Combatiendo los drones enemigos con águilas

Esta noticia de Russia Today nos la hace llegar el ingeniero Fernando Magliano, cuya PyME se ocupa de detectar y remediar desastres ambientales en Vaca Muerta, Neuquén. En ese establo de Augías, Magliano tiene trabajo para entretenerse, guardar y repartir, pero se hizo un minuto para escribirnos lo siguiente: «Hace unos años, en el lago de Mari Menuco, en pleno Vaca Muerta, me sorprendí mientras yo pilotaba un droncito sobre las aguas. Una bandada de bandurrias se abalanzó sobre el aparato, y apenas pude zafar de que lo cagaran (sic) a picotazos. Hoy leí esta nota en RT y vi una prueba del ingenio tercermundista».

Con sus garras de terror, su envergadura enorme, su mirada agudísima y sus astutas tácticas de caza, las águilas planean sin esfuerzo y una vez detectada su presa, rara vez le dejan oportunidad. Ahora, cinco águilas de la India están haciendo algo totalmente nuevo para su país: interceptar drones enemigos.

La policía del estado de Telangana, en el sur de la India, ha adiestrado con éxito a cinco águilas para que identifiquen y derriben drones que puedan suponer una amenaza para las visitas de VIP (Very Importante People, es decir personajones), o para grandes concentraciones públicas.

El escuadrón «Garuda», que toma su nombre del mítico pájaro solar hindú, ha tardado más de tres años en materializarse. Ahora forma parte de la Intelligence Security Wing (ISW) de la policía de Telangana, una fuerza especializada que supervisa la seguridad de los VIPs.

Es el primer y único escuadrón de aves de la India y el segundo del mundo, después de Holanda.

El entrenamiento ha sido un éxito, y los altos mandos de la policía estatal han recibido consultas del Ejército, la Guardia Costera y la Fuerza de Seguridad Fronteriza (BSF), cada una de las cuales está ansiosa por formar escuadrones similares.

Una idea holandesa

Tafseer Iqubal, del servicio de policía indio, dirige el ISW de Telangana y está estrechamente relacionado con el proyecto. Según explicó a RT, la idea de entrenar águilas contra drones no autorizados surgió en 2021, tras varias rondas de discusiones sobre intentos similares del Ejército holandés.

En 2016, los Países Bajos habían entrenado águilas para interceptar drones, pero interrumpieron el proyecto al cabo de un año porque el escuadrón era ineficaz, el mantenimiento de las aves era caro y las águilas eran propensas a sufrir heridas por las hélices y las cuchillas afiladas de los drones.

Sin embargo, la policía de Telangana decidió intentarlo.

Buscó cetreros entusiastas que pudieran preparar una hoja de ruta para entrenar a las águilas y manejarlas durante las operaciones. Finalmente se contrató a Mohamed Fareed, de Hyderabad, y a Abir Chaudhary, de Bengala Occidental.

Tras el permiso del Departamento Forestal, se reclutaron tres pollos de águila de unos tres meses de edad, con un costo de unos pocos miles de rupias (1 dólar = 86 rupias), según informaron fuentes policiales a RT. Las normas policiales prohíben la interacción no oficial con los medios, de modo que esta noticia sea de fuente anónima.

Más tarde se añadieron dos más aguiluchos. Las autorizaciones son difíciles, porque para las leyes indias de protección de la fauna salvaje, la caza o captura de aves silvestres como las águilas está prohibida y requiere permisos.

Debido a la diversidad de paisajes, climas y accesibilidad, a India no le faltan águilas en cantidad o variedad. Y hay, obviamente, barreras topográficas para algunas: incluso el águila real nunca cruza los Himalayas. Eso sólo lo logran los gansos migratorios, y pasan por encima de las cabezas de los montañeros hacinados en la cumbre del Everest, remando sin esfuerzo por el aire amarrete en oxígeno. Los pulmones de las aves son unas cuatro veces más eficientes que los mamiferianos.

Las rapaces no van tan alto, porque ahí arriba no hay presas. Muchas otras especies, entre ellas el águila pescadora de Pallas, están en casi toda la India, pero no en épocas de reproducción. Promediando especies y ecosistemas, la vida de un águila en libertad suele rondar los 30 años.

Águilas criadas a mano

Como los aguiluchos se capturaron en el huevo y a una edad temprana, no conocieron a sus padres y crecieron pensando que eran humanos, y generaron un vínculo más fuerte con la gente (con alguna gente) que con pájaros de su especie.

