Tristeza, desazón e incertidumbre son las sensaciones que cunden entre científicos argentinos. A la caída salarial, la falta de incentivos y el descrédito desde el discurso oficial se le suma la incógnita respecto de qué sucederá con los proyectos que financia(ba) la Agencia I+D+i, que ahora no se sabe si se pagarán, cuándo y cómo. Por la estructura de cómo se hace ciencia en el país, donde el Conicet tiene casi todo su presupuesto destinado a los salarios y las universidades ponen sobre todo lugar de trabajo, es la Agencia la que motorizaba proyectos particulares, de todas las ciencias y todos los colores, con dinero para pagar viajes a campo, recolección de muestras y equipos y reactivos, entre otros ítems. Fueron del orden de las decenas de miles durante las últimas tres décadas (la Agencia fue creada en 1996). Pero este año sus aportes llegan a cuentagotas o directamente no llegan y así se ha parado la ciencia en el país. “Ahora sí somos ñoquis”, bromeaba un científico en un podcast.
Investigaciones sobre cáncer de mama, sobre el cáncer de piel, el valor de la agricultura familiar, la resistencia a los antibióticos y hasta de cómo hacer microscopios de ultra tecnología: estos proyectos están virtualmente detenidos y son solo apenas una muestra de cómo todo un ecosistema que genera conocimiento, valor agregado, reemplaza importaciones (es decir, evita gastar dólares) y contribuye a la productividad de las pymes, entre otros aportes quizá más intangibles, está en riesgo como nunca antes: “Los investigadores ya no solo se van a Europa o Estados Unidos; ni siquiera a Chile, Uruguay o Brasil, ahora se van a Colombia… Mientras nosotros nos detenemos, los demás siguen avanzando”; dijo Fernando Stefani, director del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (Cibion/Conicet), también afectado.
La situación resulta en una inmensa cantidad de talento desperdiciada. Los científicos e investigadores de los proyectos mencionados están varados. Mientras, continúa la auditoría que, según fuentes de la Agencia, es la que justifica la parálisis. “Cuando esta termine se comunicará un nuevo plan”, dijeron.
La Agencia se financia sobre todo con préstamos internacionales de bancos como el BID, y en menor porcentaje por fondos del Tesoro Nacional. La dinámica era de convocatorias anuales con cientos de proyectos, a los que se le adjudicaba mérito y puntaje y se financiaban los mejores de cada disciplina, tras pasar por evaluación de pares, una comisión evaluadora y el directorio de la Agencia, que ponía la aprobación final.
Cáncer de mama
Andrea Llera es investigadora del Conicet en el Laboratorio de Terapia Molecular y Celular de la Fundación Instituto Leloir. El proyecto que diseñó y que fue aprobado por las distintas y exigentes instancias previas al financiamiento de la Agencia tenía que ver con el cáncer de mama. Su intención es ver cómo afecta el cáncer de mama a las argentinas que viven por fuera del área metropolitana de Buenos Aires, con sus características moleculares (¿es distinto genéticamente?) y con la intención de determinar cómo es el acceso al tratamiento en el noreste y noroeste del país. La hipótesis es que en las regiones con mayor ancestría indoamericana hay un subtipo de cáncer más agresivo y a su vez hay menor acceso a los medicamentos, que son costosos. Para corroborarla, se había diseñado un trabajo que incluía un ensayo clínico observacional, lo que obligó a armar capacidades en hospitales del norte que son asistenciales, y no hacen por lo general investigación, además de que también sufren recortes por parte de las provincias este año.
“Lo que más me afecta es la incertidumbre sobre la continuidad”, dice Llera. “Mi proyecto requiere un esfuerzo enorme de los hospitales y de los investigadores que lo llevamos a cabo, que hoy no sabemos si vamos a poder hacerlo o no. No sabemos si seguimos o no”, dijo.
