Las fobias de principios generalmente no requieren de razones, sobre todo si son demasiadas, sobre todo si son inconfesables.
La administración (??) de Javier Milei le tiene fobia a ARSAT y la quiere reventar por las mismas razones por las que lo hizo Mauricio Macri: ARSAT es pública, es tecnológica, estorba con su sola existencia a las multinacionales de telecomunicaciones terrestres y espaciales en rodeo propio y ajeno y gana plata. Es un mal ejemplo para la región.
Pero además, generó desde la nada activos nacionales valiosos: el más estratégico sin duda es la REFEFO, los 38.000 km. de fibra óptica de 200 MHz de ancho de banda que enlaza en anillos las 24 provincias, y 2 satélites geoestacionarios, uno de los cuales sostiene las escuelas rurales y el otro exporta señal desde Ushuaia a Canadá. ARSAT hace del estado argentino propietario en uso legal de dos sitios geoestacionarios interesantes: uno vende señal a casi toda Latinoamérica, el otro a las Tres Américas. Y por último, tuvo la propiedad y custodia de otro tesoro público: grandes zonas del espectro de radiofrecuencia destinadas al crecimiento de la telefonía celular 4 y 5 G.
De haberse continuado con el plan de desarrollo de satélites y de fibra óptica, hoy Argentina sería dueña, operadora, exportadora de señal de 6 satélites operando simultáneamente, y tendría un despliegue de fibra óptica de 60.000 km. Con menos de 40.000 km., apenas más que los logrados en 2015, de todos modos sigue siendo la mayor red pública de Latinoamérica, la única federal y la de mayor velocidad.
Si los planes de ARSAT hubieran seguido a la velocidad que traía en 1915, las ganancias netas de la empresa, que viene de sólo 2 satélites lanzados en 2014 y 2015, serían mucho mayores de U$ 30 millones/año, porque el ancho de banda de los satélites del 3 al 6, debido a su mayor potencia eléctrica en antena y sistemas de iluminación de la superficie terrestre, sería exponencialmente mayor. Hablemos más bien de U$ 300 millones/año.
Con tanto ancho de banda espacial útil especialmente para «broadcasting» habría un despliegue enorme de internet gratis para la educación, la salud y la administración públicas, así como para las fuerzas de seguridad y armadas. Con tanta red óptica terrestre como 60.000 km., no habría escuelas rurales desconectadas. Tendrían antenas satelitales de ida y vuelta, y veloces, aptas para el «ping-pong» rápido que es la telefonía 4G, que incluye uso de videos pesados.
No hay modo de que esto le caiga bien a ningún topo que viene a dinamitar el estado desde adentro, vista de elegante sport y se bañe, o use peluca y escatime jabón.
Hablando de jabón, tanta fibra óptica en manos del estado desde 2010 «pone nervioshos» a cantidad de gentes de bien. Hasta hoy, ARSAT (es decir el Estado Nacional) les permitió y permite ganar fortunas a los monopolios privados y/o extranjeros de las comunicaciones y a los multimedios. Usan la REFEFO a tarifas estúpidamente bajas, disfrazados legalmente de pequeñas cooperativas municipales del interior, como tiranosaurios en canasta de pollitos.
La REFEFO, estimadas/os, es la mayor obra de integración territorial del país desde que los ingleses construyeron los ferrocarriles, sólo que mueve información en lugar de mercaderías, y cero ingleses, sólo Estado Nacional. ARSAT construyó la red y se las puso al pie (error que pide autocrítica a gritos). Gracias a que operan sobre la REFEFO, en 2010 los celulares resucitaron y empezaron a servir para algo. Antes, a duras penas funcionaban para mensajitos de texto, ¿recuerda? Y bajar archivos gráficos a la compu, sólo se podían hacer a las 4 de la mañana, cuando había algo de ancho de banda, los locutorios estaban cerrados y la comunicación se cortaba menos. Watsapp y Netflix en Argentina, sin la REFEFO, serían tecnología-ficción.
Gracias a la REFEFO, Personal, Claro y Movistar se reparten el mercado interno celular a tercios, son un cártel carísimo, funcionan como la mismísima (usar todo sustantivo adecuado) y Clarín es… bueno, Clarín, un sustantivo. Sin la REFEFO, su teléfono celular, lectora y lector, tendría las mismas capacidades de comunicación que un adoquín en coma. Era el estado de cosas en 2006, cuando se fundó ARSAT.
Creo que Claudio Marín, al frente de FOETRA, no debería tener dudas. Lo que quiere hacer ESTE gobierno con ARSAT ya lo está haciendo: primero la está vaciando de su principal recurso inmaterial y cultural, los recursos humanos. A fecha de hoy se han ido unos 100 profesionales irreemplazables de las gerencias satelital, REFEFO y Data Center, debido a que sus cuadros técnicos ganan el 50% de lo que hace un año y Milei sigue ignorando fallos judiciales.
Luego de vaciada le venderá la REFEFO por dos mangos al que apriete más y carpetee mejor a Milei: ¿Slim, el dueño de Claro, o el Grupo Clarín? Los satélites tal vez se incluyan en el paquete, gratis. Nadie se niega a que le regalen dos chiches que ganarán entre U$ 30 y U$ 50 millones/año de acuerdo a que su servicio se venda mal o bien. Eso sí, dejarán de prestar uso público. De darle Internet a las escuelas se ocupará Elon Musk con su red Starlink. Promete no ser barato.
Pero lo decisivo es que con la REFEFO en manos privadas se le puede sacar el jugo al estado federal, a las provincias, a las empresas, y a todos y cada uno de nuestros ciudadanos. Tu celular, oh compatriota, te obligará a volver a comunicarte por chasqui. Bueno, Rappi. O teléfono de línea terrestre, si las telcos todavía no se afanaron todo el cobre del tendido de la vieja ENTEL.
Las posiciones orbitales serán vendidas o intrusadas, sin que haya mayor diferencia.
Quedó lejos 2013, cuando CFK, ya con media REFEFO construida y dos satélites a salir, amenazó con crear Libre.ar, una compañía de celulares del estado para «pisarles el precio» a Movistar, Telecom, Telefónica y Claro, y obligarlos a dar mejor servicio. No lo hizo, como tantas cosas, pero el julepe todavía lo tienen.
Mientras ARSAT siga existiendo, existirá la posibilidad de que aquí pinte algún Lula, Evo o Petro criollos, y haga lo que hay que hacer.
Daniel E. Arias