Francia, el país insignia de lo nuclear en Europa se enfrenta a una crisis

Flamamville 3. La central que se ha retrasado 12 años y ha pasado de valer 3.300 millones a 12.000 millones (Bloomberg)

El mundo se ha embarcado en un renacimiento nuclear sin precedentes. Ante una demanda eléctrica ‘in crescendo’ los países buscan fuentes de energía que les permitan incrementar la oferta de su mix energético, al tiempo que siguen dejando atrás las energías más contaminantes. La nuclear está llamada a jugar un papel importante en ese nuevo mundo, pues sus bajas emisiones se complementan con un suministro estable. Países como EEUU están rehabilitando plantas malditas como la de Three Mile Island, al tiempo que proclaman que intentarán convertir todas sus centrales de carbón en nucleares. Japón también incrementará su capacidad y extenderá la vida de sus centrales, que estaban destinadas a desaparecer tras Fukushima. China y los países europeos (excepto España y Bélgica) están deteniendo sus planes de cerrar centrales e incluso mirando opciones de expandir su infraestructura. En ese sentido, los ojos del mundo se han posado en Francia, el gran adalid de la nuclear que debería estar siendo recompensada su apuesta histórica… pero que la realidad es que está atrapada en un gran problema con sus plantas.

La historia de Francia con la energía nuclear es, hasta el momento, una historia de éxito. El país empezó a invertir en centrales en los años setenta y gracias a ello su mix es del 60% de este tipo de energía por las 56 plantas que alimentan su enorme red. Para entender la dimensión de esta gran flota, se trata del segundo país con más centrales del mundo solo por detrás de EEUU (93). Esto le permitió pasar de ser importador neto de energía al mayor exportador neto de electricidad del mundo. De hecho la electricidad es la cuarta fuente de ingresos de exportación del país.

Sin embargo, el renacimiento para la energía nuclear llega a Francia con tres problemas que se han mezclado: su operador nuclear está enormemente endeudado, hay unos altos tipos de interés por parte del BCE y cuenta una flota envejecida que hay que renovar o, al menos, mantener a base de inversiones de miles de millones de euros. Según las cifras de EDF (la firma que opera todas las centrales) la media de edad de los reactores es de 37 años, con la práctica totalidad conectándose a la red por primera vez en los ochenta. No se trata de una edad crítica, dado que la vida útil puede extenderse a los 60 años. De hecho, en declaraciones a elEconomista.es la World Nuclear Asocciation (WNA), los expertos defienden que incluso pueden seguir funcionando hasta los 80 años con renovaciones. «Hay algunos expertos que creen que incluso se podría llegar a extender hasta los 100 años» sentencian desde el WNA.

Sin embargo, a pesar de que su vida útil no esté en peligro, la realidad es que a partir de los 30 años se considera que estas plantas entran en un periodo de madurez, donde deben ser revisadas cada diez años «para que puedan tener un funcionamiento continuo». Francia, en ese sentido, debe prepararse para ir sustituyendo los reactores que puedan ir superando esa cifra de 60 años para 2050, a medida que sigue ampliando su flota para abastecer la demanda futura. En julio de 2010, la misma EDF comentaba que para que un reactor durase más de 40 años habría que «sustituir todos los generadores de vapor y realizar otras reformas con un coste de entre 400 y 600 millones por cada unidad«. Según la WNA esto implica que para algunas versiones «prolongar la vida útil no resultaría económico».

Francia se encuentra ahora intentando equilibrar estos problemas al tiempo que levanta seis nuevos reactores que empezarían en 2027. El coste estimado de este proyecto, que se calculó en 2022, era de unos 52.700 millones de euros. En 2023 está cifra ya tuvo que ser revisada a los 67.400 millones debido a los mayores costes de materiales e infraestructura. En ese sentido, el Elíseo está experimentando el lado oscuro de la energía nuclear, los elevados costes que requiere para mantenerse en marcha.

Esto ha llevado al «Tribunal de Cuentas» de Francia, el organismo máximo que audita los fondos públicos del país galo, a afirmar que el estado está «realmente lejos» de poder realizar estos planes nucleares. En un informe este mes de enero, la institución comenta que «desde que se aprobase el plan el contexto ha cambiado radicalmente. En aquel entonces la industria se beneficiaba de un contexto más favorable».

La auditora comenta que, para empezar, «hay un serio problema pues el programa está marcado por retrasos y hay ausencia de un presupuesto final y un plan de financiación». Todo esto sumado a que «EDF está tremendamente endeudada. Unos elementos que nos hacen recomendar aplazar la decisión de inversión hasta que haya un proyecto que garantice unos beneficios cuantificados». De hecho, el tribunal concluye con que la situación de la empresa nacionalizada en 2023 por Francia «pone en riesgo su capacidad de financiar el EPR2 (el programa de crecimiento nuclear».

La montaña de deuda de EDF

Según los últimos datos disponibles (junio de 2024) la deuda financiera neta de EDF se situaba en los 54.200 millones de euros. Una cifra mucho menor que los 64.200 millones de 2023, pero bastante crítica. Con una ratio de endeudamiento (deuda sobre patrimonio) del 118%, es decir que el pasivo supera a sus propios recursos, la empresa se encuentra en una situación complicada, en particular para financiar nuevos proyectos. Esto llevó a que Fitch Ratings revisó la perspectiva de EDF a «Negativa» en octubre de 2024, manteniendo su calificación crediticia en ‘BBB+’.

