La primera parte de esta nota está aquí.
Lectores, nos están faltando 11.420 MWe capaces de dar «potencia de base», esa que está disponible 24×7. Es más o menos un tercio de la demanda máxima del Sistema Argentino de Interconexión. ¿Cómo desaparecieron? Es complejo pero simple, y ahí les va.
Esta primavera veremos las primeras olas de calor de un verano que pinta infernal, y terminará muy avanzado el otoño de 2025. Hace meses que falta de agua en los ríos hidroeléctricos, y además hay mucha central térmica de gas en manos privadas y hecha fruta. En suma, que la electricidad de base va a faltar. Gravemente.
A la «sequía hidroeléctrica» y a el parque térmico fuera de servicio, hay que añadirle la posibilidad (o más bien, la certeza) de fuegos, cortocircuitos y caídas por viento en las tres LATs (Líneas de Alta Tensión) que «acometen» el AMBA. En verano, con los yuyos secos y en zonas pobladas, donde no faltan puchos mal apagados, los incendios son más la regla que la excepción.
El último apagón masivo de este origen que tuvimos sucedió el 1 de marzo de 2023, cuando el humo de un incendio de pasto hizo entrar en cortocircuito una de estas LATs provenientes del Comahue en un tramo que atraviesa el partido de Zárate. Sí, su sospecha es fundada: el aire es aislante y evita fogonazos entre los cables, o su descarga a tierra. Pero el humo puede ser un buen conductor. El del incendio del 1 de marzo de 2023 generó un fogonazo entre cables, y ahí se pudrió todo.
En milésimas de segundo, la mayor central térmica del AMBA, que es Costanera, detectó una fluctuación de frecuencia en la red y se desconectó automáticamente de la misma para protegerse. La salida de servicio de sus 2306 MW arrancó una reacción en cadena de desconexiones de grandes y pequeños proveedores desde el AMBA hacia el noroeste. Quedaron sin luz la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y sigue la lista por el NOA.
En los grandes circuitos eléctricos nacionales, como el Sistema Argentino de Interconexión, las cosas suceden de golpe y en tiempo real.
Las LATs que conectan esa gigantesca isla eléctrica del AMBA con el resto del país deberían ser al menos 5. Es el número «de seguridad» para evitar la propagación de desconexiones locales, que en un instante se vuelven nacionales.
Dice el Ing. Francisco Rey, ex-vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica y analista de prospectiva del Sistema Argentino de Interconexión: «En 2014 tuvimos reuniones con CAMMESA por las LATs de Atucha III y las de Río Negro. Allí en carpetas ya estaba la estación transformadora de Plomier, provincia de Buenos Aires, punto de llegada de la que debía ser la cuarta LAT hacia el AMBA. Ignoro desde cuando CAMMESA la tenía programada. Fijate que la segunda LAT entre Yacyretá y Resistencia ya estaba programada. Esa línea se paralizó en 2016, cuando ya estaban comprados parte de los materiales. Estaba prevista su terminación en 2017. De haberse terminado, se habría evitado el apagón de 2019».
Rey se refiere al apagón del día del padre, que fue nacional y algo más: abarcó a Uruguay, Chile y Paraguay. Como dijo AgendAR en aquel momento, hay responsabilidad de Transener, creada en 1993 sobre activos públicos. En la práctica, es otra casilla de peaje de ésas que le puso Menem a las rutas nacionales hechas por el estado. Cobra por transportar electricidad sobre el 85% del territorio, pero no se le cae un centavo en inversión dado que el marco legal no la obliga a ello. A todo ello el ENRE (Ente Nacional Regulatorio de la Electricidad), otra gran idea de Menem, consiste en hacer como que regula.
Retomando lo que dice Rey, tanto «laissez faire» nos costó el primer apagón total en el Cono Sur el 16 de junio de 2019, por caída de la LAT que trae electricidad al AMBA desde la represa de Yacyretá. Una de las torres que sostienen los cables sobre el Paraná se derrumbó, no por su buen diseño o su buen estado. Le faltaba al menos otra LAT de respaldo, pero el Ministro de Energía de Mauricio Macri, el Ing. Juan C. Aranguren, hombre de la Shell, la suspendió. Tendría buenos motivos.
De ahí aquel apagón de padre y madre, sucedido justamente el día del padre. Y en los países vecinos se acordaron de nuestras madres.
El verano de apagones que nos espera no tiene una única causa ni un único agente. Es la suma de múltiples causas con múltiples actores. Por eso, a la hora de distribuir sambenitos, no se salva nadie. No hay inocentes.
Para explicar la sequía… bueno, siempre las hubo, y los diarios argentinos del siglo XIX hablan tupido del asunto. Pero, cambio climático mediante, desde más o menos 1970 a hoy se han vuelto más frecuentes, más largas y más profundas.