Y agregó: “Lo que propongo es secuenciar genes humanos, y eso es caro siempre. Una vez que el país estaba dando un subsidio para aspirar a eso, con toda una estrategia para usar las instalaciones de Anlis-Malbrán, con costos reducidos, ahora tenemos esta incertidumbre. Todo el esfuerzo puede quedar estéril”.
Durante este año, la investigadora tuvo reuniones con funcionarios de rango intermedio que no le pudieron asegurar cómo seguir y no está claro si va a recibir nuevos desembolsos. El proyecto de Llera es parte de 23 que fueron denominados de “alto impacto” financiados en febrero de 2023, por cuatro años y por el equivalente de 250.000 dólares por año; solo recibió el primer pago, que en parte se perdió por la devaluación y las dificultades para importar equipos; en particular un equipo para analizar ácidos nucleicos que iba a ir a uno de los hospitales. Para el estudio, se armó la Red de Estudio de la Diversidad en Cáncer de Mama (REDICAM), con más de 30 investigadores, médicos y técnicos de cuatro provincias. Cada año unas 20.000 argentinas sufren de este subtipo agresivo del tumor de mama. Y pueden seguir desatendidas.
Cáncer de piel
Nanotecnología para mejorar el tratamiento de un tipo de cáncer, que puede resultar tóxico tal como se usa en la actualidad. Así podría resumirse en lenguaje no técnico el proyecto de Daniel González Maglio, investigador independiente del Conicet y profesor adjunto de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, que había sido aprobado por la Agencia. Ahora “no le alcanza ni para comprar los animales de laboratorio” con los cuales avanzar en el estudio. La idea de González Maglio y su grupo era mejorar la performance de una droga al aplicarla por la vía en la piel a través de nanosistemas, tanto en células tumorales aisladas (conocido como modelos in vitro) y modelos en los mencionados animales de laboratorio (modelos in vivo). El tipo de cáncer de piel que analizan se produce por la exposición crónica a radiación ultravioleta y la droga estudiada se da por vía oral durante mucho tiempo, con algunos efectos adversos; por eso la búsqueda de opciones.
González Maglio escribió el proyecto en diciembre de 2022, se lo aprobaron, pero no tiene ningún recurso. “Queremos mejorar ese tratamiento con nanotecnología para aplicar la droga sobre el tumor. Es un proyecto en colaboración con Universidad de Hurlingham. Y tenemos una becaria con tesis doctoral. Hacemos lo que podemos con lo que nos queda ahora. El tiempo de beca está corriendo y el financiamiento no llega. Eran $1,2 millones por año y usamos muchos insumos importados, así que, aunque me dieran la plata, podría hacer la mitad o menos de lo planeado”.
Agricultura familiar
Silvia Lomáscolo se doctoró en biología, trabaja en el Instituto de Ecología Regional del Conicet y es docente de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Tucumán. Junto con otros 15 investigadores de unas 10 instituciones diferentes presentaron y ganaron un subsidio de la Agencia para estudiar la agricultura familiar en poblaciones rurales del norte argentino para ver cómo contribuye a la seguridad alimentaria y cómo interactúa con el ambiente, para determinar si puede ser una herramienta sustentable.
Obtuvieron un PICT (proyecto de investigación científica y tecnológica) de la Agencia que, les dijeron, iba a ser actualizado con la inflación para comprar los mínimos insumos, algo que no sucedió. “Nos están dando con demora, a montos de 2022 y tarde; ahora deberíamos haber recibido el tercer desembolso en julio y no lo recibimos”, dijo.
Son los mismos $500.000 que en julio de 2023, lo que limita la investigación. “Con ese dinero ya no alcanza. Queríamos también estudiar cómo se da la polinización de las abejas y cómo las acciones locales son o no sustentables, pero no nos alcanza para ir a la zona con frecuencia, como cuando se planificó”, agregó Lomáscolo.
