«Comportarse como groupie le trajo a Javier Milei finalmente su recompensa. En medio de una ofensiva incierta contra China, Donald Trump impuso el peso de Estados Unidos para que el Fondo Monetario Internacional le diera un monumental apoyo a un plan que ya fracasó. Tal como se anticipó en esta columna hace dos semanas, el presidente logró que el FMI vuelva a hacer una excepción con Argentina y le otorgue un primer desembolso de 15 mil millones de dólares en apenas un año. Es el 75% del total del nuevo préstamo para un organismo que en toda su historia no había hecho jamás una concesión semejante. Según la consultora 1816, a lo largo de 311 programas que firmó el FMI, el primer desembolso rondó por lo general el 20% del total y sólo en muy contadas oportunidades superó el 50%. Tan notable como eso, lo consiguió con Luis Caputo, el todavía ministro de Economía que está dispuesto a quemar reservas que no son suyas para sostener el tipo de cambio. El problema es que Milei y Caputo ya fallaron, la orilla de las elecciones quedó demasiado lejos y la inflación reinició su ciclo alcista. El año electoral, que hasta hace unos meses parecía un trámite, ahora puede ser una montaña rusa.
Entre la improvisación, la mala praxis y la fatal arrogancia, el gobierno devaluó en diciembre de 2024 para después planchar el dólar en un esquema inviable de crawling peg y vuelve ahora a soltar la cotización de manera intempestiva, por exigencia del FMI. Un zigzaguero que delata la desesperación en Milei. Una vez más, descorchan los mercados y sufren los pesificados.
El marketing del fin del cepo es en realidad un proceso gradual que está plagado de riesgos y pretende disimular los efectos corrosivos que tendrá en el bolsillo de las mayorías la segunda devaluación de Milei y Caputo en apenas 15 meses.
Como si fuera poco, Trump decidió enviar a su secretario del Tesoro para hacer explícito su apoyo y obtener a cambio beneficios. Scott Bessent tomó un protagonismo absoluto en los últimos días y fue el encargado de convencer a Trump de que debía retroceder en su ofensiva arancelaria. Lo hizo el fin de semana pasado en un vuelo que compartió con el presidente a Mar a Lago, el mismo lugar al que Milei voló sin sentido hace poco más de una semana. Dueño de una actitud diplomática que Trump ignora, durante toda la semana, Bessent actuó como vocero del gobierno republicano y tranquilizó a los fondos de Wall Street, el mundo al que pertenece. Bessent es multimillonario, fundó el fondo de inversiones Key Square y es orgullosamente gay. Que el presidente que asoció a la homosexualidad con la pedofilia en Davos tenga que pedirle auxilio resulta un costo menor en el reino de incoherencia, donde habita Milei. Entre 1991 y 2015, Bessent fue la mano derecha de George Soros, el magnate alineado con los demócratas que financia a organizaciones progresistas en todo el planeta y la extrema derecha aborrece. Que no se entere Agustín Laje.
De algo no hay dudas: Estados Unidos va a cobrar caro el apoyo que le da a Milei: no solo con gestos de obsecuencia. Quiere que la industria farmacéutica local se discipline ante los laboratorios norteamericanos en el tema patentes, presiona por excepciones arancelarias y exige el giro los dividendos para las empresas estadounidenses
La fase 3 que promociona el gobierno es en realidad el fin del esquema que le permitía a Milei alinear el ánimo de especuladores y asalariados. Desde ahora y como nunca, la polarización será entre sectores sociales. Arriba, Milei, Mauricio Macri, los bancos, los exportadores y los voceros del experimento en curso ya posan otra vez con sus pulgares arriba para darle la bienvenida al respirador artificial de la nueva deuda con el Fondo y el catecismo de las reformas estructurales. Esperan que el mercado compre la sobrevida mileista y se reedite por algún tiempo la bicicleta financiera, con baja del riesgo país y tregua en el dólar paralelo. Pero abajo, la inflación que escaló al 3,7% en marzo preanuncia una nueva temporada de caída en los ingresos. Nada se informó sobre compensaciones para los sectores golpeados por el salto cambiario…»
El timing paleolibertario no es el mejor. El IPC que se conoció el viernes fue el más alto de los últimos 6 meses, con dos indicadores que apuntan directo a la base de la pirámide social: la suba del 3,9% en el Gran Buenos Aires y del 5,9% en los alimentos. Tras la devaluación, el traslado a precios puede terminar en un nuevo círculo vicioso, que se coma la ventaja competitiva en pocos meses. Además, los importadores que el gobierno estimuló -y ahora tienen que reponer stocks con un dólar más alto- preparan una nueva ola de remarcaciones ...»
Diego Genoud