Se puede rezar por la lluvia, bailar la danza apache de la lluvia, o adaptarse a la nueva realidad. Reemplazar la capacidad de generación eléctrica de base de ríos poderosos como el Limay-Negro, el Paraná y el Uruguay requiere o quemar mucho más gas, o tener un parque nuclear bastante mayor que el actual. Lo forman sólo tres centrales, las Atuchas 1 y 2, y Embalse en Córdoba.
Las centrales nucleares planificadas pero faltantes son dos, y sumarían 1820 MW entre ambas, pero el Ing. Aranguren también las suspendió. Tendría buenos motivos. Como decía su presidente, te las debo.
Pero ahora que abunda el gas, gracias al fracking en Vaca Muerta, la electricidad no aparece mágicamente en la Región Centro. Y eso sucede porque el parque térmico está hecho percha.
Ojo, lectores, si son debidamente canosos/as, recordarán que lo mismo le pasó a Alfonsín en el verano de 1988/9. El caudillo radical jamás se enteró de que las viejas centrales de fueloil de las generadoras estatales como SEGBA o Ítalo estaban sin mantenimiento. Y a la hora de tener potencia de respaldo, o «un palenque ande rascarse», como dicen los ingenieros en redes, el Secretario de Energía de Alfonsín, Jorge Lapeña, otro hombre del petróleo, se enteró sobre la marcha de que, cambio climático mediante, puede haber sequías simultáneas en ríos hidroeléctricos tan distantes entre sí como el Limay y el Uruguay. Apa.
La suma de apagones e hiperinflación confirmó un diagnóstico político de acefalía, o síndrome de «¿Adonde está el piloto?». Sucedieron los primeros saqueos de supermercados de nuestra historia, y Alfonsín tuvo que apearse del gobierno antes de tiempo. La Argentina fue, como quien dice, de la sartén al fuego, porque lo relevó Carlos Menem. Que ha sido el autor intelectual (es un decir) del modelo eléctrico argentino actual, llamado también «el liberalismo al palo» por los entendidos.
Hace muchas décadas que sucesivos gobiernos, militares y civiles, dejan que la cartera de Energía, sea Secretaría o Ministerio, la maneje el Club del Petróleo, así como hasta los ’40 al país lo manejaba el Jockey Club. En ambos casos, eso fue problema.
Con Menem se llenó el país de centrales eléctricas de gas, se privatizó YPF y su sucesora, Repsol, vació impunemente los campos de gas de Loma de la Lata entregándole el metro cúbico a muy bajo costo a las generadoras. Algunas computaban el precio del gas como «costo cero». Y lo que sobraba, que era una bestialidad, se exportó a Chile a excelente precio (para Chile).
Así Repsol liquidó un yacimiento con gas para 60 años en apenas 13 años. Cuando se fue, de yapa cobró indemnización. A partir de entonces nuestro país pasó a importar gas boliviano por ducto, y GNL proveniente de los Emiratos. En 2013 ese blooper con Repsol estaba costando U$ 15.000 millones/año. En España seguramente cuentan chistes de argentinos.
Ahora bien, muerta Repsol (también es un decir) apareció gas nacional en… Vaca Muerta, muy cerca de Loma de la Lata. Su explotación es más cara y ambientalmente impresentable. Pero eso sí, hay gas para rato (dicho tocando madera).
Sin embargo, se pudo comprobar durante el gobierno de Mauricio Macri que uno se puede parar ante Vaca Muerta con la varita de Harry Potter y clamar «Expecto Patronum», y sin embargo el gas no llega caminando solo hasta las empresas generadoras de la Región Centro. Para eso hacen falta gasoductos funcionales. La obra se hizo recién en tiempos de Alberto Fernández. Los apagones con que debutó el gobierno de Javier Milei se debieron a que éste interrumpió el final de obra del gasoducto Néstor Kirchner, ya construido. Funcionaba a media capacidad: faltaban instalar las dos etapas finales de presurización.
Ahora que el gas sí llega a las generadoras, el fluido carece sin embargo de la virtud mágica de hacer que las turbinas y los ciclos combinados estén en orden de batalla. Parece que otra vez cundió la falta de mantenimiento, como le pasó a Alfonsín, el que se enteró tarde. Pero como ahora las centrales térmicas de generación están en manos directas de miembros del Club del Petróleo y el ENRE también, está naturalizado que el estado no le revisa la trastienda técnica a ningún privado: entre bomberos no hay pisadas de manguera. Qué linda es la amistad.
Y ahora hurguemos un poco en las centrales nucleares que nos están faltando. Y también dos hidroeléctricas muy a prueba de sequía, las del río Santa Cruz. Sí, sospecha bien, las sequías no lo despeinan porque está alimentado por el lago glaciario más colosal del subcontinente, el Argentino. Al que además no le faltan lluvias ni deshielos, por su latitud muy alta, y porque los Andes ahí son relativamente petisos y dejan pasar las nubes que vienen desde el Pacífico.