“Redujimos al máximo la metodología: la idea era hacer análisis de laboratorio del contenido nutricional de los productos de la huerta en comparación con productos de la verdulería, por ejemplo. Esos análisis no los podemos pagar de ninguna manera. Hay toda una parte del proyecto que ya no se va a hacer”.
Resistencia a los antibióticos
Es uno de los problemas del siglo: las bacterias se adaptan a los antibióticos, generan resistencia y atacan con libertad, sobre todo en contextos hospitalarios. Como todo asunto actual tiene muchas aristas y tener información de qué pasa en el campo es crucial. El campo, en sentido literal: porque el mal uso de estos fármacos en la producción de animales es una de las fuentes de resistencia.
Camila Knecht primero se licenció en biotecnología de la Universidad Nacional de Rosario, después de doctora en ingeniería de la universidad Otto von Guericke (Alemania); ahora es becaria en el instituto de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Médica de la UBA-Conicet. Estudia cómo la forma en que se produce leche en Argentina puede modificarse para evitar sumar más resistencia por parte de las bacterias, porque existe evidencia de que esa resistencia llega del ambiente a los hospitales por el mal uso veterinario y en la agricultura en general.
Knecht ganó el ingreso a carrera del Conicet en 2023, pero todavía no le dieron el alta. Su idea particular era analizar qué pasa con la resistencia a los antibióticos en tambos, que suelen reutilizar el agua que a menudo queda estancada en lagunas cercanas a las vacas. Y a su vez ver la interacción entre la resistencia en el estiércol de animales y cómo el uso de herbicidas puede tener que ver; su intención era medirlo en la zona de Rafaela. El nombre del proyecto era “Resistencia a Antimicrobianos: estudio del impacto del uso de herbicidas en la agricultura en el marco conceptual de Una Sola Salud” y también convive con la incertidumbre.
Cómo hacer microscopios
“Yo estoy igual que todos”, completa Fernando Stefani. “Toda la investigación experimental está absolutamente detenida; los de teoría por ahí pueden estirarla un poco, pero el resto, no”, agrega. Stefani trabaja desde hace más de una década con el Premio Nobel de 2014 en física Stefan Hell, justamente premiado por una técnica única para generar microscopios de súper resolución.
Diez años después, la de Hell es una tecnología que está diseminada y resulta muy importante para la biología y las ciencias biomédicas. “Nuestro proyecto planteaba construirlos desde cero con un software que solo teníamos nosotros en nuestro laboratorio. La idea era entrenar personas y crear microscopios para distintos laboratorios del país, como herramienta para potencia otras investigaciones. Y se diseminaba durante cuatro años”, dijo a este diario.
“Es un proyecto que se está copiando en lugares de América Latina; perdemos un lugar en el que podíamos ser líderes. El resto de los países avanza. Colombia, hace diez años no tenía ciencia, hoy está mejor que nosotros. Sumale a eso el desfinanciamiento de las universidades. Entonces se va incrementando una situación de retraso. Y no se termina de comprender que eso es parte de la economía también, nuestro proyecto da positivo en dólares”, agregó.
El grupo de Stefani se había presentado a una convocatoria especial en 2023 de 4 cuotas para redondear un millón de dólares (la misma de la de Llera, contada más arriba), con una asignación de fondos que el investigador califica de “muy eficiente” porque al ser veloz se ganó tiempo y el entusiasmo de los equipos, y se evaluó con jurado internacional de alto nivel. Se les entregó la primera cuota a fines del año pasado, pero se devaluó a las semanas. “No pudimos ejecutar casi nada”, sigue Stefani.
“No hay interlocutores confiables: las autoridades cambiaron varias veces, te hacen charlas de contención, pero no hay acciones, está todo paralizado. No sabemos si va a haber continuidad, hay parálisis más incertidumbre. Y ya perdimos gente, que se va también por las condiciones de trabajos, los salarios magros. Hay una selección negativa, los mejores se van y se pierde lo hecho durante años”, concluyó.
Martín De Ambrosio