreras de ciencias nucleares. Tal vez en 2060 los ugandeses tengan también algunas autoridades e industriales del palo que hayan hecho sus posdoctorados en Bariloche o en Ezeiza, y que bailen tango.
La milonga africana de INVAP, empezada en los ’80 con dos éxitos fenomenales en Argelia y en Egipto, ahora empieza a ponerse movida.
Daniel E. Arias