Las águilas criadas a mano son agresivas porque no tienen miedo a absolutamente nada. Si el tope de visión humana es 5/5, las águilas tienen 20/5. Pueden discernir detalles finísimos a una distancia 4 veces mayor que un chico con vista perfecta.

Cetrera de Kazajistán con una águila dorada, que en la India también las hay

Durante los primeros meses de adiestramiento, las águilas aprendían a entender a sus entrenadores mediante una serie de órdenes preparadas. Una vez familiarizadas, se les enseñó a identificar drones. Finalmente, se las desafió lanzándoles drones, que derribaron con éxito. La ingeniería de un dron FPV, guiado por un operador con gafas de realidad virtual, es muy liviano, y la potencia de cierre de las garras de un águila adulta alcanzan para romper un brazo humano por compresión. Los drones no tenían chance.

Con las águilas, todo es cuestión de comida y confianza. Cuando ya confían en su entrenador, o cetrero, siempre vuelven al mismo por comida. Así que la intercepción exitosa de drones se estimulaba con premios de comida.

Las aves recibieron una dieta especializada a base de carne fresca, como roedores, pescado y aves de corral, crucial para mantener su salud. Las aves, procedentes del denso bosque de Nallamalla que se extiende por Telangana y el vecino Andhra Pradesh, también fueron alimentadas con conejos, murciélagos y otras aves. Se les proporcionó atención veterinaria periódica mientras los cetreros desarrollaban un vínculo mediante un manejo constante y técnicas de refuerzo positivo.

«Las águilas son aves salvajes, pero se llevan bien con los humanos», explican las fuentes a RT. «La voz humana les tranquiliza. El aspecto clave es hablarles con regularidad, sobre todo mientras se las entrena».

La policía se mostró reacia a dar el nombre de la especie de águila, preocupada por la posibilidad de que grupos terroristas entrenen a las mismas aves para derribar drones de vigilancia en las fronteras de la India.

Aves, perros y vigilancia

Las aves se entrenaron hasta dos horas diarias en la Academia Integrada de Entrenamiento de Inteligencia (IITA), a unos 30 km de Hyderabad, la capital del estado. Se instaló una pajarera para darles espacio suficiente para volar y posarse. En la IITA se adiestra a los perros para que detecten explosivos y ayuden a recoger pistas en la escena de un crimen, además de acompañar a los policías en las operaciones. Desde su creación en 2006, el IITA ha adiestrado a cerca de 800 canes y ha capacitado a más de 1.100 adiestradores de animales.

«El índice de interceptación de drones por las águilas es muy alto», afirmó Tafseer Iqubal. «Las aves son ahora un componente importante en la seguridad de los VVIP».

Recientemente también se realizó una demostración ante los altos mandos del IITA. Un vídeo mostraba a un águila posada en un cobertizo que de pronto se lanzó en dirección a un objeto volador. En una fracción de segundo, capturó el objeto y regresó volando. Se trataba de un dron y la tarea fue realizada con relampagueante precisión.

Las aves también han sido entrenadas para la vigilancia. Están equipados con cámaras que proporcionan imágenes de alta calidad. «Nos proporcionan una vista de pájaro de lo que ocurre tanto en el cielo como en el suelo, para permitir una mejor vigilancia», dijo Iqubal, sin entrar en detalles.

Añadió que el adiestramiento de águilas era más barato que la adquisición de sistemas de detección antidrones. Se cree que sólo se gastaron unos cientos de miles de rupias (unos pocos miles de dólares) durante los últimos tres años. «La inversión en nano y macrodrones para este tipo de proyectos supone gastos millonarios», afirma Iqubal. «En comparación, nuestra iniciativa fue económica, ya que sólo gastamos en los pájaros y la formación».

Pero hay limitaciones.

Como las águilas no pueden diferenciar entre drones caseros y no caseros, sólo se utilizan en las «zonas rojas» o de exclusión aérea. Pueden interceptar nanodrones (de hasta 250 gramos) y microdrones (de 250 gramos a 2 kg), pero no más.

Y los drones están ahora equipados con sensores anticolisión que podrían detectar a las aves y cambiar de rumbo. «Estamos vigilando de cerca todos los aspectos», dijeron las fuentes a RT. «Es un proyecto nuevo y esperaremos a ver cómo resulta».

Drones enemigos y tecnología sofisticada

En los últimos tiempos se han registrado casos de drones lanzados desde Pakistán a India para contrabandear armas, munición, artefactos explosivos improvisados y drogas. También se han lanzado como sistemas de detección y ataque, al estilo del frente ucraniano, donde, para ambas partes, son el enemigo más temible de las fuerzas terrestres: infantería, caballería, artillería y la logística de retaguardia.