Tener una cancillería vendida históricamente al State Department explica 10 años de bloqueo exitoso no de dos sino de cuatro grandes centrales de electricidad de base: Atucha 3 CANDU por 700 MW, la Hwualong-1 con 1120 MW, y las dos hidro sobre el río Santa Cruz, la Kirchner y la Cepernic, inicialmente planificadas con 1600 MW entre ambas. En un resumen apretado, ante los ojos desconfiados del State Department, todas eran demasiado chinas por financiación, y de yapa, las nucleares demasiado nucleares, y Atucha III CANDU, demasiado argentina.
Vale decir que hoy nos están faltando 3420 MW de base que en 2014 suponíamos asegurados, y que sabíamos que iban a estar en línea este año. Pero pasaron cosas.
Ante tanta inversión china en nuestro sistema eléctrico, la valiente muchachada de La Embajada movilizó sus topos y «sleepers». Las cuatro centrales a las que nos referimos fueron suspendidas por el Ing. Juan C. Aranguren, si la memoria no me falla. Tendría buenas razones. Pero de que en tiempos ulteriores no avanzaran los papeles para los respectivos inicios de obra se encargó el recurrente Dr. Gustavo Béliz, Secretario de Planeamiento Estratégico del gobierno de Alberto Fernández, y en tiempos de Menem, el escritor de sus discursos.
Obviamente al Secretario le inventaron la secretaría y el cargo. Supongo que a pedido de terceros. Supongo que con buenas razones. Es bastante extraño tener que pasarle factura al Palacio San Martín por los apagones que se vienen. Sin embargo, ése es el sitio que recibe los «non papers» de La Embajada y los transmite al gobierno argentino, el que sea. El Tío Sam ranquea alto en esos silenciosos pasillos.
Entre la indisponibilidad hidráulica y la térmica suman, como dijo en AgendAR el citado Ing. Francisco Rey, 7800 MW de base que no están porque no llueve.
Pero la cuenta sigue. Falta una chorrera más de megavatios ya instalados, porque el estado no controla la generación de potencia de base ni exige inversiones y mantenimiento a su transportador a distancia. Si a estos 7800 MW «desaparecidos» se le suman los 3420 MW de las dos nucleares y las dos hidro sin construir, llegamos a la sorprendente cifra de 11.420 MW que faltan en el Sistema Argentino de Interconexión.
Es una enormidad. Es tan bananero, tan de terror que casi resulta cómico. Señoras y señores, cajonearon o se fumaron un tercio de la demanda máxima histórica estival.
Lo poco cómico del asunto es obvio: viejos solos que se mueren en sus departamentitos y chabolas, deshidratados y cocinados por los golpes de calor y porque no funcionan el aire acondicionado ni el ventilador, y si el piso es alto, no hay agua en las canillas. Personas de todo tipo con síndrome urémico hemolítico por envenenamiento con comida deteriorada por el corte de la cadena de frío. Piñas entre autos y colectivos, a toda hora, por desconexión de semáforos. Muertes en el curso de asaltos al voleo en las calles a oscuras.
Como guinda en la punta del helado, tarifazos a lo bestia, porque eso cura todo, y cantidad de fábricas, comercios, restaurantes que quiebran, y desocupación a baldazos.
La tormenta perfecta.
Alfonsín, que en comparación con la murga actual era Abraham Lincoln, no llegó a término por cosas parecidas.
Subrayo, por cortesía dado que nuestro público nos entiende como por señas de truco, la diferencia entre potencia de base, disponible 24×7, y la de las fuentes intermitentes. A saber: el sol no brilla de noche, y el viento no sólo es intermitente sino impredecible en tiempo real. En cambio la Central Nuclear de Embalse da su potencia máxima (hoy 656 MWe) 340 días por año desde que se inauguró, en 1984.
La proliferación de fuentes intermitentes en tiempos del ingeniero Mauricio Macri te pone tan a salvo de apagones como la multiplicación de bikinis y galochas te salvaría del frío en Marambio (la base polar).
En unos meses, estimados lectores, podrán comprobarlo.
Daniel E. Arias
PS: Me corrije un lector. Dice: «Transener sólo opera y mantiene la red, pero no es responsable de la expansión. Con la legislación y el esquema eléctrico que quedaron desde tiempos de Menem, no existen ni la planificación energética ni hay políticas de estado al respecto. Resultados a la vista. ¡Comprá velas de bajo consumo!»
Otro lector añade: «Algunas obras debieron estar listas en 2020, como un contrato de ENARSA para poner una central de gas de 900 MW en Campana, provincia de Buenos Aires, con crédito chino». Ergo, eso se frenó en tiempos de Alberto Fernández (y de Béliz). Lo dicho, no hay inocentes.