La situación a la que se ha llegado ha sido una conjunción de grandes problemas. Por un lado, varios de los proyectos en marcha han tenido importantes sobrecostes y retrasos. El ejemplo claro es el Flamanville 3 que ha pasado de un coste estimado de 3.300 millones de euros en 2006, cuando se inició el proyecto, frente a unos 23.700 millones en 2023 con 12 años de retrasos. También el Hinkley Point en Reino Unido, que tiene sobrecostes de 11.500 millones de euros y dos años de retrasos. Ha habido otros ejemplos de dificultades financieras en proyectos que están lastrando de forma clara a EDF, como son Sizewell C o Olkiluoto 3.

Con estos problemas de telón de fondo 2022 fue el año que terminó de desencadenar la crisis que sigue dejando a la empresa endeudada a día de hoy. En aquel momento con los precios del gas disparados por la invasión rusa de Ucrania, EDF tuvo que vender electricidad por debajo del precio de mercado debido a las medidas que implementó el Eliseo para detener la hemorragia energética, algo que lastró sus ingresos. Ese mismo año la producción se desmoronó dado a que se desencadenaron problemas de corrosión en numerosos reactores, lo que obligó a parar y revisar muchas plantas y efectuar reparaciones muy costosas. Según cifras del Banco de España esto costó a Francia 16.000 millones de euros. En total la producción nuclear se desmoronó hasta los 282 tervatios hora en 2022, cuando el promedio de la década es de 395.

Esta situación llevó a Francia a nacional la operadora nuclear al 100% en 2023 que se enfrentaba ahora, también a este megaplan de expansión y modernización del parque nuclear francés que puede rondar los 80.000 millones de euros (según el tribunal de cuentas) y todo ello en un entorno de altos tipos de interés, con el BCE realizando una de las mayores alzas en el ‘precio del dinero que se recuerdan».

Esta situación ha provocado que Fitch tenga serias dudas sobre su capacidad de asumir la ola de inversiones necesarias que se tendrían que materializar sobre EDF entre 2025 y 2030. «Hay una alta probabilidad de que tenga que aumentar sus inversiones para poder apoyar los nuevos reactores y ampliar la vida útil de las que ya tiene». En ese sentido, la gran esperanza de Fitch es que sea el propio estado francés, a través de su presupuesto el que salve la situación de su flota nuclear, apoyando sus balances para que pueda asumir la financiación del ambicioso programa, al tiempo que lidia con su exagerada deuda, los retrasos y los sobrecostes.

Un problema para Francia

En ese sentido, dado que para Francia es imperativo lograr sus objetivos energéticos, parece que, a pesar de que el camino estará plagado de dificultades, sí que podrá lograrlo, pero pagando un precio muy alto. El motivo es que el país se encuentra actualmente con un elevado déficit que ha prometido reducir año tras año hasta el objetivo del 3% que marca la UE. Actualmente este es del 6,1% en 2024, pero las proyecciones de la propia Comisión Europea apuntan a un 5,3% para 2025 y un 3,6% para 2026. Solo lograría el objetivo, y por la mínima (2,9%) ya en 2027. En ese sentido, Francia deberá encontrar la vía para poder asumir ese gran proyecto nuclear en un contexto realmente complicado.

La necesidad de cuadrar las cuentas se mezcla con un equilibrio muy complicado a nivel político donde el ascenso de la coalición izquierdista de Jean Luque Melenchon y la extrema derecha de Marine le Pen no dejan espacio a reformas que reduzcan el gasto. Según Unicredit, «el gobierno no está en condiciones de introducir recortes más audaces en el gasto público, dado el reducido apoyo del que goza en el Parlamento, donde carece de mayoría»

La nuclear seguirá creciendo

A pesar de todo, desde World Nuclear Association explican que «en los próximos años, deberíamos asistir a un aumento de la producción nuclear francesa«. En particular con la conexión a la red de Flamanville 3 a finales de 2024, que lleva ya 12 años de retrasos pero que finalmente llegó a finales del año pasado, «podemos esperar un nuevo impulso en la producción». EDF estima una producción de 358-364 TWh para 2024, y de 335-365 TWh tanto en 2025 como en 2026″. Esto frente a los 324 teravatios hora de 2023.

Además descartan nuevos incidentes como los de 2022, cuando se paró muy buena parte de la producción, a medida que la flota siga envejeciendo. «Esa crisis se debía a problemas de corrosión, por problemas de mantenimiento por el covid y una posterior huelga». Por lo tanto, a pesar de que sus efectos «seguirán notándose hasta finales de 2025, se trata de un problema que no tiene precedentes y es muy poco probable que vuelva a ocurrir».

En cualquier caso, una cosa es segura, la frágil situación de EDF sumado a los ambiciosos proyectos y a la monstruosa flota envejecida que hay que mantener serán uno de los grandes desafíos para Francia. Una situación que toda Europa debería seguir con gran expectación, pues el 25% del mix energético del continente proviene de la nuclear y el 70% de esta energía sale del país galo. En resumen, el éxito o fracaso de un proyecto que, según el tribunal de Cuentas «está lejos de poder implementarse» puede determinar el equilibrio energético de todo el continente las próximas décadas.


Álvaro Moreno

VIAEl Economista