En un intento de impedir las infiltraciones, el ejército ha desplegado recientemente un sistema antidrones a lo largo de la Línea de Control entre ambos países, trazada a lápiz sobre terreno deshabitado en 1947, por el Raj Británico en su retirada. Pakistán y la India se atuvieron a esa línea, pero no mucho: ya estuvieron 5 veces en guerra oficialmente, y desde 1948 la zona no conoció un día de paz libre de incidentes.

Las regiones septentrionales indias de Jammu y Cachemira y Punjab, todas a pie de los Himalayas, han sido escenario de múltiples ataques con drones en los últimos años. La BSF derribó o recuperó 107 drones a lo largo de la frontera entre India y Pakistán en Punjab en 2023, y en 2024 derribó 125 drones.

«Los inhibidores de radiofrecuencia y GNSS (Sistema Global de Navegación por Satélite, sea GPS o sus muchas opciones euroasiáticas) son el método de guerra electrónica más común para interceptar drones», dijo a RT un oficial del ejército de la India, que solicitó el anonimato. «Con Telangana logrando éxitos con las águilas, y el Ejército está definitivamente interesado».

En 2024, una start-up de defensa de rápido crecimiento, Big Bang Boom Solutions Private Limited (BBBS), obtuvo un pedido por valor de más de 2.000 millones de rupias (23,24 millones de dólares) de la Fuerza Aérea India (IAF) y del Ejército indio por su tecnología de sistemas aéreos no tripulados (C-UAS). Los sistemas C-UAS pretenden contrarrestar la creciente amenaza de los drones, tecnológicamente sencillos, baratos y disponibles en el mercado, que pueden infligir daños desproporcionados.

Vajra Sentinel de BBBS es un sistema antidrones de última generación diseñado para detectar, rastrear y neutralizar drones a distancias extraordinarias. Sus sensores e inhibidores cumplen las especificaciones militares de durabilidad y fiabilidad.

«Los inhibidores actúan cortando la conexión entre el dron y sus operadores o aumentando las interferencias para dificultar que el dron localice la señal correcta», explicó un alto funcionario, quien añadió que el sensor central del sistema se basa en la inteligencia artificial (IA). Los algoritmos de visión por ordenador permiten identificar, clasificar y localizar con precisión los drones.

Vikram Sharma

Nota al pie de AgendAR:

Hace muchos años que AgendAR viene peleando para que la Argentina desarrolle drones de seguridad, de vigilancia y ataque. Apoyamos el fantástico pero efímero esfuerzo de INVAP en desarrollar el Proyecto SARA (Sistema Aéreo Robótico Argentino), incubado en la Fábrica Argentina de Aviones, que entre 2014 y 2015 estaba empezando a generar resultados. Pero justamente por eso, en 2016 y a pedido de un trío de embajadas y servicios de espionaje, el presidente Mauricio Macri liquidó todo.

Aquel Lázaro no resucitó.

La Fuerza Aérea, con sus curiosos drones enormes pero nada robóticos (y por ende militarmente absurdos), veía este asunto con horror: ¿que grado de redundancia iba a generar el vuelo autónomo de ataque y observación entre los pilotos argentinos? Boicoteó el proyecto lo poco que éste duró. Y hoy, a la vista de que la superioridad aérea depende de drones, y a sabiendas de que en el frente ucraniano los cazas y bombarderos ucranianos y rusos son una rareza, y habida cuenta de que no se acercan a la línea del frente, no sea cosa de que las baterías misilísticas contrarias no los hagan puré, nuestra cúpula aeronáutica cambió algunas de sus ideas pero no sus tradiciones. Y por ello, se dedica a estudiar qué drones carísimos y sin un gramo de industria nacional le compra a, digamos… ¿Israel?

La Marina jamás dijo ni sí ni no al Proyecto SARA. Lo que para una fuerza que, salvo el agua, importa de la OTAN todo lo que usa en materia náutica y aeronáutica, y nunca tuvo vocación siquiera por mantener su parque flotante en estado decente, tan prolongado silencio es «no».

No por falta de oferta local. En 2018 una empresa mixta formada por el helicopterista Cicaré, el contratista agrícola santafecino Marinelli e INVAP presentó su helidrón RUAS-160, para uso dual: por una parte, es maquinaria rural automatizada. Permite hacer fumigación automática a baja altura y muy precisa, en campos acotados y llenos de obstáculos, como montes frutales.

Pero los usos militares son enormes. Al ser una máquina de hélice doble contrarrotativa, el RUAS no necesita un largo «boom» de cola y con rotor lateral para maniobrar. Esto le permite operar desde las cubiertas, abarrotadas de obstáculos, de TODOS los barcos de la Armada, incluso los transportes, con condiciones adversas de mar y de viento. Y con ello, ampliar el radio de detección e intercepción de cada nave a distancias de 50 km. de la cubierta de despegue.

La Marina recibió esta oferta en 2018 con el mismo placer que el pato la munición, y todavía está deliberando. Lo que en códigos navales significa: «queremos helicópteros tripulados y grandes, aunque sólo quepan en los destructores con hangar. Y eso sí, importados, por favor». Es más, acaba de comprarse cuatro Leonardo AW109SP por U$ 67 millones. Y los vamos a pagar con deuda.

Un cálculo a lápiz tinta en el dorso de la mano da unos 20 RUAS-160 con la misma plata y sin que salga un centavo del país. ¿Con capacidades muy inferiores? Sin duda, pero con sensores ópticos, radáricos y eventual armamento, son 5 veces más unidades en muchas más naves, y con una capacidad de búsqueda y ataque bastante más ubicua. Ojo, tenemos 1 millón redondo de Zona Económica Exclusiva (residual) a vigilar de pescadores piratas, pescadores legales pero tramposos, contrabandistas de oficio y vecinos malquistados.

La única fuerza que se interesó en serio por el proyecto SARA fue el Ejército, en tiempos en que el Estado Mayor Conjunto lo dirigían nuestros últimos nacionalistas tecnológicos como el Cdte. Juan Martín Paleo. Y contando billete a billete lo que añadió la ley del FONDEF al presupuesto militar, que fueron U$ 500 millones/año en 2023, el Ejército le dijo a INVAP que el primer dron de ala fija y vuelo autónomo que necesitaba la fuerza debía ser chico, portátil, de observación, y tener un vuelo de al menos de 40 km desde el punto de despegue, más la vuelta. Es la distancia de tiro máximo de la artillería argentina de 152 mm. Tipos prácticos.

De ese pedido no quedó nada, pero el Ejército ya sabe el teléfono, la dirección y las capacidades de INVAP en drones, y sigue interesado en un producto asociado: un arma terrestre antidrón Nac & Pop y de corto alcance.

Hoy la jefatura conjunta está en manos del brigadier General Xavier Isaac, un aeronáutico, excelente administrador de su fuerza en tiempos mejores (todos lo fueron). Es hermano menor de Gerardo Isaac, el piloto viviente más condecorado de la Argentina, uno de los dos sobrevivientes del ataque al HMS Invincible. Pero Xavier, el Isaac menor, tiene harta carrera previa como agregado militar en EEUU, y por ende una exposición inevitable a ofertas de chatarra OTAN. Ver caso F-16, de 44 años de viejos, y no hablemos más. 16 de los que se venían desde Dinamarca para la Argentina fueron redestinados a Ucrania, y hoy, cuando no matan a sus propios pilotos, los rusos los están desmejorando a misilazos.

En el actual cuadro geopolítico, es seguro que esta noticia no despeina a nadie en nuestro Ministerio de Defensa. Hoy está colonizado como nunca antes bajo la égida de Luis Petri, un libertario afín a las selfies con traje ant-G estilo Tom Cruise. En muchas aparece rodando pista en uno de esos cazas geriátricos que le compró a Dinamarca. Pese a sus protestas, los daneses no lo dejaron volar ni como paquete en el asiento trasero de un modelo biposto. Hasta tanto no estén entregados y pagados, ni en chiste.

En semejante nido de águilas como este ministerio, esta noticia desde la India no va a generar frío ni calor.

No porque en la Argentina no haya cetrería, aunque aquí no existe por deporte de millonarios, como en Arabia Saudita. Todas las mañanas, halcones peregrinos criollos, obviamente adiestrados, patrullan las inmediaciones de los aeropuertos comerciales argentinos. En zona húmeda las pistas están rodeadas de muchas hectáreas de pasto bien cortado. Si no fuera por el terror a los halcones, estarían llenas de pájaros cazando gusanos e insectos. Una bandada de pájaros ingerida por una turbina en despegue o en aterrizaje, son tragedia segura en cabecera de pista.

Nuestra águila monera o arpía, del bosque chaqueño y mesopotámico, bastante mayor que el águila dorada del Hemisferio Norte.

Hablando de pajarracos aunque sin cargo ni salario, en Argentina tenemos cantidad de águilas, buteos y otras rapaces grandes, que podrían adiestrarse para uso antidron de baja altura, si se tiene una pequeña fuerza de cetreros. Una de nuestras rapaces en particular es mayor y más acrobática que el águila real de la India: la arpía, o águila monera. Una arpía puede zigzaguear como un relámpago engrasado por la techumbre del bosque chaqueño, esquivando ramas y troncos en total silencio, para capturar por sorpresa monos carayás de hasta 8 kilogramos. Y llevárselos en volandas mientras los ejecutan en el aire con un apretón de garras, para aletear sin distracciones.

Los que quieran ver el tamaño de una arpía en relación con un cetrero argento, aquí tienen un Tik Tok. Sí, dado el tamaño de esta hembra podría matar fácilmente al hombre, con sólo apretarle la cabeza en una garra. Cabría sin problemas. Y no, no es un ñandú, es un águila.

Tirale a ese bicho un cuadricóptero chino de de 4 o 5 kilos, de los usados para observación o ataque kamikaze en Ucrania y fijate lo que le hace. Esto es Sudamérica, lectores. La evolución inventó los pájaros justamente en este subcontinente, allá por tiempos de dinosaurios. Y la naturaleza aviar aquí tiende a la diversidad y al gigantismo. Una arpía hembra chaqueña puede llevar de pasajeros involuntarios a monos de su propio peso, y con un trato tan hostil como no te lo ofrece ni la Low Cost de cierto expresidente. Aunque al menos no te cobra.

La limitación de carga de 2 kg. que se fija el Ejército de la India como peso máximo de una presa electrónico-mecánica aquí no corre. Creo que en la India, aunque no digan ni «mu» al respecto, no deben haber optado por el águila real de ese país. En casi todo el continente euroasiático, llega a medir 2,30 metros entre las puntas de ala. Probablemente optaron por alguna de las otras 9 especies de la India, todas más chicas. De todos modos en todo el territorio indio, con la real incluida, no existe ninguna rapaz con el tamaño y «envolvente de vuelo» de una arpía sudaca.

Lo que sí corre -o más bien vuela- aquí es la falta de vocación militar por mantener una industria de defensa propia. Por algo hoy se está rematando Fabricaciones Militares, una empresa que le permitió a la Argentina guerrear con el Reino Unido y casi no perder. Pero fundamentalmente (y éste fue su principal servicio), se trata de una firma nacional que nos permitió desde fines del siglo XIX no tener que guerrear con ningún vecino. Y eso porque a todo vecino le parecía mala idea pelearse con un país único en Sudamérica desde comienzos del siglo XX por fabricar casi todo su armamento propio, portátil , campal y aéreo.

¿Cómo venderle a nuestras pobres Fuerzas Desarmadas la idea de que desarrollen comandos de cetrería para combatir drones chicos? Serían baterías antiaéreas biológicas de corto alcance, pero no muy corto. Defenderían bien a nuestra infantería, caballería, artillería y aeródromos y puertos de drones kamikazes.

Al Ejército le encantarían, si hoy se atreviera a decir «esta boca es mía» en lugar de susurrar en los pasillos. Las arpías serían drones que no hace falta fabricar, sólo entrenar, plata que sólo se gasta en capacitación. Y nuestros sistemas antidrón de proximidad pueden ser otras águilas, no sólo la arpía chaqueña. La escudada, mucho más común en la Patagonia, es un buteo grandote de muslos sin emplumar, y hay que verlo levantando liebres grandes o corderitos chicos.

Una simple pero bellísima bandurria dorada, absolutamente nada rapaz. Pero en Vaca Muerta, una bandada de ellas casi hizo percha el dron de una empresa argentina de detección de derrames de petróleo y remediación de daño ambiental.

Vuelvo a la anécdota del ingeniero Magliano en Vaca Muerta. Unas sencillas y nada agresivas bandurrias, grandes comedoras de gusanos y mariscos de río y arroyo, casi le revientan un dron que buscaba de derrames de petróleo en un lago enclavado en Vaca Muerta. Las bandurrias no tienen ni un pico impresionante, ni garras, ni hábitos de cazar nada que vuele. Pero son territoriales y, al parecer, toman a cualquier dron como potencial predador. Me puedo imaginar la misma conducta defensiva entre aves voladoras de corral más grandotas, como los gansos, y ni hablar de los cauquenes, esos gansos salvajes y bellísimos.

El único modo de que exista un Comando de Cetrería necesitará de gobiernos muy distintos a los corporativos, vendepatrias y vendehumos que venimos sufriendo tan recurrentemente.

Quizás la oportunidad surja cuando algún embajador piola, por qué no, hable con nuestras cúpulas y ofrezca importar águilas doradas del Néguev, si se ponen de moda como sistema defensivo.

Business is business.

Daniel E. Arias

VIART